lunes, 11 de noviembre de 2013

Santos Facundo y Primitivo, mártires

 
fecha: 27 de noviembre
†: s. IV - país: España
canonización: pre-congregación
hagiografía: Abel Della Costa
A orillas del río Cea, en Gallaecia, santos Facundo y Primitivo, mártires.

Según la «Passio» vivieron en Galicia [sic]1, cerca del río Cea y fueron martirizados «sub Attico et Pretextato consulibus» (bajo el consulado de Ático y Pretextato), un título que puede designar tanto al presidente como al juez. Enseguida Ático es presentado como juez, que dirige el interrogatorio y decide el martirio, no habiendo podido convencerlos de ofrecer sacrificios en el altar de las divinidades imperiales. La Passio, sin embargo, tiene un carácter puramente legendario; fue redactada recién a mediados del siglo X, y depende claramente de las pasiones de la santos Justo y Pastor, Emeterio, Celedonio, Vicente, y especialmente de la de san Félix de Gerona, así como también el himno «Fons Deus aeternae pacis» (Dios fuente de eterna paz), composición en honor de Facundo y Primitivo, depende del himno «Fons Deus vitae perennis» a san Félix.

El primer rastro de su culto aparece en el 652, fecha en la que sus reliquias fueron depositadas en la basílica de Acci (hoy Guadix). Dos siglos más tarde ocurrió el hecho que marcó la suerte hagiográfica de Facundo y Primitivo: la reconstrucción, en el 872, por parte del rey Alfonso III el Grande, de una basílica en ruinas, que se dedicó a los dos santos mártires y se encomendó al abad Alfonso y algunos de sus monjes, escapados desde el monasterio de San Cristóbal de Córdoba de la persecución musulmana. Saqueada y destruida esta basílica también durante una incursión musulmana en el 883, fue nuevamente restaurada y equipada por el mismo rey de León, Alfonso III, el 3 de noviembre 905; solemnemente consagrada el 29 de junio de 935, la iglesia y el monasterio adyacente (ahora Sahagún, deformación de San Facundo) recibió los años siguientes muchos privilegios y donaciones reales, y en época de Alfonso VI de León (1065-1109) se convirtió en el centro más importante de la reforma cluniacense en España. La «Passio» debió escribirse en este momento, y no hay textos litúrgicos de los santos Facundo y Primitivo en los libros visigodos anteriores al siglo X. En un manuscrito del siglo XIII aparecen como hijos de san Marcelo de León, fábula aceptada por algunos escritores posteriores, e incluso añadida en la versión anterior del Martirologio Romano.

Esto es lo que hemos encontrado respecto del martirio de los dos santos, tan ciertos de su existencia como completamente huidizos en los detalles, como tantas veces nos pasa con los mártires antiguos. El fragmento citado pertenece al historiador D. Justo José Alonso, y lo hemos recogido de la «Enciclopedia dei Sancti». Ahora bien, sobre las reliquias en particular, que se conservan en la actualidad en Sahagún, se cuenta en otro texto la historia, que es la siguiente:

Viejos pergaminos -que hicieron tradición e historia- nos dan fe que, arrojados al río Cea los restos de san Facundo y san Primitivo, algunos cristianos que habían presenciado su martirio y sus milagros, bajaron buscándolos río abajo, hasta encontrarlos en un lugar inhabitado, donde el río hacía un recodo y donde el caudal de su corriente los había dejado entre mimbreras y espadañas. Precisamente allí y donde -algún día- habría de surgir la abadía y la Villa de Sahagún, dieron sepultura aquellos cristianos a los mártires de Cristo.

Estaba aquel sepulcro muy cerca de la Calzada romana que, un poco más abajo, cruzaba el Cea subiendo desde Palencia -la antigua capital de los Vacceos- casi hasta el mar, entroncándose con la que se decía Vía Hercúlea o Augusta. La piedad fue allí floreciendo débil a los principios y como a hurtadillas. Pero cuando la Paz de Constantino y el Edicto de Milán abrieron al espíritu banderas de bonanza, en torno a aquel sepulcro el catolicismo cobró un auge de ganancia insospechada. Hasta tal punto que -muy pronto- una capilla pequeña y recogida cobijó los restos de los mártires. Lo que de este modo nos dejó compendiado la primera Crónica Anónima de Sahagún: Andando el tiempo y todavía creciendo la devoción de piadosas personas, sobre los sus cuerpos fue fundada una capilla e iglesia pequeñuela. Diciendo ahora dos cosas sobre el historial de las reliquias de san Facundo y san Primitivo, subrayaremos que en aquella iglesia pequeñuela estuvieron hasta que, en torno a ella, los visigodos construyeron el monasterio visigótico de Domnos Sanctos, y que allí seguían siendo veneradas cuando aquel monasterio fue destruido por los árabes hacia el año 714, el que fue reconstruido luego por el rey Alfonso I, como probaremos mas tarde. Que allí estaba también cuando, hacia el 791, fuera nuevamente derribado por las tropas de Hixan I, y que seguían teniendo su culto allí mismo en el año 872, cuando Alfonso III el Magno compró la iglesia parroquial, a que estaba reducido el monasterio visigótico de Domnos Sanctos, entregándosela entonces al abad Adefonso, que venía huyendo de Córdoba, para que restaurase en Sahagún la vida monástica que se había visto interrumpida algún tiempo.


El primer documento escrito de la diplomática de Sahagún, que nos habla de las reliquias de los santos Facundo y Primitivo, data del 22 de octubre de 904, cuando la gran donación de Alfonso III a Domnos Sanctos, nuestros valiosísimos patronos Facundo y Primitivo, cuyos cuerpos sepultados son venerados en la Iglesia de junto a la Calzada, sita a la ribera del río Cea. Escritura a la que siguen cien más, tanto de carácter regio, como eclesiástico y particular, que se prolongan hasta el año de 1153, cuando el día 28 de mayo fue trasladada la cabeza del mártir san Mancio desde aquel priorato -en los términos de Rioseco- hasta Sahagún, siendo entonces colocada en el arca que guardaba los restos de san Facundo y san Primitivo. Sesenta años mas tarde, a 9 de junio de 1213 y con asistencia de Alfonso VIII de Castilla y de Alfonso IX de León, tuvo lugar el traslado de los sagrados restos desde la iglesia antigua -dicha hasta entonces de san Mancio- a la basílica grande y nueva que, desde años atrás, se venía edificando en la abadía de Sahagún.

Casi 200 años después, a 26 de noviembre de 1412, fueron sacadas las reliquias de aquella arca de roble y colocadas en una nueva de ciprés, chapeada en plata; y a 9 de septiembre de 1591, habiendo recibido el abad de Sahagún, Fr. Mauro de Otel, una carta de rey Felipe II, en la que se le pedía -a súplica del arzobispo de Évora, don Theotimio de Braganza- una reliquia de san Mancio para su iglesia catedral, nuevamente fue abierta el arca funeraria y de ella se extrajeron dos trocitos de la cabeza de san Mancio, que fueron enviadas al monarca, una de ellas con destino a Évora y la otra para el propio rey de España, por haber nacido el día en que murió martirizado el Santo, y para que, por su mediación, Dios le aliviase en los males de la gota que entonces acibaraban la vida de Felipe II. El 19 de octubre Felipe II daba las gracias al abad por su benevolencia, en una carta emocionada que conserva el Cartulario de Sahagún. El día 24 de julio de 1621 fueron sacados los restos martiriales de aquella arca de ciprés y colocados en una de plata, que fue puesta en la Capilla Mayor, al lado de la Epístola, en un arco muy alto que está cerrado, primero con una reja dorada, y después con puertas de pintura... con gran solemnidad de convocación de pueblos y muchas fiestas.

En 1766, siendo abad Fr. Pablo Rodríguez y después de la refacción de la basílica llevada a cabo por el P. Antonio Pontones -porque había quedado harto maltratada a raíz del terremoto de 1755-, nos relata Escalona cómo habiéndose abierto el arca de plata, yo vi y adoré las Reliquias dichas, y vi también los testimonios, de los cuales hay copia en el Archivo. Y allí estuvieron los restos de los mártires hasta agosto de 1809, en que -al decir del P. Wilibaldo- con motivo de la llegada a la Villa del general francés Tourniers, para evitar posibles profanaciones el abad Fr. José Sáenz de Escalona hizo ocultar el arca de las reliquias y la célebre custodia de Enrique de Arfe en las proximidades de una finca que, más tarde y cuando la subasta de las propiedades de la Abadía en 1821-1822, pasaría a serlo de don Andrés Arias. Derrotados los frentes de Napoleón en Sahagún y tras el incendio que redujo a escombros la monumental basílica y gran parte de la abadía, pasaron las reliquias a ocupar un lugar de preferencia en la capilla de Nuestra Señora de las Angustias, al norte de la desolada basílica, entre su crucero y la sacristía. Capilla que sirvió de iglesia, después de los arreglos que en ella se hicieron, desde 1814 y siendo abad Fr. Albito Villar, a raíz del Capítulo General celebrado aquel año en Celanova.

Y todavía seguían las obras de reconstrucción de la basílica, según los planos del P. Miguel Echano -que invertirían su estructura y distribución con referencia a la derruida- cuando los decretos del 25 de julio de 1835 y el subsiguiente de 11 de octubre de ese mismo año daban al traste con todas las ilusiones monacales de Sahagún, abriendo las puertas a la Exclaustración del año siguiente, al tiempo que otro incendio provocado en el mes de mayo devoraba recintos sacros y torretas eclesiales. Con todo, a 21 de septiembre de 1835 todavía encontramos inventariada una urna de plata con las reliquias de san Facundo y san Primitivo, entre los objetos de la iglesia y la sacristía del suprimido monasterio de Sahagún, que fueron entregados -por orden superior- a don Juan Rojo y Camiña, párroco de San Tirso. Hoy día muy probablemente desde entonces, está el arca aquella y las reliquias martiriales en el centro y sobre el segundo cuerpo del neoclásico altar mayor de la capilla de San Juan de Sahagún.

Nota 1: El texto italiano dice literalmente «Secondo la passio vivevano in Galizia, presso il fiume Cea». Nos informa un lector que el río Cea no pasa por Galicia, y que por tanto se debe referir a la provincia romana de Gallaecia. La noticia de la edición castellana del Martirologio también traía «Galicia», aunque en la última edición, 2007, lo han corregido por «León», lo que resulta, aunque geográficamente correcto, anacrónico.

Escrito de D. Juan Manuel Cuenca Coloma en «Sahagún, Monasterio y Villa 1085-1985», pág. 5 a 8, que nosotros tomamos -junto con la imagen del relicario de plata- del blog www.joseluisluna.com. Lamentablemente el primer escrito, el de D. Justo José Alonso, a pesar de que seguramente es de original en español, hemos debido traducirlo del italiano, en la imposibilidad de encotrar la fuente castellana. Recomendamos asimismo otro texto que trata del relato de martirio de estos santos: «Martirio y taumaturgia: la construcción de una memoria original de los santos Facundo y Primitivo en la primera Crónica anónima de Sahagún», por Ludivine Gaffard, de la Universidad de Toulouse.

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