No tener miedo.
El miedo paraliza en la vida espiritual, y si tenemos miedo, entonces estamos como atrofiados para alcanzar la santidad. Por eso el Papa Juan Pablo II insistía tanto en que no tengamos miedo.
Y el demonio tiene mucho que ver en meternos miedo, porque quiere hacernos creer que él tiene más poder del que en realidad tiene, y como un mago que con sus trucos está frente a una audiencia de niños, el demonio quiere darnos la impresión de que es todopoderoso y que puede hacer grandes prodigios. Pero quien presta atención y es un poco observador, se da cuenta de que el demonio no tiene poder ninguno sobre quienes son de Dios, y que no se le permite actuar más allá de la medida. Esto nos debe dar una gran paz y tranquilidad, sabiendo que Dios cuida de nosotros, y que NADA malo nos puede pasar, sino que todo lo que nos suceda en la vida, será querido, o al menos permitido, por Dios, y será todo para bien.
Este pensamiento que en definitiva es confiar en Dios, entregarse a Él dejándole actuar en nosotros, en nuestras vidas y en las vidas de quienes amamos, es el camino directo al Corazón de Jesús, es decir, a la santidad. Porque Dios nos ha creado para el Cielo, y Él, más que nosotros, es el interesado en que lleguemos a la meta.
El miedo paraliza nuestra vida espiritual y de piedad. Por eso tenemos que luchar contra el miedo, o al menos ofrecérselo a Dios, para que Él los transforme en coraje y valentía, así seremos anunciadores del Reino de Dios entre los hombres, y llegaremos un día a la santidad.
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