viernes, 18 de enero de 2013

Manual del Predicador.


Evangelio del día. Miguel iribertegui

En este apartado de la sección de Predicación queremos ofrecer diversos materiales a quienes se dedican al servicio de la predicación, que le ayuden a prepararse espiritualmente, le sirvan como guía general para la predicación en nuestro mundo hoy  y poner a su disposición textos de autores clásicos sobre la importancia del Anuncio de la Buena Nueva, la actitud del predicador y los errores que ha de evitar.
     Este apartado consta de tres secciones:

     La liturgia dominicana ofrece varias oraciones de santos de la Orden para ser utilizadas por los predicadores a la hora de preparar la homilía y también a modo de preparación espiritual antes de la predicación.


Oraciones para el predicador

Evangelio del día
En esta sección os iremos ofreciendo oraciones tomadas del Propio de la Orden de Predicadores, escritas por santos dominicos para ayudar a prepararse espiritualmente antes de la predicación.
    
 Las oraciones que os ofrecemos son las siguientes:
  1.     Oración del Predicador,  de San Alberto Magno
  2.     Para antes de escribir, enseñar o predicar, de Santo Tomás de Aquino
  3.    En la hora undécima de la vida del Predicador, de San Alberto Magno

Se irán añadiendo algunas oraciones más adelante.


 


1. Oración del predicador

Señor Jesucristo, haz que con deseo ardiente me precipite a escuchar la Palabra de Dios,
y haz que no rechaze a los que ya se han acercado;
haz que sepa estar junto a las aguas, no dentro de las aguas de la vanagloria;
que suba a la navecilla de la obediencia y que baje a tierra por la humildad;
que lave las redes del deseo de la predicación
y de las buenas obras de toda avaricia, vanagloria y adulación;
que sepa repararlas mediante la armonía de las sentencias;
que las seque con la claridad;
que las recoja por cautela y no por pereza;
que no las rasgue por las divisiones;
que aleje de la tierra la nave de la religión y permanezca descansando en ella.
Haz que enseñe a los demás con el ejemplo;
que sepa alternar la contemplación y la acción;
que sepa conducir a los demás a la profundidad de la contemplación
mediante la predicación de la religión.
Que lance las redes en tu palabra
y no en la tiniebla del pecado y de la ignorancia
de tal forma que pueda capturar obras vivas;
que en las aguas de las tribulaciones
pueda llenar mis redes de la abundancia de tu presencia y de tus consuelos
de modo que el alma reviente de admiración y busque ayudar al prójimo,
especialmente a los más necesitados.
Que llene las naves de obediencia y de paciencia
y que por la humildad me prosterne ante las rodillas de Jesús
y que, una vez arribado de este mundo a la tierra de los vivientes,
pueda yo recibir los premios eternos. amén.
San Alberto Magno. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1814-1815.
 

2. Para antes de enseñar, escribir o predicar

Creador inefable,
que en los tesoros de tu sabiduría
has establecido tras jerarquías de ángeles,
y las has colocado sobre el cielo empíreo
con orden admirable
y has dispuesto admirablemente
todas las partes del universo.
Tú, pues, que eres considerado verdadera fuente de la luz,
y principio eminentísimo de la sabiduría,
dígnate infundir un rayo de tu claridad
en las tinieblas de mi inteligencia,
alejando de mí las dos clases de tinieblas
con las que he nacido:
la del pecado y la de la ignorancia.
Tú, que sueltas las lenguas de los niños,
prepara mi lengua
e infunde la gracia de tu bendición
en mis labios.
Concédeme la agudeza para entender,
la capacidad para asimilar,
el modo y la facilidad para aprender,
la sutileza para interpretar
y la gracia abundante para hablar.
Instruye el comienzo,
dirige el desarrollo,
completa la conclusión.
Tú, que eres verdadero Dios y verdadero hombre,
y que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Santo Tomás de Aquino. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1819-1820.

3. En la hora undécima de la vida del Predicador

Señor Jesucristo, que me llamaste
a la primera hora de la mañana a tu viña,
pues me has conducido desde mi juventud
para trabajar en la religión
por el premio de la vida eterna;
cuando todo se haya consumado
y ya en el juicio final premies las acciones,
¿qué me darás a mí que estuve todo el día ocioso,
no ya en la plaza del mundo
sino en la misma viña de la religión?
Oh Señor, que no mides nuestras acciones
con el peso público sino con la balanza del santuario,
haz que al menos caiga en la cuenta
y me convierta en la hora undécima
y que no sea hallado envidioso
porque tú eres bueno. Amén.
San Alberto Magno. Liturgia de las Horas. Propio O.P., pp. 1815.
 
 
Predicar hoy
Autor: Lawrence Lew.
 "Predicar en este tiempo es compartir la vida, la esperanza y la promesa que
palpitan en el mundo de los otros. Predicar en este mundo es caminar en la
frontera entre compartir la vida de todos ellos y compartir la promesa de la
salvación, llevándoles la Buena Nueva de Jesucristo y descubriendo que Él ya ha ido a Galilea antes que nosotros".
Act. Cap. Gen. Cracovia nº 50

   Este espacio quiere ofrecer a todo cristiano, algunas pistas para anunciar la buena Nueva de Jesucristo en el mundo que nos ha tocado vivir. Las reflexiones que ofrecemos han sido realizadas por dominicos y dominicas de nuestro tiempo, en diferentes ámbitos de diálogo sobre la predicación.

Os ofrecemos, por el momento, las siguientes reflexiones:


¿Quid sit praedicatio?

José Luis Gago de Val, OP

Hay muchas posibilidades diferentes de aplicar la palabra predicación.
Se predica en el templo, en la celebración litúrgica y fuera de ella. Se predica en salas de conferencias, en grandes manifestaciones e incluso en plazas y calles. Se predica por radio y televisión, etc. Dentro de esta falta de precisión en la terminología hay algo que se puede afirmar con certeza: la predicación es el anuncio de la palabra de Dios.”
En la literatura paleocristiana, la palabra predicar conserva siempre el sentido de “proclamación del mensaje cristiano”.
Con un estudioso de la teología de la predicación – Domenico Grasso, “Teología de la predicación”, Ediciones Sígueme, Salamanca 1968)- la definimos como “la proclamación del misterio de la salvación, hecha por Dios mismo a través de sus enviados, en orden a la fe y a la conversión y para el crecimiento de la vida cristiana”. En otro lugar de su obra “Teología de la predicación” afirma: “la predicación es un acontecimiento: el encuentro con Dios. La historia de cada hombre no es tal, hasta que Dios no entra en ella obligándole a una elección. El encuentro entre Cristo y cada hombre acontece en la predicación antes que en los sacramentos".
La predicación es vehículo de la gracia y, en particular, de esta gracia fundamental que es la fe. De ahí su preeminencia entre los ministerios de la Iglesia.  El propio Grasso asegura que la predicación es más importante que las obras de caridad arguyendo por el dato, recogido en el libro de los Hechos de los apóstoles, de la elección de los siete diáconos, pues...”no es razonable que nosotros abandonemos el ministerio de la palabra de Dios, dijeron, para servir a las mesas". (Hech 6,2). Más importante, insiste, que la administración de los sacramentos, incluido el bautismo: Jesucristo, consciente de que el Padre le ha enviado a predicar el reino de Dios (Lc 4, 43) deja en manos de sus apóstoles la administración del bautismo de penitencia. San Pablo hará lo propio y, para justificar su proceder reservándose la predicación, recurre al mandato de Jesucristo: “Que no me envió Cristo a bautizar, sino a evangelizar”. (1 Cor 1, 17).
Probablemente hay que buscar, en el ejemplo de Cristo y de san Pablo, la causa de que los obispos de los primeros tiempos se reservaran para sí el ministerio de la palabra y no permitieran ejercerlo a los simples sacerdotes, sino en época muy tardía.
En África fue san Agustín el primer presbítero a quien se le permitió predicar; el hecho llamó tanto la atención, que el papa Celestino escribió a los obispos de Italia para que no imitasen este “mal ejemplo”.  No obstante, en el Concilio de Arlés (813) aparece por primera vez el mandato de que los párrocos prediquen en sus parroquias.
Aquí es obligado mencionar a Diego de Acebedo, obispo de Osma y Domingo de Guzmán, por entonces canónigo regular de su cabildo. Año 1205: primer contacto con cátaros y valdenses en el mediodía francés, inicio de una nueva etapa que se inaugura con la fundación, en Prulla, Francia, de una casa llamada “santa predicación"; desde allí, con la aprobación sucesiva de Honorio III e Inocencio III, surgirán los frailes predicadores “para consagraros – les escribirá el primero de ellos-a la predicación de la palabra de Dios, propagando por el mundo el nombre de Nuestro Señor Jesucristo”. El IV Concilio de Letrán (1215) extenderá la experiencia recuperada por los frailes predicadores.
Pero la cosa empezó en Galilea... Es frecuente encontrar en el evangelio la expresión “Jesús pasaba predicando el evangelio del Reino”; y ése es el encargo que dejó a los suyos: "Id por todo el mundo y proclamad la buena noticia a toda criatura”. Desde los apóstoles Pedro y Pablo, la historia de la Iglesia es la historia de la predicación, de la evangelización, de la proclamación del evangelio.
José Luis GAGO DE VAL; Del orador sagrado al comunicador cristiano, 1ª Asamblea de Predicación, 2006.

Predicar: transmitir la mirada de Dios o ayudar a mirar al mundo como Dios lo mira

Fr. Felicísimo Martínez

Personalizar el mensaje no es, ni mucho menos, transmitir la propia experiencia subjetiva, la propia ideología, las propias opiniones, la propia mirada…, aunque sea sobre los misterios más divinos y las realidades más sagradas. Lo que hay que transmitir es la mirada de Dios sobre la humanidad, sobre la historia, sobre este mundo. Eso sí, se trata de transmitir la mirada de Dios una vez asimilada por la propia experiencia personal yde transmitirla con la mayor fidelidad posible. El único lenguaje que tenemos para hablar de Dios y de la salvación, para predicar, es el lenguaje humano; la única experiencia que tenemos para experimentar a Dios es la experiencia humana. Ciertamente, se trata de una experiencia humana que se ve transformada, convertida, transfigurada… cuando se siente tocada por la mirada y el amor de Dios, cuando ha sido pasada por el tamiz de la fe. El cristianismo no es en principio un mensaje que ha de ser creído, sino una experiencia de fe que deviene mensaje; luego, ese mensaje explícito ofrece una nueva posibilidad de experiencia de vida a otros que lo oyen desde su experiencia de vida (Schillebeeckx) (In the Company…, 128).
Nos sirve para aclararnos aquella metáfora del Éxodo: “sólo verás mi espalda”. Moisés le pidió a Yahvéh: Déjame ver tu rostro. Y obtuvo esta respuesta: Mi rostro no podrás verlo, pues no puede verme el hombre y seguir viviendo… Tú te colocarás sobre la peña… Al pasar mi gloria te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi mano, “para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver” (Ex 33, 18-23). Es todo una metáfora de lo que queremos decir cuando decimos que Dios quiere que miremos con sus ojos.
A nuestro hermano Pedro Meca le escuché una vez una exégesis de este pasaje muy alegórica, pero muy sugerente. Lo que la Escritura quiere decires que, para mirar en la dirección de Dios -y para caminar en su misma dirección-, tenemos que situarnos a la espalda de Dios. Lo cual no es lo mismo, por supuesto, que echarnos a Dios a la espalda o ignorarlo, como solía decir U. Von Balthasar. A veces tenemos que enfrentarnos a Dios, como Job, para interpelarle o para dejarnos interpelar por su mirada. Pero debemos tener en cuenta que cuando miramos a Dios de frente, miramos exactamente en la dirección contraria a la que El mira. Por eso, solemos ver al mundo al revés, en negativo, con mirada no creyente. Si queremos ver al mundo con su mirada, tenemos que colocarnos a su espalda. Sólo así podemos mirarlo como Dios lo mira. (Esta es la imagen que nos ofrecen tantos padres y madres cuando están enseñando a sus hijos e hijas a mirar el mundo: los colocan sobre sus hombros y les indican en la dirección que deben mirar; o se colocan detrás de ellos y les indican los objetos y la dirección en la que deben mirar. Así padres e hijos miran con la misma perspectiva). Si consiguiéramos mirar así al mundo, a las personas, a la sociedad, sería una mirada auténticamente creyente y la convivencia, por supuesto, sería mucho más fácil y más pacífica. Esta mirada de fe es la que debe transmitir la predicación cristiana: es, en definitiva, la mirada de Dios, pero hecha propia; no es la mirada propia atribuida a Dios.
Esta mirada de fe es, en definitiva, un don de Dios, una gracia, una obra del Espíritu Santo. Por eso, como dice Humberto de Romanis, el Espíritu Santo es el verdadero Maestro de los predicadores. Dice Humberto que es difícil predicar bien, en primer lugar, a causa del Maestro de la predicación, que es el Espíritu Santo, y que pocos tienen (p. 51).
Esa mirada de fe y amor es la experiencia teologal que sustenta la verdadera predicación cristiana. Pero ciertamente esta experiencia sólo nos es dada a base de mucha oración y contemplación, perforando con la luz de la fe y con el don del amor las capas de la realidad. Esa es la experiencia que personaliza el mensaje cristiano. Esa es la experiencia que nos habilita para ser verdaderos creyentes, testigos de la mirada de Dios, verdaderos predicadores.
En realidad, la predicación tiene como objetivo primario anunciar al Dios que nos mira bondadosamente y nos ama. Pero también tiene como objetivo ayudar a experimentar esa mirada bondadosa y ese amor salvífico de Dios a toda persona, a toda la humanidad, a toda la creación. Y, para ello, es absolutamente necesario haber experimentado en propia carne esa mirada bondadosa y ese amor salvífico, haber experimentado a un Dios que nos tiene de su mano, dirige nuestras vidas, les tiene asignado un sentido y un destino salvador (In the Company…, 44). Es absolutamente necesario personalizar el mensaje antes de anunciarlo y mientras se anuncia.
La personalización del mensaje exige del predicador que su experiencia le permita situarlo en su historia personal y comunitaria, y en la historia personal y comunitaria de los oyentes. La personalización del mensaje consiste en detectar su esencial vinculación con la vida de cada día. El verdadero predicador debe atinar con ese hueco de la realidad y de la historia personal y comunitaria en el que encaja perfectamente el mensaje que anuncia. Debe atinar con ese campo de la experiencia humana, de la vida de las personas y de las comunidades, que se ve iluminado cuando cae sobre él la Palabra de Dios. A esto se lo llama juntar mensaje cristiano y experiencia humana, o personalizar en la experiencia humana el mensaje cristiano. El predicador debe traer la Palabra a la vida contemporánea (In the Company of Preacher, 7).
Es la sencilla pero pertinente pregunta que nunca debería olvidar el predicador: ¿Qué nos dice aquí y ahora la Palabra de Dios? Colocado el mensaje cristiano en el corazón de la vida y de la experiencia humana, se convierte en palabra iluminadora de la vida y de la realidad, en palabra animadora de la persona y de la comunidad, en palabra sanadora en medio de las crisis y las heridas, en palabra denunciadora de las zonas oscuras y pecadoras de la historia humana.
Una predicación así requiere una atención especial a los signos de los tiempos. La personalización del mensaje no se logra mejor cuando nos encerramos en nuestras experiencias subjetivas; se logra mejor cuando nos enfrentamos con la realidad, cuando la experimentamos y nos dejamos interrogar por ella. Requiere una espiritualidad o una mística de ojos abiertos, una experiencia teologal capaz de mirar al mundo de frente. Garantizado este sentido de la realidad, el predicador debe ahondar en la experiencia humana, en el alma humana, en la experiencia propia y ajena. “!Qué será de los pobres pecadores!”, exclamaba Domingo de Guzmán. “ Qué será de esta pobre humanidad!”, deberá exclamar el predicador de hoy. La predicación del testigo implicado o la personalización del mensaje sólo puede nacer desde el corazón de la compasión.
Felicísimo MARTÍNEZ; Predicación y personalización del mensaje (Espiritualidad personal y comunitaria del Predicador), 1ª Asamblea de Predicación, 2006.

Algunas verdades elementales con frecuencia olvidadas por los predicadores (o la actualidad de Humberto de Romanis)

Fr. Felicísimo Martínez O.P.

La personalización del mensaje o la predicación personalizada exige del predicador algunas actitudes fundamentales.
En primer lugar, humildad, mucha humildad, para presentar el mensaje como una propuesta de buena noticia y no como una imposición o una carga. Esa humildad permite que el predicador no se apropie del mensaje, ni hable en nombre propio. El ejemplo de Juan Bautista debe inspirar a los predicadores: “Es preciso que yo mengüe y Él crezca”. No es lo mismo predicarse a si mismo que predicar a Cristo.
En segundo lugar, la predicación personalizada requiere honestidad, mucha honestidad, para no decir más de lo que el predicador cree, aunque tenga que predicar más de lo que entiende. Puede predicar lo que cree la Iglesia, aunque no lo comprenda, pero es necesario que lo crea.
En tercer lugar, requiere mucho coraje y valentía (mucha parresía), para no callar el mensaje, para no limar sus aristas o acomodarlo a los gustos del oyente, de forma que se vuelva dulzón para los oyentes e inocuo para el predicador. Silenciar el mensaje o acomodarlo significa con frecuencia traicionar el Evangelio.
En torno a estas actitudes y a esta espiritualidad del predicador, tiene Humberto de Romanis algunas indicaciones que conviene recordar.
La predicación es un don de Dios. Otros oficios se adquieren con entrenamiento y práctica frecuente; éste es una gracia recibida, la gracia de la predicación (p. 50).
  1. El Maestro de la predicación es el Espíritu Santo, que pocos predicadores tienen (y todos deberíamos tener). (p. 51).
  2. “Dedíquese a la predicación el que ha recibido la gracia de la predicación” (p. 106).
  3. Aunque la predicación es un don de Dios, el predicador prudente debe prepararse con estudio asiduo y oración, pero no para decir sutilezas, para dar vueltas a las palabras, para multiplicar las anécdotas…, sino para transmitir el verdadero mensaje (p. 52 y 53).
  4. “El predicador debe recurrir ante todo a la oración, para que le sea dada una palabra eficaz para la salvación de sus oyentes” (p. 57).
  5. El predicador debe conocer la Escritura, las criaturas y la historia (p. 62).
  6. “Disminuye el mérito de la predicación, si la caridad no la mueve” (p. 68).
  7. La conducta y la persona del predicador no han de ser despreciables, “no sea que por ello sea despreciada su predicación”. (p. 70).
  8. “No conviene comenzar a predicarantes de recibir los bienes que vienen del Espíritu” (p. 77ss.). Pero algunos “no predican porque están siempre preparándose para predicar”. (p. 88).
  9. Conviene predicar donde hay más necesidad. “¿De qué sirve estar siempre predicando a religiosos, religiosas y gente piadosa, que no necesitan tanto y dejar de lado a los que más necesitan?” (p. 103).
  10. Y no conviene salir a predicar solamente para huir de la disciplina del claustro, como niños que se fugan del colegio (cap. 7, e.).
  11. Humberto de Romanis habla de “predicar fuera de la predicación” (cap. 7, 3). Y se refiere a la conversación informal y familiar (cap. 7, 3, a. 1…).Dice: Una conversación familiar es más fructuosa que un sermón general, porque la persona se siente aludida y porque las palabras familiares penetran con mayor familiaridad “como flechas disparadas a su objetivo” (152).
Sin duda, Humberto conocía bien a los frailes y dominaba el ministerio de la predicación.
Felicísimo MARTÍNEZ; Predicación y personalización del mensaje (Espiritualidad personal y comunitaria del Predicador), 1ª Asamblea de Predicación, 2006.

Características de la predicación y actitudes del predicador1







Fr. Carlos Azpíroz, O.P.
 
 
 
La evangelización tiene ciertas características y exige algunas actitudes personales y comunitarias:

Implica una total , dondequiera que se encuentre. Esto exige una profunda

reflexión y disponibilidad para el (ecuménico, interreligioso, cultural). Nuestra predicación siempre

se ha cimentado en un profundo y científico de la teología. “Nuestro estudio debe dirigirse principal,

ardiente y diligentemente a esto: que podamos ser útiles a las almas de nuestros prójimos”. Desde entonces el

estudio ha estado íntimamente relacionado con la misión apostólica y la predicación de la Orden. Dedicarse al

estudio es responder a una llamada a “cultivar la búsqueda humana de la verdad”. Santo Domingo ha alentado

a sus frailes a ser útiles a las almas por la compasión intelectual, al compartir con ellos la ,

la misericordia de la verdad. Las crisis del mundo actual, el escándalo de la creciente pobreza e injusticia, la

confrontación de las distintas culturas, el contacto con pueblos descristianizados, todo esto es un desafío para

nosotros. Nuestra práctica de la reflexión teológica debe prepararnos para penetrar profundamente en el

significado de estos hechos en el misterio de la Divina Providencia. La contemplación y la reflexión teológica

nos capacitan para buscar modos más aptos en la predicación actual del Evangelio. Este es el verdadero

camino para que nuestra predicación sea de verdad doctrinal, y no exposición abstracta e intelectual de algún

sistema.

Exige una actitud de hacia la gente, especialmente hacia aquellos que se

encuentran “lejos”. Sólo la compasión puede remediar nuestra ceguera y hacer posible que veamos los signos

de los tiempos. La compasión nos lleva a la humildad en nuestra predicación humildad por la cual estamos

dispuestos a escuchar y a hablar, a recibir y a dar, a dejarnos influir e influenciar, a ser evangelizados y

evangelizar. Esta compasión y humildad proviene únicamente de una profunda unión con Dios en Cristo.

Estamos unidos con Dios cuando imitamos la compasión y el humilde servicio de Cristo. La compasión y la

humildad son fuentes de las queemanael conocimiento de los signos de los tiempos, impregnado de oración y

contemplación. Contemplamos así a Dios, que se nos ha revelado a través de la Sagrada Escritura y que

manifiesta su voluntad en los signos de los tiempos.

Exige una profunda para con las diversas visiones de la realidad que tienen otras

religiones, otras culturas, otras filosofías (encarnación e inculturación). Implica una educación para saber

esperar, para aprender, para convertirse, para formar parte, asumir y ayudar a purificar y elevar lo que

encontramosen esas religiones, culturas y filosofías.

Es no del propio conocimiento, sino vivo y vivificante, anuncio

íntegro del Evangelio revelado que contiene palabras de vida eterna. No es posible omitir el

, que procede de principios sobrenaturales y es iluminado por la oración. Para

discernir los signos de los tiempos debemos atender diligentemente al clamor de los pobres, los oprimidos,

los marginados y los torturados, y de todos aquellos que, por motivos de raza, religión y denuncia contra la

injusticia, sufren persecución. Dios nos habla a través de estos clamores y también a través del silencio de los

quenotienen voz y vivenenapatía, soledad y desesperación.
 
 
1. Predicación teológica

2. Predicacióncompasiva

3. Predicación inculturaday encarnada

4. Predicación profética
 
 
apertura a la verdad total

diálogo

estudio

profunda compasión

,

sensibilidad

proclamación de la Palabra de Dios

análisis serio de

los “signos de los tiempos”
 
 
 
misericordia veritatis
 
 
 
Jubileo Dominicano 2006-2016 La misión de la Predicación 6
 
 
5. Predicaciónenlapobreza

6. Predicación itinerante

7. Predicacióncomunitaria

8. Predicación compartida:LaFamiliaDominicana

Conclusión
 
 
 
La pobreza no es sólo una especie de abnegación de sí mismo, sino también testimonio y medio

apropiado para que nuestra predicación sea digna de crédito; .

Vivimos en un mundo en el que aumenta la división entre ricos y pobres -tanto en naciones pobres y ricas

como entre personas y grupos. Más aún, el pobre tiene hoy mejor conocimiento de las estructuras nacionales

e internacionales que son causa de este estado de servilismo y pobreza. Si en un mundo como este nos

presentásemos conviviendo más con los ricos que con los pobres, nuestra predicación no sería digna de

crédito.

Somos La itinerancia es, en primer lugar, un concepto espacial que

implica una disposición para ir en camino, para viajar, pero nuestra predicación pide una itinerancia social,

cultural, ideológica, económica. Es un aspecto de la espiritualidad dominicana que debe informar toda

nuestra vida y que se nutre de diversas experiencias bíblicas del Antiguo Testamento y del mismo Jesús,

“Camino” a quienDomingoha querido seguircomoverdaderovarónevangélico.

Nuestra predicación no es un esfuerzo solitario de individuos aislados. Por eso exige una

, para el trabajo en equipo, para apoyar el esfuerzo de los demás mediante el interés

mostrado, la animación y la ayuda efectiva. Estas actitudes tienen sus raíces en los elementos esenciales de

nuestra vida dominicana: la vida común, la vida de oración contemplativa, el estudio asiduo, una comunidad

fraterna, la consagración por los votos. La comunión y universalidad de la Orden informan también su

gobierno en el cual sobresale la participación orgánica y proporcionada de todas las partes para realizar el fin

propio de la Orden. Es un gobierno comunitario a su manera y es por cierto apropiado para la promoción de la

Ordeny para sufrecuente revisión.

La Orden nació como Familia. Frailes, monjas contemplativas, religiosas, miembros de institutos

seculares y de fraternidades laicales y sacerdotales, otros grupos asociados de alguna manera a la Orden

(entre ellos: Movimiento Juvenil Dominicano -IDYM-; Voluntarios Dominicos Internacionales -DVI-) nos

inspiramos en el carisma de Domingo. Ese carisma es uno e indiviso: la gracia de la predicación. Es una

predicación compartida con nuestros hermanos y hermanas de la Orden que por su bautismo viven el mismo

sacerdocio común y que están consagrados por la profesión religiosa y por su compromiso a una misma

misión. Como mejor se manifiesta nuestra identidad global es a través de nuestra .

Esta colaboración incluye: rezar juntos, planificar, tomar decisiones y llevar a cabo proyectos desde una

complementariedad mutua que respete la igualdad. Estos proyectos incluyen campos tan diversos como los

ministerios de oración, enseñanza, predicación, animación pastoral, justicia y paz, medios de comunicación

social, investigaciones y publicaciones, asícomola promociónde vocaciones y formación.

Estas características de nuestro anuncio delEvangelio no son “nuevas tareas” que sesumana otrascomo

una suerte de “imperativo categórico” o “nueva moda” que excluye otras de ayer. Al contrario, expresan un

camino de alegría y libertad, expresan la vocación de tantos hombres y mujeres que han dado y dan sus vidas

haciendo suyas las palabras del Apóstol: “¡Ay demísinopredicara elEvangelio!” (1Cor 9,16).
 
 
es signo de su autenticidad y sinceridad

hombres y mujeres en marcha.

disposición

para la colaboración

colaboración conjunta
 
1.- Carlos Azpíroz, Extractode la conferencia pronunciada en la LXI Asamblea de la Unión de Superiores Generales (noviembre 2002)


 Características teológicas de la predicación dominicana,


 




1.-

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