Los cinco minutos de María
Jesús redimió al mundo con su entrega a la voluntad del Padre, los sufrimientos de la cruz y la gloria de la resurrección. María, consagrada totalmente a la persona y a la obra de su Hijo, cooperó con fe, esperanza y caridad a la obra de redención.
Unidos a María asumamos nuestra cruz para recibir la gracia de la redención y cooperar al bien de la humanidad. En nuestra cruz, como en la de Jesús, ha de resplandecer la luz de la vida nueva y la esperanza de la resurrección.
Alégrate, Madre dolorosa, porque, después de tanto sufrir, te ves ahora rodeada de gloria y colocada como Reina del universo, al lado de tu Hijo.
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