lunes, 4 de febrero de 2013

Simón Fidati de Cassia, Beato


Presbítero, 2 de febrero
 
Simón Fidati de Cassia, Beato
Simón Fidati de Cassia, Beato

Presbítero Agustino

Martirologio Romano: En Florencia, de la Toscana, beato Simón Fidati de Cassia, presbítero de la Orden de Eremitaños de San Agustín, que con sus palabras y sus escritos condujo a muchos a vivir con más fidelidad la vida cristiana (1348).

Fecha de beatificación 1833 por el Papa Gregorio XVI.
Perteneciente a la familia Fidati, vio por primera vez la luz en Casia (Italia) hacia finales del siglo XIII, probablemente en torno al año 1290. Después de un breve interés por la literatura profana y, en particular, tras el conocimiento de la figura y doctrina del franciscano espiritual Ángel Clareno, vistió joven el hábito agustiniano.

Con gran ilusión se dedicó a las ciencias naturales f´ísicas y químicas pero aconsejado por una persona de bien, mudó de propósito y se dedicó a la ciencia de la gracia.

Durante toda su vida se consagró a la predicación, especialmente en tierra toscaza. Fue un gran predicador y unos de los mejores maestros de vida espiritual de su tiempo en Italia. Censor franco y denodado de pecadores habituales, su severidad se extendía también a cuantos buscaban su compañía o su amistad, a quienes a veces trataba con aspereza. A pesar de ello su palabra, llena de ardor y pasión, fascinaba siempre al auditorio.

Y no fue menos apreciado como escritor, quehacer al que dedicaba gran parte de las noches según testimonio de fray Juan de Salerno, que vivió a su lado cerca de diecisiete años. En la más popular de sus obras, la titulada “L’ordine della vita cristiana”, en los orígenes del italiano vulgar, hace una vigorosa llamada al seguimiento e imitación de Cristo, un ideal propuesto con amplitud en su obra maestra “De gestis Domini Salvatoris”.

A propósito de esta última obra se cuenta cómo en una ocasión, mientras proyectaba la conveniencia y el modo de redactarla, se le habría aparecido el Señor bajo las apariencias de un joven que le invitaba a beber el cáliz que llevaba en sus manos. Simón lo probó y “la dulzura de esta bebida le quedó grabada durante el resto de su existencia, haciendo que le pareciera insípido cualquier otro alimento; y a continuación comenzó a escribir la referida vida del Salvador”. Especial mención merece también su “Epistolario”, ya que es precisamente en sus cartas donde se documenta la actividad de Simón como director de espíritus, en contacto con personas de todo tipo y categoría social.

En su pensamiento, aparece cierta proximidad a las doctrinas de Clareno, pero, a diferencia de éste, supo evitar los extremismos. Es posible que Lucero conociese la obra de Fidati. No obstante, como es obvio, reflexiones sueltas o fragmentos de textos al margen de su contexto no autoriza en modo alguno a incluirlo entre los precursores del Reformador. Lo que resulta cierto es que lo mismo como predicador que como escritor influyó notablemente en la vida pública de su tiempo, a pesar de su vivir esquivo, con el continuo anhelo de la soledad, dedicado preferentemente a la oración y al estudio. En esta línea se explica su total rechazo a cualquier cargo de gobierno.

Promotor de la sencillez y abnegación evangélicas, procuró eludir cargos, títulos y prelaturas. Lleno de sinceridad, fue un desvelador de dobleces y reticencias. Amante de la soledad contemplativa, fue un incansable apóstol movido siempre por la obediencia. La obediencia ante todo, decía, siempre que no se oponga a la caridad. La obediencia de la Orden y la comunidad de sincero amor para con los hermanos le mantuvieron firme en su vocación en medio de muchas pruebas. Formar a Cristo en todos fue el motivo inspirador de su vida.

Víctima de “la gran peste” que asoló Europa, murió en Florencia el 2 de febrero de 1348. Sus restos, que no tardaron en ser trasladados al templo de san Agustín de Casia, y de allí, en 1810, a la iglesia de la beata Rita, hoy reposan en la basílica de la Santa. El culto, con el que el pueblo mantuvo viva su memoria, recibió la aprobación de Gregorio XVI en 1833.

ORACIÓN:
Dios,
que diste a tu Iglesia en el beato Simón un ministro fiel
para exponer la palabra evangélica y para reformar las costumbres,
concede que,
adhiriéndonos a su doctrina y ejemplo,
merezcamos ser imitadores de su Hijo Jesucristo.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.


Beato Simón Fidati de Cascia, monje y presbítero
fecha: 2 de febrero
fecha en el calendario anterior: 3 de febrero
n.: c. 1280/90 - †: 1348 - país: Italia
canonización: culto local
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Florencia, de la Toscana, beato Simón Fidati de Cassia, presbítero de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que con sus palabras y sus escritos condujo a muchos a vivir con más fidelidad la vida cristiana.

El nombre de Simón Fidati ha llamado mucho la atención, debido a que ciertos documentos sobre ascética, escritos en el más puro toscano del «trecento», que tradicionalmente se atribuían al dominico Cavalca, han sido reconocidos como obra del agustino Simón, su contemporáneo, por el contenido interno. El caso es muy obscuro. No hay testimonio manuscrito que lo apoye, y aun los defensores de Fidati reconocen que si éste proporcionó las ideas en latín, su discípulo y biógrafo, Juan de Salerno (que no debe confundirse con el beato homónimo), les dio su forma actual, reeditándolas en el lenguaje del pueblo. Más notable aún es el argumento presentado por A. V. Miiller de que muchos de los principios más característicos en la enseñanza de Lutero se derivaron del volumen que publicó Fidati, titulado «De gestis Domini Salvatoris». La obra se imprimió por primera vez en Estrasburgo en 1480, y siendo el trabajo de un colega agustino es muy probable que cayera en manos de Lutero. Ciertamente hay que admitir que el beato Simón tenía algunos puntos de vista teológicos que expresaba con descuido y que con facilidad se prestaban a ser mal interpretados. Además es claro, como consta por la corta biografía de su adicto discípulo Juan de Salerno, que Fidati fue muy criticado por sus contemporáneos y que inclusive algunos no dudaron en llamarlo hipócrita.

Sabemos muy poco de los detalles de su vida. Hasta el sumario presentado a la Congregación de Ritos, cuando se pidió en 1833 una «confirmatio cultus», tuvo que dejarse, pues en su mayor parte contiene vagas generalidades. Debe haber nacido alrededor de 1295 (otros dice 1280 o 1290), en Cascia, en Umbría, y se dice que en su juventud estuvo bajo la influencia de Angelo Clareno, cuyo espíritu intransigente parece haber compartido. Ingresó con los frailes agustinos. El curso de sus estudios ha de haber sido breve, pues su carrera como predicador comenzó aproximadamente en 1318. No hay duda de que poseía dones muy notables, tanto de naturaleza como de gracia. Su biógrafo cuenta cómo, cuando Simón estaba trabajando en su gran obra, De gestis Domini, lo había visto escribir folio tras folio sin hacer pausa, como quien garrapatea una carta a algún amigo. En los primeros años de su predicación, había llevado una vida sumamente austera, pero conforme tuvo más edad, vio que era necesario ser más discreto en sus mortificaciones corporales. Se dice que por regla general predicaba sin ninguna preparación, dejando al Espíritu de Dios que le inspirara lo que debía decir. Sin embargo, esto lo hacía no por ahorrarse trabajo, sino debido en gran parte al hecho de que cuando estaba ocupado en alguna gran misión predicando, en ocasiones tenía que escribir de una sola vez treinta y hasta cuarenta cartas a penitentes y otras personas, tarea que le llevaba la mejor parte de la noche. Juan de Salerno, su compañero cotidiano por diecisiete años, nos dice todo esto con tanta seriedad, que nos convence de su verdad.

Simón censuraba sin miedo a los transgresores, y trataba a muchos, aun a los que buscaban su amistad, con inflexible dureza, pero dice su biógrafo que era curioso el efecto, pues sucedía que en muchos casos con eso los atraía más. Era como un imán entre limaduras de hierro. Se ingeniaba para evadir todo cargo de autoridad dentro y fuera de su orden, y cuando un amigo íntimo que tenía influencias consiguió que lo nombraran para una sede episcopal, lo trató con tanta severidad, que aquél nunca se atrevió a mencionar el asunto otra vez. A pesar de tener tanto éxito como predicador, y haber tomado parte en la vida pública de Perugia, Florencia y Siena, el beato Simón prefería una vida de soledad dedicada a la oración y a estar entre sus libros. Fuera de esto, parece que tuvo especial interés por redimir a las mujeres caídas, para las cuales fundó una casa-asilo, y en proteger a las jóvenes, a quienes el 2 de febrero de 1348, como fruto de sus esfuerzos caritativos, se les proporcionó un refugio semejante. Parece que murió en Florencia, aunque no sabemos con certeza el sitio.

El único material de algún valor sobre la vida del beato Simón es el que se halla en el volumen de Fr. Nicola Mattioli, Il B. Simone Fidati da Cascia (1898), que trae varias cartas de Fidati, lo mismo que la biografía por Juan de Cremona. El compilador del sumario impreso para la Congregación de Ritos en 1833, parece que no estaba perfectamente enterado de los hechos de su historia. Cf. también A. d'Ancona y O. Bacci, Manuale delta letteratura italiana (1904), vol. I, pp. 405-407; y A.V. Müller, Una Fonte ignota del sistema di Lutero (1921).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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