La distinción entre vida “práctica” (o “activa”) y vida “teórica” (o “contemplativa”) es muy antigua. Tiene un origen precristiano. Los santos padres la han asumido, dándoles sin embargo a ambos conceptos un contenido nuevo, específicamente cristiano. Si bien, ellas constituyen dos pilares de la vida espiritual y, de este modo, también de la oración. Pero, como ha sucedido a menudo, también en este caso, especialmente en occidente, se han introducido algunos desplazamientos semánticos, como se deja ver en una simple mirada a nuestro lenguaje común.
“Teoría” y “praxis” -¡en esta sucesión!- son usualmente consideradas dos cosas del todo distintas. Al fantasioso “teórico” se le es contrapuesto de buena gana el desapasionado “práctico”. Muchas veces es considerado como un simple “teorizar” que, respecto a la “experiencia práctica”, no tiene ninguna consistencia. “Teoría” y “praxis”, en nuestro lenguaje común, se relacionan la una en la confrontación con la otra- para decirlo de un modo un poco burdo – casi del mismo modo en el cual una hipótesis no demostrada está en relación a un saber consolidado.
Los padres, probablemente, no terminarían de asombrarse de semejante vuelco de valores, es decir del completo desconocimiento de lo que praxis y teoría – ¡en esta sucesión!- son según su naturaleza y en su recíproca relación.
“El Señor ama las puertas de Sión, más que todas las tiendas de Jacob”: El Señor ama tanto al praktikós como al theoretikós. Al theoretikós, sin embargo, más que al primero. En efecto, Jacob [que simboliza al praktikós] [1] es traducido como “aquel que tiene en mano el calcaño” (Gen 25,26), Sión [que aquí simboliza al intelecto contemplativo] [2], en cambio, con “lugar de observación” [3].
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No le ha ido mucho mejor a los dos términos latinos actio y contemplatiocorrespondiente a los conceptos griegos nombrados arriba. Más bien, el desplazamiento de significado y de valoración que son aquí desplazados podrían, al final, ser responsables también de la inversión y cambio de valores de los términos “praxis” y “teoría”. Estos tocan las raíces de nuestra moderna autocomprensión y de este modo, inmediatamente, también de nuestra comprensión de la vida espiritual.
Con el término “vida activa” –en sentido espiritual-, hoy la mayor parte de los hombres entiende ciertamente un vivir “más activamente”, es decir un más laborioso amor al prójimo. Pero si se volatiliza la originaria motivación religiosa, se termina en un puro “compromiso social”.
A esta “vida activa” se contrapone, según la concepción común, la “vida contemplativa”, reservada a pocos, tal como es cultivada por las denominadas “ordenes contemplativas” en el aislamiento de su clausura: por tanto, una vida de “contemplación” (contemplatio) de las cosas de Dios. La oración es incluso considerada como la más noble de las ocupaciones de estas órdenes contemplativas.
En el primero de los casos, por tanto, el actuar se orienta hacia el exterior, hacia el prójimo, mientras en el segundo de los casos se orienta esencialmente hacia el interior. Es por esto comprensible que las valoraciones que estas dos formas de vida encuentran sobre todo hoy, estén en estridente contraste con el texto citado arriba de Evagrio, que daba claramente la precedencia al “teóretico” (contemplativo). En el juicio de la mayor parte de los hombres, por ejemplo, las llamadas “órdenes activas” son por mucho “más útiles” que aquellas puramente “contemplativas”. […]
Últimamente ha comenzado a delinearse, sin embargo, un cierto replanteo de la relación entre “acción” y “contemplación”. Desde el momento en que la actividad se convierte fácilmente en “activismo” y, al final, deja al hombre vacío, están siendo cada vez más numerosos los laicos y religiosos que se dedican a distintas formas de “meditación”, y no pocos se dedican a la “contemplación” incluso dedicándole todo el tiempo disponible.
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Como ya he dicho, los padres habrían estado muy sorprendidos, si se les hubiese hablado de “teoría” y “praxis”, de “vida activa” y de “vida contemplativa”, en ese sentido. Ciertamente, también ellos distinguen puntualmente entre un pracktikós y un theoretikós. El uno y el otro, por ejemplo, están expuestos a tentaciones del todo distintas y tienen distintos combates que sostener. Si el primero tiene que combatir principalmente con las pasiones, el segundo tiene que hacerlo sobre todo con los errores en el ámbito del conocimiento [4]. El primero combate, por tanto, a los opositores por medio de las virtudes, el segundo “derriba cada alto edificio que se levanta contra el conocimiento de Dios, sirviéndose de la enseñanza de la verdad [5]. Si Dios ama al segundo más que al primero, como hemos visto, es porque éste habita ya en la casa del mismo Dios, mientras que el otro se entretiene aún en sus atrios [6].
Sin embargo, la iglesia está compuesta de ambos, de “prácticos” y de “teóricos” [7]. Por esto, no se trata absolutamente de dos sujetos distintos y, por consiguiente, tampoco de dos “caminos” distintos, entre los cuales se pueda elegir libremente según el gusto propio o según las disposiciones, sino que se trata de una única y misma persona, si bien en niveles diferentes del mismo camino espiritual [8].Praktikós y theoretikos se implican en la realidad, el uno en relación del otro, como Jacob e Israel [9] que son de hecho una única y misma persona. Jacob, el praktikós[10], después de haber luchado con el ángel y de haber visto a Dios cara a cara (Gen 32), se convierte en Israel, el theoretikós [11].
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Lo mismo vale, naturalmente, también para la oración. Como todas las cosas, tiene dos fases o aspectos. Al “modo práctico” le corresponde el “teorético” (contemplativo): estos se relacionan entre ellos como la “letra” y el “espíritu”, teniendo presente que naturalmente es el espíritu el que precede a la letra y el que le da sentido. ¡Ambos modos son inseparables uno del otro! Así como también el mismo “Jacob”, que en un primer momento presta servicio por siete años por la no amada “Lia”, símbolo de la fatigosa practiké, y después otros siete años para la deseada “Raquel”, símbolo de la contemplación [12] .
Si por lo tanto el “modo teorético” de la oración consiste en la contemplación (o conocimiento) del Dios trinitario y de su creación, llamada también theologhikè yphysiké, ¿Qué se debe entender con “modo práctico”? Esto es parte de lo que Evagrio llama praktiké y que define así:
La praktiké es aquel método espiritual que purifica la parte pasional del alma [13].
Este “método espiritual” consiste esencialmente en “la observancia de los mandamientos” [14], a la cual viene en ayuda el ejercicio de todo lo que nosotros, en sentido amplio, entendemos como “ascesis”. Su objetivo es el de devolver al alma, con la ayuda de Dios, su “salud” natural [15], que consiste en la apátheia, es decir, en la libertad de las “enfermedades” (o “pasiones”: páthe) que la enajenan. Sin esta impasibilidad, adquirida por grados [16], la vida espiritual, y también la oración, se vuelve una ilusión, alejando posteriormente al hombre de Dios.
Como a una persona enferma no le ocasiones ningún provecho fijar los ojos descubiertos en el sol ardiente del medio día, del mismo modo también para el intelecto pasional e impuro no le es absolutamente de ninguna utilidad falsificar la venerada y eminente oración en espíritu y verdad. Al contrario, ¡suscitará más bien la indignación de la divinidad contra sí! [17]
“Confundido” y “cegado” por las propias pasiones [18], a través de tales “derrotas” algunos incurren incluso en el peligro de convertirse al final en “cabeza de doctrinas y opiniones falsas” [19], y por lo tanto, no solo ilusionarse a sí mismo, sino también desviar a otros.
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La “vida activa” contiene, pues, en el entendimiento de los padres ciertamente unhacer (prâxis), que sin embargo no está dirigido simplemente al exterior o, mejor, no distingue en absoluto “interior” y “exterior”. La praktiké abraza, por el contrario, el ámbito total de las relaciones del hombre hacia sí mismo, hacia su prójimo y hacia las cosas; por este motivo es también llamada ethiké [20].
Praktiké y theoretiké no son dos “caminos” independientes, uno del otro, sino son dos grandes etapas del mismo camino. La theoría (contemplación) es el natural “horizonte” de la prâxis, que conduce paso a paso a ésta su meta, para la cual ella está predispuesta y por la cual sólo recibe su razón de ser.
Estas son las palabras que los padres repiten constantemente
[a sus hijos espirituales]:
“Oh hijos, el temor de Dios hace estable la fe
y, por otro lado, la templanza
[hace estable] al temor de Dios;
pero la templanza
se hace inflexible por la paciencia y por la esperanza,
de las cuales nace la impasibilidad,
cuya semilla es la caridad.
La caridad, después, es la puerta del conocimiento natural,
al cual le sigue la teología
y la bienaventuranza final” [21]
Todos estos aspectos (aparentemente) “exteriores” de la oración, a los cuales, después, le son atribuidos una gran importancia, pertenecen todos al “modo práctico de la oración”, aunque ellos contengan ya en sí, en su esencia, su objetivo, el “modo contemplativo”, su horizonte natural. Estos son, como en general la praktiké, trabajosos, como fue llena de pena la vida de Jacob, cuando por años aspiró a la mano de la amada Raquel. Sin embargo, ¡no se trata de una “autosalvación”! En efecto, la meta de la praktiké, la “pureza de corazón”, que solo hace al hombre “contemplar a Dios”, es siempre fruto de la cooperación entre la “gracia de Dios y el celo del hombre” [22] (¡en este orden!). Igualmente el “modo contemplativo de la oración “ es entonces, así como la teoría en general, puro carisma [23], “don “ del Padre [24] a los que él ha encontrado dignos de este don [25].
[1] Cf. Evagrio, In Ps. 77,21.
[2] Evagrio, In Ps. 149, 2.
[3] Ibid. 86, 2.
[4] Ibid. 143,7.
[5] Ibid. 26,3. Cita: 2 Cor 10, 5.
[6] Evagrio, In Ps. 133, 1.
[7] Ibid. 150,4.
[8] Ibid. 117,10.
[9] Ibid. 77,21.
[10] Cf. Evagrio, Or. Prol.
[11] Cf. Eusebio di Cesarea, Praeparatio evangelica VII, 9, 28.
[12] Evagrio, Or. Prol.
[13] Evagrio, Pr. 78.
[14] Ibid. 81.
[15] Ibid. 56.
[16] Ibid. 60.
[17] Evagrio, Or. 146.
[18] Evagrio, KG V, 27.
[19] Evagrio, KG V, 38.
[20] Evagrio, In Ps. 143,1.
[21] Evagrio, Or. Prol. [8].
[22] Evagrio, In Ps. 17,21.
[23] Evagrio, Or. 87.
[24] Ibid. 59.70.
[25] Evagrio, In Ps. 13,7 y passim.
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