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Ananías, Santo |
Mártir
Martirologio Romano: Conmemoración de san Ananías, discípulo del Señor, que en Damasco (hoy en Siria) bautizó a san Pablo (s. I).
"Hermanos y padres, escuchad la defensa que ahora hago ante vosotros". Al oír que les hablaba en lengua hebrea guardaron más profundo silencio. Y dijo: Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios, como lo estáis todos vosotros el día de hoy. Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y arrojando a la cárcel a hombres y mujeres, como puede atestiguármelo el Sumo Sacerdote y todo el Consejo de ancianos. De ellos recibí también cartas para los hermanos de Damasco y me puse en camino con intención de traer también encadenados a Jerusalén a todos los que allí había, para que fueran castigados. Pero yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?" Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y él a mí: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues". Los que estaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo dije: "¿Qué he de hacer, Señor?" Y el Señor me respondió: "Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está establecido que hagas". Como yo no veía, a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por mis compañeros llegué a Damasco. Un tal Ananías, hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí, vino a verme, y presentándose ante mí me dijo: "Saúl, hermano, recobra la vista". Y en aquel momento le pude ver. El me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, pues le has de ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre". (Hch 22,4-16)
San Ananías es una figura bíblica. Los Hechos de los Apóstoles nos lo presentan como un ciudadano de Damasco, judío de raza. Era ya cristiano cuando bautizó a Saulo de Tarso y debía tener una posición distinguida en la joven iglesia de Damasco, ya que fue a él a quien el Señor reveló el destino del Apóstol de los Gentiles. Su gran gloria fue precisamente el haber recibido en la Iglesia de Cristo a Saulo el perseguidor de los cristianos, y haber consolidado su Fe.
Una antigua tradición bizantina, asegura que Ananías fue uno de los setenta y dos discípulos de Jesús de los que habla San Lucas, (10,1) y que volvió a Damasco después de la lapidación de S. Esteban, siendo más tarde consagrado Obispo de la ciudad. Se afirma también que mientras estaba predicando por los territorios de Siria fue arrestado por el gobernador Licinio y condenado a muerte. Ananías murió lapidado en las afueras de Damasco, el día primero de octubre y su cuerpo fue trasladado a la ciudad por sus discípulos. Sus reliquias se conservan, desde antiguo, en San Pablo de Roma. En el siglo XIV Carlos IV, Emperador de los Romanos y Rey de Bohemia, obtuvo la cabeza de S. Ananías, trasladándola a la iglesia de Praga.
Conversión de san Pablo, apóstol
fecha: 25 de enero hagiografía: Abel Della Costa
Fiesta de la Conversión de san Pablo, apóstol. Viajando hacia Damasco, cuando aún maquinaba amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, el mismo Jesús glorioso se le reveló en el camino y lo eligió para que, lleno del Espíritu Santo, anunciase el Evangelio de la salvación a los gentiles. Sufrió muchas dificultades a causa del nombre de Cristo.
San Ananías, santo del NT
fecha: 25 de enero país: Siria canonización: bíblico hagiografía: Abel Della Costa
Conmemoración de san Ananías, discípulo del Señor, que en Damasco bautizó a san Pablo.
De Ananías, como de la mayoría de los personajes del Nuevo Testamento, tenemos escasísimos datos. Es mencionado en dos sitios de Hechos de los Apóstoles, y por supuesto no puede ser confundido con el Ananías, marido de Safira, castigado ejemplarmente por haber mentido a los apóstoles en la puesta en común de sus bienes (Hech 5). El Ananías que conmemoramos en el santoral, por el contrario, está estrechamente ligado a la historia de Pablo; es un dirigente de la Iglesia local de Damasco, del que se nos cuenta en Hechos 22,12 que era «hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí», y que es quien va a curarle de la ceguera con la imposición de manos, y bautizar al recién convertido Pablo. Sabemos de sus dudas y vacilaciones sobre esta desconcertante orden divina de recibir en la Iglesia al perseguidor de los cristianos, dudas que Ananías expone al propio Dios con la sinceridad de un auténtico creyente, pequeño diálogo que es toda una perla sobre el trato íntimo y familiar del creyente con Dios (Hech 9,10ss).
San Agustín afirma que Ananías era sacerdote, y en la tradición hagográfica se lo señala como obispo de Damasco, y evangelizador de Eleutherópolis. Se lo identifica también con uno de los 70 discípulos mencionados por Lucas, y por lo tanto discípulo directo del Señor. Según una «Passio» griega, murió mártir, lapidado por orden del juez Licinio. Ninguno de estos datos puede verificarse, y debe tenerse presente que las comunidades cristianas gustaban de prestigiarse identificando a su fundador local con uno de los anónimos 70 (o 72) discípulos, o bien retrotrayéndose a un personaje conocido por el Nuevo Testamento, así que este tipo de datos es siempre sospechoso de ser invención legendaria, y es preferible tomarlo como meras tradiciones de colorido local.
El Martirologio actual lo inscribe el 25 de enero, junto a la conversión de san Pablo, siguiendo la tradición de Occidente desde el Martirologio de Usuardo, ya que las «actas» griegas, y los sinaxarios y menologios orientales lo inscriben el 10 de octubre. En Damasco se conserva una capilla subterránea, resabios de una basílica bizantina construida sobre la supuesta casa en la que Ananías bautizó al Apóstol de los Gentiles.
Ver Acta Sanctorum, enero, II, pág 613; Butler-Guinea, tomo I, pág 168.
Oración
Oh Dios, que por medio de tu Hijo resucitado enviaste a tu siervo Ananías a Saulo de Tarso, para que éste recuperase la vista, se llenase de Espíritu Santo y fuese bautizado, haz que, por intercesión del santo mártir Ananías, todas las gentes sean iluminadas y bautizadas para la remisión de los pecados, y reciban el don del Espíritu Santo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
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