Hoy, 21 de agosto, conmemoramos a San PÍO X, Papa 257º.
SAN PÍO X (1835-1914) nació en Riese, en la provincia de Treviso, en Venecia, Italia, en el seno de una familia piadosa de escasos recursos.
José Sarto, el joven que llegaría a convertirse en Sumo Pontífice, fue el segundo de los diez hijos de un buen hombre de oficio cartero. San Pío X fue el primer papa de la era moderna que ha provenido de orígenes humildes.
Como desde niño demostró ser muy despierto y aplicado para los estudios, destacando además por su devoción, José tuvo la suerte, gracias a la intercesión de un sacerdote amigo de la familia, de recibir una beca por parte del obispo de Treviso para estudiar en el seminario de Padua.
Al terminar sus estudios de teología y filosofía, en 1858 se ordenó como sacerdote. Durante nueve años fue capellán en la parroquia de Tombolo, y en 1867 recibió el nombramiento de arcispreste, en Salzano.
Su carrera eclesiástica continuó en sostenido ascenso: fue vicario general, vicario capitular, y en 1884 fue nombrado obispo de Mantua. Unos años más tarde, el papa León XIII lo designó Cardenal de Venecia.
A la muerte de este papa en 1903, y en contra de su voluntad, José Sarto fue electo sucesor de San Pedro; el congreso cardenalicio lo convenció arguyendo que ésa era la voluntad de Dios, y los razonamientos le hicieron aceptar. Eligió llamarse Pío, pues los papas con ese nombre habían sufrido por defender la religión.
Tres son los principios ejemplares de San Pío X: la pobreza, la humildad y la bondad. Antes de morir, en 1914, tuvo que solicitar una pensión para que sus hermanas no se quedaran en la miseria al faltar él. También eliminó la excesiva ostentación en su actividad cotidiana, y le costaba trabajo que le sirvieran. Además, su buen talante lo hacía siempre aparecer como un padre bondadoso.
San Pío X fue uno de los primeros pontífices que recorrió todas las etapas del ministerio pastoral: primero monaguillo en su infancia, y luego desde capellán hasta papa. Fue canonizado en 1954 por el papa Pío XII.
SAN PÍO X nos enseña el valor de la triada pobreza-humildad-bondad.
SAN PÍO X (1835-1914) nació en Riese, en la provincia de Treviso, en Venecia, Italia, en el seno de una familia piadosa de escasos recursos.
José Sarto, el joven que llegaría a convertirse en Sumo Pontífice, fue el segundo de los diez hijos de un buen hombre de oficio cartero. San Pío X fue el primer papa de la era moderna que ha provenido de orígenes humildes.
Como desde niño demostró ser muy despierto y aplicado para los estudios, destacando además por su devoción, José tuvo la suerte, gracias a la intercesión de un sacerdote amigo de la familia, de recibir una beca por parte del obispo de Treviso para estudiar en el seminario de Padua.
Al terminar sus estudios de teología y filosofía, en 1858 se ordenó como sacerdote. Durante nueve años fue capellán en la parroquia de Tombolo, y en 1867 recibió el nombramiento de arcispreste, en Salzano.
Su carrera eclesiástica continuó en sostenido ascenso: fue vicario general, vicario capitular, y en 1884 fue nombrado obispo de Mantua. Unos años más tarde, el papa León XIII lo designó Cardenal de Venecia.
A la muerte de este papa en 1903, y en contra de su voluntad, José Sarto fue electo sucesor de San Pedro; el congreso cardenalicio lo convenció arguyendo que ésa era la voluntad de Dios, y los razonamientos le hicieron aceptar. Eligió llamarse Pío, pues los papas con ese nombre habían sufrido por defender la religión.
Tres son los principios ejemplares de San Pío X: la pobreza, la humildad y la bondad. Antes de morir, en 1914, tuvo que solicitar una pensión para que sus hermanas no se quedaran en la miseria al faltar él. También eliminó la excesiva ostentación en su actividad cotidiana, y le costaba trabajo que le sirvieran. Además, su buen talante lo hacía siempre aparecer como un padre bondadoso.
San Pío X fue uno de los primeros pontífices que recorrió todas las etapas del ministerio pastoral: primero monaguillo en su infancia, y luego desde capellán hasta papa. Fue canonizado en 1954 por el papa Pío XII.
SAN PÍO X nos enseña el valor de la triada pobreza-humildad-bondad.
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