1. Jesús: Yo
soy. (Jn 8,24; Jn 8,28); 8, 58; Jn 13,19): significa existencia,
identidad, autenticidad, veracidad, unidad, coherencia. Detrás de esa definición
se esconde esta gran verdad: Jesús es la Existencia que da la existencia y
consistencia a todo lo demás. Quien se une a Jesús, quien lo sigue, quien trata
de imitarlo será una persona que viva en la verdad, autenticidad, identidad
consigo mismo. Y evitará la duplicidad, la doblez de vida, las fisuras, los
resquebrajamientos, la esquizofrenia.
2. Yo soy el
Camino. (Jn 14,6): camino para ir al Padre, camino para entender al
Padre, camino para entender la verdad profunda del hombre, camino para la
realización humana, camino para la solución a todos los problemas
socioeconómicos y culturales. Quien se aparta de este Camino se perderá,
tropezará, se desviará y no llegará nunca al puerto de la salvación y de la
felicidad eterna. Quien sigue este Camino, que a veces es arduo y empinado,
llegará, aunque llegue cansado, sin fuerzas y arrastrándose. Él es el Camino y
el gozo al fin del camino, pues nos está esperando al final con los brazos
abiertos.
3. Yo soy la
Verdad. (Jn 14,6): Ha venido a traer la Verdad de Dios, la Verdad del
mundo, la Verdad del hombre, la Verdad de las cosas materiales, la Verdad del
sufrimiento, la Verdad de la muerte, la Verdad del más allá. Quien se aparta de
esta Verdad, caerá en el error, en la mentira, en la incoherencia, en la
inautenticidad. Quien sigue a esta Verdad, la ama, la vive, la defiende, podrá
sentirse libre, pues "la verdad os hará libres".
4. Yo soy la
Vida. (Jn 11, 25 y 14,6): Ha venido a traer la vida divina, de la que
Él disfrutaba al lado del Padre. Y esa vida divina nos viene a través de los
sacramentos y de la oración. Quien no se acerca a Jesús experimentará tarde o
temprano los síntomas de la muerte. Quien sigue a Jesús, que es Vida, no morirá
jamás, sino que vivirá eternamente. Es promesa de Jesús. Y Él cumple, porque es
la Verdad.
5. Yo soy la
Resurrección. (Jn 11,25): Así como Él resucitó, así también nosotros,
si creemos en Él, si lo seguimos, si lo amamos, resucitaremos. Y resucitaremos
con nuestros mismos cuerpos. Y estos cuerpos se unirán a nuestras almas
inmortales, para nunca más morir. Y unidos cuerpo y alma se formará, una vez
más, nuestra persona, ya gloriosa y transfigurada, cuyo único objetivo será
alabar, amar y servir a Dios en esos cielos nuevos.
6. Yo soy la Luz
del mundo. (Jn 8,12): Antes de su venida, una espesa oscuridad se
cernía sobre el mundo y Él vino a traer la Luz del cielo, donde todo es
transparencia, luminosidad, claridad. Quien sigue a Jesús no tropezará ni caerá,
porque Él ilumina nuestro sendero. Quien sigue a Jesús no tendrá frío, porque su
luz es calor para el alma.
7. Yo soy el Buen
Pastor. (Jn 10, 11): Hay tres tipos de pastores: el bueno, el malo y el
mercenario. El pastor mercenario es asalariado, no busca el bien de las ovejas,
sino que se sirve de las ovejas para su propio provecho; no ama a las ovejas,
ama el oro que le pagan por cuidarlas. El pastor malo es el ladrón que salta la
valla para robar. Y el Buen Pastor es el que da la vida por sus ovejas; es
Cristo. Y será Buen Pastor quien se configura con el único Pastor y está
dispuesto a dar la vida por las ovejas. ¿Qué hacer ante estos tres tipos de
pastores? Debemos reconocer al Buen Pastor para amarlo, respetarlo, obedecerle;
al mercenario hay que tolerarlo*; al ladrón, evitarlo, porque si no lo evitamos,
nos roba el alma. **
8. Yo soy la
Puerta de la ovejas. (Jn 10,7 y 9): puerta por la que se entra y se
sale y por la que entran tanto las ovejas como los pastores, aunque no todos los
pastores, sino sólo los verdaderos. Significa que Él es la Puerta de la Vida y
el Camino de la Redención. Es el único mediador entre Dios y los hombres. Es la
Puerta para entrar en la Casa del Padre. Es la Puerta para entrar en el Banquete
celestial. Es la Puerta para entrar en la Vida eterna y feliz. Otras puertas
conducen tal vez al vacío, a la violencia, a la nada, a la muerte. Quien es
pastor lo único que debe hacer es hacer que sus ovejas pasen por esta Puerta que
es Jesús. Quien es oveja lo único que debe hacer es hacer caso al Buen Pastor y
a los pastores que le representan y entrar por esa Puerta, desoyendo la voz de
los ladrones que saltan la tapia, porque quieren matar y robar. Y entrando,
tendrán vida y vida en abundancia.
9. Yo soy el Pan
de la vida. (Jn 6, 35 y 48): ¡Qué atrevimiento! Darse Él como Comida,
en cuerpo y sangre, alma y divinidad. ¡Nadie habló como Él! Pan porque es el
elemente más sencillo, lo que nunca falta en la mesa de los pobres. Pan porque
se puede partir, compartir y repartir. Pan que pide ansia interior de esa comida
espiritual y corazón limpio. Pan que nutre al débil, que consuela al triste. Pan
que se hace uno con nosotros; o, mejor, nosotros nos hacemos uno con ese Pan y
podemos entrar en intimidad y unión tal, que nadie podrá separarnos. Eso es la
Comunión, la común unión con Jesús, verdadero Dios y verdadero
hombre.
10. Yo soy la Vid
verdadera. (Jn 15, 1): La Vid es la que da savia y alimento y fruto a
los sarmientos. Los sarmientos somos nosotros. Sólo quien está unido a esa Vid
tendrá vida y no se secará. Quien no está unido a esa Vid, se seca, se corta, se
arroja fuera y se quema. ¿Para qué sirve, si no? ¿Queremos dar frutos en la vida
personal, en la vida familiar, en la vida social? Unámonos a esta Vid. E
injertemos a esta Vid a esos sarmientos que tal vez se desgajaron o se dejaron
desgajar, consciente o inconscientemente.
11. Yo soy
Rey. (Jn 18, 37): No un rey temporal, político, social que subyuga,
esclaviza a sus súbditos. Más bien, es un Rey pobre, pobre materialmente, pero
rico espiritualmente; es un Rey entregado a la Causa encomendada por el Padre;
es un Rey humilde, pero consciente de su Realeza. Es un Rey que sirve, sale de
palacio para caminar por nuestros caminos polvorientos y ver las necesidades de
cada uno de sus súbditos y así poner soluciones. Nuestro Rey sufre nuestras
miserias y dolores y los comparte. Es un Rey especial, porque tiene como trono,
la cruz; como cetro, la verdad; como ley, el amor y el perdón; como vestidura,
la humildad y la pureza; como corona, una de espinas labrada con todos los
pecados nuestros.
Su Reinado son las
naciones, las familias, cada corazón, donde Él quiere reinar, si le dejamos. No
quiere que nadie quede fuera de su Imperio de amor y de paz.
Este Rey pide súbditos
fieles y felices de enarbolar su bandera, de servirle, de transmitir su ley y su
mensaje. Estos súbditos fieles no cambian este Rey Jesús ni por el rey de copas,
que sería el rey-placer, ni por el rey de oros, el rey-dinero, ni por el rey de
bastos o de espada, el rey-violencia. Dicen "Viva Cristo Rey" con los labios y
con la vida. No quiere ni súbditos infieles ni cobardes o mediocres, que viven
éstos últimos en el ejército de Cristo, pero no luchan, no trabajan, no se
esfuerzan, por seguir la ley del mínimo esfuerzo, de la queja continua, del
sabotaje y de la mentira.
*Verdad
es que algunos predican el Evangelio no con recta intención sino por torpe
lucro, pero al menos el nombre de Jesucristo es anunciado (cf Fil 1, 15-18);
aunque su corazón esté partido y aunque en el fondo sean estériles, el nombre de
Jesús es predicado. De éstos se nos dice que hagamos lo que dicen pero no lo que
hacen (cf Mt 23, 3). Dios sabe escribir derecho aun con líneas
torcidas.
**Serían
todos los que fueron pastores, pero se dejaron atrapar por la herejía,
tergiversan a Cristo, no lo reconocen como Único Salvador, lo falsifican, lo
deforman, lo aguan. Entran al aprisco para robar y atrapar a esas ovejas y
llevárselas a su redil
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