martes, 5 de febrero de 2013

Águeda o Ágata, Santa


Virgen y Mártir, 5 de febrero
 
Águeda o Ágata, Santa
Águeda o Ágata, Santa

Virgen y Mártir
Patrona de las enfermeras

Martirologio Romano: Memoria de santa Águeda, virgen y mártir, que en Catania, ciudad de Sicilia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor de Cristo Señor (c. 251).

Etimología: Águeda = Ágata = Aquella que es buena y virtuosa, es de origen griego.
Santa Águeda de Catania fue una virgen y mártir según la tradición cristiana. Su día se celebra el 5 de febrero.

Fue una joven siciliana de una familia distinguida y de singular belleza que vivió en el siglo III. El senador Quintianus intentó poseerla aprovechando las persecuciones que el emperador Decio realizó contra los cristianos. El Senador fue rechazado por la joven que ya se había comprometido con Jesucristo. Quintianus intentó con ayuda de una mala mujer, Afrodisia, convencer a la joven Águeda, pero esta no cedió.

El Senador en venganza por no conseguir sus placeres la envía a un lupanar, donde milagrosamente conserva su virginidad. Aún más enfurecido, ordenó que torturaran a la joven y que le cortarán los senos. La respuesta de la luego Santa fue "Cruel tirano, ¿no te da vergüenza torturar en una mujer el mismo seno con el que de niño te alimentaste?". Aunque en una visión vio a San Pedro y este curó sus heridas, siguió siendo torturada y fue arrojada sobre carbones al rojo vivo en la ciudad de Catania, Sicilia (Italia). Además se dice que lanzó un gran grito de alegría al expirar, dando gracias a Dios.

Según cuentan el volcán Etna hizo erupción un año después de la muerte de la Santa en el 250 y los pobladores de Catania pidieron su intervención logrando detener la lava a las puertas de la ciudad. Desde entonces es patrona de Catania y de toda Sicilia y de los alrededores del volcán e invocada para prevenir los daños del fuego, rayos y volcanes. También se recurre a ella con los males de los pechos, partos difíciles y problemas con la lactancia. En general se la considera protectora de las mujeres. En el País Vasco se le atribuye una faceta sanadora.

Es la Patrona de las enfermeras y fue meritoria de la palma
Águeda o Ágata, Santa
Águeda o Ágata, Santa
del martirio con la que se suele representar.

Iconografía

Se la ha representado en el martirio, colgada cabeza abajo, con el verdugo armado de tenazas y retorciendo su seno. También sosteniendo ella misma la tenaza y un ángel con sus senos en una bandeja o ella misma portando la bandeja con sus pechos. La escena de la curación por San Pedro también se ha representado.

A menudo se la representa como protectora contra el fuego, con lo que lleva una antorcha o bastón en llamas, o una vela, intentado extinguir el incendio.

Santa Águeda, virgen y mártir
fecha: 5 de febrero
†: c. 251 - país: Italia
otras formas del nombre: Ágata
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Memoria de santa Agueda, virgen y mártir, que en Catania, ciudad de Sicilia, siendo aún joven, en medio de la persecución mantuvo su cuerpo incontaminado y su fe íntegra en el martirio, dando testimonio en favor de Cristo Señor.
patronazgo: patrona de Catania (Italia) y Malta, de las enfermeras, pastoras, tejedores, mineros, trabajadores de hornos, orfebres, campaneros, cristaleros, protectora contra el hambre, la infecundidad, las enfermedades de las mamas, fiebres, para pedir por el mal tiempo, los terremotos y desastres naturales, y especialmente contra la erupción del Etna.
tradiciones, refranes, devociones: Por santa Águeda el tiempo agrada.
Santa Águeda, todas las fiestas arrebata. (?)
oración:
Te rogamos, Señor, que la virgen santa Águeda nos alcance tu perdón, pues ella fue agradable a tus ojos por la fortaleza que mostró en su martirio y por el mérito de su castidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Las ciudades de Palermo y Catania, en Sicilia, se disputan el honor de haber sido el lugar de nacimiento de santa Águeda, pero el único dato cierto al que se ha llegado es que recibió la corona del martirio en Catania. Sus «Actas», que existen en latín y griego con muchas variantes y que no tienen valor histórico, declaran que perteneció a una familia rica e ilustre, y que habiendo sido consagrada a Dios desde sus primeros años, triunfó de los muchos asaltos a su pureza. Quinciano, un dignatario consular, pensó que podría llevar al cabo sus perversas intenciones hacia Águeda, por medio del edicto del emperador contra los cristianos. Con ese objeto, la hizo comparecer en su presencia. Viéndose en manos de sus perseguidores, oró de esta manera:
«Jesucristo, Señor de todas las cosas, tú ves mi corazón, tú conoces mis deseos. Sé tú dueño absoluto de todo lo que soy. Soy tu oveja: hazme digna de vencer al diablo.»
Quinciano ordenó que se la entregaran a Aphrodisia, una mujer perversa que con sus seis hijas tenía una casa de mala fama. En este lugar espantoso sufrió Águeda asaltos y acechanzas contra su honra, más terribles para ella que el tormento o la muerte, pero se mantuvo firme. Después de un mes, Quinciano trató de asustarla con amenazas, pero ella permaneció inconmovible y declaró que ser sierva de Jesucristo era estar en verdad libre. El juez, disgustado con sus firmes respuestas, mandó que fuera azotada y llevada a la prisión. Al día siguiente, le hicieron otro interrogatorio y ella aseguró que Jesucristo era su luz y su salvación. Entonces Quinciano ordenó que la estiraran en el potro, tormento que generalmente iba acompañado de azotes, desgarramiento de los costados con ganchos de hierro, y aplicación de antorchas ardiendo. El gobernador, enfurecido al ver que sufría todo esto con alegría, ordenó que le oprimieran brutalmente los pechos y después se los cortaran. Luego mandó que la enviaran de nuevo a la prisión, ordenando que no le dieran ni alimentos, ni atención médica. Pero Dios la confortó; se le apareció San Pedro en una visión que llenó su calabozo de una luz celestial, la consoló y la curó. Cuatro días después, Quinciano hizo que la rodaran desnuda sobre brasas ardiendo, mezcladas con cortantes fragmentos de vasijas. Al ser conducida de vuelta a la prisión, exclamó «Señor, Creador mío, desde la cuna me has protegido siempre; me has apartado del amor al mundo y me has dado paciencia para sufrir. Recibe ahora mi alma». Después de decir estas palabras, expiró.
Hay buen testimonio del primitivo culto a Santa Águeda. Su nombre aparece en el calendario de Cartago (c. 530), y en el Hieronymianum, y sus alabanzas las cantó Venancio Fortunato (Carmina 8:4), pero no podernos afirmar nada referente a su historia. Está representada en la procesión de los santos en Sant`Apollinare Nuovo en Ravena. En el arte la han representado sosteniendo un plato con los pechos que le cortaron. En la Edad Media éstos se confundieron a veces con panes, y de ahí parece que vino la costumbre de bendecir pan en la fiesta de Santa Águeda, el cual se lleva al altar en un plato. Como en Sicilia tenía la fama de poder detener las erupciones del Monte Etna, se la invoca contra cualquier brote de fuego. Ya sea porque cuando ocurre algún incendio se da aviso con un toque de campana, o porque el metal fundido para moldearla se asemeja a una corriente de lava, los gremios de fundidores de campanas tomaron a Santa Águeda por su patrona. En Roma hay dos iglesias del siglo sexto que están dedicadas en su honor, y se la nombra en el canon I de la misa.
Véase el Acta Sanctorum, febrero, vol. I, donde hay, una versión latina de un elogio atribuido a San Metodio de Constantinopla (d. 847), sobre el cual véase Analecta Bollandiana, vol. LXVIII (1950) pp. 58 ss. Véase también a J.P. Kirsch en la Catholic Encyclopedia (vol. I, pp. 203-204); y para la santa en el arte, Künstle, Ikonographie der Heiligen (1926), pp. 37-39. Una obra sobre Santa Agueda en dos vols., por B. G. Consoli, apareció en 1951.
Imagen: mural en la iglesia de Santa Águeda en el monasterio de Ris en Vichy, en la región de Auvernia, siglo XV.



fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

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