sábado, 9 de noviembre de 2013

Columbano, Santo


Fundador, 23 de noviembre del 615
 
Columbano, Santo
Columbano, Santo

Noviembre 23
Fundador


Etimológicamente significa “paloma”. Viene de la lengua latina.

Nació en Irlanda en el 543. Desde pequeño mostró una clara inclinación para la vida consagrada.

Al salir de Irlanda en compañía del monje y santo Gall, recorrió Europa Occidental. Unas veces era rechazado, otras acogido, pero de lo que no cabe duda es que fue el fundador de monasterios y abadías desde las cuales salía un resplandor cultural y religioso dignos de toda loa.

Fueron el foco para culturización y cristianización de la época merovingia.
Su estilo de vida fue austero y así se lo exigía a los monjes, pues gracias a ella, encontraron un camino para la santidad al menos trece santos que no es el caso de enumerar.

El monasterio más célebre fue el de Luxeuil, al que confluyeron monjes francos, galos y burgondes. Fue durante dos siglos el centro de vida monástica más importante en todo el Occidente.

En el año 610 tuvo que salir pitando de Francia porque la cruel reina Brunehaut lo perseguía, porque le había echado en cara todos sus vicios y sus crímenes.

Pensaba volver a Irlanda pero se quedó en Nantes. También que tuvo que huir por los Alpes hasta que encontró acogida y refugio en Bobio, al norte de Italia, en la región de la Emilia Romagna, provincia de Piacenza.

Aquí fundó su último monasterio y en él murió en el año 615. La regla monástica original que dio a sus monasterios tuvo una influencia por toda Europa durante más de dos siglos.

Muchos pueblos, regiones y lugares están bajo su patrocinio.

También tuvo dificultades con los obispos franceses. Estos mandan en su diócesis pero no en los monasterios que desde siempre han estado exentos, es decir, no dependen del obispo.

Hubo alguien que lo trató bien. Fue el rey Aguilulfo. Menos mal que los cuatro últimos años de su vida pudo vivir tranquilo.


 
San Columbano, abad
Nace: 559? Muere: 615
23 de Noviembre
Breve: Monje misionero. Nació en Irlanda, en la primera mitad del siglo VI, y se instruyó en las ciencias sagradas y profanas. Reconocido por su gran cultura y sabiduría. Habiendo abrazado la vida monástica, se trasladó a Francia y fundó varios monasterios, que gobernó con una rígida disciplina. Obligado a exiliarse, marchó a Italia, donde fundó el monasterio de Bobbio. Murió el año 615, después de haber llevado una vida ejemplar como cristiano y como religioso.  (ver sus escritos arriba). Murió el 23 de noviembre del año 615.  

Nació en Leinster, Irlanda alrededor del 559. Recibió una buena educación clásica en Clonard, escuela fundada por San Finnian. Era un joven guapo y sentía una gran debilidad hacia las mujeres. Se sentía dividido entre el mundo y el deseo de entregarse a Dios. Buscó dirección con una religiosa mayor quien le ayudó a entender la seriedad del peligro en que se encontraba y le aconsejó que se fuera de aquel ambiente. El joven se decidió y aunque su madre trató de detenerlo tirándose a sus pies, su determinación estaba firme.
Mas tarde escribió: "Nada es mas dulce que una conciencia limpia, nada mas seguro que la pureza del alma"
Por un tiempo Columbano vivió en una isla en Lough Erne. Comprendió que no se podía evitar la batalla pero que había que librarla en el campo escogido por Dios y no por el diablo. Allí estudió la Biblia y escribió un comentario sobre los salmos.
Mas tarde, viviendo en Bangor, sintió la llamada a ser misionero pero no estaba seguro que fuese la inspiración del Espíritu Santo. Le pidió a su superior, el abad San Comgall quien al principio se lo negó pero mas tarde al ver la obediencia de Columbano reconoció que en verdad era la voluntad de Dios.
Tenía unos 45 años cuando se fue de Irlanda con doce monjes. Trabajó en Wales (Inglaterra) donde se le añadieron otros monjes. Llegaron a Francia donde la fe prácticamente se había perdido. La predicación y el ejemplo de los monjes irlandeses hizo que otros les siguieran.
Los monjes construyeron un monasterio en Luxeuil que fue gobernado por Columbano por 25 años. Vivían en profunda oración y penitencia. También predicaban y oraban por los enfermos. En una ocasión se sanó una señora. Su esposo trajo una carreta de pan y vegetales, lo cual fue providencial dada la pobreza que sufría el monasterio.
Columbano solía ausentarse del monasterio por largo tiempo para irse a orar como ermitaño en un cueva del bosque. Un día caminando por el bosque con la Biblia, Columbano pensaba si prefería ser víctima de las bestias salvajes o de hombres malos. Se persignó muchas veces mientras pensaba en eso y  penetraba en el bosque. De pronto aparecieron 12 lobos que venían hacia el. Inmovil, mientras los lobos le rodeaban, rezó: "Dios, mira por mi ayuda: Señor date prisa en socorrerme"  Los lobos se acercaron y el se mantuvo inmovil. Entonces los lobos se fueron.  Continuó su camino solo para encontrarse con unos ladrones. Ellos también se fueron sin tocarlo. El obispo Chamnoald dice que Columbano llamaba a las criaturas salvajes y estas venían y jugaban con el.
En una ocasión, estando en su cueva recibió un mensaje del Señor de que muchos de sus monjes estaban enfermos. Enseguida se fue al monasterio en Luxeuil y le dijo a los enfermos que se levantaran a trabajar con el maiz. Los obedientes se sanaron al instante. Pero los desobedientes siguieron enfermos. Muchos otros milagros, como multiplicar alimentos para sus comunidad, dar vista a un ciego y domesticar un oso para la agricultura.
Después de Luxeuil fundaron un monasterio en Fountains. Siguieron otros en Francia, Alemania, Suiza e Italia. Columbano los regía a todos y escribió la regla de vida. Esta fue aprobada por el Concilio de Macon en 627 pero mas tarde fue remplazada por la regla benedictina.
No le faltaron obstáculos. Los obispos de la región se le opusieron. No les agradaba la independencia que gozaba como abad, su influencia y las prácticas célticas que trajo. En especial objetaban al rito con que celebraba la Pascua. En el año 602 lo llamaron a juicio. En vez de presentarse le envió una carta recomendando que tengan mas sínodos y que se preocupen de cosas mas importantes. La disputa se alargó y Columbano apeló a los Papas. Cuando se mudó a Italia adoptó el calendario romano.
También tuvo problemas cuando confrontó la corrupción de la corte. Fue encarcelado en Besancon pero escapó y regresó a Luxeuil. Entonces Thierry y Brunehault enviaron una tropa armada para forzarle junto con los otros monjes irlandeses a regresar a Irlanda. Pero tan pronto como el barco partió, una tormenta los regresó a tierra. El capitán lo tomó como un signo y liberó a los monjes. Viajaron evangelizando hasta los lagos del centro de Europa (Suiza). Allí fundaron un monasterio pero por problemas políticos en la región tuvieron que trasladarse a Italia, llegando a Milán en el año 612. Allí Columbano predicó y escribió contra el arrianismo y el nestorianismo. El rey lombardo en gratitud le dio un terreno situado entre Milán y Génova donde se encontraba casi en ruinas una iglesia en honor a San Pedro. Los monjes la reconstruyeron y fundaron una abadía desde la que monjes evangelizaron el norte de Italia por siglos.
Hacia el final de su vida le informaron que sus antiguos perseguidores habían muerto y sus monjes querían que regrese al norte pero el no quiso. Sabiendo que le faltaba poco, se retiró a una cueva y murió como lo había predicho. Sus monjes continuaron orando y evangelizando. Fundaron mas de cien monasterios para avanzar la fe y la cultura.

SAN COLUMBANO
(+ 815)
 
San Columbano el Joven, monje irlandés de la segunda mitad del siglo vi y principios del vii, es indudablemente uno de los hombres a quienes más debe la cultura, civilización y espíritu cristiano, tan característicos de la Europa medieval. Es uno de los pioneros de aquellos ejércitos de monjes que, saliendo de los grandes monasterios fundados por San Patricio de Irlanda, entraron en el continente europeo y contribuyeron eficazmente a la cristianización. del centro y del norte de atropa. Con su inflamado amor de Dios, y del prójimo y su espíritu de sacrificio llevado al más sublime heroísmo, realizaron una obra verdaderamente gigantesca, de que difícilmente nos podemos hacer cargo en nuestros días.


Entre todos los monjes misioneros que, primero desde Irlanda y más tarde también desde la Gran Bretaña, pasaron al continente, sobresale de un modo especial San Columbano, en quien ponderan mucho sus contemporáneos sus dotes morales extraordinarias y aun sus fuerzas corporales, verdaderamente hercúleas.
 
Un rasgo trasmitido por los historiadores nos indica bien a las claras la energía indomable del carácter de San Columbano, a la vez que sus fuerzas hercúleas. Teniendo ya setenta años, ayudaba con sus propias manos a los monjes en el cortar y transportar los troncos de los árboles que servían para la construcción del monasterio de Bobbio, en Italia. Igualmente contaban sus discípulos cómo algunas veces, atravesando a pie algunos bosques, entablaba luchas cuerpo a cuerpo con los osos salvajes hasta dominarlos y rendirlos a sus pies.
No conocemos exactamente el año del nacimiento de San Columbano, pero debió dé tener lugar en torno al año de la Muerte de San Benito, el 543, en la región occidental de Leinster, donde réeíbí una sólida educación cristiana. Es interesante un episodio que nos refieren algunos documentos antiguos sobre las primeras luchas que su naturaleza exuberante y fuerte tuvo que mantener contra las tentaciones de la carne. Efectivamente, habiendo sido tentado insistentemente por algunas mujeres, acudió angustiado en demanda de consejo a una virgen solitaria que desde hacía muchos años gozaba ,de gran prestigio de santidad, y ella le respondió que debía huir decididamente la tentación incluso abandonando el lugar de su nacimiento.
Pero de esta anécdota, de cuya autenticidad histórica no tenemos plena garantía, lo más provechoso y positivo es la razón que, según el biógrafo Jonás, le dió la virgen solitaria, y ha quedado desde entonces como norma práctica de la ascética cristiana frente a este género de tentaciones. Efectivamente, le dijo: "¿Piensas tú que podrás fácilmente resistir la tentación de esas mujeres? ¿Recuerdas a Eva tentando y a Adán cediendo? ¿No fue  también Sansón débil frente a Dalila? ¿No perdió David su antigua rectitud seducido por la hermosura de Betsabé? ¿No fue  engañado el sabio Salomón por el amor a las mujeres? Así, pues, márchate lejos y apártate del río en el que tantos han caído".
Así, pues, Columbano abandonó de hecho a su madre y su tierra y se dirigió a Sinell, donde un experimentado solitario lo inició en la vida de consagración a Dios, y poco después, al gran monasterio de Bangor, donde recibió la sólida educación ascética que entonces se estilaba. De carácter serio e inclinado a la rigidez, su grande alma lo inclinó bien pronto a emprender alguna hazaña extraordinaria. Vencida, no sin gran dificultad, la oposición de su abad, dirigióse con doce compañeros a tierras extrañas con el fin de trabajar por la colonización e instrucción de los pueblos bárbaros. A los pocos días de viaje aportaron en el continente y se internaron en el reino de los francos. Los nuevos huéspedes debieron de llamar notablemente la atención aun por su exterior. Mientras los monjes occidentales llevaban el pelo cortado, según la llamada tonsura de San Pedro, de modo que les quedaba en torno a la cabeza una corona de pelo algo más crecido, los monjes irlandeses dejaban crecer el pelo por la parte posterior de la cabeza, de modo que les caía por encima de la espalda. En sus manos llevaban unos bordones. Cruzados a la espalda y atados con correas, traían consigo sacos de piel, en donde guardaban sus más preciados tesoros: los libros litúrgicos.
Precisamente entonces se hallaba en notable decadencia aquel espíritu religioso que tan buen comienzo había tomado un siglo antes con Clodoveo. Describiendo la situación del país de los francos a fines del siglo vi, nos dice el biógrafo de San Columbano: "Allí, a causa de las frecuentes invasiones de los enemigos exteriores, o por la negligencia de los pastores, el espíritu religioso había casi desaparecido. Sólo quedaba en pie la fe cristiana". En estas circunstancias tan críticas, y como medio buscado por la Providencia, presentóse San Columbano en las Galias.
A pesar del rigorismo con que se presentaron él y sus compañeros, en todas partes les acompañó el éxito más lisonjero. El monasterio de Luxeuil, fundado por el Santo, constituyóse en punto céntrico de cultura e influencia cristiana. Bien pronto siguieron otros monasterios en todo el centro de Europa. Los hijos de los nobles que iban a esos monasterios a recibir la educación cristiana eran cada día más numerosos. A los monasterios de varones siguieron otros de mujeres. En realidad, gran parte de los fundados durante los siglos VII y vIII están relacionados con San Columbano. De más de cincuenta de todo el Continente se puede probar que estuvieron bajo el influjo de los monjes traídos por él. Por otro lado, precisamente ese plantel incomparable de monasterios fue  en los siglos siguientes la base de todo lo que significa civilización.
En efecto, no era solamente la vida religiosa lo que en aquellos monasterios se cultivaba. Muchos de ellos, fundados en medio de los bosques y regiones baldías, anduvieron a la cabeza en el trabajo ímprobo de la roturación y cultivo de los campos. Gran parte de la región de las Galias, inculta hasta entonces, fue  urbanizada por estos monjes. Tales son las tierras de las Ardenas, Flandes, el bajo Sena y la Champagne. Esta actividad cultural de los monasterios fundados por San Columbano, que puso el fundamento de innumerables poblaciones y grandes ciudades, continuóse después durante los siglos siguientes y constituye una de las glorias más legítimas de la Iglesia católica, uno de los frutos culturales de la civilización cristiana. Los monjes de San Columbano—dice acertadamente Schnürer—"sabían realizar el pesado trabajo del campo con la misma perfección con que escribían los delicados pergaminos de sus códices y se esforzaban en guiar las almas con su ardiente palabra".
 
Con todo, no hay que creer que toda está campaña de civilización cristiana fuera fácil a Columbano. A la dificultad que supone la lucha de la moral cristiana con todas las pasiones humanas, añadíase la rudeza y rigidez de carácter del Santo, que no sabía ceder ni doblegarse a ninguna clase de exigencias. Es célebre la contienda que tuvo que mantener frente a Teuderico y su abuela Brunequilda. El antiguo reino de Clodoveo estaba dividido a la sazón en dos partes: Austrasia y Neustria. En Austrasia regía Teudeberto, y en Neustria su hermano Teuderico y su abuela Brunequílda. El monasterio de Luxeuil pertenecía al territorio de Teuderico. Entregados a toda clase de vicios, no tardaron los dos hermanos en hacerse mutuamente la guerra. Sobre todo, Teudeberto estaba enteramente entregado a la lujuria. Casado con una princesa española, separóse bien pronto de ella. En estas circunstancias, pues, su hermano Teuderico tuvo que escuchar frecuentes reconvenciones de parte del celoso abad Columbano.
En cierta ocasión presentóse el abad en la villa leal de Vitry, cerca de Arras, en donde Brunequilda se entretenía con unos nietecitos hijos legítimos del rey. Según costumbre del tiempo, envió a los niños al encuentro del abad para que les echara la bendición. Columbano se creyó en el deber de dar una muestra de su desagrado, y así se negó a dar la bendición a los niños, anunciando, además, que ninguno de ellos llegaría a empuñar el cetro. Poco después llegó de nuevo Columbano a la villa en que se hallaba el rey. Era de noche. Teuderico, deseoso de dar al abad las maestras debidas de respeto, ordenó a los criados que lo introdujeran en su presencia y que le ofrecieran comida y bebida. Mas el hombre de Dios lo rechazó con toda decisión, añadiendo que eran dádivas de un hombre impío. El monarca, junto con su abuela, se dirigió al día siguiente al abad y trataron de aplacarlo. Teuderico prometió mejorar su conducta, mas como no se mejorara recayó, por fin, sobre él la excomunión. Las cosas llegaron por fin al extremo que por iniciativa del rey se desterró al molesto consejero.
Era el año 610. Después de más de treinta años empleados en la evangelización y colonización de las Galias, salía Columbano deportado a Irlanda con un buen número de sus compañeros. Desde Nátites, según parece, éscribió una célebre carta a los monjes que dejaba en Luxeuil, de la que llega a decir Montalembért que contiene "algunas de les más finas y grandes ideas que ha inspirado el genio cristiano". Pero, una vez embarcado, vientos contrarios desviaron por completo la embarcación, y, de hecho, la primera noticia que tenemos es que se presentó poco después en Metz ante su amigo Teudeberto II, y con su consejo y apoyo se dirigió hacia la región ocupada actualmente por gran parte de Suiza, y que estaba entonces poblada por los alemanes.
Ante todo, pues, se estableció en Tuggen, junto al lago de Zurich, con un grupo de discípulos venidos del monasterio de Luxeuil, entre los cuales sobresalía uno llamado Gallo. Pero el celo exagerado de éste, que se dedicaba a quemar públicamente los ídolos de los paganos, le atrajo la enemistad de los habitantes de aquella región, por lo cual Columbano se vió forzado a emigrar hacia la parte oriental del lago Constanza, a un valle tranquilo y apacible rodeado de montañas. Era la región de la actual Bregenz, donde encontraron un viejo oratorio abandonado, y en él se acomodaron algunas celdas. Pero aquí de nuevo la vehemencia de los métodos empleados en su apostolado, particularmente de San Gallo, provocaron al pueblo contra él. Al mismo tiempo cambió inesperadamente la situación política. Habiendo estallado una guerra entre Austrasia y Neustria, fue  vencido y muerto su protector Teudeberto. Puesto entonces Columbano a merced de Teuderico, se vió obligado a salir de aquel territorio donde se encontraba. Atravesó, pues, los Alpes, contando a la sazón setenta años de edad, y se dirigió al país de los lombardos y a su capital, Milán, donde fue  objeto de una cariñosa acogida de parte de su rey arriano, Agilulfo, y su esposa católica, Teodelinda. Entretanto había quedado en Suiza su discípulo Gallo, quien posteriormente organizó allí el célebre monasterio de Sant Gallen, que tanta fama debía alcanzar en la posteridad.
Y con esto entramos en la última etapa de la vida de San Columbano, que se desarrolla al norte de Italia y se distingue, ante todo, por la fundación del gran monasterio de Bobbio. En efecto, conociendo Agilulfo la significación de San Columbano como padre de monjes, le entregó grandes terrenos en Ebovium o Bobbio, situado en un valle de los Apeninos entre Génova y Piacenza, donde inició él un monasterio dedicado a San Pedro. No obstante su avanzada edad, se sintió rejuvenecido al ver surgir el nuevo monasterio, que rápidamente fue tomando una extraordinaria significación. Columbano se sentía feliz al ver reproducirse en el monasterio de Bobbio la exuberante vida monástica de los monasterios de Luxeuil y los demás que él había fundado en Francia.
Pero al mismo tiempo, las circunstancias le obligaron a intervenir durante estos años en un asunto completamente diverso. Con ocasión de la querella denominada de los Tres Capítulos, se había formado en el norte de Italia un cisma contra el Romano Pontífice en protesta de su condenación de los llamados Tres Capítulos. Mal informado Columbano por los partidarios del cisma e inducido por los reyes Agilulfo y Teodelinda, compuso un célebre escrito, en el que trataba de defender al partido lombardo, presentándolo como defensor del concilio de Calcedonia frente al Romano Pontífice.
Sin embargo, en esta misma carta, no obstante lo delicado de su posición al defender un partido cismático en su posición contra el Papa, aparece claramente su convicción de que sólo se trataba de una cuestión secundaria meramente disciplinar y, por otra parte, amontona las expresiones de estima y reverencia a la Sede Romana. En efecto, dice, "la columna de la Iglesia es siempre Roma". Por eso, añade, "nosotros, los irlandeses, viviendo en las partes más lejanas de la tierra, somos discípulos de San Pedro y San Pablo y de los discípulos que escribieron el Canon sagrado bajo la inspiración del Espíritu Santo. Nosotros no aceptamos más que la enseñanza evangélica y apostólica..." "Confieso—dice en otra parte—que siento la mala reputación en que se tiene en esta región a la Cátedra de Pedro. Todos estamos atados a esta Cátedra. Pues, aunque Roma es grande y renombrada, su grandeza y gloria delante de nosotros le viene solamente de la Cátedra de Pedro."
 
En realidad, el problema del cisma lombardo, que no debe confundirse con el de Aquilea o Grado, también ocasionados por los Tres Capítulos, siguió su desarrollo normal hasta que poco después. se extinguió. La intervención de San Columbano no tuvo en él ninguna importancia. Por otro lado, quiso polemizar contra los arrianos, lo cual le malquistó con los lombardos y su rey, Agilulfo, todo lo cual le obligó a retirarse definitivamente a la soledad del monasterio de Bobbio y aun de una celda solitaria que en él se hizo construir.
A los tres años de su estancia en Bobbio, cumplióse la profecía que él había hecho sobre Teuderico. Muerto Teuderico, la anciana Brunequilda había sido brutalmente asesinada. Acordándose Clotario, dueño ahora de Borgoña, de la profecía de Columbano, lo invitó a ir a Suiza y a las Galias. Pero entretanto había llegado éste a su fin. Rendido por la enfermedad y sintiendo próxima la muerte, le recomendó el monasterio de Luxeuil y los demás de Francia, y el 23 de noviembre de 615 descansó en el Seriar.
Su recuerdo y el fruto extraordinario que hizo con sus fundaciones dieron bien pronto ocasión a que se iniciara su culto litúrgico, que se extendió principalmente a las numerosas regiones por él evangelizadas.


San Columbano de Luxeuil y de Bobbio, abad
fecha: 23 de noviembre
fecha en el calendario anterior: 21 de noviembre
n.: c. 542 - †: 615 - país: Italia
otras formas del nombre: Colomba, Columbano el Joven
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
San Columbano, abad, irlandés de nacimiento, que por Cristo se hizo peregrino para evangelizar a las gentes de las Galias. Fundó, entre otros muchos, el monasterio de Luxeuil, que él mismo rigió con estricta observancia, y obligado después a exiliarse, atravesó los Alpes y construyó el cenobio de Bobbio, en la Liguria, famoso por su disciplina y estudios, en el cual se durmió en paz, lleno de méritos para con la Iglesia. Su cuerpo recibió sepultura en este día.
patronazgo: patrono de Irlanda y protector contra las enfermedades mentales y las inundaciones.
oración:
Señor, Dios nuestro, que has unido de modo admirable en el abad san Columbano la tarea de la evangelización y el amor a la vida monástica, concédenos, por su intercesión y su ejemplo, que te busquemos a ti sobre todas las cosas y trabajemos por la propagación de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

El más grande de los monjes misioneros irlandeses que actuaron en el continente europeo, debió nacer más o menos cuando murió san Benito, el patriarca de los monjes de Occidente, cuya regla adoptarían un día todos los monasterios de san Columbano. Columbano nació en Leinster y recibió una buena educación. Estuvo a punto de echarla a perder cuando era joven a causa de las tentaciones de la carne. En efecto, ciertas «Lascivae puellae» (mujercillas de mala vida), según cuenta Jonás, el biógrafo del santo, trataron de corromperle, y Columbano se sintió muy tentado a ceder. En su aflicción, pidió consejo a una mujer muy piadosa, que durante años había vivido alejada del mundo, y ésta le dijo que, si era necesario, partiese de su patria para huír de la tentación: «¿Crees que podrás resistir? Acuérdate de los halagos de Eva y de la caída de Adán; acuérdate de Sansón vencido por Dalila; recuerda a David, a quien la belleza de Betsabé apartó del buen camino, acuérdate del sabio Salomón engañado por las mujeres. Huye, escapa lejos de ese río en el que tantos han caído». Columbano creyó encontrar en esas palabras algo más que el prudente consejo a un joven que atraviesa por una prueba tan común en la adolescencia y las interpretó como un llamamiento a renunciar al mundo y abrazar la vida religiosa. Así pues, abandonó a su madre, a pesar de que ésta trató de impedírselo, y se fue a vivir en una isla de Lough Erne, llamada Cluain Inis, con el monje Sinell. Más tarde, se trasladó a la famosa escuela monástica de Bangor, en Belfast Lough. No sabemos cuánto tiempo pasó allí; Jonás dice que «muchos años». Probablemente tenía alrededor de cuarenta y cinco cuando obtuvo permiso del santo abad Congall para partir del monasterio. Con doce compañeros se trasladó a la Galia, donde las invasiones de los bárbaros, las guerras civiles y la relajación del clero, habían reducido la religión a un estado lamentable.

Los monjes irlandeses empezaron inmediatamente a predicar al pueblo con el ejemplo de su caridad, penitencia y devoción. Su fama llegó a oídos del rey Gontram de Borgoña, el cual regaló, antes del 590, a san Columbano unas tierras para que construyese en Annegray, en las montañas de los Vosgos, su primer monasterio. El biógrafo del santo relata ciertos incidentes que recuerdan algunas escenas de la vida de san Francisco de Asís. Pronto, el convento de Annegray resultó insuficiente, pues muchísimos monjes querían vivir bajo la dirección de Columbano. El santo construyó entonces el monasterio de Luxeuil, no lejos del primero, y también el de Fontes (actuahnente Fontaine), que se llamó así por las fuentes que allí había. Estas tres fundaciones y la de Bobbio fueron las que Columbano llevó a cabo personalmente. Sus discípulos establecieron numerosos monasterios en Francia, Alemania, Suiza e Italia, que se convirtieron en centros de religión e industria, en el período oscuro de la Edad Media. San Columbano estableció como fundamento de su regla el amor de Dios y del prójimo, y sobre ese precepto general erigió todo el edificio. Mandó que los monjes comiesen en forma muy sencilla y en proporción al trabajo que ejecutasen. Dispuso que comiesen diariamente para poder cumplir con sus obligaciones. Prescribió el tiempo que debían emplear en la oración, en la lectura y en el trabajo manual. El santo afirmaba que recibió esas reglas de sus mayores, es decir, de los monjes irlandeses. Impuso a todos los monjes la obligación de orar en privado en sus celdas, y señaló que lo esencial es la oración del corazón y la concentración de la mente en Dios. La regla se complementa con un penitencial en el que se determinan las penitencias que deben imponerse a los monjes por cada falta, por leve que ésta sea. La regla de san Columbano difiere principalmente de la de san Benito por su severidad, tan característica del cristianismo céltico. En efecto, las menores transgresiones se castigan con ayunos a pan y agua y disciplinas. El rezo del oficio divino es particularmente largo (El máximo es de setenta y cinco salmos diarios en invierno). Puede decirse que en materia de austeridad, los monjes célticos rivalizaban con los de Oriente.

Al cabo de doce años de gran paz, los obispos francos empezaron a mostrar cierta hostilidad contra los monjes de san Columbano y convocaron a éste ante un sínodo para que justificase sus costumbres célticas (fecha de la Pascua, etc.). El santo se negó a comparecer, «para no caer en disputas de palabras»; pero dirigió a la asamblea una carta en la que él, «pobre extranjero en estas regiones por la causa de Cristo», suplica humildemente que le dejen en paz, e indica claramente que el sínodo tiene asuntos más graves en qué ocuparse que la fecha de la Pascua. Como los obispos insistiesen, san Columbano apeló a la Santa Sede. En sus cartas a dos diferentes papas protestó de su ortodoxia y de la de sus monjes, explicó las costumbres irlandesas y pidió que se las confirmara. El tono de las cartas es muy sincero y, para excusarse por ello, dice el santo: «Perdonadme, os ruego, bendito Pontífice, el atrevimiento que me lleva a escribir en forma tan presuntuosa. Os ruego que, por lo menos una vez, os acordéis de mí en vuestras santas oraciones, pues soy un indigno pecador».

Pronto se vio San Columbano envuelto en una tempestad más seria. El rey de Borgoña, Teoderico II, profesaba gran respeto al santo, pero éste le reprendió por tener concubinas en vez de casarse, lo cual molestó mucho a la reina Brunequilda, abuela de Teodorico, que había sido regente del reino, pues temía que, si su nieto se casaba, ella perdería su influencia. La cólera de Brunequilda llegó al colmo cuando Columbano se negó a bendecir a los cuatro hijos naturales de Teodorico, diciendo: «No heredarán el reino, pues son mal nacidos». Por otra parte, el santo negó a Brunequilda la entrada en su monasterio, como lo hacía con todas las mujeres y aun con los laicos. Como eso era contrario a la costumbre franca, Brunequilda lo aprovechó como pretexto para excitar a Teodorico contra san Columbano. El resultado fue que el año 610, el santo y todos sus monjes irlandeses fueron deportados a Irlanda. Es imposible que los obispos hayan intervenido en la expulsión. Desde Multes escribió san Columbano su famosa carta a los monjes que habían quedado en Luxeuil. Montalembert dice que esa carta contiene «algunos de los pensamientos más bellos que el genio cristiano haya producido jamás».

El santo se embarcó en Nantes; pero una tempestad le obligó a volver a tierra. Entonces san Columbano se dirigió, pasando por París y Meaux, a la corte de Teodeberto II de Austrasia, que estaba en Metz. El monarca le acogió amablemente. Bajo su protección, Columbano y algunos de sus discípulos fueron a predicar a los infieles de las cercanías del lago de Zurich. Como no fuesen allí bien recibidos, se trasladaron a un hermoso valle de las cercanías del lago de Constanza, actualmente Bregenz. Allí encontraron un oratorio abandonado dedicado a Santa Aurelia y junto a él construyeron sus celdas. Pero también allí los métodos enérgicos de algunos de los misioneros, especialmente de san Galo, provocaron al pueblo contra ellos. Por otra parte, Austrasia y Borgoña estaban en guerra. Teodoberto resultó vencido y sus propios súbditos le entregaron a su hermano Teodorico, quien le envió a su abuela Brunequilda.

San Columbano, viendo que su enemigo era el amo de la región en que se hallaba y que su vida corría peligro, cruzó los Alpes (por más que tenía ya unos setenta años). En Milán fue muy bien acogido por el rey arriano Agilulfo de Lombardía y su esposa Teodelinda. El santo empezó inmediatamente a combatir el arrianismo, contra el que escribió un tratado, e intervino en el asunto de los Tres Capítulos. Aquellos escritos fueron condenados por el quinto Concilio Ecuménico de Constantinopla, porque favorecían el nestorianismo. Los obispos de Istria y algunos de los de Lombardía defendieron los Tres Capítulos con tal ardor, que rompieron la comunión con el Papa. El rey y la reina indujeron a san Columbano a que escribiese francamente al papa san Bonifacio IV en defensa de esos escritos, urgiéndole a velar por la ortodoxia. San Columbano conocía mal el tema de la controversia. Por lo demás, no dejó de formular claramente su ardiente deseo de permanecer en la unidad de la fe, su intensa devoción a la Santa Sede y su convicción de que «el pilar de la Iglesia ha estado siempre en Roma». En seguida añadía: «Nosotros los irlandeses, que vivimos en el extremo de la tierra, somos seguidores de san Pedro y san Pablo y de los discípulos que escribieron los libros canónicos inspirados por el Espíritu Santo. No aceptamos nada que no esté conforme con las enseñanzas evangélicas y apostólicas ... Confieso que me hace sufrir la mala fama que tiene la cátedra de San Pedro en esta región ... Como lo he dicho antes. estamos ligados a la cátedra de San Pedro. Cierto que Roma es grande y famosa por sí misma, pero ante nosotros, sólo es grande y famosa por la cátedra de San Pedro». Admitiendo que se expresa con demasiada franqueza (pues llega a llamar al papa Vigilio «causa de escándalo»), escribió en la misma carta: «Si en ésta o en alguna otra de mis cartas ... encontráis expresiones dictadas por un celo excesivo, atribuidlas a indiscreción y no a orgullo. Velad por la paz de la Iglesia ... , emplead la voz y los gestos del verdadero pastor y defended a vuestro rebaño de los lobos». San Columbano llama al papa «pastor de pastores», «jefe de los jefes» y «Pontífice único, cuyo poder se engrandece honrando al Apóstol Pedro».

Agilulfo regaló a Columbano una iglesia en ruinas y ciertas tierras en Eboviuni (Bobbio). En ese valle de los Apeninos, situado entre Génova y Piacenza, emprendió el santo la fundación de la abadía de San Pedro. A pesar de su avanzada edad, trabajó personalmente en la construcción. Pero lo que deseaba ardientemente, era el retiro para prepararse a bien morir. Cuando visitó a Clotario II de Neustria, a su regreso de Nantes, había profetizado que Teodorico caería tres años más tarde. La profecía se cumplió. Teodorico había muerto, Brunequilda fue brutalmente asesinada y Clotario era el amo de Austrasia y de Borgoña. Recordando la profecía de san Columbano, el monarca le invitó a volver a Francia. El santo no pudo aceptar la invitación pero rogó a Clotario que se mostrase bondadoso con los monjes de Luxeuil. Poco después murió, el 23 de noviembre del 615.

Aun a mediados del siglo XVIII, Luxeuil era todavía un monasterio muy floreciente, ocupado por la congregación benedictina de San Vitono. Pero cincuenta años después, la Revolución Francesa puso fin a la larga, azarosa y gloriosa historia de Luxeuil. En cuanto al monasterio de Bobbio, cuya biblioteca llegó a ser una de las mayores durante la Edad Media, empezó a declinar desde el siglo XV y fue suprimido por los franceses en 1803; la biblioteca había empezado a dispersarse casi tres siglos antes. Sin embargo, todavía se celebra la fiesta de san Columbano en la pequeña diócesis de Bobbio. En el norte de Italia quedan numerosas huellas del culto que se tributaba antiguamente al santo. Un monje de Bobbio, llamado Jonás, escribió una biografía poco después de la muerte de San Columbano.

La obra de Jonás es nuestra principal fuente. B. Krusch hizo una edición crítica en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol. IV, pp. 1-156. Véase también J. M. Clauss, Die Heiligen des Elsasses (1935); A. M. Tommasini, Irish Saints in Italy (1937) ; L. Gougaud, Le culte de St Columban, en Revue Mabillon, vol. XXV; (1935), pp. 169-178; y M. M. Dubois, St Columban (1950). Las cartas del santo están en Monumenta Germaniae Historica, Epistolae, vol. III, pp. 154- 190. La autenticidad del penitencial que se le atribuye es dudosa; en cambio, su regla parece auténtica y se ha escrito mucho sobre ella; el texto puede verse en Migne, PL., vol. LXXX, cc. 209 ss. El P. P. Grosjean volvió a estudiar el difícil problema de la cronología de la vida del santo, en Analecta Bollandiana, vol. LXIV (1946), pp. 200-215. Hay en línea una versión al inglés de la Vida de san Columbano escrita por Jonás, en la versión publicada en Mabillon: Acta Sanctorum Ordinis S. Benedicti, Vol. I, Venice, 1733, pp. 3-26.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 
 
 
¡Felicidades a los que lleven este nombre!

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