domingo, 13 de enero de 2013

FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR

HIMNO DE LAUDES
 
Al terminar el rito, se abre el cielo
y en paloma el Espíritu aletea
sobre Jesús, que inicia su tarea
para anunciar el Reino en este suelo.

El Padre muestra su íntimo desvelo
por el hombre, nacido en cuna hebrea,
que es su voz hecha carne y alborea
nueva Vida en las alas de su vuelo.

Confirmado Mesías, descubierto
y reinvestido en luz de su misión,
tendrá que proclamar la Buena Nueva.

Va a encontrarse a Sí mismo en el desierto,
a fraguar en renuncias su tesón
para en Amor sufrir la última prueba.

Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo.
Amén.



FILIACIÓN DIVINA

Me ha dado alegría difundir por todas partes esta mentalidad de hijos pequeños de Dios, que nos hará paladear las palabras que también se recogen en la liturgia de la Misa: Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo, supera las dificultades, logra la victoria, en esta gran batalla por la paz de las almas y de la sociedad.

Nuestra sabiduría y nuestra fuerza están precisamente en tener la convicción de nuestra pequeñez, de nuestra nada delante de los ojos de Dios; pero es El quien nos estimula para que nos movamos, al mismo tiempo, con una segura confianza y prediquemos a Jesucristo, su Hijo Unigénito, a pesar de nuestros errores y de nuestras miserias personales, siempre y cuando, junto a la flaqueza, no falte la lucha con el fin de superarla.

Me habréis oído repetir con frecuencia aquel consejo de la Escritura Santa: Aprended a hacer el bien, porque es cierto que debemos aprender y enseñar a hacer el bien. Hemos de comenzar por nosotros mismos, empeñándonos en descubrir cuál es el bien que hay que ambicionar para cada uno de nosotros, para cada uno de nuestros amigos, para cada uno de los hombres. No conozco camino mejor para considerar la grandeza de Dios: aprender a servir, con el punto de mira inefable y sencillo de que El es nuestro Padre y nosotros somos hijos suyos.


 


HIMNO DE  VÍSPERAS

Una voz se levanta en el llano:
"Convertíos y haced penitencia";
el Señor se sumerge en las aguas
para darnos la vida por ellas.

En Caná manifiesta su gloria
con el cambio del agua en el vino,
esperando la hora fijada
en que habrá de explicar este signo.

Escuchando tu voz, Padre amado,
veneramos a tu único Hijo,
sobre el cual el Espíritu Santo
descendió para ser tu testigo.  Amén
 
 
La festividad del Bautismo del Señor, fiesta que se celebra el domingo siguiente a la Epifanía y con la que se cierra el Tiempo de Navidad, comenzando el Tiempo Ordinario, en que meditamos a Cristo, Salvador del mundo.
El bautismo en el Jordán fue para Jesús dejar la vida silenciosa de Nazaret y el comienzo de su misión mesiánica. Isaías habla del elegido que promoverá el derecho y la justicia, curará y librará. El "elegido" fue investido como Mesías en las aguas del Jordán donde se escuchó la palabra del Padre.
En muy poco tiempo la liturgia nos hace pasar de la cuna a la madurez.
Cristo estuvo preparándose para su misión durante 30 años, una misión que consistió en hacer cercano al hombre el Reino de Dios.

A lo largo de esos años Jesús fue descubriendo su identidad. Para descubrirlo, Jesús siente una llamada especial, es lo que hoy recordamos en la fiesta de su Bautismo.
La fiesta del Bautismo del Señor nos lleva al inicio de las cosas, a la génesis misma del mundo. Así como en el principio el Espíritu se cernía sobre la superficie de las aguas, en la escena que hoy contemplamos, el que va a ser Redentor de la humanidad brota de las aguas esenciales y es señalado por el Espíritu eterno como Salvador.
Jesús está a punto de iniciar su misión y busca a Juan Bautista, que predicaba junto al Jordán. El evangelio asegura que Juan se veía como un siervo del Mesías, anunciador de su llegada. Él decía no ser digno de desatarle las sandalias.
Jesús, pues, se acerca a Juan. Quiere ser bautizado. Es claro que no viene por un bautismo de regeneración, sino que quiere inaugurar su tarea.
El Padre de los cielos convierte la escena en una escuela personal para Jesús. Él nació de las entrañas de María. Ahora, al salir del agua, oye al Padre Dios decirle: “Tú eres mi Hijo muy querido”. Igual que su Madre le presentó a los pastores y a los magos del Oriente para que le adoraran, el Padre quiere empezar a presentarle ante el mundo, señalándolo como su “predilecto”. Por fin, igual que la estrella le distinguió entre la multitud, Jesús ve cómo el Espíritu Santo le reconoce entre la muchedumbre y, así como la paloma va derecho al lugar de su origen, viene a él para habitar en él. El Espíritu sabe que Jesús es su hogar perpetuo.
El Bautismo del Señor, además, inaugura el anuncio del Reino del Padre y constata que Jesús inicia la nueva creación. El Señor aparece ante nuestros ojos, finalmente, como nuevo Moisés que, rescatado de las aguas, inició el proceso que culminaría con la ruptura de las cadenas de esclavitud que ataban de pies y manos a sus hermanos.
Finalmente, nosotros confesamos que Dios nos hizo sus hijos en la fuente bautismal. Esta es nuestra fe: Cristo, que asumió nuestra carne y sangre, santifica las aguas comunicándoles fuerza redentora que se nos transmite en el bautismo. La acción salvífica de Dios actúa en su Hijo predilecto, Jesús, que sintetiza todo: el Espíritu, el agua y la sangre. Jesús como Dios que es, habiendo iniciado las cosas en las aguas primordiales, las restaura en las aguas bautismales.

Homilía para la solemnidad del Bautismo del Señor 

 

  1. Hoy celebramos la solemnidad del Bautismo del Señor. Muchas personas a veces piensan que Jesús recibió el  bautismo como lo hacemos nosotros, que somos bautizados al poco tiempo de nacer. Pero en realidad, no fue así. 
  2. Para nosotros el bautismo es el sacramento que nos incorpora a Cristo. Es el sacramento por el que empezamos a vivir la vida de hijos de Dios. 
  3. En cambio, para Cristo, su bautismo fue algo completamente distinto. En su Bautismo Jesús nos muestra que Él es el Hijo Único de Dios. En el bautismo, Jesús es presentado por el Padre como su Hijo amado que ha venido al mundo y que se ha hecho uno de nosotros para ofrecernos la salvación. 
  4. Jesús comienza su vida pública a partir de su bautismo en el que se nos ha presentado como Dios y como hombre verdadero. El es una de las divinas personas de la Santísima Trinidad, es el Hijo que se ha hecho uno de nosotros, cargando con nuestros pecados y miserias. 
  5. Por eso es que la fiesta del bautismo del Señor viene a cerrar el tiempo de la Navidad que no ha consistido simplemente, en el recuerdo del nacimiento del hijo de Dios, sino que ha sido un tiempo en el que hemos contemplado a Dios que compadecido de nuestras miserias se ha acercado  a nosotros, compartiendo nuestra naturaleza humana para ofrecernos a todos la salvación. 


 

  1. Nos dice san Lucas en el Evangelio que acabamos de escuchar que cuando todo el pueblo se hacía bautizar por Juan, también Jesús acudió a él para hacerse bautizar. Fijémonos cómo el justo se mezcla y se hace uno con los pecadores y se sumerge con ellos en las aguas del Jordán. 
  2. Esto fue precisamente lo que Cristo ya había hecho en el misterio de su Encarnación. Al hacerse hombre se mezcló con los hombres y de esta manera entró en la corriente de nuestra historia humana.  
  3. El Hijo eterno de Dios se hizo solidario con nosotros en todo, menos en el pecado. Pero, sin tener pecado, quiso hacerse solidario con nosotros en las consecuencias del pecado, quiso compartir con nosotros la realidad de la muerte, del dolor, de las injusticias y de la maldad 
  4. Con el mismo impulso de amor a los hombres con que por la encarnación había entrado en nuestra historia, baja ahora al Jordán, confundido con aquella multitud que se confiesa pecadora. 
  5. Sube después del agua y con él son levantados todos los penitentes del Jordán, y con ellos todos los hombres de buena voluntad que a lo largo de los siglos buscan a Dios en la oscuridad.
  6.  
  7.   
  8. Por todos ellos ora Jesús. Y estando en oración se abre el cielo. Y se escucha la voz del Padre y una manifestación sensible del Espíritu dan testimonio de que Jesús de Nazaret es el Hijo amado, el gran profeta prometido a Israel, el Mesías, el Salvador de la humanidad 
  9. Es ahora cuando se cumple el oráculo de Isaías que escuchábamos en la primera lectura: el anuncio del siervo o hijo en quien Dios se complace, a quien llena de su Espíritu -es decir, de su amor- para que se compadezca de la caña resquebrajada y de la mecha que aún humea; que debe llevar la luz a las naciones y la libertad a los cautivos. 
  10. Este mismo Espíritu, que Cristo ya poseía desde el principio y que ahora se manifiesta, una vez muerto y resucitado, Jesús lo comunicará a todos los que, por la fe y el bautismo, bajen juntamente con Él al Jordán y sean elevados con Él a una vida de santidad y de gracia. 
  11. Incorporados a Cristo por nuestro bautismo, también nosotros podemos  sentir como dirigida personalmente a cada uno de nosotros la voz que hoy resuena en el Jordán: "Tu eres mi hijo. En ti me he complacido. Hoy te engendré". 
  12. El bautismo de agua que ahora recibe Cristo sólo podrá convertirse en bautismo en el Espíritu por medio del bautismo en su sangre. Es a él a quien se refería Jesús cuando anunciaba su Pasión a los discípulos diciéndoles: "Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!".  


 

  1. Cuando el Jueves Santo anticipaba sacramentalmente su Pascua y decía: "He deseado enormemente comer esta comida pascual con ustedes antes de padecer". 
  2. También nuestro bautismo es Pascua, puesto que nos ha sumergido, como dice san Pablo, en la muerte de Cristo; porque nos hace desear  ardientemente la Pascua de Cristo en su memorial Eucarístico. 
  3. Y más aún, porque nos empuja poderosamente hacia otra Pascua, la de la vida concreta, en la que debemos pasar continuamente de muerte a vida, de las tinieblas a la luz, del egoísmo al amor, del pecado a la gracia.  

  1. Por eso nosotros los bautizado sentimos, no digamos la obligación, sino la necesidad de reunirnos el domingo, día memorial de la Pascua del Señor, para celebrar la Eucaristía. 
  2. Cada domingo al proclamar nuestra fe, decimos que creemos en un solo bautismo. Hay muchos bautizos, pero un solo bautismo: el de Jesucristo.  
  3. Creemos que al bajar a las aguas del Jordán y, al derramar por nosotros su sangre, su divina gracia llegó a todas las fuentes bautismales de todas las iglesias de todos los lugares y de todos los tiempos.  
  4. Jesús no se hizo bautizar para purificarse a sí mismo, sino para santificar el agua de nuestro bautismo; no para comunicarle un poder mágico, sino para hacer de ella un signo sensible de la paternidad de Dios y de la conversión transformadora de todos los hombres que con fe se habrán de acercar a la fuente Bautismal. 
  5. Pidamos hoy al Señor que nos conceda la gracia de vivir siempre agradecidos por haberse hecho uno de nosotros no solamente para compartir nuestra humanidad, sino para hacer que todos nosotros podamos participar de su divinidad haciéndonos hijos de Dios. 
 
Oración de los fieles 
Sacerdote: Hermanos, ha aparecido la gracia salvadora de Dios; por eso podemos presentar nuestras oraciones con plena confianza. 

 
 
 
Sacerdote: Escucha, Padre, nuestras oraciones, derrama sobre nosotros tu Espíritu Santo, y por Jesucristo, tu Hijo predilecto, concédenos bendecirte, alabarte y glorificarte por ser nuestro Dios y Señor. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén. 
 
 

 

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