jueves, 11 de agosto de 2011

Los Martires Trapenses




Los mártires de Argelia


Crónica del martirio de los monjes trapenses Dom Christian, padres Christophe, Bruno, Célestin, y hermanos Luc, Michel, y Paul.

Los antiguos ejemplos de fe, que manifiestan la gracia de Dios y fomentan la edificación del hombre, se pusieron por escrito para que su lectura, al evocarlos, sirva para honra de Dios y consuelo del hombre. Pues bien, ¿por qué no poner por escrito también las nuevas hazañas que presentan las mismas ventajas? (…). El poder del único Espíritu Santo es siempre idéntico. Por esto, ¡qué abran bien los ojos los que valoran ese poder según la cantidad de los años! Más bien, habría que tener en más alta estima los nuevos hechos como pertenecientes a los últimos tiempos (…). Es pues, necesario, poner por escrito todas estas maravillas y difundir su lectura para gloria de Dios.

El 21 de mayo de 1996 fueron martirizados en Argelia 7 monjes trapenses del Monasterio “Nuestra Señora de Atlas”. Conocemos los acontecimientos por material de primera mano: además del testamento del P. Christian, se conserva el “diario” del P. Christophe (maestro de novicios), cartas del P. Christian a dom Bernardo (Abad General de la Orden), el testimonio de los dos monjes sobrevivientes, y noticias públicas. Incluso tenemos los comunicados de los terroristas que los asesinaron.

Testamento de dom Christian de Chergé (abierto de domingo de Pentecostés de 1996)

Cuando un A-Dios se vislumbra…

Si me sucediera un día –y ese día podría ser hoy-

ser víctima del terrorismo que parece querer abarcar

en este momento a todos los extranjeros que viven en Argelia,

yo quisiera que mi comunidad, mi Iglesia, mi familia,

recuerden que mi vida estaba ENTREGADA a Dios

y a este país.

Que ellos acepten que el único Maestro de toda vida

no podría permanecer ajeno a esta partida brutal.

Que recen por mí.

¿Cómo podría yo ser hallado digno de tal ofrenda?

Que sepan asociar esta muerte a tantas otras tan violentas

y abandonadas en la indiferencia del anonimato.

Mi vida no tiene más valor que otra vida.

Tampoco tiene menos.

En todo caso, no tiene la inocencia de la infancia.

He vivido bastante como para saberme cómplice del mal

que parece, desgraciadamente, prevalecer en el mundo,

inclusive del que podría golpearme ciegamente.

Desearía, llegado el momento, tener ese instante de lucidez

que me permita pedir el perdón de Dios

y el de mis hermanos los hombres,

y perdonar, al mismo tiempo, de todo corazón,

a quien me hubiera herido.

Yo no podría desear una muerte semejante.

Me parece importante proclamarlo.

En efecto, no veo cómo podría alegrarme

que este pueblo al que yo amo sea acusado,

sin distinción, de mi asesinato.

Sería pagar muy caro lo que se llamará, quizás,

la “gracia del martirio”

debérsela a un argelino, quienquiera que sea,

sobre todo si él dice actuar en fidelidad

a lo que él cree ser el Islam.

Conozco el desprecio con que se ha podido rodear

a los argelinos tomados globalmente.

Conozco también las caricaturas del Islam

fomentadas por un cierto islamismo.

Es demasiado fácil creerse con la conciencia tranquila,

identificando este camino religioso

con los integrismos de sus extremistas.

Argelia y el Islam, para mí son otra cosa,

es un cuerpo y un alma.

Lo he proclamado bastante, creo, conociendo bien

todo lo que de ellos he recibido,

encontrando muy a menudo en ellos

el hilo conductor del Evangelio

que aprendí sobre las rodillas de mi madre,

mi primerísima Iglesia,

precisamente en Argelia y, ya desde entonces,

en el respeto de los creyentes musulmanes.

Mi muerte, evidentemente, parecerá dar la razón a los que

me han tratado, a la ligera, de ingenuo o de idealista:

“¡qué diga ahora lo que piensa de esto!”

Pero estos tienen que saber que por fin será liberada

mi más punzante curiosidad.

Entonces podré, si Dios así lo quiere,

hundir mi mirada en la del Padre

para contemplar con ÉL a sus hijos del Islam tal como ÉL

los ve, enteramente iluminados por la gloria de Cristo,

frutos de su pasión, inundados por el don del Espíritu,

cuyo gozo secreto será siempre, el de establecer la comunión

y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.

Por esta vida perdida, totalmente mía

y totalmente de ellos,

doy gracias a Dios

que parece haberla querido enteramente

para este GOZO, contra y a pesar de todo.

En este GRACIAS en el que está todo dicho,

de ahora en más, sobre mi vida,

yo los incluyo, por supuesto,

amigos de ayer y de hoy y a vosotros,

oh amigos de aquí,

junto a mi madre y a mi padre,

mis hermanas y hermanos y los suyos,

¡el céntuplo concedido, como fue prometido!

Y a ti también, amigo del último instante,

que no habrás sabido lo que hacías.

Sí, para ti también quiero este GRACIAS,

y este “A-Dios” en cuyo rostro te contemplo.

Y que nos sea concedido reencontrarnos,

ladrones bienaventurados,

en el paraíso, si así lo quiere Dios,

Padre nuestro, tuyo y mío. ¡AMÉN!

Argel, 1 de diciembre de 1993

Tibhirine, 1 de enero de 1994

Christian de Chergé

Breve historia del conflicto actual de Argelia

Bajo un marco de acontecimientos independicistas el 1 de noviembre de 1954, en Argelia, el “Frente de Liberación Nacional” (FLN) proclamó la guerra de la liberación, lanzando ataques terroristas contra los franceses, no solo en Argelia sino también en Francia. En 1962, el general Charles De Gaulle, llegó a un acuerdo con el FLN, convocando un plebiscito, en el que 5 millones de argelinos votaron a favor de la independencia, contra solo 16 mil que la rechazaban. De Gaulle mismo dio finalizado el período de anexión territorial.

Hasta junio de 1990 el FLN tuvo las riendas del país, pero el descontento popular por la inflación, el desempleo y la corrupción lograron que se instale el multipartidismo en la Carta Nacional. Fue creciendo el fundamentalista “Frente Islámico de Salvación” (FIS) que en diciembre de 1991 obtenía el 25 % de los votos en las elecciones generales, convirtiéndose así en la primera minoría.

Un golpe de estado en enero de 1992 declaraba proscrito al FIS, y su facción más radical, el “Grupo Islámico Armado” (GIA), comenzó una cadena de atentados llevando al país al borde de una guerra civil.

En octubre de 1993 el GIA raptó a tres agentes consulares franceses, quienes fueron liberados con un mensaje para todos los extranjeros de abandonar el país en el plazo de un mes. Pasado este tiempo cuatro extranjeros fueron asesinados, comienzo de una macabra serie de asesinatos.


La Iglesia en Argelia y el Monasterio “Nuestra Señora de Atlas”

La Iglesia tuvo un gran florecimiento en Argelia, así como en todo el norte de África. Sin embargo, la falta de monasterios que hiciesen a la vez de fortaleza y refugio espiritual (como ocurrió en Medio Oriente) y la falta de inculturación del evangelio entre las tribus locales, permitieron (entre otras causas) la desaparición del cristianismo con la llegada de los árabes (en Medio Oriente en cambio a pesar de la irrupción del Islam se mantuvieron las iglesias siríaca, copta, armenia, etc.).

Durante la colonización francesa la Iglesia renace en Argelia y se hace parte de la sociedad. Con el fundamentalismo actual se ha convertido en una iglesia misionera que resiste a la desaparición.

El Monasterio del Monte Atlas de los Monjes Cistercienses de la Estrecha Observancia (trapenses) fue fundado en 1938, en Tibhirine, cerca de la ciudad de Medea, y a unos 100 kilómetros de Argel. Se encuentra en la cadena montañosa Atlas Menor, poblada principalmente por beréberes. Su escudo muestra, en un cielo azul una cruz de oro sobre tres montañas de plata irradiadas por una estrella de oro, y su lema está tomado del profeta Isaías: Signum in montibus, “Signo sobre las montañas” (18,3).

A partir de la Independencia el monasterio pasó por distintos avatares y estuvo a punto de ser cerrado. En noviembre de 1063, dom Gabriel Sortais, abad General, firmó el decreto de supresión que no se llevó a cabo porque le sobrevino la muerte al día siguiente. Por insistencia del obispo de Argel finalmente otra comunidad trapense (la abadía de Timadeuc, Morbihan, Francia) tomó posesión del monasterio. El obispo no se cansaba de repetir agradecido que “el desierto florecerá”.

Dios prepara a sus mártires para el ofrecimiento supremo

Signos de violencia

Después del ultimátum de octubre de 1993 y de los posteriores asesinatos un mes después, el Prefecto de Medea propuso varias alternativas: poner una guardia policial para el monasterio, que se tomen unas vacaciones en Francia, o que de noche se retiren a un “hotel protegido” de Medea a cuenta de la prefectura. Según palabras del P. Christian: “Medidas poco adecuadas al estado religioso”.

Si bien querían evitar lo que el prefecto llamó “un suicidio colectivo”, un exponerse innecesario, tampoco querían abandonar su puesto y su gente.

En el propósito de los ejercicios ignacianos de diciembre de 1993 escribía el P. Christophe, maestro de novicios:

La resolución imposible, sí, la he tomado: recibida de Ti,

Amor que me obliga:

Esto es mi cuerpo: donado.

Esta es mi sangre: derramada.

Que me suceda según tu palabra, que tu gesto me atraviese.

Y esta resolución –la tuya-: me sobrepasa infinitamente. Cerca de la Mujer (tú, el Hijo nacido de su carne, me autorizas a llamarla: Mamá y a recibirla en mi casa), mi resolución es muy sencilla: soy y estoy.

Resolución más fuerte que la muerte.

De todos modos la decisión que tomó la comunidad era: si cuando llegasen los terroristas los encontraban juntos permanecerían juntos, mientras que si estaban dispersos por la casa cada uno buscaría salvarse, y si era posible debía avisar a los vecinos.

Miembros de la GIA irrumpen en el monasterio de Atlas

El día 24 de diciembre llegaron seis terroristas, tres de los cuales se quedaron fuera de la puerta cuidando. El jefe pidió hablar con el superior (literalmente con el “Papa” del lugar). Le dijo: “No teman. Somos religiosos como Uds. y los necesitamos. Deben ayudarnos”. Y pidió tres cosas (en realidad pretendían ser órdenes porque varias veces dijo: “Uds. no tienen opción”): que el hermano Luc, que era el médico del convento, se trasladase a las montañas para atender a los terroristas. Era algo imposible de aceptar porque el hermano tenía 80 años y padecía de asma.

Pidió además medicamentos. El P. Christian unió estos dos pedidos y le dijo que el hermano Luc los atendería cuando hiciese falta en el monasterio y les daría los medicamentos necesarios a los enfermos.

El tercer pedido era de dinero porque “Uds. son ricos”. El superior replicó que no era verdad: “No podemos dar lo que no tenemos. Puede preguntar a nuestros vecinos. Ellos saben que vivimos de nuestro huerto y con sencillez. Además, está escrito en el Corán que los monjes son gente modesta, que no hacen comercio, y por eso, están cerca de los musulmanes”. Esto impresionó al jefe. También quedó confundido cuando en P. Christian le echó en cara que había venido con armas y amenazas la víspera del nacimiento de Jesús, el hijo de María, Príncipe de la Paz. Finalmente quedaron en que volverían y deberían darles lo acordado.

Nos cuenta el Abad:

Después de eso, tuvimos que comenzar a vivir con el recuerdo de lo sucedido. Afortunadamente para los hermanos, lo que se presentaba inmediatamente era la Vigilia de Navidad. Cantamos las vigilias como si nada hubiera pasado. Luego vino la Misa de Gallo, que cantamos también como si nada hubiera pasado. Todo el día de Navidad transcurrió de la misma manera, porque no quise explicar inmediatamente a la comunidad la naturaleza exacta de los tres pedidos, a fin de tener el tiempo para vivir lo que teníamos que vivir en ese momento.

Se los digo sin más: en situaciones como aquella, la vida monástica es magnífica. Es magnífica la regularidad que obliga a seguir haciendo las mismas cosas. No permite estancarnos y nos sostiene mucho.

Pasada la Navidad hubo que tomar una decisión. Darles dinero a los terroristas, que se sabía habían sido los asesinos de un grupo de cristianos croatas que solía ir la Monasterio, fue rechazado de plano por todos. La solución que consideraron mejor era dejar el lugar, para no provocar el “suicidio colectivo”.

La llegada del obispo al tercer día trajo nuevas luces: respetando su decisión les hizo ver que si se iban inmediatamente se produciría pánico en los demás religiosos por el prestigio del que gozaban los monjes, además de la vecindad que se consideraría abandonada por sus pastores (el P. Christian comentó posteriormente que no sería siquiera un ejemplo de pobreza porque por más que no se llevasen nada podrían ir a donde los recibieran, algo que la gente no podía hacer), además de poner en peligro inmediato a la gente que trabajaba con ellos.

El Abad propuso a los hermanos que cada uno rezase pidiendo luz y luego verían: “fue entonces cuando sucedió un hecho asombroso, del que yo fui el testigo privilegiado: recibí a cada hermano y cada hermano, en la intimidad de nuestra conversación, me dijo: No estoy en paz con esta decisión de irnos.

Notable es el diario del P. Christophe que esa noche se había escondido en la bodega. Como se va interrogando sobre su conducta, y como, ante la enorme dificultad de aceptar la muerte violenta, se va uniendo cada vez más a Dios.

Mártires que los preceden

Durante 1994 comenzaron las matanzas de religiosos y sacerdotes: el 8 de mayo fueron asesinados Henri Vergés (hermano marista), y Paule Hélene Saint Raymond (hermanita de la Asunción). El 23 de octubre las hermanas Caridad María Álvarez y Esther Alonso (agustinas). El 27 de diciembre Jean Chevillard, Christian Cheissel, Alain Dieulangard y Charles Deckers (padres blancos).

El P. Christophe, enterado de que los terroristas antes de asesinar a los padres blancos los habían intentado tomar como rehenes comenta dirigiéndose en su diario a los nuevos mártires:

El rehén toma el lugar de los otros, pero ese debe ser un compromiso libre a fin de que ese lugar (de víctima) esté así lleno de amor, de perdón. Solo Jesús puede atraer a ello dándonos parte en ese lugar del Hijo infinitamente Hermano… Yo tengo que orar como amigo por vuestros asesinos.

Los crímenes continuaron en 1995: el 3 de setiembre fueron asesinadas Denise Leclerc, y Jeanne Littlejohn (hermanas de Nuestra Señora de los Apóstoles). El 10 de noviembre la hermana Odette Prévost mientras que la hermana Chantal resultó gravemente herida.

Para ese entonces escribían nuestros monjes, no sin un toque de humor:

Después de la Navidad de 1993, todos hemos reelegido (re-elegido) vivir aquí juntos. Esta opción había sido preparada por las renuncias anteriores de cada uno (a la familia, a la comunidad de origen, al país…). Y la muerte violenta –de uno de nosotros o de todos a la vez- no sería más que una consecuencia de esta opción de vida en seguimiento de Cristo (¡Inclusive, si no está directamente previsto como tal en nuestras Constituciones!).

El secuestro

El 26 de marzo de 1996 veinte hombres del GIA entraron en el monasterio y se llevaron a 7 monjes. En el monasterio se encontraban además los dos monjes que no fueron descubiertos (Jean Pierre y Amadeo) y un grupo de doce personas del Ribat es-Salam, grupo de diálogo interreligioso que funcionaba en Atlas.

El P. Jean Pierre vio a los terroristas pero pensó que habían venido a usar el teléfono o a pedir cosas como otras veces, hasta que apareció en su puerta el P. Amadeo con uno de los huéspedes y le dijo: “¿Sabes lo que ha ocurrido? Estamos solos; se han llevado a todos los demás…. Además, habían revisado varias habitaciones y se habían llevado algunas cosas de valor.

El asesinato

El 31 de marzo, el Santo Padre, hizo oír su voz durante el Ángelus del Domingo de Ramos: “Que puedan volver, sanos y salvos a su monasterio y reencontrar así su lugar entre sus amigos argelinos”. Renovó su pedido 15 días más tarde en su visita a Túnez.

El 20 de abril, los terroristas grabaron a los monjes en un cassette que hicieron llegar a la embajada francesa en Argel 10 días más tarde. Después de hacerles repetir las noticias de la radio (para probar que ese día estaban vivos) los hicieron hablar a cada uno.

En un comunicado de la GIA se agregaba que el Emir del grupo fundamentalista, Abderrahman Amine no reconocía el “aman”, es decir, la protección de su predecesor a los monjes porque estos “no han cesado de invitar a los musulmanes a vivir el Evangelio, han continuado poniendo de manifiesto sus slogans y sus símbolos, y conmemorado solemnemente sus fiestas. Los monjes que viven entre gente del pueblo pueden ser libremente matados, y tal es el caso de los monjes de Atlas, ya que viven entre el pueblo y alejan a la gente del camino divino incitándoles a seguir el Evangelio. Es entonces lícito de aplicarles lo que se aplica a los no creyentes cuando son prisioneros de combate, es decir, la muerte, la esclavitud o cambiarlos por prisioneros musulmanes”]. Ordenaba la inmediata liberación de prisioneros políticos de la GIA (concretamente Abdelhaq Layada) por parte del gobierno francés a cambio de la vida de los monjes: “Uds. eligen, si liberan, liberamos; si no liberan, degollamos. Gloria a Dios.”

El grupo terrorista se dirigía directamente al gobierno francés, rechazando la autoridad del gobierno de Argelia.

El 23 de mayo una radio de Marruecos difundía el comunicado 44 de la GIA:

“El 18 de abril de 1996 publicamos un comunicado. Ya habíamos dicho: si liberan (a Abdelhak Layada), liberamos (a los monjes); si no liberan, degollamos. El 30 de abril enviamos un emisario a la Embajada de Francia llevando un audio-cassette probando que los monjes estaban vivos y un mensaje escrito precisando las modalidades de las negociaciones, si es que ellos (los franceses) querían recuperar a sus prisioneros vivos. En un primer tiempo, se mostraron dispuestos y nos escribieron una carta firmada y sellada (…) Algunos días después, el presidente francés y su ministro de Relaciones Exteriores declararon que no dialogarían ni negociarían con el Grupo Islámico Armado. Han interrumpido lo que habían comenzado y nosotros hemos degollado a los siete monjes, fieles a nuestro compromiso (…). Gloria a Dios (…). Y esto fue ejecutado esta mañana (21 de mayo)”.

Conclusión

El diálogo interreligioso cristiano-islámico tiene ahora nuevos motivos para continuar: siete vidas donadas son un buen fundamento para la mutua comprensión. Ellos sabían que los hechos hablan más que tantas palabras.

Si hemos leído atentamente esta crónica, estas últimas palabras se nos manifestarán claramente lógicas. Los monjes de Atlas vivieron en un ambiente islámico, al que amaron, por el que quisieron dar la vida, por el que de hecho la dieron. Rechazaron las “caricaturas del Islam fomentadas por un cierto islamismo”, pero amaron a los musulmanes hasta el sacrificio supremo.

Un amigo musulmán de Henri Vergés (hermano marista asesinado el 8 de mayo de 1994) envió una carta al obispo en la que le decía: “Esos mártires que nos han marcado profundamente con su fe y su humildad, habían comprendido muy bien que el mensaje de Dios es el de llevar a los creyentes a compartir sobre la tierra el amor y no el odio.

Diálogo interreligioso y anuncio del Evangelio no se excluyen sino que se complementan. “Toda persona tiene derecho a oír la ‘Buena Noticia’ de Dios que se revela y se dona en Cristo. Por eso predicaron el Evangelio con su vida y con su muerte. Los monjes de Atlas murieron por causa del Evangelio que profesaban, murieron por ser monjes y por ser cristianos.

El 10 de octubre de 1996 el Santo Padre enviaba una carta a los Cistercienses reunidos en Capítulo General, en la cual expresaba donde residía la clave de interpretación de estos dolorosos hechos: “El testamento que dom Christian de Chergé nos ha dejado, ofrece a todos una clave que nos permite comprender los trágicos acontecimientos en medio de los que él y sus hermanos han tenido que moverse y cuyo significado final ha sido el don de sus vidas en Cristo. ‘Mi vida –escribía- está entregada a Dios y a este país’”.

Dos años antes los obispos de Argelia habían expresado:

Sabemos que a menudo, (…) Dios se ha servido de un pequeño resto de su pueblo para salvar el futuro. Esta vocación es común a todos los cristianos, estén donde estén. Pero nuestra condición de minoría en el seno de una sociedad musulmana le da una dimensión muy particular (…). La ofrenda de nuestra vida pasa por encima de esta barrera de las diferencias de identidades religiosas. Ella da testimonio de este modo del proyecto de Dios que concierne a toda la humanidad y que consiste en hacer participar de su comunión a todos los hombres. Anunciando que el Reino de Dios está cerca, Jesús quiere proclamar este proyecto y ponerlo en obra mediante su vida, su muerte y su resurrección. Juan escribe: ‘Era necesario que Jesús muriera por la nación, pero no solamente por ella, sino también para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos’.

Los monjes mártires de “Nuestra Señora de Atlas” entendieron perfectamente el mensaje.




LOS SIETE MONJES MARTIRES DEL ATLAS

En la noche del 27 al 28 de marzo de 1996, siete monjes del monasterio cisterciense Ntra. Sra. del Atlas, cerca del pueblo de Tibhirine en Argelia, fueron secuestrados por musulmanes fundamentalistas. Su secuestro fue reivindicado por la facción radical del G.I.A (Grupo Islámico Armado) en un comunicado con fecha del 18 de abril de 1996 y publicado el 27 de abril. En un segundo comunicado, con fecha del 23 de mayo, el G.I.A. anunciaba que habían sido ejecutados el 21 de mayo. La misa de los funerales fue celebrada en Argel el sábado 2 de junio y fueron enterrados en su monasterio de Tibhirine, el lunes 4 de junio de 1996.

Los siete hermanos secuestrados y asesinados eran todos de nacionalidad francesa. La causa eventual de su beatificación será introducida en comunión con los otros mártires cristianos de Argelia.

Los siete habían recibido su formación monástica en diversos monasterios de Francia: Bellefontaine, Aiguebelle y Tamié, así como se señala en las breves biografías que siguen a continuación:

Dom Christian de Chergé

Nacido el 18 de enero de 1937 en Colmar (Haut-Rhin) entró en el monasterio del Atlas el 20 de agosto de 1969 siendo ya sacerdote (ordenado el 21 de marzo de1964). Hizo su noviciado en Aiguebelle y su profesión solemne en Atlas el 1 de octubre de 1976. Era Prior Titular del Atlas desde 1984. Había estudiado en Roma de 1972 a 1974 y estaba muy implicado en el diálogo interreligioso. Su Testamento, escrito más de un año antes de su muerte pero no descubierto hasta después, ha llegado a ser ya un clásico de la literatura religiosa contemporánea. Para un estudio de su vida en mayor profundidad, ver Monje, Mártir y Místico de Dom Bernardo Olivera.

Hermano Luc Dochier

Nacido el 31 de enero de 1914 en Bourg-de-Péage (Drôme), había entrado en el monasterio de Aiguebelle el 7 de diciembre de 1941. Llegó al Atlas en 1946 e hizo allí su profesión solemne el 15 de agosto de 1949. Pasó, pues, más de 50 años en Argelia. Como médico que era, sus superiores le habían pedido atender una pequeña clínica a las puertas del monasterio para atender a los vecinos, por lo cual era muy conocido en toda la región.

Padre Christophe Lebreton

Nacido el 11 de octubre de 1950 en Blois (Loir-et-Cher), entró en el monasterio de Tamié el 1 de noviembre de 1974 e hizo allí su profesión solemne el 1 de noviembre de 1980. Llegó al Atlas en 1987 y fue ordenado sacerdote el 1 de enero de 1990. Era maestro de novicios y subprior. Una selección de sus mucho poemas y la parte final de su Diario se publicaron póstumamente.

Hermano Michel Fleury

Nacido el 21 de mayo de 1944 en Sainte-Anne (Loire-Atlantique), entró en el monasterio de Bellefontaine el 4 de noviembre de 1980. Llegó al Atlas en 1984 e hizo allí su profesión solemne el 28 de agosto de 1986. Era el cocinero y jardinero de la comunidad, reconocido por su sencillez y espíritu de oración.

Padre Bruno Lemarchand

Nacido el 1 de marzo de 1930 en Saint-Mizent (Deux-Sèvres), entró en el monasterio de Bellefontaine el 1 de marzo de 1981 siendo ya sacerdote desde el 2 de abril de 1956. Llegó al Atlas en 1989 e hizo allí su profesión solemne el 21 de marzo de 1990. Superior desde 1992 del anexo del Atlas en Fez (Marruecos), estaba en Atlas en el momento del secuestro, con motivo de la elección del Prior del Atlas, que debía tener lugar el 31 de marzo de 1996.

Padre Célestin Ringeard

Nacido el 27 de julio de 1003 en Touvois (Loire-Atlantique), entro en el monasterio de Bellefontaine el 19 de julio de 1983. Sacerdote desde el 17 de diciembre de 1960, había ejercido su ministerio en las calles. Llegó al Atlas en 1987 e hizo allí su profesión solemne el 1 de mayo de 1989. Era el cantor.

Hermano Paul Favre-Miville

Nacido el 17 de abril de 1939 en Vinzier (Haute-Savoie), entró en el monasterio de Tamié el 20 de agosto de 1984, despues de haber ejercido el oficio de plomero. Llegó al Atlas en 1989 e hizo allí su profesión solemne el 20 de agosto de 1991. Era dotado y habilísimo para todo trabajo manual.

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