Sobre las obras y la caridad – Textos del místico Ruusbroec
Jan van Ruusbroec
Fray Juan de los Ángeles (s. XVI) tributó gran admiración a los místicos alemanes, y dice del gran beato Ruusbroec (s. XIV):
«Oye, no a mí, sino al divino contemplativo Rusbroquio, cuyas palabras fielmente sacadas son éstas:
“No tanto debemos atender a lo que hacemos cuanto a lo que de verdad somos; porque si fuésemos interiormente, en lo íntimo de nuestras almas buenos, también nuestras almas serían buenas, y si en lo íntimo fuésemos justos y rectos, justas y rectas serían ellas.
Muchos ponen la santidad en “hacer”, más no aciertan porque (si así se puede decir) no consiste sino en el ser. Que por muy santas que parezcan nuestras obras, no santifican en cuanto obras, sino en cuanto nosotros somos santos y ellas salen de interior o centro santo, tanto tienen de santidad y no más”».
*
Entresacado de: “El Reino de los que aman a Dios”
Capítulo XI: Mercenarios
“El quinto grupo está formado por hombres que son esclavos de sí mismos. Cuatro son las causas que hacen al hombre esclavo, sin libertad, innoble, indigno del amor de Dios.
La primera es el buscarse a sí mismo y su propio interés. Con este motivo huyen de todo lo que pueda hacerles daño, temen las penas y buscan los gozos eternos; por eso hacen o dejan de hacer todas las cosas. Tienen grande trabajo porque en todo no piensan más que en sí mismos.
La segunda causa es que están siempre con temor de sus pérdidas o esperanza de sus ganancias. Llegan a veces a menospreciar de buen grado bienes terrenos con tal de adquirir los eternos.
La tercera causa es que prestan gran atención a las propias obras y a los servicios que hacen. Confían más en sus propias obras que en el título de ser hijos de Dios que Cristo nos ha conquistado con su sangre.
La cuarta causa es que se convierten en caballeros mercenarios. Si no creyesen que Dios les va a recompensar, no le servirían. Temen más el látigo del castigo que el ofender a Dios. Anhelan el Reino de Dios y disfrute de sus riquezas más que alabar a Dios eternamente y permanecer libres caballeros a su servicio por toda la eternidad.
No son libres ni guiados por la caridad, porque prefieren todas las cosas para sí mismos. La caridad, en cambio, busca siempre el honor de Dios, hace que el hombre se olvide de sí y renuncie al egoísmo.
Por la caridad, el hombre espera y confía en Dios; le pertenece con rectitud de vida para servirle en el tiempo y en la eternidad. La caridad hace asimismo que el hombre confíe en el Reino del Cielo y en que Dios se va a dar a Sí mismo por alegría eterna. De este modo los caballeros servidores convierten libremente su intención a Dios. Así pueden recibir la gracia de Dios, perseverar en sus obras y conseguir la vida eterna”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario