jueves, 21 de noviembre de 2013

Tres árboles sueñan

 

tres arboles
Érase una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles que soñaban en grande sobre lo que el futuro deparaba para ellos.
El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo:
– “Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros mas hermoso del mundo.”
El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en su camino hacia el mar y dijo:
– “Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mi. Yo seré el barco mas imponente del mundo.”
El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo:
– “Yo no quiero dejar la cima de la montaña jamás. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al cielo y pensaran en Dios. Yo seré el árbol mas alto del mundo.”
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró al primer árbol y dijo:
– “¡Qué árbol tan hermoso es este!”, y con la arremetida de su brillante hacha el primer árbol cayó.
– “Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos”, pensó el primer árbol.
El segundo leñador miró al segundo árbol y dijo:
– “¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mi!”, y con la arremetida de su brillante hacha, el segundo árbol cayó.
– “Ahora deberé navegar mares inmensos”, pensó el segundo árbol, “deberé ser el barco más imponente para los reyes mas poderosos de la tierra.”
El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo:
– “¡Cualquier árbol es bueno para lo que busco!”, y con la arremetida de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó a una carpintería. Pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo convirtió en una caja de alimento para animales de granja. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni llenado de tesoros y piedras preciosas, sino fue usado sólo para poner el pasto para animales hambrientos.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero ningún barco imponente fue construido ese día. En lugar de eso, aquel árbol fuerte fue cortado y convertido en un simple bote de pesca, demasiado chico y débil para navegar en el océano, ni siquiera en un río, y fue llevado a un pequeño lago. Y allí quedó con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia.
El tercer árbol quedo muy confundido cuando el leñador lo llevó a un aserradero donde fue cortado y convertido en sendos leños que por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar.
– “¿Qué estará pasando?”, fue lo que se preguntó el árbol, “yo todo lo que quería era quedarme en la cumbre de la montaña… y apuntar a Dios.”
Muchísimos días y noches pasaron y a los tres árboles ya casi se les habían olvidado sus sueños. Pero una noche brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada, cuando una joven mujer puso a su hijo recién nacido en aquella humilde caja para alimentos.
– “Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna”, le dijo su esposo…
La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apaciblemente dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre.
– “El pesebre es hermoso”, dijo ella y, de repente, el primer árbol supo que contenía el tesoro más grande del universo.
Pasaron los años y una tarde, un viajero cansado y sus amigos se subieron a la vieja barca de pesca. El viajero se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una impresionante y aterradora tormenta se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Naufragaba! ¡Qué gran pena, pues no servía ni para un lago! Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba cuando el viajero cansado se levantó y alzando su mano dijo:
– “Calma.”
¡La tormenta se detuvo tan pronto como comenzó! De repente el segundo árbol, convertido en la barca de Pedro, supo que llevaba a bordo al Rey del cielo y de la tierra.
De repente un viernes en la mañana, unos hombres entraron violentamente a un oscuro almacén buscando algunos maderos. El tercer árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido golpeado sin misericordia. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedo colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, solo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos.
El tercer árbol se sintió feo, áspero, cruel. Estaba avergonzado, pues no solo se sentía un fracasado, sino que además se sentía cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.
Pero el domingo en la mañana, cuando al brillar el sol, la tierra se estremeció bajo sus maderas, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol mas valioso que había existido o existirá jamás pues aquel hombre era el Señor y se valió de él para salvar al mundo!
La cruz era trono de gloria para el rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el más alto del mundo, y al mirarlo todos pensarán Dios.
La próxima vez que te sientas deprimido porque no conseguiste lo que tú querías, solamente confía y sé feliz… porque Dios siempre está pensando en algo mejor para darte. A veces, nos cuesta mucho comprender los caminos que Él elige para que encontremos nuestra felicidad… que, al fin y al cabo, es lo único que a Dios le interesa.

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