martes, 5 de febrero de 2013

En el aniversario de bodas

Los problemas llegan, con culpa o sin culpa, pero que “la confianza en Dios los suaviza y los convierte en algo útil para una vida mejor”
 
En el aniversario de bodas
En el aniversario de bodas
El padre abad estaba casi tan emocionado como aquellos esposos. Después del evangelio, dedicó la homilía a la pareja.

«Hoy es un día especial. Para vosotros, que cumplís 25 años de casados. Para vuestros hijos, que os dan las gracias por ser fieles a vuestro amor. Para la parroquia, al encontraros nuevamente aquí, en familia de fe y en familia de sangre. Para mí, que os he podido conocer y acompañar un poco durante estos años. Y para Dios, que os quiere como hijos y que os bendice como esposos.

Miramos al pasado. Seguramente habréis recordado el día de vuestro encuentro. No sé si entonces se produjo el famoso flechazo o si tuvo que pasar algo de tiempo para llegar al inicio de esa experiencia tan humana y tan hermosa, cuando se vive desde Dios, que es el enamoramiento. Pero fue ese momento el punto de partida de una aventura que ha durado por muchos años y que todavía os mantiene unidos, con esa felicidad que viene de Dios y que cultiváis cada día.

Dicen que el amor es ciego. Un autor moderno, André Frossard, se rebeló contra esas palabras. Según él, el amor es lo único “que ve bien: descubre bellezas donde nada ven otros”. Así ocurrió en vuestras vidas: un día tú, Manuel, viste algo especial en Sofía. Y tú, Sofía, abriste los ojos del alma para ver en Manuel una riqueza que te fascinó.

Desde ese amor disteis el paso al noviazgo. Seguramente hubo momentos de duda, de miedo, de ansiedad. Llegar a un compromiso que implica el “para toda la vida” asusta, sobre todo en nuestro tiempo. ¿No hay tantos que dicen que no existe el amor auténtico? ¿No vemos a nuestro alrededor tantas infidelidades y fracasos? ¿No sentimos pena al ver cómo muchos prefieren vivir juntos por un tiempo de prueba para luego iniciar nuevas aventuras, si la “experiencia” no había “funcionado”?

Vosotros, sin embargo, os lanzasteis a la aventura del amor. Llegó el día de la boda, y aunque no estuve presente me imagino vuestros miedos y vuestras emociones. Iniciaba una nueva etapa. Antes vivíais en vuestros hogares, con una cierta independencia y bajo la protección de vuestros respectivos padres. Desde aquel momento comenzasteis a vivir en un nuevo hogar y os comprometisteis a llevarlo adelante, con mucha confianza en Dios y con no pocas sorpresas.

¿Que ha habido dificultades en estos años? Ciertamente. Las conocéis vosotros mejor que yo. Pero también, ¡cuántas alegrías y cuántas esperanzas! Sobre todo porque mantuvisteis encendida la lámpara de la fe y os dejasteis guiar por un Dios que ama a sus hijos como Padre.

Luego, la alegría de los hijos. ¡Qué bendición verlos llegar uno tras otro! El mundo de hoy mira con recelo a las parejas que tienen muchos hijos. En vuestro caso, os abristeis a Dios y, desde vuestro amor, ahora sois padres de seis jóvenes. Hoy están aquí y os dicen, simplemente, ¡gracias por amaros y por amarles!

Hace años un obispo italiano explicaba lo que significa nacer en un hogar donde el amor es lo primero. Imaginaba a un niño que preguntaba a su padre: papá, ¿por qué me has dado la vida? Y el padre respondía: porque amaba a tu madre.

Así ha sido en vuestras vidas. Porque os habéis amado, aquí están, felices y llenos de esperanza, vuestros hijos. Y pronto, por lo que veo, vais a ser abuelos...

Hoy miráis al pasado con gratitud. Notáis la presencia de Dios en tantos momentos. También cuando llegaron los problemas, las tensiones, las dudas. ¿Qué pareja vive un amor perfecto? ¿Es que no existen las dificultades? Pero desde la fe habéis podido atravesar tantas tormentas y salir adelante.

Vale para vosotros el texto con el que concluye Alessandro Manzoni su famosa novela “Los novios”. Al final de la misma, cuando ya los protagonistas están casados y viven felices con muchos hijos, descubren que los problemas llegan, con culpa o sin culpa, pero que “la confianza en Dios los suaviza y los convierte en algo útil para una vida mejor”. Así lo habréis experimentado tantas veces en estos 25 años.

Ahora miráis al presente y al futuro. No sé qué vaya a ocurrir entre vosotros. La vida encierra mil misterios. Pero estoy seguro de que si conserváis fresco el amor y permitís a Cristo estar a vuestro lado, no sólo superaréis las tormentas, sino que aumentaréis la alegría de vivir enamorados.

Eso es lo que os deseo en este día de aniversario. Que Dios os bendiga mucho y que la Virgen os acompañe en los próximos meses y años, hasta que llegue (si así lo quiere el Señor) el día de vuestras bodas de oro. No sé si estaré presente para entonces... pero contad con mis pobres oraciones y con el apoyo de todos los que en esta parroquia os queremos como amigos y como hermanos».

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