viernes, 11 de julio de 2014

Decálogo para un verano cristiano

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Decálogo para un verano cristiano
  1. Un Domingo sin misa es como un mar sin agua. El cristiano se baña en la Palabra del Señor para encontrar la frescura en su vida, para quitarse de encima aquello que  le estorba o que le impide vivir con transparencia: ¡BUSCA LA MISA ALLA DONDE TE ENCUENTRES!
  2. Un cristiano sin Palabra de Dios es una persona que le falta una referencia para vivir, servir y caminar. Un cristiano sin la Palabra de Dios es como un edificio sin amueblar. Le falta algo donde apoyarse y donde dejar la conciencia, los interrogantes, las preocupaciones.
  3. Un verano dedicado exclusivamente al descanso puede convertirse en rutina. El cristianismo nos ha dejado su huella en el arte, la pintura, la música…..aprovecha estos meses para una visita a un santuario, para un concierto sacro o, simplemente, para deleitarte con la belleza de nuestros templos.
  4. Un corazón cristiano sin caridad no descansa en paz. Las prisas en el trabajo, en la educación, en la empresa, en la parroquia….a veces nos impiden detenernos y caer en la cuenta de los que no pueden descansar porque no tienen medios económicos. El verano es una oportunidad para ofrecernos como voluntarios, para atender  a los padres, para estar con aquellos que hemos dejado abandonados por el camino.
5. El ruido del mundo nos impide escuchar a Dios. Si estás en la montaña, date un paseo sólo. Si estás en el mar, vete por su orilla en el anochecer. De vez en cuando hay que dejar las compañías para encontrarnos con nosotros mismos, para mirar hacia el cielo y, en ese cielo, descubrir y hablar con Dios.
  1. El sensacionalismo, las noticias de los medios de comunicación, nos convierten en perezosos para una lectura buena. Elige un libro, y si puede ser espiritual mejor, que te aporte valores, que nutra tu vida con un poco de sensatez, de cordura. Una buena lectura nos hace más equilibrados.
  2. Además de exponerte al sol, que no siempre es bueno, no dejes de frecuentar la luz que te ofrece la Iglesia: la paz de un templo, la oportuna Palabra del Señor, la Acción de Gracias, el silencio o el sacramento de la penitencia. Son rayos de un sol, Jesús, que transforma y ennoblece nuestras almas y nuestro interior.
  3. Las ocupaciones profesionales, que son ocupaciones, a veces son excusas para no dedicarnos de lleno a la familia. El verano cristiano es una buena plataforma para acercarnos al mundo de los hijos, para resituar y potenciar la vida matrimonial, para caminar juntos, para disfrutar juntos…y para ir a la misa de los domingos también juntos.
  4. Deja, en este tiempo, que salga lo mejor de ti mismo. Bríndate en numerosos detalles allá donde te encuentres y, en aquello, que otros no quieran o no sepan hacerlo. Es preferible que nos digan “está a todo” a que afirmen “se aprovecha de todo”.
  5. Finalmente da gracias a Dios de todo corazón. Ejercita la oración. Participa en la religiosidad popular del pueblo o de aquella ciudad donde te encuentres. Una romería, un rosario, una procesión o una novena, tal vez te hagan descubrir que, como Juan, Pedro y Santiago, también podemos disfrutar estando en la presencia del Señor con la compañía de Santa María.

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