MARÍA, GUÍA
“María, llévame Tú de la mano hasta Jesús”.
Para hacer oración, ya lo dice Jesús, no hay que ser muy elocuentes o dar largos discursos, no hay que usar muchas palabras. La sencillez encandila el Corazón de Dios.
La Madre María Elvira era un alma muy sencilla y llana a la que no le gustaban las maneras rebuscadas o artificiales.
Podemos constatar por sus escritos que su trato con la Virgen Santísima fue muy tierno, como el de una niña pequeña con su madre. La Santísima Virgen era su todo y de Ella quiso depender para todo, como Jesús cuando era niño.
El fin más alto al que cualquier persona puede aspirar es la unión con la Trinidad Santísima, lo cual sólo es posible a través de la amistad y de la adhesión a Nuestro Señor Jesucristo. El camino más rápido y seguro para alcanzar esta adhesión es la Virgen Santísima, su primera discípula, seguidora e imitadora. La Virgen es el camino para ir hasta su Hijo.
Hagamos de esta sencilla oración una jaculatoria que repitiéndola frecuentemente alcance de la Virgen la gracia de la cercanía con Jesús: "María, llévame Tú de la mano hasta Jesús"
MARÍA, MAESTRA
“María, llévame siempre de tu mano al puerto más seguro: Jesucristo.
Tú que sabes cómo amar a Jesús, enséñame desde tu Inmaculado Corazón a amarle con toda el alma para que así también pueda asemejarme a Tí”.
(Madre Mª Elvira de la Santa Cruz)
Amar a Jesús y amar a María es un deseo que está en la raíz de todo corazón católico.
El Corazón Inmaculado de María, fue siempre refugio seguro de la Madre Mª Elvira. Si alguien sabe de sus confidencias es María Santísima, si alguien sabe de sus deseos de amar más a Jesús, esa es la Virgen.
Durante el verano anterior a su consagración privada, antes de que existiera la fundación, pasó muchas horas cada tarde en la Capilla de las apariciones de la Casa de la Virgen en Pontevedra, rezando, tratando con la Virgen, acercándose más a Ella para mejor amarla e imitarla. La pequeña capilla era como in imán para ella. María Santísima la estaba preparando poco a poco para llevar a cabo lo que le encomendaría más tarde.
Y así fue, que años más tarde, siendo ya religiosa, su unión con la Virgen Santísima era muy adelantada respecto de otras personas.
Amar más y mejor a Jesús, “con toda el alma”, era un deseo del corazón de la Madre Mª Elvira y supo pedir ayuda a la única que la podía ayudar.
Para amar más a Jesús y a María, sabemos el camino, sólo hay que seguirlo: María acrecienta nuestro amor a Jesús y Jesús acrecienta nuestro amor a María, Madre suya y Madre nuestra.
MARÍA, VIRGEN DEL "FÍAT" GENEROSO
“Gracias por tu ‘Fíat’ generoso. Gracias por traernos y llevarnos a Jesús. Yo tan sólo puedo decir como cada mañana cuando comienza un nuevo día: ¡Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad! ¡He aquí la esclava del Señor!”
(Madre Mª Elvira de la Santa Cruz)
El 25 de marzo de 1999 fue su Profesión Perpetua como religiosa Misionera de la Fraternidad. Aquel sí fue ofrecido a la Virgen en medio del sufrimiento, igual que lo estuvieron todos los síes que fue pronunciando a lo largo de su vida.
Ese día tan esperado para ella hacía un mes que le habían abierto un corte de unos 5 cm a la altura de la cadera, se trataba de una infección en el hueso, una Pseudomonas aeruginosa, en dos ocasiones la herida había cerrado en falso y decidieron dejársela abierta con una gasa metida dentro para evitar que volviese a cerrar y así poder terminar con esta infección. Finalmente debió ser ingresada pocos días después de la Profesión y recibir el tratamiento en vena.
Además de este sufrimiento físico se sumó el moral por parte de las personas de su entorno que debían haberla ayudado a vivir este momento fundamental de su vida con gozo, paz y tranquilidad: su profesión fue una subida a la cruz uniéndose a su Divino Esposo por los votos públicos. Las causas del sufrimiento siempre es mejor entregarlas al Señor y olvidarlas. Así lo hizo ella y superando estas contrariedades, pronunció sus Votos Solemnes el 25 de marzo de 1999. En unión únicamente con María Santísima y su Divino Hijo, su esposo Jesucristo.
El corazón de la religiosa acompasa su latido al Corazón Inmaculado de la Virgen, sus manos sirven a Dios y a los hermanos en la Iglesia, sus pies caminan tras los pasos de Cristo. Cada religiosa es una prolongación en el mundo de la Virgen María.
Tras esta frase de la Madre Mª Elvira, podemos atisbar una pequeña pena del corazón de esta humilde religiosa que sólo quería imitar a María en su amor a Dios y al prójimo y que deseaba ardientemente que Dios fuese amado por los hombres.
La Madre Mª Elvira se sentía tan pequeña y pobre que tenía en nada sus desvelos y trabajos apostólicos. Todo le parecía poco cuando se trataba de mover a las almas a amar a Dios.
Si recordamos el sacrificio con que comenzó y perseveró en los ensayos de los coros parroquiales, el cariño con que hablaba a quienes sufrían cualquier enfermedad o dificultad, la preocupación por la formación de los más pequeños, sería impensable que se pudiera sentir poco generosa o incapaz de acercar almas a Jesús y acercar a Jesús a las almas.
Termina diciendo en esta sencilla oración que su actividad se reduce cada día a la obediencia a la voluntad de Dios.
Es justamente la obediencia diaria y personal a Dios unida en cada Misa a la obediencia de Jesucristo que se ofrece al Padre por la salvación de las almas, lo que da abundantes frutos espirituales en las almas. La única colaboración eficaz de cada bautizado en la obra redentora es precisamente esta: la unión con Jesús por medio de María en obediencia a la voluntad de Dios Padre.
Si queremos hacer un mundo mejor, hacer algo por acercar las almas a Dios y Dios a las almas, por consolar al Corazón Inmaculado de María, por alegrar a Dios y reparar su Sagrado Corazón; sólo tenemos una cosa que hacer: obedecerle con amor de hijos.
MARÍA, MADRE DE DESAMPARADOS
“Madre de los desamparados: que cuantos contemplen las llamas ardientes de tu Corazón sientan como ese fuego abrasador los une más a Ti y por Ti se sientan unidos a Jesús”.
(Madre Mª Elvira de la Santa Cruz)
En algún momento de la vida, ya sea infancia, juventud, edad adulta o ancianidad, las personas experimentan el desamparo. Ello es necesario para que la propia persona conozca que nada puede sin Dios.
Esta gracia que muchos reciben, no es aprovechada por todos de igual manera.
En la Madre Mª Elvira fue un don que la unió más a Jesús. Descubrió en el Corazón Inmaculado de María, inflamado de amor por Dios, el fuego que enriqueció su pobreza y que la hizo unirse con mayor plenitud a Jesús, y éste fue un regalo que no quiso guardar sólo para sí.
Estamos seguros de que ella está rogando a la Madre de quienes sufren el desamparo, la Santísima Virgen María, que les conceda la misma gracia que ella recibió en la tierra como don del ´Corazón Inmaculado de María.
MARÍA, AYUDADORA
“Que la Santísima Virgen y todos los Santos nos ayuden a dar una perfecta acogida a Cristo con todo el calor y amor que Él se merece”.
(Madre Mª Elvira de la Santa Cruz)
El verano de 1997 comenzaba la vida comunitaria para las Misioneras de la Fraternidad en la aldea de Arcos de la Condesa. Hasta entonces la Madre Mª Elvira había vivido como única consagrada durante más de 10 años en Pontevedra. En el cementerio parroquial de Santa Marina de Arcos, tal como fue su expreso deseo, descansan actualmente los restos de la Madre desde el atardecer del 21 de marzo de 2006.
Era el día 1 de agosto cuando el Santísimo Sacramento fue acogido por las tres consagradas que comenzábamos, en la humilde capilla de aquella casa.
Cristo nos visita de muchas maneras y en muchas ocasiones a lo largo de nuestra vida, sobre todo a través de la Sagrada Liturgia, en la Santa Misa y por medio de los sacramentos. Sin embargo, es a través de la Sagrada Comunión como se produce el mayor acto de unión y de intimidad con Dios que es posible en esta vida.
Estar preparados para acogerlo es la actitud de las vírgenes prudentes, que llegando el esposo, pasaron con él al banquete de bodas.
La Madre Mª Elvira, además de acogerlo, quería acogerlo con perfección, y entendiendo su pequeñez y sintiéndose pobre, pedía ayuda al cielo: a la Virgen, a quien Él eligió para hacerse hombre y acercarse a los hombres, y a los Santos que son el modelo perfecto a imitar para acoger al Señor con las debidas disposiciones.
Acoger al Señor con perfección supone el calor y el amor en nuestro corazón.
La perfección no es fría ni calculadora sino ardiente como el amor infinito de Dios, es apasionada y humilde, con la humildad de quien se sabe limitada para amar a Dios, todopoderoso, e infinito, pero desea disponerse interiormente lo más perfectamente posible con la ayuda de la gracia.
MARÍA, ANTESALA DE CRISTO
”Dejémonos llevar por el Espíritu Santo y, junto con María, podremos penetrar en Cristo y Cristo en nosotros con una fuerza que nunca podremos imaginar”.
(M. Mª Elvira de la Santa Cruz)
La entrega que hizo la Madre María Elvira con su vida ofrecida a Jesucristo, fue un completo holocausto.
En la entrega de la vida a Dios hay muchos grados, el más alto de todos es el estado religioso, es aquel en el que se le pide a la persona lo más sagrado que legítimamente posee: la entrega de la propia voluntad a través del voto de la santa obediencia.
Es imposible imaginarse, desde el ruido, la dispersión y la superficialidad del mundo, la profundidad en el amor de Cristo que llega a alcanzar el alma que no se reserva nada.
MARÍA, CAMINO HACIA LA VERDAD
”Ruego a María que me ayude a seguir por el camino que nos lleva a la Verdad”.
(M. Mª Elvira de la Santa Cruz)
La Madre Elvira es una persona que vivió los mismos tiempos que nosotros: un mundo lleno de altavoces, de miles de ruidos que nos atacan por todas partes vendiendo cada cual su verdad. Ella buscó la única verdad: Jesucristo es la Verdad; y la Verdad es el soporte, el sostén de la vida de cada uno.
Buscó la Verdad y la encontró; y no sólo la encontró, sino que la siguió; y no sólo la siguió, sino que le entregó toda su vida.
La Hermana Elvira dejó la casa paterna para vivir en soledad custodiando al Santísimo, cosa que hizo durante varios años mientras vivió en Pontevedra.
El encuentro con la Verdad compromete a la persona y ella aceptó de buen grado ese compromiso. En la Virgen María encontraba el camino, la fortaleza, el ánimo y la guía para perseverar siendo consecuente con su compromiso.
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