lunes, 18 de noviembre de 2013

Exorcista - 1º relato de un caso 09-2002 "Marta" poseída; libranos del mal




Y Líbranos del mal - La última petición a nuestro Padre está también contenida en la oración de Jesús: "No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno " (Jn 17, 15). Esta petición concierne a cada uno individualmente, pero siempre quien ora es el "nosotros", en comunión con toda la Iglesia y para la salvación de toda la familia humana. La oración del Señor no cesa de abrirnos a las dimensiones de la economía de la salvación. Nuestra interdependencia en el drama del pecado y de la muerte se vuelve solidaridad en el Cuerpo de Cristo, en "comunión con los santos" (cf RP 16).


2851 En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que designa una persona, Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. El "diablo" ["dia-bolos"] es aquél que "se atraviesa" en el designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo.
2852 "Homicida desde el principio, mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44), "Satanás, el seductor del mundo entero" (Ap 12, 9), es aquél por medio del cual el pecado y la muerte entraron en el mundo y, por cuya definitiva derrota, toda la creación entera será "liberada del pecado y de la muerte" (MR, Plegaria Eucarística IV). "Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Engendrado de Dios le guarda y el Maligno no llega a tocarle. Sabemos que somos de Dios y que el mundo entero yace en poder del Maligno" (1 Jn 5, 18-19):
El Señor que ha borrado vuestro pecado y perdonado vuestras faltas también os protege y os gua rda contra las astucias del Diablo que os combate para que el enemigo, que tiene la costumbre de engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no tema al Demonio. "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rm 8, 31) (S. Ambrosio, sacr. 5, 30).
2853 La victoria sobre el "príncipe de este mundo" (Jn 14, 30) se adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está "echado abajo" (Jn 12, 31; Ap 12, 11). "El se lanza en persecución de la Mujer" (cf Ap 12, 13-16), pero no consigue alcanzarla: la nueva Eva, "llena de gracia" del Espíritu Santo es preservada del pecado y de la corrupción de la muerte (Concepción inmaculada y Asunción de la santísima Madre de Dios, María, siempre virgen). "Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos" (Ap 12, 17). Por eso, el Espíritu y la Iglesia oran: "Ven, Señor Jesús" (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos librará del Maligno.
2854 Al pedir ser liberados del Maligno, oramos igualmente para ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con la liberación de todos los males que abruman a la humanidad, implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquél que "tiene las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap 1,18), "el Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de venir" (Ap 1,8; cf Ap 1, 4):
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo (MR, Embolismo).
 
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Dios, Satanás y los medios periodísticos -
De vez en cuando, Dios o Satanás, se asoman a las páginas de la prensa como protagonistas de un artículo. Con motivo de la reedición de Biblia satánica" el Maligno ha salido de nuevo del armario. Pero si ya antes del crimen satanista de Charles Manson, los sacrilegios, suicidios o el sufrimiento en gran número de personas se habían vinculado a las sectas satánicas, el trato periodístico que recibe hoy Satanás es más respetuoso que el que recibe Jesucristo. En efecto, Jesús es maltratado de nuevo por ciertos "teólogos" o escritores profanos que se ríen de su divinidad o le atacan en su castidad. Situemos a los 2 personajes: ¿quién es Cristo? El Dios que se hizo hombre y sacrificó su vida en una cruz por nuestro amor. ¿Quién es Satanás? El enemigo incansable del hombre que miente y engaña para llevarlo al suicidio eterno: su Infierno. Siendo así, ¿dónde están los aliados de Dios?
Lucía Rivera – Barcelona – España - 2008-10-14
 
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Primera sesión relatada del exorcismo de "Marta"
 
Domingo, 22 de septiembre de 2002
 
Exorcismo / Marta, la poseida- El exorcismo que yo viví en Madrid
 
El corresponsal religioso de EL MUNDO acude, incrédulo, al exorcismo que va a realizar un sacerdote autorizado por el Vaticano. Pero queda conmocionado al ver lo que le sucede a la joven poseída por el diablo.
 
JOSÉ MANUEL VIDAL 
 
-"Hic est dies" (éste es el día), dice el exorcista con el crucifijo en la mano.
-No, responde una voz ronca de hombre que sale de la garganta de la posesa, una preciosa chica de 20 años.
-"Exi nunc, Zabulon", (sal ahora, Zabulón), repite el sacerdote.
-No.
-¿Por qué no quieres salir?
-Para servir de testimonio.
-¿De testimonio de qué?
-De que Satanás existe.
 

Se corta la tensión en el ambiente penumbroso de la capilla. Satán luchando contra Dios. Una batalla a la que asisto atónito y en primera fila por primera vez en mi vida. "Esta debe de ser la razón por la que me invitó a presenciar el exorcismo. El diablo quiere publicidad", pienso en medio del shock. Mi mente gira a toda velocidad. Estamos en el clímax de un ritual que, hasta ahora, no encajaba en mis esquemas. Y eso que en el seminario los curas siguieron alimentando mi miedo infantil al Maligno, siempre dispuesto a tomar posesión de un alma. Después del Concilio Vaticano II, el dogma de la existencia del diablo pasó a ser una "parte vergonzosa de la doctrina" y, como tantos otros católicos, también yo prescindí de ella.
 

El exorcista, José Antonio Fortea, párroco de Nuestra Señora de Zulema, está exhausto. Y eso que sólo tiene 33 años. Pero lleva ya más de una hora luchando, crucifijo en ristre, contra Satanás. Marta (nombre ficticio de la posesa), en cambio, se encuentra tan fresca como al principio y no deja de rugir, bufar, revolverse y agitar su cuerpo como un resorte. Con una fuerza inusitada para una chica de 20 años, más bien menudita y de rasgos dulces. Son las 12,30 de la mañana de un día cualquiera y llevo hora y media presenciando un exorcismo.
 

Un par de días antes, recibí en mi móvil una llamada especial. Especial no por ser de un cura (recibo muchas), sino por ser de un exorcista católico (hay un par de ellos en España) que suelen mantenerse muy alejados de los periodistas. Quiere invitarme a presenciar un exorcismo. Me quedé de piedra. Asistir a un exorcismo oficiado por un sacerdote autorizado por el Vaticano es un auténtico caramelo para alguien especializado en información religiosa. Hasta ese momento y a pesar de llevar más de 20 años en la profesión, lo único que había conseguido fue entrevistar al exorcista oficial de Roma, el padre Gabriel Amorth. Ya entonces, al dedicarme su libro había escrito: "A José Manuel, con mi gratitud y con la advertencia de no tener jamás miedo del diablo".
 

Confieso que por miedo decidí devolverle la llamada al padre Fortea y pedirle que dejase venir conmigo a un compañero de la agencia EFE, también especialista en información religiosa. Aceptó. Nerviosos, el día señalado nos desplazamos en coche hasta la diócesis de Alcalá. Era un día radiante. Llegamos a la parroquia con mucha antelación. Cuestión de prepararse psicológicamente. Por el camino, bromitas y nervios. El exorcista nos había citado en su parroquia, una iglesia moderna, de ladrillo rojo, situada entre pinos. El interior, sencillo y limpio. Con un retablo y una gran cruz en medio. En un lateral, la pila del agua bendita con una inscripción: "El agua bendita aleja la tentación del demonio".
  
A las 10,30, el exorcista sale del templo y viene a nuestro encuentro. Es alto y delgado. Lleva gafas y una barbita bien recortada. Su aspecto impone. Quizá, por relacionarlo con su profesión de echador de demonios. Embutido en una sotana de un negro inmaculado, su tez blanquecina y su frente despoblada todavía resaltan más. Nos invita a dar un paseo para ponernos en antecedentes del caso.
 

. Siete demonios
 

"No soy ningún showman ni quiero publicidad. Si estáis aquí es porque os necesito para liberar a la chica. Tendréis que ser muy prudentes. No podréis dar pista alguna que permita la identificación ni de la muchacha ni de su madre. Preferiría que tampoco me nombraseis a mí, pero acepto ese sacrificio en aras de una mayor credibilidad. Pero sólo Dios sabe lo que me cuesta y los problemas que me puede acarrear. Y no tengáis miedo. A vosotros no os pasará nada".Insiste en la seriedad del tema. Asegura que en el Antiguo Testamento aparece 18 veces la palabra Satán. Y en el Nuevo Testamento, 35 veces la palabra diablo y 21 la palabra demonio. El propio Jesús hizo muchos exorcismos o lo que los Evangelios llaman "expulsar demonios". Fortea recuerda también que Juan Pablo II ha realizado al menos tres exorcismos reconocidos y advierte que la creencia en el diablo constituye uno de los pocos rasgos comunes a la práctica totalidad de las religiones. "Es el punto ecuménico por excelencia". Aprovecha para hacer un pequeño repaso por las distintas religiones y épocas históricas y las diversas teorías. Sigo mostrándome incrédulo. Me da la sensación de que trata de condicionarnos buscando justificaciones en la Historia.
 
 Para hacerlo aterrizar en lo concreto, le preguntamos detalles del caso. Nos cuenta que se trata de un chica poseída por siete demonios. Que ya expulsó a seis, pero que el último se resiste. "Se llama Zabulón, es un diablo casi mudo pero muy inteligente. Su nombre ya sale en la Biblia. Siempre queda el jefe para el final. Llevo ya 16 sesiones y todavía no he conseguido expulsarlo, cuando en los casos más normales, basta con dos o tres". No quiere dar más detalles de la endemoniada. Sólo dice que vendrá acompañada por su madre, "que es una santa", y que la posesión se debió a un hechizo que le hizo una compañera de instituto, a los 16 años. "En una de las primeras sesiones le pregunté cómo había entrado y me respondió un nombre que yo no conocía. Su madre me dijo que era una compañera de clase, que había invocado a Satán para hacer un hechizo de muerte contra ella. Y de hecho, primero estuvo gravísima y a punto de morir. Una vez que sanó, comenzaron los fenómenos raros".
  
Desde entonces, su madre empieza a detectar cosas raras en su hija: muebles que se mueven, objetos que se rompen y, sobre todo, una inquina especial hacia los objetos religiosos, cuando era de misa dominical. Hasta que un día, de noche, oye ruidos extraños, se levanta y, cuando abre la puerta de la habitación de su hija, la ve sobre la cama, levitando.
 
 Como no quiere perder a su única hija, comienza a buscar remedios. Habla con el párroco, que la remite a dos famosos psiquiatras. Pero ambos diagnostican que la chica es absolutamente normal. Ninguna explicación científica para los constantes dolores de cabeza que torturan a su hija. Y entonces, María (nombre ficticio de la madre), a sus 60 años, se lanza a la búsqueda de un exorcista. Recorre casi todas las diócesis españolas. Ningún obispo quiere saber nada de su caso. Está ya dispuesta a trasladarse con ella a Italia a ver al padre Amorth, cuando le hablan de un exorcista español que acaba de salir en la tele porque ha publicado un libro, Demoniacum, sobre los exorcismos.
 
 En ese instante vemos llegar un taxi. "Son ellas", dice Fortea. María, la madre, es pequeña, delgada. Su mirada es todo dolor: "Creo en Dios y sé que, tarde o temprano, liberará a mi hija de las garras de Zabulón. Llevo cinco años de calvario. No lo sabe nadie de mi familia. Ni mis hermanos", confiesa. María es viuda y, cada vez que se desplaza desde su casa a la cita con el exorcista (prácticamente, una sesión por semana), tiene que inventarse alguna excusa. "No lo entenderían y no quiero que mi hija quede marcada para siempre".
  
. El ritual
  
A su lado, Marta sonríe tímidamente. Pequeña, de grandes ojos negros, un poco tristes, tiene la cara picada de una mala adolescencia. Pelo negro, recogido en una coleta. Los labios gruesos y sin pintar, aunque contraídos en una mueca casi de dolor. Lleva unos vaqueros, un niqui azul cielo de manga corta y cuello alto y unos zapatos negros. Es guapa. Sus ojos llaman la atención, pero más que timidez desprenden miedo, mucho miedo. Me parece una chica de lo más normal que, nos cuenta, estudia Matemáticas en la Universidad. "Es imposible que esté poseída", pienso para mis adentros.
 
 El padre Fortea abre la capilla, en los bajos de su parroquia donde dice misa a diario, y vuelve a cerrar con llave por dentro. Es pequeña, acogedora. Dentro, penumbra y silencio absoluto. Fuera, un sol radiante. El exorcista pide ayuda para transportar una colchoneta forrada de plástico verde, grande y pesada, para colocarla al pie del altar. La capilla, rectangular, tendrá unos 25 metros cuadrados. Sin ventanas. En el centro, un altar enorme. Encima un mantel blanco y seis velas encendidas, amén de una gran Cruz de Trinidad, apenas iluminada por la luz mortecina de un halógeno. Al fondo, la imagen de un Pantocrátor iluminado y el Santísimo. En un lateral, una imagen de la Virgen con el Niño en brazos.
 
 Nada más entrar en la capilla, madre e hija se preparan para el rito. Marta se pone unos calcetines blancos, mientras su madre saca del bolso un rosario, un crucifijo de unos 15 centímetros y una postal de la Virgen de Fátima, y los coloca al lado de la colchoneta. Trato de registrar el más mínimo detalle en mi mente. Sigo pensando que asisto a un montaje. Marta se recuesta en la colchoneta boca arriba, mirando a la cruz. María se arrodilla a su lado, una postura que no abandonará durante las siguientes dos horas y media. El padre Fortea reza un rato de rodillas, se quita la sotana, bebe agua y se sitúa sobre el extremo de la colchoneta más alejado del altar.
  
Presiento que el rito va a comenzar. Me siento, expectante, en el banco. El exorcista extiende su mano derecha y la impone sobre el rostro de la joven, sin tocarla. Luego, cierra los ojos, agacha la cabeza y susurra varias veces una plegaria ininteligible. Un alarido desgarrador, el primero, rompe el silencio de la capilla, penetra en mi alma y me pone la carne de gallina. No es humano. Es un chillido sobrecogedor y profundo el que sale de la garganta de Marta. Pero no puede ser ella. No es su tono de voz. Es ronco y masculino. El padre Fortea sigue rezando y los rugidos se suceden. Poco a poco, el cuerpo de la joven se estremece vivamente. Su cabeza se mueve de un lado a otro con lentitud al principio, con inusitada rapidez después.
  
. "Sal, Zabulón"
 
 Ante la salmodia del exorcista, la joven gime y se retuerce sin parar. Al instante, el gemido se convierte en rugido desgarrador, altísimo, furioso. El exorcista acaba de colocar el crucifijo sobre su vientre y entre sus pechos, mientras la rocía con agua bendita. Patalea con tanta furia que el crucifijo se cae y la madre lo recoge una y otra vez y se lo vuelve a colocar de nuevo, mientras le acerca el rosario que Marta arroja a lo lejos, con furia. Parece tranquilizarse un poco pero, inmediatamente, vuelve a rugir. No hay un momento de respiro. El padre Fortea acaba de invocar a san Jorge y, al oírlo, la joven grita, bufa, pone los ojos totalmente en blanco, arquea el cuerpo y se levanta toda entera un palmo de la colchoneta. No doy crédito.
  
-Besa el crucifijo, dice el exorcista.
-No.
-Jesús es Rey.
-Assididididaj.
-Secuaz de Satanás, estás en tinieblas.
-Assididididaj
-Estás haciendo mucho bien. Por tu culpa, mucha gente va a creer en Dios.
-No.
-Sal, Zabulón, te lo ordeno en nombre de Cristo. Te espera la condenación eterna. No hay salvación para ti.

  
Mientras el padre Fortea sigue conminando a Zabulón, las manos de la joven se han ido transformando. Son como garras. El exorcista arrecia sus plegarias y sus exhortaciones: "Hoy es el día. Sal, Zabulón. Sal de esta criatura en nombre de Dios". La joven se desata en temblores. Los gritos se elevan hasta el espanto. Y con voz ronca dice: "Asesinos". Es entonces cuando el padre Fortea le pregunta por qué no sale y Zabulón le contesta: "Para que la gente crea en Satanás".
  
Agotado, tras hora y media de lucha, el exorcista se levanta y sale de la capilla. Esto no puede ser una impostura ni un montaje. Hay que tener muchas agallas para dedicarse a esto. Y menos mal que los casos de posesión, según cuenta después el padre Fortea, son muy pocos. Él lleva cinco años ejerciendo y sólo ha tenido cuatro en España. Pero, mientras preparaba su tesis, asistió a otros 13 exorcismos. Se nota que tiene práctica: manda, templa, insiste y, con voz suave pero enérgica, tortura al diablo sin piedad. Con lo que más le duele. Siempre en nombre de Dios. No parece tener miedo alguno. Y eso que ya sabe lo que es ser atacado por Satanás. Una vez, en un exorcismo, dice que el diablo le hizo sentir la misma sensación y el mismo dolor que el que lleva un puñal clavado en el brazo.
 
 Fortea sale de la capilla y mi corazón se acelera, pensando qué puede ocurrir ahora sin la presencia tranquilizadora del exorcista. Pero no pasa nada. O sí. María, la madre, coge las riendas del rito y comienza a repetir las mismas o parecidas frases del exorcista. Con calma, pero con decisión, parece no dirigirse a su hija, sino al Maligno que la posee:
  
-En nombre de Cristo te ordeno salir.
-No.
-Abre los ojos y mira a la Virgen, le increpa mientras pone a su vista una postal de la Virgen de Fátima. Pero, por toda respuesta, obtiene un bufido. Entonces coge el crucifijo.
-Es tu Creador, ¿lo ves?
-Sí, dice la voz de ultratumba acompañada de rugidos y bufidos constantes.
-Míralo, Zabulón, no te resistas. Sabes que es tu día y tu hora. Ha llegado tu día y tu hora.
-Noooo...
-¿Por qué te resistes?
-Estoy harto. Ya te lo dije muchas veces.
-Di a esos señores por qué no te vas.
-Uhhhh.
-Díselo claramente.
-No quiero.
-Díselo en nombre de Cristo
-Para que crean en Satanás.
-San Jorge, ven. san Jorge, ven. Ven, san Jorge. Sal de ella san Jorge.

  
La posesa se detiene un segundo, sonríe y dice, con sorna:
 
 -Sal, san Jorge...
 
 Coge al vuelo el error de la improvisada exorcista y lo mismo hará, un rato después, con una pequeña equivocación del padre Fortea. Pero María no se da por vencida. Es una auténtica Dolorosa al pie de la cruz de su hija poseída. Me da tanta pena que también yo me arrodillo y, entre lágrimas, suplico a Dios (por lo bajo, no me atrevo a intervenir más directamente) que, por lo que más quiera, libere a Marta. Mi compañero hace lo mismo. Hacía tiempo que no rezaba con tanto fervor.
  
Entonces entra de nuevo el exorcista, coge una cajita con hostias consagradas del sagrario y se coloca delante de la joven:
  
-Mira al Rey de Reyes y arrodíllate ante Él.
-No.
-Siervo desobediente y rebelde, arrodíllate, repite el padre Fortea, mientras exhibe la hostia consagrada.
-Asesino, déjame.
-San Jorge, haz que se arrodille.

 
 Y como un resorte, ante la mención de san Jorge, la posesa se arrodilla y el padre Fortea le hace abrir la boca para que reciba la sagrada comunión. Y continúa torturando al diablo que anida en Marta. Tras darle la comunión, coge una Biblia y recita el Apocalipsis: "Entonces el diablo fue arrojado a la lengua de fuego y azufre... allí será atormentado día y noche por lo siglos de los siglos". Y hace repetir al diablo frase por frase.
 
 -Repite: Cuánto más me hubiera valido seguir a la luz.
-Cuánto-más-me-hubiera-valido-seguir-a-la-luz, repite a regañadientes y arrastrando cada palabra.

 
 Y así durante un buen rato. El exorcista parece un maestro que enseña a un niño rebelde, que repite a la fuerza, entre bufidos y alaridos, frases como éstas: "Señor, tú eres Rey. Yo soy tu criatura. Nada escapa a tu poder. Eres el Alfa y Omega..."
  
-Ya no más. Me estoy cansando, gruñe.
  
Pero el padre Fortea arrecia en su acoso, coge un banquito y se sienta ante la posesa con un crucifijo en la mano. "Hic est dies", repite con fuerza. Por un momento, creo que lo va a conseguir.
 
 -Cuanto más tardes en salir, más gente creerá en Dios. Eres un predicador de Dios. Acércate, siéntate y besa a Cristo crucificado. Dale un beso de respeto y homenaje.
 
 Como zombi, Marta se sienta y se acerca a la cruz. Tiene los ojos en blanco y echa espumarajos por la boca, pero besa el crucifijo. Entonces Fortea la coge suavemente por un brazo, le hace levantar y la obliga a recorrer la capilla y besar a la Virgen y al Sagrario.
  
-Aquí está Dios. Repite siete veces: Iesus, lux mundi. La posesa repite, pero al terminar le lanza una mirada como de fuego y le dice:
-Asesino, déjame, no puedo más. Pero el exorcista continúa un buen rato.

 
 Ha pasado otra hora. Fortea se toma un respiro. "Ahora usted", le dice a la madre. Y sale de la capilla. Y María se inclina sobre su hija y comienza a increpar a Zabulón:
  
-Tienes que dejar esta criatura. Por la sangre de Cristo, déjala ya. Sus ángeles están con ella. Vienen los tres arcángeles. La Virgen te va a aplastar la cabeza...
 

Zabulón sigue bufando y retorciéndose, pero no parece que esté dispuesto a irse. Al rato entra de nuevo el padre Fortea:

 
 -¿No temes la sentencia de Dios?
-Sé cual es, grita desgarrada.

  
Solos con la endemoniada
 
 El padre Fortea mira a la madre: "No se va a ir. Dejémoslo por hoy". Se levanta y se va. Los gritos se detienen en seco. Noto cierta decepción en el rostro de María. Me da la sensación de que esperaba que fuese hoy. Ha pasado casi tres horas de rodillas, pero en su cara no hay signos de cansancio, sólo de cierta desilusión. Recoge con paciencia la estampa de la Virgen y el crucifijo y sale de la capilla. Mi compañero y yo nos quedamos solos con la endemoniada. Unos segundos que se hacen eternos. Nos hemos quedado pegados al banco, sin respiración. De pronto, se vuelve hacia nosotros, abre los ojos (que ha mantenido en blanco durante tres horas) y nos lanza una mirada que no olvidaré mientras viva. Sus ojos son de otro mundo. Nunca vi algo así en mi vida. Al instante, la mirada vuelve a ser la de Marta, que nos sonríe, se levanta con tranquilidad, se sienta en el banco y se quita los calcetines blancos que dobla con sumo cuidado. Noto que apenas suda, a pesar de las tres horas de ejercicio continuo. Se pone los pendientes y nos vuelve a sonreír.

 

  -¿Cómo éstas?
-Cansada
-¿Sabes lo que ha ocurrido?
-No, no recuerdo. Y mientras nos habla, coge la estampa y el crucifijo, a los que hace un rato tanto odiaba, y los besa con cariño.
-¿Te duele la garganta?
-No.

 
 Y su voz es tan suave como cuando llegó. Nadie diría que por esa misma garganta salieron aullidos durante tres horas.
 

-¿Sabes por qué estás aquí?
-Sí, eso lo sé. Sé que tengo...

  
No termina la frase. Respetamos su silencio. Salimos y nos sentamos en un salón contiguo los cinco. Marta está tranquila. Vuelve a ser la chiquilla tímida de antes. "Todas las noches", nos cuenta María, "antes de acostarme cojo el crucifijo, del que nunca me separo, y bendigo mi habitación: "En nombre de Dios, malos espíritus salid de esta habitación. Y ella, antes de acostarse, siempre me pregunta: "¿Mamá, has bendecido la habitación?"" Pero aún así pasa miedo. Como cuando las manos de su hija se convirtieron en garras al tocar la cruz o cuando la persigue con los dedos abiertos, en forma de cuernos, para clavárselos en los ojos."Siempre amenazas que, afortunadamente, nunca cumple".
  
Y antes de despedirse, repite una súplica: "Que se conciencien la gente y los obispos. Que haya muchos más exorcistas". Abraza a su hija, se suben las dos al coche del padre Fortea y se van. Marta se vuelve y nos mira. Sus ojos son el grito de angustia del esclavo encadenado. El padre Fortea queda en llamarme cuando se produzca la liberación definitiva.
  
Rezo por Marta y por su madre. Lo que vi no es un montaje.
  
Asi es Zabulón
  
"No habla demasiado, pero es muy inteligente". Así describe el padre Fortea a Zabulón, el enemigo contra el que viene luchando desde hace siete meses. Al principio, el padre Fortea pensó simplemente que así se llamaba el décimo hijo de Jacob y Lía, su mujer. Después, investigando un poco más, cayó en la cuenta de que se las estaba viendo con uno de los demonios más poderosos del infierno.
  
Ha aparecido sólo tres veces en la Historia. La primera, en Ludón (Francia), en el siglo XVI. Casi todas las monjas de un convento quedaron poseídas por multitud de diablos, que las atormentaban sin pausa. El jefe era Zabulón. La segunda fue en los años 50, en un caso de exorcismo realizado por el padre Cándido, el exorcista italiano maestro del padre Amorth. Y ahora, ha vuelto a aparecer.
-.- 
 

 


Segunda sesión relatada del exorcismo de "Marta"


Para que se conciencien... de la existencia del demonio.
 

El editorial de Hispanidad.com correspondiente a la edición del lunes 30 de septiembre es largo, pero les aseguro que merece la pena. Es una descripción, en primera persona, de una ceremonia de exorcismo celebrada en una capilla de Alcalá de Henares (Madrid), y cuyo objetivo era liberar a una joven poseída por un demonio. En esa sesión, de dos horas y media de duración, estuvieron presentes el director de Opinión de Hispanidad, Javier Paredes, y Luis Losada, que es el narrador. Otra sesión anterior, narrada por el director de Religión del diario El Mundo, José Manuel Vidal, y por el responsable de esa misma sección en la agencia EFE, ha provocado un gran revuelo. La sesión se contó en El Mundo, y Vidal concluía diciendo que lo que él vio "no era un montaje". De inmediato, la reacción de muchos (por ejemplo, la de algunos lectores de El Mundo) ha sido la misma: ¿Cómo es posible que un periódico serio cuente estas cosas? Eso sí, al parecer, nadie se ha preocupado de adoptar la actitud más científica de todas: comprobar los hechos. En este caso, como en cualquier otro descubrimiento o testimonio humano, caben tres actitudes: o alguien engañó a los testigos del exorcismo, o los testigos engañan, o es verdad que los demonios existen y que pueden poseer el cuerpo de otro espíritu, porque los seres humanos no son más que un anfibio de cuerpo y espíritu.
 
Sin embargo, miren por dónde, muchos han decidido, sin comprobarlo científicamente, que lo narrado es falso. Porque sí, porque no están dispuestos a aceptar la existencia de espíritus, aunque los hechos les desmientan. Peor para los hechos, concluyen. Y además se enfadan e insultan a los testigos: ¡Qué cosas!
 

Les animo a leer el testimonio de Luis Losada, ratificado por Javier Paredes, sin prejuicios. De sus conclusiones sobre el relato puede depender todo o no depender nada, pero seguramente pondrá a prueba su ecuanimidad. Allá va:
 

Regreso de una de las sesiones de exorcismo realizadas por el padre Fortea. Escribo impresionado. Los gritos de Zabulón, y los rezos del sacerdote y de la madre de la poseída, todavía martillean mi conciencia. Creo en el "No prevalecerán", pero tengo miedo. Si pudiera dar marcha atrás, lo haría, sin ninguna duda, y no hubiera acudido a esa sesión. Mi alma se encuentra inquieta tras el brutal encuentro con el demonio. Pero tengo que escribir lo que he visto, porque Dios ha permitido que el demonio Zabulón se apodere del cuerpo de Marta (nombre supuesto de la poseída) "para que se conciencien" de la existencia del demonio. Esa es una de las respuestas que Zabulón dio al exorcista cuando le preguntó por qué no salía de ese cuerpo. Por eso, María (nombre igualmente supuesto), la madre de Marta, me pidió, al despedirnos, que se lo contáramos a todo el mundo, para que, cuanto antes, se produzca la liberación de su hija.
 
 -"Padre, ¿podemos contar algo de lo que hemos visto?"
 
 -Podéis contar lo que queráis. Las obras de la luz no tienen miedo de la luz, las obras de las tinieblas buscan las tinieblas.
  
Sin duda, algún sentido debe tener mi presencia en ese exorcismo, que, con el paso del tiempo, acabaré descubriendo. Entretanto, sólo puedo manifestar motivaciones a ras de suelo. La inquietud periodística, la curiosidad malsana y sin duda la ingenuidad y la inconsciencia me hicieron aceptar la oferta de mi amigo y compañero de Radio Intereconomía, Javier Paredes, para acompañarle a una sesión de exorcismo. Sin preparación psicológica, agarro el coche rumbo a la parroquia madrileña donde el P. Fortea celebrará la sesión decimoséptima del exorcismo de Marta.
  
Marta es una chica joven, de apariencia dulce, que acude con una mezcla de miedo y esperanza a la sesión, con el objetivo de que la "pesadilla" desaparezca. Al terminar "todo" nos confesará estar cansada, aunque se siente incapaz de recordar lo que hemos vivido durante más de dos larguísimas, interminables horas. María, su madre, es baja, delgada, muy menuda... Está consumida, triturada, pero es muy fuerte, ha aguantado todo el exorcismo de rodillas junto a su hija.
  
Sin largas charlas ni preparación alguna, el P. Fortea nos sienta a Javier y a mí en un banco de la capilla. No hay nadie más. Tan sólo dos indicaciones: apagar los móviles y permiso para abandonar la sesión cuando lo deseemos. No es un gran bagaje para asistir a lo más impactante que una persona jamás podrá asistir. Sin preámbulos, Marta se tumba en la colchoneta que, previamente, ha ayudado a colocar. Su madre se arrodilla a su lado. Javier y yo permanecemos en el banco en una actitud discreta, expectante... y acobardada.
  
El P. Fortea se arrodilla y reza en silencio durante unos minutos. Después se sienta en la colchoneta delante de la cabeza de Marta. Le pone la mano encima de la cabeza y comienza a invocar a Dios. Sólo con pronunciar su nombre el cuerpo de Marta sufre un espasmo, sus pupilas se ocultan y sus ojos permanecerán en blanco durante toda la sesión. Después, invoca a San Jorge y Marta vuelve a convulsionarse en medio de gritos desgarradores.
  
Lo que vivimos Javier y yo durante dos horas y media fue una prolongación de este comienzo, en un estado de tensión que todavía ahora oprime mi alma. Son las dos y media de la madrugada. Han pasado más de doce horas desde la finalización del exorcismo. Sigo tenso y sin paz. Pero rezo. Por Marta y por su madre. Pero también por todos los testigos que hemos pasado por esa capilla donde Zabulón se ha hecho palpablemente presente.
 
 En un momento dado, el sacerdote ordena al demonio:
 
 -¡En nombre de Jesucristo, sal de la chica!
 
 -¡No! -responde la voz de ultratumba que sale del cuerpo de Marta. No es la voz de Marta, es una voz ronca, fuerte y cargada de odio. Hay odio en todas las respuestas de Zabulón. Hasta un simple sí o un no, se pronuncia envuelto en odio. Lo palpas.
 
 -"Por mi poder sacerdotal, te ordeno que salgas de esa mujer", prosigue el padre Fortea.
 
 -¡Aggghh! -responde Zabulón, en medio de espasmos, convulsiones y gritos. Marta se retuerce. Desde su posición yacente, bota con una elasticidad extraña. Si no fuera por la colchoneta, se provocaría lesiones graves... Aunque vaya usted a saber, porque, después de haber estado gritando, muy fuerte, durante más de dos horas, cuando nos despedimos no apreciamos en Marta el menor signo de ronquera.
  
El exorcista ordena a Zabulón, una y otra vez, que abandone ese cuerpo, pero el demonio se resiste. Para presionarle, el P. Fortea le recordaba a Zabulón que estaba haciendo mucho bien, porque, a través de él, muchos creerían en su existencia. Marta -o lo que vive dentro de ella- se retorcía con violencia. Entonces, el P. Fortea volvía al ataque recordando al demonio que le esperaba la condenación eterna, que no tenía nada que hacer. Zabulón aullaba desesperadamente.
  
Posteriormente, el P. Fortea "se armó" con una estampa de la Virgen de Fátima y una cruz. Con la estampa en ristre instó a Zabulón a que la besara.
  
-¡Aggggghh! ¡Nooooo! -respondía la voz de ultratumba que salía del femenino y adolescente cuerpo de Marta.
-En nombre de Jesucristo, te lo ordeno, besa esta estampa -insistía el exorcista.
-¡No quiero! -respondía Zabulón, entre espasmos, gritos y convulsiones del cuerpo de Marta.

  
El P. Fortea hace un pequeño receso y pide a San Jorge que le ayude. Ante el nombre de San Jorge, Marta se revuelve. De entre todas las invocaciones a los ángeles y a los santos, la de San Jorge, para este demonio en concreto, es la más eficaz. Pronunciar su nombre produce un efecto inmediato. Ante los espasmos y alaridos de la chica, siento lástima por Marta, pero miro a su madre, quien, con gesto sereno, aprueba el ceremonial. Porque no es Marta la que se retuerce, es Zabulón a quien está martirizando el exorcista.
  
-Sabes que lo tendrás que hacer tarde o temprano. Te lo ordeno: ¡sal!
-Noggghhh! -responde Zabulón.
-Muy bien, tú lo has querido -responde el P. Fortea- voy a echarte agua bendita...
-¡Aggg! -Zabulón se retuerce ante la idea de ser rociado por agua bendita. El cuerpo de Marta bota ante las gotas que caen del agua que vierte el exorcista.

  
Javier y yo seguimos sentados. Él tiene un rosario entre sus manos. De regreso, en el coche, me dijo que durante las dos horas estuvo pasando las cuentas, rezando Avemarías y jaculatorias, pidiendo por Marta... y para que no nos pasara nada a nosotros.
 
 Permanezco inmóvil, tratando de pasar desapercibido. Creo que a Javier le pasa lo mismo. Tenemos a un demonio delante de nuestras narices en plena "exhibición" de su poder, odio y furia. Estoy asustado. Sigo temeroso. En un momento, Marta arroja uno de los rosarios de su madre. Lo cojo y ya no lo soltaré en toda la sesión.
  
Durante toda la sesión, sólo en alguna ocasión Marta giró un poco el cuello y nos miró de reojo, con sus ojos en blanco, pero en ningún momento nos miró de frente: eso gracias a Dios no lo hizo nunca. Parecía como si hubiera una barrera entre ella y nosotros. Era una barrera muy fina, invisible y frágil, pero yo temía que se pudiera romper en cualquier momento. Afortunadamente, durante las dos horas y media de la sesión no nos miró de frente.
 
 El exorcismo continúa. En un momento dado, el P. Fortea sale a descansar, rezando una parte de la liturgia de las horas. ¿No podría rezar en otro momento?, pienso para mis adentros.
 
 -¡En nombre de Jesús, besa el crucifijo!
-¡Aggg!, -gime Zabulón.

  
La madre de Marta se dirige directamente al demonio y le dice: "Yo soy sólo una criatura, pero amo al Señor, y en su nombre te digo, besa el crucifijo".
 
 -No, -dice Zabulón, amenazando a la madre con las manos de Marta en forma de garras.
-¡No te atrevas a hacerme nada! ¡Atrás!

  
Las manos de Marta convertidas en garras prosiguen su acoso sobre la madre:
  
-¡Atrás!
  
Entonces la mano se convierte en un cuerno dispuesto a sacar los ojos de la sufriente madre, forzadamente metida a exorcista.
  
-He dicho que no te atrevas a hacer nada a esta criatura de Dios, en el nombre del arcángel San Gabriel, de San Jorge y de todos los santos.
  
El P. Fortea calla ante esta intervención de la madre y sigue rezando en silencio, consciente de que el amor de una madre, puede ser una de las fuerzas más poderosas de este mundo. La imprecación de la madre al demonio continúa durante un tiempo, que se me hace eterno. Ella le ordena que se incorpore. Tras varias negativas, finalmente lo hace.
 

Una vez sentada, la madre le exige que incline su cabeza ante la estampa de la Virgen. En este momento el cuello de Marta, de un golpe seco, se estira hacia atrás hasta límites insospechados.
 

-No -responde el discípulo de Satanás por boca de Marta.
Es impresionante ver el cuello estirado y la cabeza hacia atrás, en actitud y postura soberbias, empecinado en no doblegar la cabeza ante la estampa de la Virgen. La madre, insiste, testaruda, y Zabulón responde con el mismo tono desafiante.

 
Pero la madre no se rinde. Finalmente, en medio de espasmos y gritos, el cuello empieza a ceder hasta tocar el pecho con la barbilla. Un proceso duro, que no se hace sin resistencia de Zabulón, que se niega a prestar reverencia a la Virgen. Entretanto la poseída ha cerrado los ojos para no contemplar la estampa, mientras inclina su cabeza. Y María le ordena que los abra. Los abre, pero la expresión es espantosa, los ojos están totalmente blancos, pero más espantosa es la mirada odiosa, dirigida como un dardo hacia la imagen de la Virgen María.
 

El exorcista toma la iniciativa. Ordena al demonio: "Besa el crucifijo": ¡Noooo! Cuando la sesión parecía que no avanzaba, ni hacia adelante ni hacia atrás, Zabulón, mudo, hace con la mano el signo de "querer escribir".
  
Inmediatamente, el P. Fortea se va a la sacristía por papel y bolígrafo. No parece encontrarlo y yo estoy a punto de ofrecerle mi pluma y mi cuaderno. No lo hago por miedo a acercarme y por mi apego material a mi pluma de marca. Afortunadamente, el sacerdote encuentra los utensilios de escritura: un bloc grande que la madre coloca sobre su vientre, y sobre el bloc coloca un folio. El bolígrafo no funciona y se sustituye por un lápiz. Marta esta ahora tumbada boca arriba, con la cabeza hacia atrás y estira el brazo para llegar al folio. En esta postura es imposible que puede ver su propia mano escribiendo. A toda velocidad y, por supuesto, sin mirar al papel, la mano de Marta comienza a deslizarse por el folio. Si los gritos y la voz ronca te hacen sentir la presencia de Zabulón, ahora, mientras escribe, se le siente todavía más cerca. Javier y yo no entendíamos bien lo que pasaba. Sólo oíamos las preguntas del exorcista, pero no veíamos las respuestas escritas. Cuando acabó el exorcismo, Fortea le entregó los dos folios a Javier, que obran en su poder. De vuelta a casa, ambos tratamos de reconstruir la escena. Fue entonces cuando Javier me hizo notar que las letras no se metían unas por otras: la escritura era clarísima y las tildes de las íes estaban colocadas perfectamente encima de la letra correspondiente. Los caracteres eran los propios de la letra impresa, no de la escritura manual. El diálogo oral-escrito, en el que el padre Fortea pregunta y Zabulón responde escribiendo a través de la mano de Marta, dice lo siguiente:
  
-Quería desesperaros porque tenía refuerzos.
  
Con esa frase escrita, Zabulón explica el estancamiento del exorcismo que se había producido durante la primera hora.
 
 -¿Qué refuerzos, quién ha venido? -pregunta el exorcista.
-Satán -responde Zabulón-, pero ya se ha ido. Y, a continuación, y sin preguntarle nada, vuelve a escribir: "Falta 1 persona". Y subraya el "1" varias veces.
-¿Qué persona?

  
Ante esta pregunta, la mano suelta el lápiz y Marta cierra fuertemente los labios. Zabulón no quiere responder.
  
-Dame un signo para que sepa quién es -insiste el exorcista, pero los labios de la endemoniada permanecen sellados.
 
 En este punto ya estábamos agotados, habían pasado casi dos horas. No respiramos durante toda la sesión y mantuvimos un estado de tensión y miedo como jamás he atravesado en mi vida. El exorcista sigue tratando de que Zabulón bese el crucifijo, reconozca a su Rey, etc, con escaso éxito. Entonces llega uno de los momentos para mí más impactantes. El sacerdote cambia de postura y, sin querer, da una patada a la vasija del agua bendita, que se derrama por toda la capilla. Escucho una risa sorda, y odiosa del más allá. Zabulón se regocija del error del P. Fortea. Me estremezco.
  
El exorcista no parece darle ninguna importancia. Estoy impresionado. No le importa nada, no le impresiona nada. Todo es normal. Yo estoy que me subo por las paredes... Entonces, el sacerdote decide darle de comulgar a la poseída. Se reviste con una estola, va hacia el Sagrario y se coloca a los pies de la endemoniada. Coge una sagrada forma y la levanta en alto. La endemoniada, tendida en el suelo, boca arriba, cambia la expresión de su rostro, es todo terror y comienza a arrastrarse hacia atrás, para alejarse lo más posible del sacerdote. Repta boca arriba con los mismos movimientos de un lagarto. Entonces, en nombre de Cristo, presente en la hostia, el sacerdote le ordena que se arrodille diciéndole: "Ante el nombre de Cristo, toda rodilla se doble". Zabulón-Marta, tras una cierta resistencia, se arrodilla. Javier y yo, desde que se abrió el Sagrario, caímos de rodillas y vamos a permanecer así hasta que vuelva a introducir el copón en el Sagrario.
  
-Al fin y al cabo, te deberíamos estar agradecidos, -dice el P. Fortea-, gracias a ti, muchos creerán en los demonios. ¿Te das cuenta cómo tú también sirves a Dios? -¡Noooo! -responde escuetamente Zabulón.
-Mira a tu Rey y Señor, -ordena el exorcista con la hostia en la mano.

 
 El alarido gutural del demonio se hace más estruendoso:
  
-¡Aggg! ¡Nooo!
 
 El Padre Fortea insiste y, tras varios intentos, Zabulón tiene que obedecer y abre la boca. La hostia permanece en la lengua de Marta, quien mantiene la boca abierta durante varios minutos. Se niega a tragarla. Mientras tanto, Zabulón emite gritos, y el cuerpo de Marta se convulsiona. Al terminar todo, Javier y yo coincidimos en el temor a que Zabulón hubiera escupido la sagrada comunión. Pero, en ese momento del exorcismo, el demonio, agotado, ya no puede sino obedecer las órdenes del sacerdote. Pasados unos minutos, y tras las órdenes, tanto del exorcista como de la madre, para que tragara la forma, la hostia entró en el cuerpo de Marta.
  
Entonces se produjo la mayor de las convulsiones de toda la sesión. Gritos, alaridos, gemidos, zarpas, movimientos acelerados del cuerpo. Varios minutos de tensión máxima. No sabía dónde meterme. Sólo recordarlo me da pánico. El P. Fortea, permanece impasible. Prosigue el exorcismo musitando palabras que no entiendo. No es español, tampoco latín, el idioma utilizado en varias de las exhortaciones de la sesión. Al terminar, le pregunto: "No te lo puedo decir ahora, te lo diré más tarde". No entiendo la respuesta. En realidad, no entiendo nada... Tampoco el exorcista entiende el idioma en el que habla Zabulón. El espíritu maligno repite con insistencia una expresión extraña. El exorcista cree que se trata de varias palabras que pueden tener algún significado. Pero se trata de una lengua extrañísima.
 
 Casi al final de la sesión, el sacerdote recuerda lo escrito en el papel: "Falta 1 persona". Se supone que un tercer testigo, y le ordena que le diga la identidad. Todo esfuerzo es inútil, así que, como "castigo" le ordena que bese el sagrario. Marta se incorpora con la ayuda del exorcista y de su madre. Caminan y, antes de llegar al Sagrario, pasan por delante de una imagen gótica de la Virgen María:
  
-Besa los pies que han de aplastar tu cabeza -le ordena Fortea. Y la endemoniada, tras emitir unos sonidos que sugieren asco y repugnancia, ante la imagen de la Virgen -sonidos emitidos a lo largo del exorcismo antes de besar las estampas o el crucifijo- besa los pies de la imagen. Javier y yo permanecemos en nuestro sitio, mientras la posesa y el exorcista se dirigen al Sagrario. Tras mucha insistencia, Zabulón pronuncia un nombre que para el exorcista resulta muy claro y que yo, a pesar de encontrarme a tan sólo 5 metros, no escucho con claridad. Al parecer, se trata de una persona conocida que permitiría cumplir el objetivo verbalizado en anteriores sesiones: "Que se conciencien"... de la existencia de los demonios.
  
El exorcista se da por contento con el nombre, pues es el nombre de una persona que había pensado invitar, varios días antes de comenzar esta sesión. Aunque el demonio sigue dentro, decide entonces terminar la sesión. Tumba a Marta en la colchoneta y no hace nada más. Tan sólo recoge el "material"; agua bendita, breviario, Biblia, crucifijo, rosario, etc. De repente, Marta abandona la crisis. Recupera sus ojos y su sonrisa tímida. No recuerda nada. Sólo tiene la sensación de haber salido de una pesadilla, pero no recuerda nada más.
  
No es capaz de explicar tampoco cómo entra en "crisis". Le pregunto si es como cuando uno es anestesiado para una operación y me responde que no. Todavía no lo comprendo. Ella sabía que iban a "ocurrir cosas". Antes de la sesión se quitó cuidadosamente los pendientes y los zapatos. Se tumbó "religiosamente" en la colchoneta y se sometió al "tratamiento" del sacerdote.
  
Más sorprendente resulta que Marta se encuentre en gracia de Dios y acuda cada domingo a la celebración eucarística. ¿Cómo es posible que en una misma persona habite la gracia santificante y el demonio? Todavía no tengo respuesta. No tengo respuesta para muchas cosas... Sólo sé que lo que Ud. lee, yo lo vi con mis ojos descreídos y morbosos. ¿Para que se conciencien de la existencia de los demonios?
 
 No entiendo de psiquiatría ni de teología. Simplemente doy testimonio de lo que vi, y como notario de la realidad, certifico que lo que aquí se contiene es cierto. Espero que para el bien del lector, de Marta, de su madre y de cuantos testigos hemos pasado por esa capilla. Que así sea.
  
Luis Losada. Economista y periodista.
Testimonio ratificado por Javier Paredes, historiador y periodista, director de opinión de Hispanidad.com-
2002.-
 
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Relatan escalofriante "segunda sesión" de exorcismo que conmocionó España
 
 
MADRID, 2 Oct. 2002 - Otros dos periodistas, esta vez el director de Opinión de "Hispanidad", Javier Paredes, y Luis Losada, han puesto a disposición del público el conmovedor testimonio de una sesión de exorcismo que siguió a la que en septiembre narrara el director de religión del diario "El Mundo", José Manuel Vidal, y el responsable de esa misma sección en la agencia EFE.

 
El 30 de septiembre, Hispanidad describió en primera persona la ceremonia de exorcismo celebrada en una capilla de Alcalá de Henares (Madrid), sobre la misma joven de 20 años conocida sólo como "Marta".

 
El testimonio del periodista Luis Losada, ratificado por Javier Paredes, comienza así: "Regreso de una de las sesiones de exorcismo realizadas por el padre Fortea. Escribo impresionado. Los gritos de Zabulón, y los rezos del sacerdote y de la madre de la poseída, todavía martillean mi conciencia. Creo en el "No prevalecerán", pero tengo miedo. Si pudiera dar marcha atrás, lo haría, sin ninguna duda, y no hubiera acudido a esa sesión".

 
"Sin duda –continúa-, algún sentido debe tener mi presencia en ese exorcismo, que, con el paso del tiempo, acabaré descubriendo. Entretanto, sólo puedo manifestar motivaciones a ras de suelo. La inquietud periodística, la curiosidad malsana y sin duda la ingenuidad y la inconsciencia me hicieron aceptar la oferta de mi amigo y compañero de Radio Intereconomía, Javier Paredes, para acompañarle a una sesión de exorcismo".

 
Comenzada la sesión de exorcismo de parte del P. Fortea sobre "Marta", los periodistas descubren cuán poco preparados se encontraban: "Le pone la mano encima de la cabeza y comienza a invocar a Dios. Sólo con pronunciar su nombre el cuerpo de Marta sufre un espasmo, sus pupilas se ocultan y sus ojos permanecerán en blanco durante toda la sesión. Después, invoca a San Jorge y Marta vuelve a convulsionarse en medio de gritos desgarradores".
  
"Lo que vivimos Javier y yo durante dos horas y media fue una prolongación de este comienzo, en un estado de tensión que todavía ahora oprime mi alma. Son las dos y media de la madrugada. Han pasado más de doce horas desde la finalización del exorcismo. Sigo tenso y sin paz. Pero rezo. Por Marta y por su madre. Pero también por todos los testigos que hemos pasado por esa capilla donde Zabulón se ha hecho palpablemente presente", escribe el periodista.

 
El relato es, en efecto, extenso y detallado, evidenciando que el periodista no ha podido olvidar los detalles del drama:

 
-¡En nombre de Jesucristo, sal de la chica!

 
-¡No! -responde la voz de ultratumba que sale del cuerpo de Marta. No es la voz de Marta, es una voz ronca, fuerte y cargada de odio. Hay odio en todas las respuestas de Zabulón. Hasta un simple sí o un no, se pronuncia envuelto en odio. Lo palpas.

 
-"Por mi poder sacerdotal, te ordeno que salgas de esa mujer", prosigue el padre Fortea.
  
-¡Aggghh! -responde Zabulón, en medio de espasmos, convulsiones y gritos. Marta se retuerce. Desde su posición yaciente, bota con una elasticidad extraña. Si no fuera por la colchoneta, se provocaría lesiones graves... Aunque vaya usted a saber, porque, después de haber estado gritando, muy fuerte, durante más de dos horas, cuando nos despedimos no apreciamos en Marta el menor signo de ronquera.

 
Después de dar detalles de la espeluznante batalla con el demonio, el periodista cuenta una nueva arremetida del exorcista. Ordena al demonio: "Besa el crucifijo": ¡Noooo! Cuando la sesión parecía que no avanzaba, ni hacia adelante ni hacia atrás, Zabulón, mudo, hace con la mano el signo de "querer escribir".

 
A toda velocidad y, por supuesto, sin mirar al papel, la mano de Marta comienza a deslizarse por el folio. Si los gritos y la voz ronca te hacen sentir la presencia de Zabulón, ahora, mientras escribe, se le siente todavía más cerca. Javier y yo no entendíamos bien lo que pasaba

 
Según el periodista, el diálogo oral-escrito, en el que el padre Fortea pregunta y Zabulón responde escribiendo a través de la mano de Marta, dice lo siguiente:

 
-Quería desesperaros porque tenía refuerzos.
  
Con esa frase escrita, Zabulón explica el estancamiento del exorcismo que se había producido durante la primera hora.
  
-¿Qué refuerzos, quién ha venido? -pregunta el exorcista.

 
-Satán –responde Zabulón-, pero ya se ha ido. Y, a continuación, y sin preguntarle nada, vuelve a escribir: "Falta 1 persona". Y subraya el "1" varias veces.

 
-¿Qué persona?
 

Ante esta pregunta, la mano suelta el lápiz y Marta cierra fuertemente los labios. Zabulón no quiere responder.
 

-Dame un signo para que sepa quién es -insiste el exorcista, pero los labios de la endemoniada permanecen sellados.

 
Tras un largo e impresionante forcejeo, descrito detalladamente por el periodista, el P. Fortea logra finalmente obtener el nombre del "faltante": se trata de una persona conocida que permitiría cumplir el objetivo verbalizado en anteriores sesiones: "Que se conciencien"... de la existencia de los demonios.
  
Muchas preguntas surgen en la mente del periodista: "No tengo respuesta para muchas cosas... Sólo sé que lo que Ud. lee, yo lo vi con mis ojos descreídos y morbosos. ¿Para que se conciencien de la existencia de los demonios?"
  
"No entiendo de psiquiatría ni de teología. Simplemente doy testimonio de lo que vi, y como notario de la realidad, certifico que lo que aquí se contiene es cierto. Espero que para el bien del lector, de Marta, de su madre y de cuantos testigos hemos pasado por esa capilla. Que así sea", concluye el periodista Luis Losada.
 



 

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LOS EXORCISMOS DE JESÚS
 

La tradición sobre la actividad de Jesús como exorcista ha llegado hasta nosotros de tres formas: a través de algunos dichos de Jesús o de sus adversarios; de unos pocos relatos; y de los resúmenes de su actividad elaborados por los evangelistas. Esta diversidad de géneros literarios es ya un argumento a favor de su antigüedad
  • La tradición de los dichos es la que mejor ha conservado el sentido de dichos exorcismos. Hay que resaltar que no se trata sólo de dichos de Jesús, sino también de sus adversarios. Una buena parte de estos dichos se encuentran en la llamada controversia de Belcebú, en la que Jesús se defiende de la acusación de expulsar los demonios con el poder del Príncipe de los demonios (Mt 9,32-34; 12,22-30; Mc 3,22-27; Lc 11,14-15. 17-23).
  • Los relatos de exorcismos conservan también una tradición antigua, que con el tiempo se ha ido recubriendo de elementos legendarios de sabor popular. Estos relatos poseen un mismo esquema literario, que servía para facilitar a los misioneros cristianos la memorización de estos relatos, que ellos utilizaban en la predicación.
  • Tenemos, finalmente, los sumarios de la actividad de Jesús. Estos resúmenes son obra de los evangelistas, que escribieron bastantes años después de la muerte de Jesús, pero es significativo que en ellos se mencionen sólo las curaciones y los exorcismos, que son los milagros que con más probabilidad podemos atribuir a Jesús
  • La antigüedad de estas tradiciones puede corroborarse mostrando que se encuentran en diversas fuentes independientes: el Documento Q (Lc 11,19-20. 23. 24-26 par.; Lc 10,18), el evangelio de Marcos (Mc 1,21-28; 5,1-20; 7,24-30; 9,14-29) y el evangelio de Juan (Jn 7,20; 8,48-52; 10,20-21). Además, la inmensa mayoría de estos dichos y relatos se encuentra en los estratos más antiguos de la tradición evangélica.
Llegamos así a la conclusión de que la tradición de la actividad de Jesús como exorcista posee un sólido fundamento histórico. Podemos añadir que esta actividad es una de las más características y peculiares de cuantas realizó, pues no tenemos noticias de que nadie antes de Él en el mundo antiguo practicara este tipo de exorcismos, ni les diera la importancia que Él les dio. Un indicio de la centralidad que tuvieron los exorcismos en su vida pública es la reacción que desencadenaron entre sus adversarios. La acusación de expulsar los demonios con el poder de Belcebú es la mejor atestiguada de cuantas han conservado los evangelios (Mc 3,22, 30; Jn 7,20; 8,48-52; Jn 10,20-21; Mt 10,25).
 

 
Este es un dato muy llamativo, porque desde nuestra mentalidad no acabamos de explicarnos por qué dichos exorcismos despertaron una oposición tan dura. También nos resulta llamativo que Jesús se defendiera con tanta insistencia de dicha acusación, y sobre todo que no renunciara a esta práctica a pesar de las consecuencias que esto podía acarrearle. Para entender todo esto necesitamos conocer las connotaciones que tenían los exorcismos en tiempos de Jesús.
  • En el mundo en que vivieron Jesús y sus primeros discípulos la gente pensaba que había tres niveles de existencia: en el inferior habitaban los hombres, en el superior la divinidad, y en el intermedio una serie de espíritus, que tenían acceso al mundo de los hombres y podían influir en sus vidas. Para luchar contra el influjo negativo de estos espíritus los hombres tenían que recurrir a la divinidad, que era quien tenía poder sobre ellos.
  • Desde nuestra perspectiva la posesión puede definirse como un fenómeno disociativo de la personalidad, en el que se produce una alteración de las funciones integradoras de la conciencia. Para nosotros, la posesión es una interpretación cultural de algunos estados alterados de conciencia. Parece un hecho probado que en aquellas culturas que admiten la posesión ésta se da, mientras que en aquellas que no la admiten no se da. Para que se dé la posesión es necesario que exista un molde cultural que explique en esta clave ciertas experiencias y situaciones, que en otras culturas son vividas e interpretadas de otra forma.
  • Los antropólogos han observado que en aquellas sociedades que están sometidas a una fuerte presión social son más frecuentes los casos de posesión entre los varones adultos, y también entre las mujeres cuando éstas se encuentran sometidas a fuertes presiones familiares. La posesión es, pues, como una válvula de escape, a través de la cual se liberan las tensiones (en nuestra cultura este válvula no existe, y las tensiones se liberan de otra forma, o bien se acumulan provocando estrés).
  • Por otro lado, la posesión, que asigna un lugar marginal a las víctimas de la opresión política o familiar, funciona también como válvula reguladora que asegura la estabilidad del sistema social establecido, y en última instancia legitima las situaciones que provocan la posesión. Por esta razón, aquellos a quienes más favorece el sistema suelen reaccionar negativamente frente a quienes ponen en peligro esta válvula reguladora. En el mundo antiguo lo hacían acusándolos de magia o de estar poseídos.
 
El escenario de lectura que hemos propuesto ayuda a entender por qué esta actividad fue tan relevante para Jesús y para sus acusadores.
  • En el mundo de Jesús había personas que tenían que soportar una autoridad abusiva tanto en el ámbito público (político), como en el privado (parentesco). En el contexto familiar, todos aquellos que estaban sometidos a la autoridad del paterfamilias, y especialmente las mujeres, eran los más propensos a recurrir a la posesión para aliviar las tensiones de la autoridad patriarcal (Mc 7,24-30; 9,14-27). Por el contrario, en el contexto de la vida pública, la posesión afectaba sobre todo a varones adultos (Mc 1,23-28; 5,1-20).
  • No es casual que sus acusadores sean miembros de la clase gobernante o de sus funcionarios (los escribas de Mc 3,22). Un dicho de Jesús muestra la hostilidad de Herodes Antipas contra él, y pone de manifiesto que la causa por la que trataba de prenderle eran precisamente sus exorcismos (Lc 13,31-33). Al interpretar la expulsión de los demonios como un signo de la llegada del reinado de Dios, y al integrar sus exorcismos en una estrategia destinada a la restauración de Israel, Jesús amenazaba la estabilidad del orden social.
  • Estas connotaciones de la posesión que a primera vista resultan invisibles para el lector occidental de hoy nos ayudan a entender mejor el sentido de los exorcismos de Jesús, y nos descubren por qué Jesús no renunció a ellos a pesar de los peligros que entrañaba esta práctica. Su respuesta a la acusación de expulsar los demonios con el poder de Belcebú revela que él nunca aceptó la interpretación que sus adversarios daban a sus exorcismos (Mt 12,22-30 y par). Jesús explicó que él actuaba movido por el Espíritu de Dios, y que en sus exorcismos se estaba librando un combate cósmico contra Satanás. La victoria sobre él era el signo de la aurora del reinado de Dios. El signo de la llegada de este reinado era la reintegración social de aquellos a quienes la opresión, las desigualdades y otras tensiones sociales habían arrojado a los márgenes de la sociedad.
 
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La victoria de Cristo sobre el espíritu del mal
 
1. Nuestras catequesis sobre Dios, Creador de las cosas "invisibles", nos ha llevado a iluminar y vigorizar nuestra fe por lo que respecta a la verdad sobre el maligno o Satanás, no ciertamente querido por Dios, sumo Amor y Santidad, cuya Providencia sapiente y fuerte sabe conducir nuestra existencia a la victoria sobre el príncipe de las tinieblas. Efectivamente, la fe de la Iglesia nos enseña que la potencia de Satanás no es infinita. El es sólo una creatura, potente en cuanto espíritu puro, pero siempre una creatura, con los límites de la creatura, subordinada al querer y el dominio de Dios. Si Satanás obra en el mundo por su odio contra Dios y su reino, ello es permitido por la Divina Providencia que con potencia y bondad ("fortiter et suaviter") dirige la historia del hombre y del mundo. Si la acción de Satanás ciertamente causa muchos daños —de naturaleza espiritual e indirectamente de naturaleza también física— a los individuos y a la sociedad, él no puede, sin embargo, anular la finalidad definitiva a la que tienden el hombre y toda la creación, el bien. El no puede obstaculizar la edificación del reino de Dios, en el cual se tendrá, al final, la plena actuación de la justicia y del amor del Padre hacia las creaturas eternamente "predestinadas" en el Hijo-Verbo, Jesucristo. Más aún, podemos decir con San Pablo que la obra del maligno concurre para el bien y sirve para edificar la gloria de los "elegidos" (cf. 2 Tim 2, 10).
2. Así toda la historia de la humanidad se puede considerar en función de la salvación total, en la cual está inscrita la victoria de Cristo sobre "el príncipe de este mundo" (Jn 12, 31; 14, 30; 16, 11). "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo servirás" (Lc 4, 8), dice terminantemente Cristo a Satanás. En un momento dramático de su ministerio, a quienes lo acusaban de manera descarada de expulsar los demonios porque estaba aliado de Belcebú, jefe de los demonios, Jesús responde con aquellas palabras severas y confortantes a la vez :"Todo reino en sí dividido será desolado y toda ciudad o casa en sí dividida no subsistirá. Si Satanás arroja a Satanás, está dividido contra sí: ¿cómo, pues, subsistirá su reino?... Mas si yo arrojo a los demonios con el poder del espíritu de Dios, entonces es que ha llegado a vosotros el reino de Dios" (Mt 12, 25-26. 28). "Cuando un hombre fuerte bien armado guarda su palacio, seguros están sus bienes; pero si llega uno más fuerte que él, le vencerá, le quitará las armas en que confiaba y repartirá sus despojos" (Lc 11, 21-22).
Las palabras pronunciadas por Cristo a propósito del tentador encuentran su cumplimiento histórico en la cruz y en la resurrección del Redentor. Como leemos en la Carta a los Hebreos, Cristo se ha hecho partícipe de la humanidad hasta la cruz "para destruir por la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a aquellos que estaban toda la vida sujetos a servidumbre" (Heb 2, 14-15). Esta es la gran certeza de la fe cristiana: "El príncipe de este mundo está ya juzgado" (Jn 16, 11); "Y para esto apareció el Hijo de Dios, para destruir las obras del diablo" (1 Jn 3, 8), como nos atestigua San Juan. Así, pues, Cristo crucificado y resucitado se ha revelado como el "más fuerte" que ha vencido "al hombre fuerte", el diablo, y lo ha destronado.
De la victoria de Cristo sobre el diablo participa la Iglesia: Cristo, en efecto, ha dado a sus discípulos el poder de arrojar los demonios (cf. Mt 10, 1, y paral.; Mc 16, 17). La Iglesia ejercita tal poder victorioso mediante la fe en Cristo y la oración (cf. Mc 9, 29; Mt 17, 19 ss.), que en casos específicos puede asumir la forma del exorcismo.
3. En esta fase histórica de la victoria de Cristo se inscribe el anuncio y el inicio de la victoria final, la parusía, la segunda y definitiva venida de Cristo al final de la historia, venida hacia la cual está proyectada la vida del cristiano. También si es verdad que la historia terrena continúa desarrollándose bajo el influjo de "aquel espíritu que —como dice San Pablo— ahora actúa en los que son rebeldes" (Ef 2, 2), los creyentes saben que están llamados a luchar para el definitivo triunfo del bien: "No es nuestra lucha contra la sangre y la carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los espíritus malos de los aires" (Ef 6, 12).
4. La lucha, a medida que se avecina el final, se hace en cierto sentido siempre más violenta, como pone de relieve especialmente el Apocalipsis, el último libro del Nuevo Testamento (cf. Ap 12, 7-9). Pero precisamente este libro acentúa la certeza que nos es dada por toda la Revelación divina: es decir, que la lucha se concluirá con la definitiva victoria del bien. En aquella victoria, precontenida en el misterio pascual de Cristo, se cumplirá definitivamente el primer anuncio del Génesis, que con un término significativo es llamado proto-Evangelio, con el que Dios amonesta a la serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer" (Gen 3, 15). En aquella fase definitiva, completando el misterio de su paterna Providencia, "liberará del poder de las tinieblas" a aquellos que eternamente ha "predestinado en Cristo" y les "transferirá al reino de su Hijo predilecto" (cf. Col 1, 13-14). Entonces el Hijo someterá al Padre también el universo, para que "sea Dios en todas las cosas" (1 Cor 15, 28).
5. Con ésta se concluyen las catequesis sobre Dios Creador de las "cosas visibles e invisibles", unidas en nuestro planteamiento con la verdad sobre la Divina Providencia. Aparece claro a los ojos del creyente que el misterio del comienzo del mundo y de la historia se une indisolublemente con el misterio del final, en el cual la finalidad de todo lo creado llega a su cumplimiento. El Credo, que une así orgánicamente tantas verdades, es verdaderamente la catedral armoniosa de la fe.
De manera progresiva y orgánica hemos podido admirar estupefactos el gran misterio de la inteligencia y del amor de Dios, en su acción creadora, hacia el cosmos, hacia el hombre, hacia el mundo de los espíritus puros. De tal acción hemos considerado la matriz trinitaria, su sapiente finalidad relacionada con la vida del hombre, verdadera "imagen de Dios", a su vez llamado a volver a encontrar plenamente su dignidad en la contemplación de la gloria de Dios. Hemos recibido luz sobre uno de los máximos problemas que inquietan al hombre e invaden su búsqueda de la verdad: el problema del sufrimiento y del mal. En la raíz no está una decisión errada o mala de Dios, sino su opción, y en cierto modo su riesgo, de crearnos libres para tenernos como amigos. De la libertad ha nacido también el mal. Pero Dios no se rinde, y con su sabiduría transcendente, predestinándonos a ser sus hijos en Cristo, todo lo dirige con fortaleza y suavidad, para que el bien no sea vencido por el mal.
Debemos ahora dejarnos guiar por la Divina Revelación en la exploración de otros misterios de nuestra salvación. Mientras tanto hemos acogido una verdad que debe estar en el corazón de cada cristiano: cómo existen espíritus puros, creaturas de Dios, inicialmente todos buenos, y después por una opción de pecado se dividieron irremediablemente en ángeles de luz y en ángeles de tinieblas. Y mientras la existencia de los ángeles malos nos pide a nosotros el sentido de la vigilancia para no caer en sus halagos, estamos ciertos de que la victoriosa potencia de Cristo Redentor circunda nuestra vida para que también nosotros mismos seamos vencedores. En esto estamos válidamente ayudados por los ángeles buenos, mensajeros del amor de Dios, a los cuales amaestrados por la tradición de la Iglesia, dirigimos nuestra oración: "Ángel de Dios, que eres mi custodio, ilumíname, custódiame, rígeme y gobiérname, ya que he sido confiado a tu piedad celeste. Amén".
 
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Art. 1 – Los fieles son libres de elevar oraciones a Dios para obtener la curación. Cuando éstas se realizan en la Iglesia o en otro lugar sagrado, es conveniente que sean guiadas por un sacerdote o un diácono.
Art. 2 – Las oraciones de curación son litúrgicas si aparecen en los libros litúrgicos aprobados por la autoridad competente de la Iglesia; de lo contrario no son litúrgicas.
Art. 3 - § 1. Las oraciones litúrgicas de curación deben ser celebradas de acuerdo con el rito prescrito y con las vestiduras sagradas indicadas en el Ordo benedictionis infirmorum del Rituale Romanum. (27)
§ 2. Las Conferencias Episcopales, conforme con lo establecido en los Prenotanda, V, De aptationibus quae Conferentiae Episcoporum competunt, (28) del mismo Rituale Romanum, pueden introducir adaptaciones al rito de las bendiciones de los enfermos, que se retengan pastoralmente oportunas o eventualmente necesarias, previa revisión de la Sede Apostólica.
Art. 4 - § 1. El Obispo diocesano (29) tiene derecho a emanar normas para su Iglesia particular sobre las celebraciones litúrgicas de curación, de acuerdo con el can. 838 § 4.
§ 2. Quienes preparan los mencionados encuentros litúrgicos, antes de proceder a su realización, deben atenerse a tales normas.
§ 3. El permiso debe ser explícito, incluso cuando las celebraciones son organizadas o cuentan con la participación de Obispos o Cardenales de la Santa Iglesia Romana. El Obispo diocesano tiene derecho a prohibir tales acciones a otro Obispo, siempre que subsista una causa justa y proporcionada.
Art. 5 - § 1. Las oraciones de curación no litúrgicas se realizan con modalidades distintas de las celebraciones litúrgicas, como encuentros de oración o lectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo de la vigilancia del Ordinario del lugar, a tenor del can. 839 § 2.
§ 2. Evítese cuidadosamente cualquier tipo de confusión entre estas oraciones libres no litúrgicas y las celebraciones litúrgicas propiamente dichas.
§ 3. Es necesario, además, que durante su desarrollo no se llegue, sobre todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo.
Art. 6 – El uso de los instrumentos de comunicación social, en particular la televisión, mientras se desarrollan las oraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, queda sometido a la vigilancia del Obispo diocesano, de acuerdo con el can. 823, y a las normas establecidas por la Congregación para la Doctrina de la Fe en la Instrucción del 30 de marzo de 1992.(30)
Art. 7 - § 1. Manteniéndose lo dispuesto más arriba en el art. 3, y salvas las funciones para los enfermos previstas en los libros litúrgicos, en la celebración de la Santísima Eucaristía, de los Sacramentos y de la Liturgia de las Horas no se deben introducir oraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.
§ 2. Durante las celebraciones, a las que hace referencia el § 1, se da la posibilidad de introducir intenciones especiales de oración por la curación de los enfermos en la oración común o "de los fieles", cuando ésta sea prevista.
Art. 8 - § 1. El ministerio del exorcistado debe ser ejercitado en estrecha dependencia del Obispo diocesano, y de acuerdo con el can. 1172, la Carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe del 29 de septiembre de 1985 (31)  y el Rituale Romanum. (32)
§ 2. Las oraciones de exorcismo, contenidas en el Rituale Romanum, debe permanecer distintas de las oraciones usadas en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas.
§ 3. Queda absolutamente prohibido introducir tales oraciones en la celebración de la Santa Misa, de los Sacramentos o de la Liturgia de las Horas.
Art. 9 – Quienes guían las celebraciones, litúrgicas o no, se deben esforzar por mantener un clima de serena devoción en la asamblea y usar la prudencia necesaria si se produce alguna curación entre los presentes; concluida la celebración, podrán recoger con simplicidad y precisión los eventuales testimonios y someter el hecho a la autoridad eclesiástica competente.
Art. 10 – La intervención del Obispo diocesano es necesaria cuando se verifiquen abusos en las celebraciones de curación, litúrgicas o no litúrgicas, en caso de evidente escándalo para comunidad de fieles y cuando se produzcan graves desobediencias a las normas litúrgicas e disciplinares.
 
El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en el curso de la audiencia concedida al Prefecto, ha aprobado la presente Instrucción, decidida en la reunión ordinaria de esta Congregación, y ha ordenado su publicación.
Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, 14 de septiembre de 2000, Fiesta de la Exaltación de la Cruz.
 
+ Ioseph Card. RATZINGER
Prefecto
+ Tarcisio BERTONE, S.D.B.
Arzobispo emérito de Vercelli
Secretario
 
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La estrategia de Satanás es confundir

 
Entrevista con el padre Pedro Mendoza, de la archidiócesis de México

CIUDAD DE MÉXICO, martes, 14 septiembre 2004.- Satanás existe y su estrategia es la confusión constata en esta entrevista concedida a Zenit el padre Pedro Mendoza Pantoja, exorcista de la archidiócesis de México.

El sacerdote fue uno de los organizadores del Primer Encuentro Nacional de Exorcistas y Auxiliares de Liberación de México que se celebró del 31 de agosto al 2 de septiembre en la sede de la Conferencia Episcopal Mexicana con unos quinientos participantes.

El padre Mendoza Pantoja coordina la labor de los ocho exorcistas, cada uno para cada vicaría territorial de esa archidiócesis, considerada como una de las más grandes del mundo.

--¿Qué es un exorcista?

--Padre Mendoza: Es un obispo o un sacerdote designado por éste, que por mandato de Jesucristo y en el nombre de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo hace una oración en la que, de forma imperativa, en caso de posesión diabólica, ordena a Satanás salga y deje en total libertad al poseso, o bien de forma deprecativa, es decir de intercesión o suplica, se pide que, por la sangre preciosa de Cristo y la intercesión de la Virgen María, sea liberada una persona, lugar, casa o cosa de toda influencia demoníaca, ya sea infestación, obsesión u opresión.

--¿Cualquier persona puede ser exorcista?

--Padre Mendoza: No. De acuerdo con el Evangelio, Cristo enriqueció a sus apóstoles con dones carismáticos cuando los envió a evangelizar. En Mateo 10, 1 dice «Y llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos y para sanar toda enfermedad y toda dolencia». Se puede leer también Marcos 16,17-18. Por lo mismo corresponde a los obispos, sucesores de los apóstoles, ejercer este ministerio de expulsar a los demonios; pero ellos, de acuerdo con el canon 1172 del Código de Derecho Canónico, pueden designar para ejercer este ministerio, de una manera estable o para un caso especial, a «un presbítero piadoso, docto, prudente y con integridad de vida». Esto hablando de posesiones diabólicas y por lo mismo de exorcismo propiamente dicho, llamado también exorcismo solemne.

Pero todo presbítero por su ordenación participa del sacerdocio ministerial de Cristo y tiene con Él la misión de liberar a los fieles de toda obsesión, opresión o influencia demoníaca, con oraciones deprecativas de intercesión y suplica, con la evangelización y administración de los sacramentos, principalmente de la Penitencia y Eucaristía. Por lo mismo, todo sacerdote es exorcista en cuanto a la Pastoral de Liberación dentro de su misión de evangelizar, y esto, por mandato de Cristo; no necesita ser designado para realizar el llamado exorcismo menor. Los laicos no pueden ser exorcistas.

--El encuentro que ustedes organizaron convocaba también a «Auxiliares de Liberación». ¿Quiénes son y qué hacen estas personas?

--Padre Mendoza: Auxiliares de Liberación son: los sacerdotes que no tienen el carácter de exorcista oficial, médicos, psiquiatras, religiosos y laicos que ayudan al sacerdote exorcista en el discernimiento o auxiliándole en el ejercicio de su ministerio, bien con su oración de intercesión o en diversas eventualidades. Los sacerdotes auxilian con oración de liberación y los laicos con oración de intercesión. El sacerdote no exorcista oficial puede hacer el exorcismo menor, llamado también oración de liberación, auxiliado a su vez por todos los laicos que lo acompañan en el discernimiento y con oraciones de intercesión. Los laicos no pueden hacer oraciones de liberación.

--Se trata del primer encuentro de exorcistas de México y uno de los primeros de estas características en el mundo, si no me equivoco. Da la impresión de que en los últimos cuarenta años la figura del exorcista estaba desapareciendo. ¿Es una impresión que corresponde a la realidad?

--Padre Mendoza: Efectivamente, así es. Las causas son varias, pero diríamos que están englobadas en el gran reto que la segunda cincuentena del siglo pasado presenta a la Iglesia en su tarea de evangelización.

En la primera cincuentena, Satanás venía atacando a la humanidad en el campo de las ideas y del pensamiento: racionalismo, materialismo, gnosticismo, masonería, rosacrucismo, sectarismo, socialismo, marxismo-leninismo, etc., que alejan al hombre de Dios. Por una parte la negación de un Dios personal y la negación también de la existencia de Satanás como un ser personal, cambiando al Dios Verdadero por un dios impersonal que se identifica con este mundo material y reduciendo a Satanás a un mero símbolo. Varias naciones se vieron inmersas en dos guerras mundiales, y otras tantas sufrieron revoluciones intestinas y persecuciones religiosas, derramándose la sangre de muchos cristianos que sufrieron el martirio como testimonio de su fe. Sin embargo, la Iglesia católica se mantenía como baluarte de evangelización. La familia era la primera escuela de la fe, fe que estaba inculturada en sus tradiciones y se manifestaba en el actuar de las asociaciones católicas y en las celebraciones litúrgicas, lográndose así enraizar al pueblo en su fe.

No faltaron leyendas de lloronas, de nahuales, de espantos, brujos, hechiceros y todo lo que hay ahora, pero no eran relevantes ni se les daba importancia; no había necesidad de exorcismos, estos sólo se efectuaban en el rito del bautismo.

Al terminar la segunda guerra mundial, en 1945, comienza una revolución industrial: los grandes consorcios mundiales, que hasta entonces tenían el gran negocio de la fabricación de implementos de guerra, cambian a la fabricación de implementos domésticos. Evolucionan aceleradamente la ciencia y la técnica, inventando aparatos y objetos que hacen más fácil y placentera la vida: refrigeradores, estufas, radios, televisión etc. Esto sume a la sociedad en un afán consumista: “dime cuánto tienes y cómo vives y te diré cuánto vales”. Los padres, que antes eran capaces de satisfacer las necesidades básicas de familias incluso numerosas, ya no lo son ante la creación de nuevas necesidades. Tienen que trabajar hasta 3 turnos e incluso la mujer tiene que trabajar fuera del hogar. La familia se desintegra y deja de ser la primera escuela de la fe. Para 1960 la Iglesia se encuentra en crisis, ya no está cumpliendo eficazmente su misión evangelizadora.

Viene la manifestación del Espíritu Santo con la convocatoria, por el Papa Juan XXIII, del Concilio Vaticano II, que comienza en 1962 y termina en 1965 para poner a la Iglesia al día y en consonancia con los tiempos en su tarea evangelizadora. Las conclusiones del Concilio van concretándose en las conferencias episcopales, en los sínodos diocesanos, consejos vicariales, decanales y parroquiales en la nueva y permanente misión evangelizadora.

Para los años sesenta ya la influencia demoníaca ha hecho estragos en el pueblo de Dios: choque de generaciones, rebeldía juvenil, drogadicción, hipismo y la vuelta a las antiguas y constantes ideas pregonadas en los años sesenta por Louis Pauwels y Jacques Bergier con su libro titulado «El Retorno de los Brujos». En él se relataba la historia de la evolución del hombre: un fantástico viaje por la ciencia, la alquimia, las sociedades secretas y el conocimiento. Eran ya tratados magistralmente los grandes temas que hoy preocupan a la «New Age» o Nueva Era, que tomó forma en 1980 con el libro de la investigadora Marilyn Ferguson «La conspiración de Acuario» que diseña una «manera nueva» de pensar viejos problemas, lo que se conoce como «nuevo paradigma».

Por los años setenta surge la llamada teología de la muerte de Dios y, consecuentemente, surge también con el protestante R. Bultmann la teología de la muerte de Satanás.

Tal corriente infectó también a nuestros teólogos, que últimamente no hablaban ya del diablo ni de los ángeles. En los seminarios no se da una preparación sobre exorcismos e incluso desapareció, junto con las antes llamadas órdenes menores, el exorcitado. Pero como contraparte el hombre sintió la nostalgia de Dios. Y se da a la búsqueda de lo sobrenatural y mágico, como solución a la problemática en la que se ha visto envuelto por su alejamiento de Dios, y viene a caer en las garras de la New Age, que con sus engañosas espiritualidades y ficticias soluciones mágicas y esotéricas ha abierto las puertas al demonio, quien se niega a ser ignorado, haciendo estragos en las personas que han caído en las prácticas esotéricas y mágicas de la New Age. La Iglesia ha tenido, por lo mismo, que reavivar algo que ya se había olvidado como cosa del pasado, aunque oficialmente nunca se ha negado: los exorcismos del evangelio como algo urgente en nuestros tiempos, en la Misión Permanente de la Nueva Evangelización: anunciar a los alejados la Pascua de Cristo, quien vino a liberarnos de las acechanzas de Satanás.

--Se dice que en algunos países el avance de sectas satánicas no ha podido ser afrontado por la Iglesia de manera adecuada por la falta de exorcistas. ¿Cree que hay algo de verdad en esta constatación?

--Padre Mendoza: La respuesta a esta pregunta está relacionada con la anterior. En efecto, a nuestra feligresía y a los mismos sacerdotes nos ha envuelto el mar de confusiones al que la New Age nos lleva con su mezcolanza de ideas, de engaños y mentiras, manipulando espiritualidades orientales mezcladas de panteísmo, así como las medicinas tradicionales, que en sí mismas son un don de Dios y nada tienen de diabólico, pero de cuya eficacia se sirven los promotores de la New Age para darse crédito y hacer creer que todo lo que dicen es verdad. Así también a obispos y sacerdotes nos tomó por sorpresa, sin saber qué hacer ni cómo actuar ante ese mar de confusiones. Y a algunos les llenó de miedo la fenomenología que presentan los afectados por el demonio. O bien, les llevó a escudarse en un escepticismo craso ante esas realidades, atribuyéndolas a problemas sicológicos o a enfermedades difíciles de curar y por lo mismo les llevó a no atenderles.

Por otra parte, en los seminarios no se da una preparación para afrontar esta problemática. Por todo esto es que, ha través de nuestros encuentros y congresos a nivel tanto nacional como internacional, buscamos la formación tanto para nosotros los exorcistas oficiales como para todos los sacerdotes y para los laicos comprometidos en la pastoral de liberación.

--Muchos, quizá incluso creyentes, niegan el que pueda haber personas poseídas por el demonio. Consideran que se trata más bien de problemas psicológicos o psiquiátricos. ¿Cómo distingue un exorcista los casos de posesión de los casos de perturbaciones de otro género?

--Padre Mendoza: El Código de Derecho Canónico y el mismo Nuevo Ritual de Exorcismos, así como el Catecismo de la Iglesia Universal, establecen que antes de hacer el exorcismo mayor debe hacerse un discernimiento: si se trata de una verdadera posesión o de una simple obsesión u opresión diabólica, sirviéndose incluso de asesoramiento previo de médicos y siquiatras a fin de que den su diagnóstico, siendo siempre el sacerdote el que debe decidir, pues por otra parte, el ritual de exorcismos nos indica cuáles son esos signos que nos pueden indicar o hacer sospechar de una verdadera posesión diabólica: hablar o entender, como si fueran propias, lenguas desconocidas; revelar cosas ocultas o lejanas; manifestar fuerzas superiores a su edad o condición física, apartarse vehementemente de Dios, aversión al Santísimo nombre de Jesús, de la Virgen María y de los santos, a imágenes, lugares y objetos sagrados.

--Entre muchas personas, sin embargo, estos casos de posesión diabólica parecen más bien historias de películas de Hollywood. Da la impresión de que la estrategia del demonio es la de hacer creer que no existe. Como exorcista, ¿cree que es verdad?

--Padre Mendoza: En realidad, según mi apreciación, Satanás utiliza varias estrategias para apartarnos de Dios. Lo que le interesa al diablo es más bien confundirnos, ya sea para que creamos que no existe y que por lo mismo, si él no existe, tampoco existen el infierno ni el cielo y así no temamos el estar lejos de Dios. Por otra parte, en cambio, se manifiesta con opresiones y obsesiones para atormentar terriblemente a los que le han abierto las puertas, a fin de que le tengan miedo y no traten de cerrarle las puertas y liberarse de él. A algunos, en cambio, les favorece para que crean en su poder y confíen en él. Así podemos explicar el culto satánico y a la santa muerte para obtener poder, su favor y protección. Satanás es el padre de la mentira y del engaño.

--Todo ministerio en la Iglesia es una gracia de Dios y un servicio a los hermanos. Usted, personalmente, ¿percibe como una gracia para su vida el ministerio de exorcista?

--Padre Mendoza: Toda mi vida es una gracia de Dios: mi bautismo el don que me convierte en hijo de Dios, miembro de la Iglesia y coheredero con Cristo de su gloria; el ministerio sacerdotal, el don que me permite participar de su pascua y de su obra de salvación y servicio a mis hermanos. El ministerio de exorcista es también un don de su gracia y misericordia, que en mi pequeñez, insignificancia y limitaciones, me permite experimentar, como instrumento suyo, su poder liberador y salvífico en el servicio a mis hermanos, lo cual me alienta y me impulsa a adherirme más a Él para tener parte en su victoria y, con ella, de su gloria.

--¿Cómo es el servicio del exorcista a la Iglesia y a sus hermanos? En otras palabras, ¿hay algún caso que pueda contarnos en el que su ministerio de exorcista le haya permitido experimentar en plenitud su vocación como hombre y sacerdote?

--Padre Mendoza: Son muchos los casos en que, practicando la oración de liberación (desde hace veinticuatro años, aun sin ser exorcista), he constatado el poder del que Dios nos hace partícipes a los sacerdotes en el servicio a nuestros hermanos que sufren. La terapia de fe con la oración de sanación, de liberación y de perdón, con la cual se logra muchas veces lo que resulta imposible, fuera de su alcance, a la ciencia médica y psicológica.

Ahora, como exorcista desde hace seis años, he atendido varios casos de opresiones y obsesiones diabólicas en personas atormentadas y ya desesperadas después de haber pasado por toda clase de especialistas, curanderos y brujos que empeoraron su situación, al grado de hacerlos pensar en una posesión diabólica y pedir ansiosamente un exorcismo. En algunos casos se han presentado señales que me han llevado a sospechar de una presencia o posesión diabólica y, aun sin estar seguro, a hacer el llamado exorcismo de diagnóstico, es decir, oración imperativa, lograr con ello hacerlos entrar en una paz y tranquilidad aun sin llegar a hacer plenamente el exorcismo solemne, bastando el continuar con la oración de liberación. Ha sido una gran satisfacción lograr la liberación de mis hermanos, a través del servicio de mi humilde ministerio, por el poder de la oración de intercesión y ver el incremento de su fe, gracias a una evangelización y catequesis que los lleva a convertirse, a renovar su fe y adherirse más plenamente al Señor y verlos continuar su vida llenos de amor y confianza en Dios.

--¿Qué debe hacer una persona que cree ser víctima de la posesión diabólica o que conoce a alguien que podría encontrarse en esa situación?

--Padre Mendoza: Recurrir a su párroco y hacer una buena confesión para que, de primera instancia, este sacerdote le atienda. Si su párroco descubre que hay una influencia demoníaca pero no signos de posesión diabólica, que le haga oración acompañado de su equipo de liberación y la inserte en algún grupo de evangelización o de crecimiento en la fe o en algún ministerio de la parroquia. Si el párroco percibe signos que le hagan sospechar de una posesión diabólica o no se siente capaz para afrontar el problema, entonces que la canalice con el exorcista de su diócesis o con el exorcista más cercano. Nunca debe recurrir a brujos o curas mágicas.

[Para otras preguntas, comentarios o aclaraciones sobre las anteriores, puede contactar al Pedro Mendoza Pantoja en pedromen@prodigy.net.mx]
ZS04091401
 
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Desde febrero pasado hasta primeros de abril 2005, el Instituto Sacerdos del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum ha organizado el primer curso sobre satanismo invitando a más de diez prosesores especializados en el tema, teólogos, exorcistas, doctores de Derecho Canónico y otros profesionales.
     
      Entre ellos está el profesor de Teología dogmática Pedro Barrajón que impartirá un curso sobre la teología de los ángeles y los demonios. Sobre este y otros temas de satanismo habla para la agencia Veritas.
     
      -Este es el primer encuentro sobre exorcismo, ¿por qué en la Iglesia no se habla frecuentemente del demonio?     
      Pedro Barrajón: La Iglesia centra su mensaje en la persona de Jesucristo, en el amor del Padre que El nos revela y en la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en las almas. El tema del demonio no es central en el mensaje cristiano, si bien es parte integrante del mismo.
     
      Aunque no está en el centro de lo que la Iglesia predica, no se puede sin embargo ignorar. Por ello, con el fin de orientar la pastoral de los sacerdotes interesados en este campo, se ha propuesto este curso. Hubo un tiempo de silencio o incluso de rechazo, dentro de la misma teología, de la figura del demonio, como si sólo fuera algo simbólico.
     
      Ahora, con la ayuda del Magisterio de la Iglesia, sobre todo de Juan Pablo II en una serie magnífica de catequesis del año 1986, se posee una visión más equilibrada en la que se acepta la posible acción del demonio en contra del Reino de Cristo, de la Iglesia y de los hombres, pero al mismo tiempo se trata de discenir lo que es posible fantasía, invención humana o enfermedad psicológica de lo que es una verdadera acción demoníaca.
     
      -¿Por qué sólo unos determinados sacerdotes pueden realizar exorcismo? ¿tienen alguna cualidad particular?     
      Pedro Barrajón: Quien tiene la facultad ordinaria de realizar el exorcismo llamado solemne en la Iglesia es el obispo o los sacerdotes que él delegue. La Iglesia quiere actuar con prudencia en esta materia tan delicada y por ello sólo concede a estas personas estas facultades. El exorcista debe ser un hombre de oración, de sana y profunda doctrina, de vida santa, de gran equilibrio psicológico y humano y profundo conocedor del corazón del hombre.
     
      ¿Por qué atrae tanto el demonio?

      Pedro Barrajón: El demonio atrae quizás porque el mal tiene un cierto poder de fascinación y de seducción. Además hay una cierta morbosidad natural en estos temas del satanismo y del culto a Satán, propio de espíritus que sienten la atracción de lo oculto, lo misterioso, lo irracional. Otros quieren saber algo del demonio por mera curiosidad.
     
      Es una figura muy representada en el arte y últimamente también ha habido representaciones fílmicas de gran difusión. Muchos quieren saber si todo lo que se describe en las escenas de una película como el Exorcista corresponde a la realidad o es una mera fantasía. En otras personas hay un sincero afán de tener una mayor formación religiosa al respecto.
     
      En fin, por diversos canales y motivaciones, el demonio ha sido siempre una figura que ha llamado la atención de la curiosidad humana.
     
      -¿Qué poder tiene el demonio sobre las personas?
     
      Pedro Barrajón: El demonio no tiene más poder sobre la libertad de las personas que la que éstas le dejan. Su modo normal de actuación es la tentación por medio de la cual trata de inducir al hombre a cometer un pecado. Pero el hombre siempre puede, con el uso de su libertad y la ayuda de la gracia, rechazar la acción diabólica.
     
      En ciertas ocasiones extraordinarias, el demonio, con la permisión de Dios,puede tener un influjo físico sobre lugares o personas. Es precisamente en estos casos, para liberar a las personas de las posesiones diabólicas, cuando se usan los exorcismos.
     
      -¿Es cierto que los ángeles actúan por medio de personas que encontramos?     
      Pedro Barrajón: Más bien atribuiría a la providencia de Dios más que a los ángeles todo aquello que nos sucede en los encuentros con las demás personas. No hay que olvidar que Dios se vale de cualquier situación para conducirnos a la salvación, incluso de situaciones o encuentros que a primera vista nos parecerían negativos.
     
      La vida de los santos está llena de estos encuentros providenciales a través de los cuales Dios va conduciendo a sus hijos hacia la vida eterna. Esto dicho, no quita que Dios no pueda querer también, en determinados casos, que nuestros encuentros con otras personas sean mediados por ángeles que nos ayuden a acercarnos más a El.
     
      -¿Qué es un exorcismo?     
      Pedro Barrajón: El exorcismo es una oración pública de la Iglesia, realizada en nombre de Jesucristo, para que una persona o un objeto sea protegidos contra las asechanzas del Maligno y sustraídos a su dominio. En el bautismo, lo realiza el sacerdote que administra este sacramento. En lo que se llama exorcismo solemne la realiza el obispo o un sacerdote delegado suyo.
     
      -¿Podría brevemente explicar cómo se hace un exorcismo?     
      Pedro Barrajón: El Ritual sobre exorcismos precisa el modo de realizar este rito que la Iglesia considera un sacramental. Después de oraciones introductorias que alimentan la confianza en el poder de Dios, el sacerdote ordena al demonio, en nombre de Cristo y con la autoridad de la Iglesia, que abandone a la persona a la que se quiere librar de su poder.
     
      La Iglesia realiza estos actos con mucha discreción y prudencia para evitar todo tipo de interpretación mágica o supersticiosa y después de asegurarse que no se trata de una enfermedad o trastorno psíquico. 2005-03-18 Esp.
 
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Un «silencioso y eficaz exorcismo»
 
Según el predicador del Papa - Comenta el Evangelio del próximo domingo
ROMA, viernes, 27 enero 2006- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa OFM Cap --predicador de la Casa Pontificia— al Evangelio de la Misa del próximo domingo.
 
IV Domingo del Tiempo ordinario B - (Deuteronomio 18, 15-20; 1 Corintios 7, 32-35; Marcos 1, 21-28)
El espíritu inmundo salió de él

«Entonces un hombre poseído por un espíritu inmundo se puso a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios”. Jesús, entonces, le conminó diciendo: “Cállate y sal de él”. Y agitándose violentamente el espíritu inmundo dio un fuerte grito y salió de él». ¿Qué pensar de este episodio narrado en el evangelio de este domingo y de muchos otros sucesos análogos presentes en el Evangelio? ¿Existen aún los «espíritus inmundos»? ¿Existe el demonio?

Cuando se habla de la creencia en el demonio, debemos distinguir dos niveles: el nivel de las creencias populares y el nivel intelectual (literatura, filosofía y teología). En el nivel popular, o de costumbres, nuestra situación actual no es muy distinta de la de la Edad Media, o de los siglos XIV-XVI, tristemente famosos por la importancia otorgada a los fenómenos diabólicos. Ya no hay, es verdad, procesos de inquisición, hogueras para endemoniados, caza de brujas y cosas por el estilo; pero las prácticas que tienen en el centro al demonio están aún más difundidas que entonces, y no sólo entre las clases pobres y populares. Se ha transformado en un fenómeno social (¡y comercial!) de proporciones vastísimas. Es más, se diría que cuanto más se procura expulsar al demonio por la puerta, tanto más vuelve a entrar por la ventana; cuánto más es excluido por la fe, tanto más arrecia en la superstición.

Muy diferentes están las cosas en el nivel intelectual y cultural. Aquí reina ya el silencio más absoluto sobre el demonio. El enemigo ya no existe. El autor de la desmitificación, R. Bultmann, escribió : «No se puede usar la luz eléctrica y la radio, no se puede recurrir en caso de enfermedad a medios médicos y clínicos y a la vez creer en el mundo de los espíritus».

Creo que uno de los motivos por los que muchos encuentran difícil creer en el demonio es porque se le busca en los libros, mientras que al demonio no le interesan los libros, sino las almas, y no se le encuentra frecuentando los institutos universitarios, las bibliotecas y las academias, sino, precisamente, a las almas. Pablo VI reafirmó con fuerza la doctrina bíblica y tradicional en torno a este «agente oscuro y enemigo que es el demonio». Escribió, entre otras cosas: «El mal ya no es sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y espantosa».

También en este campo, sin embargo, la crisis no ha pasado en vano y sin traer incluso frutos positivos. En el pasado a menudo se ha exagerado al hablar del demonio, se le ha visto donde no estaba, se han cometido muchas ofensas e injusticias con el pretexto de combatirle; es necesaria mucha discreción y prudencia para no caer precisamente en el juego del enemigo. Ver al demonio por todas partes no es menos desviador que no verle por ninguna. Decía Agustín: «Cuando es acusado, el diablo se goza. Es más, quiere que le acuses, acepta gustosamente toda tu recriminación, ¡si esto sirve para disuadirte de hacer tu confesión!».

Se entiende por lo tanto la prudencia de la Iglesia al desalentar la práctica indiscriminada del exorcismo por parte de personas que no han recibido ningún mandato para ejercer este ministerio. Nuestras ciudades pululan de personas que hacen del exorcismo una de las muchas prácticas de pago y se jactan de quitar «hechizos, mal de ojo, mala suerte, negatividades malignas sobre personas, casas, empresas, actividades comerciales». Sorprende que en una sociedad como la nuestra, tan atenta a los fraudes comerciales y dispuesta a denunciar casos de exaltado crédito y abusos en el ejercicio de la profesión, se encuentre a muchas personas dispuestas a beber patrañas como éstas.

Antes aún de que Jesús dijera algo aquel día en la sinagoga de Cafarnaúm, el espíritu inmundo se sintió desalojado y obligado a salir al descubierto. Era la «santidad» de Jesús que aparecía «insostenible» para el espíritu inmundo. El cristiano que vive en gracia y es templo del Espíritu Santo, lleva en sí un poco de esta santidad de Cristo, y es precisamente ésta la que opera, en los ambientes donde vive, un silencioso y eficaz exorcismo. Zenit
 
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La cruz de Cristo nos trae la salvación, gracia salvífica.
 
¿Qué quiere decir estar en Gracia?
 
P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E. 2008.VIII
Pregunta:

Estimado Padre:
Mi hijo de 8 años que está yendo al catecismo me ha preguntado hace unos días qué quiere decir estar en gracia.
Yo le he respondido: “no tener ningún pecado grave”; pero él me dijo que su catequista le había enseñado otra cosa, aunque no recordaba bien qué era. Esto me ha dejado confundida. Agradeceré su aclaración.
 
Respuesta:
Estimada Señora:

Su respuesta es correcta. Sólo que es la mitad de la respuesta, y la mitad que falta es la más importante. Es muy probable que el catequista de su hijo se haya referido a esa otra mitad que el niño ha olvidado. Su pregunta viene bien para recordar esta doctrina de nuestra fe tan importante como consoladora.

Dice Nuestro Señor en la Última Cena: Si alguno me ama, obedecerá mi palabra, y el mi Padre lo amará, y nosotros vendremos a él y haremos una morada en él... El Consolador, el Espíritu Santo que el Padre mandará en mi nombre, os enseñará toda cosa y os recordará todo lo que yo os he dicho (Jn 14,23).

Estas palabras nos llenan de consuelo y nos recuerdan de dos verdades de nuestra fe que lamentablemente no todo cristiano conoce como debiera: la inhabitación trinitaria y la gracia santificante.

«Inhabitación trinitaria» quiere decir que la Santísima Trinidad, Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, habitan, están presentes, hacen su morada, en el alma del que vive en gracia. «Gracia» es, en cambio, ese don misterioso que nos hace Dios, para que pueda venir la Santísima Trinidad a nuestra alma.

1. La inhabitación trinitaria

Es una verdad de fe que Dios está presente en el alma del justo, es decir, del que está en gracia. Lo hemos escuchado del Evangelio de hoy. Pero esto lo repite la Sagrada Escritura en muchos lugares: El que vive en caridad... Dios está en él (1Jn 4,16); ¿No sabéis... que Dios habita en vosotros? (1Co 3,16-17); El Espíritu Santo... que mora en nosotros (2Tim 1,14).

Es verdad que Dios está en todas las cosas, y que Jesucristo está presente con su cuerpo, alma, sangre y divinidad en la Eucaristía. Pero de un modo especial está en el alma del que vive en gracia.

Uno puede preguntarse ¿para qué? Responde Santo Tomás: «para que uno pueda gozar y disfrutar de Dios». Así como el avaro se goza en las riquezas que posee, así como la madre se goza y disfruta con el hijo pequeño que tiene entre sus brazos, así Dios viene a nuestra alma:
para que disfrutemos de Él;
para que podamos hablar con El: como un hijo habla con su Padre, como el amigo con su amigo, como la esposa con su esposo;
para que podamos escucharlo y así se convierta en nuestro maestro (os enseñará todas las cosas);
para que nunca estemos solos;
para que lo que será el Cielo después de esta vida, empiece ya en ésta.
 
2. La gracia santificante

Y ¿qué es la gracia?
La gracia o gracia santificante es un don de Dios. Es una realidad espiritual sobrenatural que Dios infunde en nuestra alma. La Escritura habla de ella de distintas maneras: San Pedro la describe diciendo que es una participación de la naturaleza divina en nosotros (cf. 2Pe 1,4); San Pablo la llama «nueva creación», «hombre nuevo»; San Juan la llama «vida eterna en nosotros».

Como es una realidad espiritual, nos es muy difícil imaginarla. Pero es una realidad, y está presente en el alma de quien no tiene pecado. Y de aquí su nombre: gracia quiere decir al mismo tiempo «regalo» y también «brillo, belleza». Es un regalo divino por el cual el alma se embellece. La gracia, es por eso, descrita por los santos como luz, belleza, calor, fuego.

¿Para qué hace Dios esto? Precisamente para que podamos recibir en nuestras almas a la Santísima Trinidad. ¿Cómo puede venir Dios, que es totalmente espiritual, totalmente santo, infinito, a quien no pueden contener los cielos, ante quien caen de rodillas los ángeles... cómo puede venir al alma pobre, miserable, pequeña, débil, de un ser humano? Debe primero prepararla, para que sea capaz de contener a Dios.

Y para esto es la gracia. Es como el nido que Dios mismo se prepara en el corazón del hombre, para poder luego anidar en él. Es más Dios comienza a habitar en el alma en el mismo momento en que nos da la gracia: vienen juntos, desaparecen juntos: Dios deja de estar en el alma, cuando el alma pierde la gracia.

¿Cuándo
nos da Dios la gracia? Ante todo en el bautismo. Esa es la primera vez. Y Dios la da para siempre, para que tengamos el alma en gracia y a Dios en el alma para siempre. Pero si la perdemos por el pecado (se pierde por cualquier pecado mortal) por su infinita misericordia, nos devuelve la gracia en el sacramento de la confesión, en el momento en que nos borra nuestros pecados.

Por eso, cuando nos preguntan ¿qué quiere decir estar en gracia? Y respondemos «no tener pecado mortal», decimos la mitad y la mitad más pobre: es infinitamente más que no tener pecado. Es como si dijéramos que un palacio es un lugar donde no hay chanchos o basura... Es más que eso, no hay chanchos ni basura, y hay, en cambio, orden, limpieza y un rey. Describimos la gracia por lo negativo, pero hay que hablar de ella por lo que tiene de positivo.

Por eso es que frente a un alma en gracia, el mismo demonio huye aterrado. No puede sostenerse en su presencia. Santa Teresita a los cuatro años tuvo un sueño que le quedó impreso para siempre en la memoria. Ella lo cuenta así: «Soñé que paseaba sola por el jardín. De pronto cerca de la glorieta, vi dos feos diablos que bailaban sobre un barril. Al verme clavaron en mí sus ojos, y en un abrir y cerrar de ojos los vi encerrarse en el barril, poseídos de terror. Escaparon y por una rendija se ocultaron en el sótano. ¿Qué les había picado? Viéndoles tan cobardes, quise saber qué temían. Me acerqué a la ventana y vi que corrían por las mesas sin saber dónde huir para esconderse de mi mirada. De vez en cuando se aproximaban a la ventana y espiaban, al verme cerca volvían a correr despavoridos como auténticos condenados. Yo creo que Dios se sirvió para mostrarme que un alma en gracia, no debe temer al demonio, tan cobarde ante la presencia de una niña».

Todos podemos deducir aquí la importancia que esto tiene. Estar en gracia, debe ser nuestro mayor anhelo, nuestro único deseo. Y nuestra única tristeza ha de venir por no poseer esa gracia. Pidamos a Dios que siempre nos conceda el vivir cumpliendo sus mandamientos, para así —al no tener pecado— podamos vivir en gracia y tener presente en nuestras almas al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
 
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No cometas nunca una acción vergonzosa, ni con nadie, ni a solas: por encima de todo, respétate a ti mismo. Seguidamente ejércete en practicar la justicia, en palabras y en obras, aprende a no comportarte sin razón jamás.
 
Y sabiendo que morir es la ley fatal para todos, que las riquezas, unas veces te plazca ganarlas y otras te plazca perderlas.
 
 
"Obras todas del Señor, bendecid al Señor".-
“¡Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!” (Sal 8, 2).

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