miércoles, 6 de noviembre de 2013

San Félix de Nola, obispo

 
fecha: 15 de noviembre
†: s. IV/V - país: Italia
canonización: culto local
hagiografía: Abel Della Costa
En Nola, de la Campania, san Félix, con cuyos cuidados pastorales y devoción se honra la ciudad.
patronazgo: protector contra el perjurio.

No se debe confundir a este san Félix de Nola, a quien se le agrega el toponímico por haber sido obispo de Nola, con el mucho más conocido san Félix de Nola, presbítero y confesor, que celebramos el 14 de enero, yl que el toponímico se le agrega por haber nacido allí (y para distinguirlo de los muchos santos llamados Félix).

Esta distinción es de mucha importancia, porque la identidad de los nombres y la escasez de datos sobre los dos (pero mucho más sobre el de hoy, ya que del presbítero tenemos como informante a san Paulino de Nola) han hecho pensar durante mucho tiempo que se trataba de un duplicación, máxime si tenemos en cuenta que al san Félix presbítero le atribuye la hagiografía de san Paulino el haber rechazado el episcopado. En muchísimos sitios de internet aparecen los dos santos como el mismo, e incluso la «Vida de los santos» de Butler no menciona a éste del 15 de noviembre. Sin embargo, el hecho de que el nuevo Martirologio lo consigne, habida cuenta del cuidado que se ha tenido en no admitir duplicaciones ni datos del todo inciertos, es suficiente para que sepamos, al menos, que no se trata del mismo santo, aunque nos quedemos con el deseo de saber más acerca del obispo del siglo IV/V que hoy conmemoramos.

Gian Domenico Gordini, en Santi e Beati, aporta la siguiente noticia: «Sobre este personaje son muy pocos los datos fiables, y muchos los legendarios y poco claros. La información cierta refiere el inicio de su ministerio episcopal en 473, y su muerte, un 9 de febrero de 484, como puede verse en una inscripción sepulcral. Para el resto la leyenda ha trabajado muy duro para crear una confusión de la que no es fácil salir.»

Para abundar en la confusión, la iconografía tradicional, y el Martirologio Romano anterior, lo representan mártir (tal como aparece en el cuadro de Formisani de la Catedral de Nola, que ilustra este artículo) a su vez por contaminación legendaria con otro san Félix, del año 97, mártir que ya no figura en el Martirologio actual.


Félix de Nola

   
San Félix de Nola
San felice di nola1.jpg
Nacimientoc. s. III
Nola, Campania, Italia
Fallecimientoca. 250
Nola, Campania, Italia
Festividad14 de enero (Santoral católico)
PatronazgoNola, Italia.
San Félix de Nola (m. ca. 250) fue un Obispo de Nola en Italia, que está incluido en el Santoral católico como mártir y confesor de la fe.[1]

 

Vida

Las pocas noticias que tenemos proceden de San Paulino de Nola en los poemas que le dedica, escritos entre 395 y 409. Además, Paulí le tuvo como santo protector. También escribieron de él Beda el Venerable, San Agustín y San Gregorio de Tours, y el papa San Dámaso le dedicó un poema.
Según el, Félix nació en Nola en el siglo III, hijo de un rico sirio que había ido a Italia[2] por cuestiones de trabajo. Se ordenó sacerdote y fue ayudado por el obispo de Nola Máximo. Durante las persecuciones de cristianos, fue encarcelado y, según la leyenda, liberado por un ángel.
Félix cuidó del obispo, que se había refugiado y estaba enfermo. El mismo Félix, cuando se reanudaron las persecuciones, tuvo que huir. Cuando murió el obispo, la comunidad cristiana decidió que Félix fuera el obispo de Nola, pero rehusó tal dignidad y prefirió continuar como presbítero su misión evangelizadora. Pasó el resto de su vida viviendo en la pobreza absoluta.

Veneración

 
Basílica paleocristiana de Cimitile: ahora tumba de Félix de Nola.
Aunque no murió de manera violenta, es reconocido como mártir por los numerosos sufrimientos que pasó durante su vida. Su cuerpo fue oculto en la basílica de Cimitile y su sepulcro se convertió en lugar de peregrinación: su tumba fue llamada “Ara Veritatis”, porque se decía que podía indicar si el testimonio que se daba era verdadero. En Roma le fue consagrada una basílica.
Su festividad se fijó el 14 de enero. Los campesinos de Nola invocan san Félix como protector del ganado.

Leyendas

Cuando fue detenido por los soldados, fue azotado, encadenado y encarcelado, pero un ángel se le apareció y lo liberó para que ayudase al obispo Máximo: las cadenas cayeron y las puertas se abrieron y el santo pudo marchar. Los soldados persiguieron a Fèlix para volverlo a encarcelar. Félix se escondió en una cueva o pozo y una araña tejió su telaraña sobre la entrada. Cuando llegaron los soldados y vieron la telaraña, ya no miraron adentro. Fue así como Fèlix se pudo escapar. Su persecución acabó el año siguiente y Fèlix, que estuvo escondido en un pozo seco durante seis meses, volvió a sus tareas.
Durante la persecución, los soldados confiscaron sus bienes. Para poder sobrevivir trabajó en el campo, repartiendo los frutos entre los pobres. Una noche, unos ladrones fueron a robarle en el huerto pero al llegar, una fuerza les hizo pasar la noche trabajando en el campo. Cuando amaneció, Fèlix los vio y les agradeció el trabajo realizado. Los ladrones le confesaron avergonzados la auténtica intención que les había llevado pero fueron perdonados y se marcharon.

Desdoblamiento del santo

A partir de su figura, se dio una duplicación que dio origen a un ficticio obispo mártir del siglo I, también llamado Félix de Nola, que obtuvo tanta difusión como el original, mezclando en su leyenda elementos de la del prevere. Fue incluido en el santoral, festejándolo el 15 de noviembre, aunque no ha existido nunca.

Notes

  1. Jump up Calendarium Romanum (Librería Editrice Vaticana 1969), p. 112
  2. Jump up Historias posteriores le llaman Hermias y lo describen como militar de profesión.

Enlaces externos

San Félix de Nola
Señor Dios, Rey Omnipotente: tú que le permitiste a tu mártir
San Félix conseguir favores tan maravillosos para sí y
para sus devotos, haz que nuestra fe sea también
tan grande que consigamos maravillosas intervenciones tuyas
en favor nuestro y en favor de los que necesitan
la ayuda de nuestra oración. Amen.
Jesús en la CruzNola es una pequeña y antiquísima ciudad, situada a unos 20 kilómetros de Nápoles. Allí vio la luz san Félix, cuyo nombre significa "feliz", en el siglo III. Su padre Hermias era sirio, de profesión militar. Nuestro santo, en cambio, prefirió ser soldado de Cristo.
Poco sabemos de su infancia y juventud. Padeció las terribles persecuciones desatadas por Decio y por Valeriano. Por estas circunstancias carecemos de actas que hubieran podido proporcionar noticias precisas. Los rasgos más exactos que conocemos a través de san Paulino, poeta y obispo de Nola, quien escribió su biografía a fines del siglo IV y lo tuvo como santo protector. También escribieron sobre él Beda, san Agustín y Gregorio Turonense. El papa san Dámaso le dedicó un poema.
Para destruir la Iglesia, el emperador Decio ordenó prender y procesar principalmente a los obispos, presbíteros y diáconos. Gobernaba entonces la grey de Nola el obispo Máximo, cargado de años, quien se refugió en las montañas de los Apeninos. Félix, que era presbítero, se quedó en la ciudad para vigilar y proteger a los fieles.
No duró mucho tiempo la seguridad de Félix, pues Nola era una pequeña ciudad donde todos se conocían y él no disimuló su condición de cristiano. Arrestado y conducido a la cárcel, lo ataron con cadenas, y así permaneció durante meses. Por su parte, en las montañas, el obispo Máximo padecía hambre, frío, tristeza y dolor.
Félix fue un ejemplo de devoción al obispo. Socorrió a Máximo corriendo gravísimos riesgos y compartió con él la dura experiencia de la persecución.
Habiendo escapado de la furia desatada por Decio, Félix se vio nuevamente amenazado, junto con toda su comunidad, por las disposiciones que contra los cristianos dictó el emperador Valeriano, entre los años 256 y 257.
Al morir Máximo quisieron forzar a Félix a ocupar la silla episcopal, pero él rehusó tal dignidad, prefiriendo continuar como presbítero su misión evangelizadora. Murió el 14 de enero, se cree que del año 260. Fue enterrado en Nola y su sepulcro se convirtió en lugar de peregrinación. En Roma le fue consagrada una basílica.
Los campesinos de su tierra invocan a san Félix de Nola como protector de los ganados. San Gregorio de Tours ha escrito sobre los numerosos milagros operados junto a su tumba.

San Félix de Nola, presbítero y confesor
fecha: 14 de enero
†: s. III/IV - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En la ciudad de Nola, en la Campania, san Félix, presbítero, el cual, según cuenta san Paulino, mientras arreciaba la persecución fue encarcelado y sometido a crueles tormentos. Restablecida la paz, pudo reintegrarse a los suyos y vivió en la pobreza, hasta una venerable ancianidad, como invicto confesor de la fe.
patronazgo: protector contra los perjurios.

Debemos recordar que san Paulino de Nola, considerado como la autoridad básica sobre san Félix, vivió más de un siglo después de la muerte de éste, y es muy probable que ya para entonces la tradición se hubiera contaminado de algunos datos legendarios. San Paulino nos cuenta la vida de san Félix de la manera siguiente:
San Félix era nativo de Nola, colonia romana de la Campania, a veinte kilómetros de Nápoles, donde su padre había adquirido algunas posesiones y se había establecido. El padre de san Félix era sirio de nacimiento y había servido en el ejército. Al morir, dejó sus posesiones a Félix y Hermías, sus dos hijos. Hermías abrazó la carrera de las armas, en tanto que Félix decidió buscar la felicidad que su nombre latino le prometía, en el servicio del Rey de reyes, Jesucristo. Así pues, distribuyó su herencia entre los pobres, y fue ordenado sacerdote por san Máximo, obispo de Nola, quien, encantado de su virtud y prudencia, hizo de él su brazo derecho en aquellos agitados tiempos y le consideró como destinado a sucederle.
El año 250, el emperador Decio emprendió una cruel persecución contra la Iglesia. Máximo, comprendiendo que iba a ser una de las primeras víctimas, se retiró al desierto, no por temor de morir, sino para continuar en el servicio de su rebaño. Como los perseguidores no encontrasen al obispo, se apoderaron de Félix, quien le sustituía celosamente en los deberes pastorales. El gobernador le mandó azotar, le cargó de cadenas y le encerró en un calabozo con el suelo cubierto de trozos de vidrio, de modo que el mártir no podía estar de pie ni acostarse sin hacerse daño, según nos informa Prudencio. Una noche, se le apareció un ángel en medio de una gran luz, y le ordenó ir en ayuda de su obispo. Al ver caer sus cadenas por tierra y abrirse las puertas de la prisión, Félix siguió a su guía, quien le condujo a un sitio, en donde Máximo yacía sin conocimiento, medio muerto de hambre y de frío; la angustia por sus fieles y las penalidades de la vida solitaria le habían hecho sufrir más que en el martirio. Incapaz de hacer volver en sí a su obispo, Félix acudió a la oración y al punto apareció un racimo de uvas al alcance de su mano. Félix exprimió unas cuantas en los labios de su maestro, el cual recobró el conocimiento. En cuanto reconoció a Félix, el buen obispo le rogó que le transportase a su iglesia. El santo le tomó en brazos y le llevó, antes del amanecer, a su casa en la ciudad, donde una devota mujer se encargó de cuidarle.
Félix permaneció escondido, orando incesantemente por la Iglesia, hasta la muerte de Decio, en 251. En cuanto reapareció, su celo exasperó de tal manera a los paganos, que decidieron tomarle preso nuevamente; pero el cielo no permitió que le reconocieran al verle. Sus perseguidores le preguntaron dónde se encontraba Félix, a lo cual el santo dio una respuesta evasiva. Los enemigos cayeron pronto en la cuenta de su error y volvieron al sitio en el que le habían visto; pero ya para entonces, Félix había tenido tiempo de introducirse en un muro cercano, a través de un agujero que se cubrió milagrosamente de telarañas en cuanto el santo pasó. Sus perseguidores, sin sospechar siquiera que Félix se hallaba detrás de la espesa red de telarañas, se retiraron vencidos, después de una búsqueda infructuosa. Félix descubrió un pozo medio seco, entre dos casas en ruinas, y se ocultó en él durante seis meses. Una devota cristiana se encargó de traerle alimentos. Cuando la paz se restableció en la Iglesia. Félix salió de su escondite y fue recibido con gran gozo en la ciudad.
San Máximo murió poco después, y Félix fue elegido por unanimidad para sucederle. Sin embargo, logró persuadir al pueblo que era más prudente confiar la diócesis a Quinto, un sacerdote de más edad. El resto de las posesiones del santo había sido confiscado durante le persecución. Los cristianos le aconsejaron que reclamase a las autoridades como otros lo habían hecho con éxito: pero el santo respondió simplemente que, en medio de la pobreza encontraría más seguramente a Cristo. Ni siquiera pudieron convencerle de que aceptara lo que los ricos le ofrecían. Félix rentó tres acres de tierra que cultivó con sus propias manos, para satisfacer sus necesidades y poder hacer algunas limosnas. Todos los regalos que recibía los pasaba inmediatamente a los pobres. Si tenía dos túnicas, los pobres podían estar seguros de que pronto les daría la mejor, y más de una vez cambió sus vestiduras por los andrajos de un mendigo. Félix murió siendo ya muy anciano, el 14 de enero, día en que le conmemoran los martirologios.
Había pasado ya más de un siglo desde su muerte, cuando Paulino, distinguido senador romano, se estableció en Nola y fue elegido obispo de dicha ciudad. Paulino atestigua que una gran multitud de peregrinos acudía de Roma y de otras ciudades aún más distantes, a celebrar la fiesta del santo, en su santuario. El mismo testigo añade que todos llevaban algún regalo a la iglesia, como, por ejemplo, cirios para adornar la tumba de Félix, pero que él había escogido ofrecer al santo el humilde homenaje de su predicación y de su corazón. Paulino expresa su devoción en los términos más fervorosos y piensa que todas las gracias que ha recibido del cielo se deben a la intercesión de san Félix. Describe por menudo las pinturas del Antiguo Testamento que adornaban el santuario, y que eran como libros que los iletrados podían comprender. Los versos del santo obispo reflejan su entusiasmo. Refiere igualmente un gran número de milagros obrados en la tumba de san Félix, así como curaciones instantáneas y salvaciones de graves peligros. Afirma que él mismo fue testigo ocular de alguno de esos prodigios y declara que nunca recurrió a la intercesión del santo, sin recibir socorro inmediato. También san Agustín nos dejó una narración de los milagros obrados en el santuario de San Félix. En aquella época, no estaba permitido enterrar a los muertos dentro de los muros de la ciudad. Como la iglesia de San Félix se hallaba fuera de las murallas de Nola, muchos cristianos pedían ser sepultados en ella para que su fe y devoción les conservaran bajo la protección del santo, aun después de la muerte. San Paulino consultó el caso con san Agustín, quien le respondió en su obra sobre «El cuidado de los muertos», en la que demuestra que la fe y devoción de quienes querían ser sepultados en la iglesia de San Félix no era inútil, pues ahí participarían del fruto de las buenas obras de los peregrinos.
Como lo indicamos arriba, los poemas de san Paulino constituyen nuestra principal fuente sobre la vida de san Félix. Beda resumió dichos poemas en prosa; su resumen se encuentra, junto con otros documentos en Acta Sanctorum, 14 de enero. En Analecta Bollandiana, vol. XVI (1897), pp. 22 ss., se encontrará una curiosa ilustración de la confusión introducida por Ado y otros hagiógrafos, quienes inventaron a un «San Félix in Pincis». Tal confusión se originó probablemente de la existencia de una iglesia dedicada a San Félix de Nola en el Pincio. El papa san Dámaso agradece a san Félix en un poema la curación de que él mismo fue objeto. Cf. Quentin, Les Martirologes historiques pp. 518-522.
Nota de ETF: debe evitarse también la confusión, muy frecuente, entre este san Félix de Nola y otro, obispo, del 15 de noviembre, que murió un siglo más tarde y a quien el nuevo Martirologio conserva, a pesar de haber estudiado el caso de que fuera una mera duplicación de éste.


fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

 

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