jueves, 21 de noviembre de 2013

Una reflexión sobre la muerte


La Madre Angélica, contaba que iban a someter a una operación quirúrgica a un anciano de más de 60 años y su hija Linda estaba preocupada. Entonces, su padre le dijo:
- Hija, ¿no te he hablado alguna vez de que hace más de sesenta años tu abuela dio a luz a un niño muerto? Era un varón, un niño voluminoso a quien le había resultado sumamente difícil entrar en este mundo. Después de darle unas cuantas palmadas, sin obtener reacción alguna, la comadrona lo dio por muerto. Lo envolvió en una manta y lo dejó sobre la mesa. Todo el mundo lloraba. Pero tu abuela saltó de la cama, se acercó a la mesa y cogió a su hijo en brazos. Sosteniéndolo por los pies, comenzó a darle palmadas, mientras exclamaba: “Vamos, hijo, vamos”. A los pocos momentos se oyó un grito y después un chillido. Hay quien dice que, desde entonces, nunca ha dejado de aullar.
- ¿Eras tú?
- Sí, era yo y considero cada uno de los momentos que he vivido en este mundo como un don de Dios. Dios me otorgó el don de la vida y, a continuación, me ofreció la gracia extraordinaria de saber que, si ha llegado mi hora, no puedo quejarme. En lo que a mí se refiere, toda mi vida ha sido un milagro y estoy agradecido a Dios por cada momento de vida, que me ha regalado.
El papá de Linda falleció en aquella operación, pero creemos que ya estará feliz con Dios en el cielo. Él sabía algo que muchos todavía no han aprendido: que la muerte no es algo que ocurre por azar o por mala suerte. La muerte está prevista por Dios desde toda la eternidad y tiene determinado el momento. La muerte no es algo absurdo, por más que ocurra por medio de un accidente sin sentido. Dios nos llama a través de un accidente o de una operación o de un infarto o de un cáncer, lo importante es saber que nuestra vida está en las manos de Dios y no querer morirse antes de tiempo. Él busca el momento más favorable para llevarnos, pero debemos estar siempre preparados. ¿Estás preparado para morir? ¿Acaso crees que la vida te pertenece y puedes disponer de ella hasta cuando quieras y como quieras?
Por eso, agradece la vida que Dios te ha dado. Agradece a tus padres que no quisieron abortarte como tantos otros y dales las gracias con tu respeto, tu agradecimiento y tu amor sincero.

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