lunes, 4 de noviembre de 2013

María del Carmen del Niño Jesús, Beata


Fundadora, Noviembre 9
 
María del Carmen del Niño Jesús, Beata
María del Carmen del Niño Jesús, Beata

Fundadora de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones

Nació en Antequera, diócesis de Málaga (España), el 30 de junio de 1834. Sus padres, Salvador González García y Juana Ramos Prieto, buenos cristianos y de elevada posición social, la llevaron a bautizar al día siguiente de su nacimiento a la parroquia de Santa María la Mayor de la ciudad.

Carmencita, la sexta de los nueve hijos que llegaron a adultos, destacó pronto por su simpatía, inteligencia, bondad de corazón, sensibilidad y entrega a las necesidades ajenas, piedad, amor a la Eucaristía y a la santísima Virgen. Fue una niña y joven encantadora, que se distinguió por hacer felices a cuantos la rodeaban; supo poner paz y hacer el bien ante las necesidades ajenas.

Llegó a la juventud con una personalidad tan definida, que suscitaba la admiración de todos los que la conocían. Así entró por los caminos difíciles que la Providencia le fue marcando. Con un profundo deseo de seguir la voluntad de Dios en su vida, la buscó en la oración, la reflexión y la dirección espiritual.

Tuvo que afrontar serias dificultades a la hora de las grandes opciones de la vida: primero, la oposición de sus padres ante un posible matrimonio contrario a las garantías que don Salvador deseaba para su hija; más tarde, ante el propósito de ingresar en las Carmelitas Descalzas, disgusto, contrariedad y nueva oposición de los suyos. Carmen se mantuvo firme, poniendo su fe y su confianza en Dios. Don Salvador veía que Carmen tenía algo especial, que no era como todas; por ello repetía frecuentemente: "Mi hija es una santa".

Al fin, a impulsos del amor que fuertemente latía en su corazón, pero no a ciegas sino convencida de que Dios lo quería y la llamaba a una misión, Carmen, a los 22 años, salta todos los obstáculos y contrae matrimonio con Joaquín Muñoz del Caño, once años mayor que ella, cuya conducta tanto preocupaba, y con razón, a don Salvador.

Aquel matrimonio fue la piedra de toque para descubrir el temple espiritual, la fortaleza y la capacidad de amor de Carmen. Comulgaba diariamente; de la Eucaristía sacaba fuerza, entereza, caridad y sabiduría para penetrar, con la profundidad con que lo hacía, el sentido de la vida espiritual.

Cuidó la vida de matrimonio; siguió visitando y socorriendo a los necesitados y enfermos, en sus casas o en el hospital, y llevándoles, junto con el don material, consuelo y luz para el alma, comprensión para sus sufrimientos y alimento para soportar una vida dura llevada en la escasez de lo imprescindible. Socorros que prestaba personalmente y asociada a la Conferencia de san Vicente de Paúl, a la que perteneció.

Don Joaquín, el esposo, con sus rarezas, sus celos y sus intemperancias, hizo sufrir mucho a Carmen. Ella jamás dejó escapar una crítica, una queja o un comentario de reproche en contra de su marido, ni siquiera cuando entregó sus propios bienes para salvarlo de una penosa situación. Las personas más cercanas a la casa compadecían el sufrimiento de Carmen, pero sobre todo admiraban su virtud.

Después de veinte años de paciente espera, de amor, de oración y de penitencia, vio cumplida su esperanza y compensados sus sacrificios con la conversión de su esposo. Más tarde se le oiría repetir: "Todos mis sufrimientos los doy por bien empleados con tal que se salve un alma".

Cuatro años de "vida nueva" confirmaron la autenticidad de la conversión y preparación de don Joaquín para su salida de este mundo. Con su muerte, terminó la misión de esposa de doña Carmen, pero, hecha para cosas grandes, tenía que iluminar otra faceta de la vida. Ya viuda, sedienta de "Absoluto", se entregó más plenamente a Dios. Animada por el espíritu franciscano, profundizaba cada vez más el sentido de fraternidad universal, de pobreza y de amor a la humanidad de Cristo. La Tercera Orden franciscana seglar, a la que pertenecía, admirada por su virtud, piedad y dedicación a los necesitados, la eligió maestra de novicias.

No tuvo hijos; pero ello no le impidió tener un corazón de madre siempre disponible para los que la necesitaban. Una y otra vez se preguntaba: ¿Puedo hacer algo por ellos? Con realismo, empezó por donde le era posible. Hizo un ensayo de colegio en su casa y prosiguió sus visitas a los pobres y enfermos.

Incansable, tuvo valor para decir otra vez al Señor, como en sus años jóvenes: ¿Qué quieres que haga? Consultó, reflexionó, oró. Ayudada por su director espiritual, el capuchino fray Bernabé de Astorga, el 8 de mayo de 1884 fundó el instituto religioso de las Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones.

Atrás quedaba como estela luminosa la ejemplaridad de su vida seglar como joven, esposa y viuda. Con un gran peso de madurez y de virtud probada, afrontó como fundadora los inicios de una obra en la Iglesia. La madre Carmen fue siempre un modelo de religiosa.

La Congregación, dentro de la familia franciscana, tiene unas notas peculiares y una espiritualidad propia, basada en el misterio del amor del Corazón de Cristo y en la fidelidad al Corazón de María. De estas fuentes sacaba la madre Carmen inspiración para acercarse a quienes la necesitaban, y para impulsar y orientar la fuerza apostólica de la Congregación hacia la educación de la infancia y la juventud, el cuidado y la asistencia de los enfermos, ancianos y necesitados, con un estilo que recuerda el de san Francisco de Asís: "Sin apagar el espíritu".

La madre Carmen vio aumentar la Congregación en número de hermanas y de casas, que se extendían por la geografía española en Andalucía, Castilla y Cataluña. Como obra de Dios, tenía que ser probada y lo fue en la persona de su fundadora. Dificultades, humillaciones e incomprensiones, tanto más dolorosas cuanto de procedencia más cercana, recayeron sobre la madre Carmen sin arredrarla. Quien la conoció a fondo, pudo decir: "Esta mujer tiene más fe que Abraham".

Cada golpe de la tribulación la fue introduciendo en el misterio de Cristo muerto y resucitado por la salvación del mundo. Por eso, decía a las hermanas: "La vida del Calvario es la más segura y provechosa para el alma". Con esta actitud serena de abandono en las manos de Dios se ocupaba de los asuntos de la Congregación. Llegó a abrir hasta once casas; su interés por todas y cada una de las hermanas fue constante.

Si toda su vida estuvo orientada a Dios, en la recta final aceleró el paso; hablaba mucho del cielo. Así, desprendida de todo, mirando la imagen de la Virgen del Socorro, murió en el convento de Nuestra Señora de la Victoria, en Antequera, primera casa de la Congregación, el 9 de noviembre de 1899.

Superó con una altura espiritual extraordinaria todas las situaciones que la vida puede presentar a una mujer: niña y joven piadosa, alegre y caritativa; esposa entregada a Dios y fiel a su marido, sin escatimar esfuerzos en los largos años de su difícil matrimonio; viuda magnánima y de profunda espiritualidad; y religiosa ejemplar consagrada al Señor.

Todas las etapas de su vida parecen tener un denominador común: profunda raíz en el amor de Dios, y firme voluntad de crear comunión en cuantos la rodeaban. Su congregación de Hermanas Franciscanas de los Sagrados Corazones traduce la fraternidad franciscana en sencilla y abnegada vida de familia, confiada siempre en la providencia del Padre y atenta al Espíritu que la mantiene en verdadera unión.

Fue beatificada el 6 de mayo del 2007, el Delegado de S.S. Benedicto XVI para esta celebración fue el cardenal J. Saraiva Martins.

Beata Carmen del Niño Jesús González Ramos, viuda y fundadora
fecha: 9 de noviembre
n.: 1834 - †: 1899 - país: España
canonización: B: Benedicto XVI 6 may 2007
hagiografía: Directorio Franciscano
En Antequera, España, beata Carmen del Niño Jesús (María del Carmen) González Ramos, viuda, fundadora de la congregación franciscana de las Hermanas del Sagrado Corazón.

María del Carmen González Ramos nace en Antequera, Málaga, el día 30 de junio de 1834, en el seno de una familia cristiana. Recibe el Bautismo al día siguiente de su nacimiento. Desde niña, Carmen es querida por su bondad y simpatía, su corazón generoso y su actitud conciliadora, la inteligencia y viveza de su carácter, su disposición y habilidad para las tareas de la casa. El ambiente familiar ayuda a cultivar la sensibilidad espiritual de la pequeña, que destaca por su intensa piedad manifestada de modo especial en el amor a la Santísima Virgen y a la Eucaristía. Es grande su amor a los pobres, a quienes visita y socorre. A los 22 años, segura de que hace la voluntad de Dios, contrae matrimonio con Joaquín Muñoz del Caño. Comienza una etapa larga y difícil en la que Carmen da pruebas de magnanimidad y fortaleza sostenida por una fe intensa y una caridad heroica. La constante solicitud de esposa fiel y paciente, la oración y penitencia durante veinte años, se ven recompensadas cuando al fin Joaquín pide perdón por sus extravíos y enmienda su vida.

Carmen queda viuda, sin hijos, a los 47 años. La grandeza de su espíritu, el amor a los necesitados, el impulso apostólico de su alma, la llevan a buscar la voluntad divina sobre su vida y el modo de «enseñar a las almas a conocer y amar a Dios». Los niños pobres de medios, de cultura, de fe, llaman con fuerza a su corazón que ve en ellos la presencia de Jesús Niño. Con la orientación del padre Bernabé de Astorga, Capuchino, abre en su casa una pequeña escuela. Se le unen algunas jóvenes que comparten su inquietud y se pone la semilla de lo que será una Congregación Religiosa.

Al fin, el 8 de mayo de 1884, Carmen González Ramos y sus primeras compañeras, llegan al Convento de Nuestra Señora de la Victoria de Antequera. Es el primer paso de las Hermanas Terciarias Franciscanas de los Sagrados Corazones de Jesús y María. La vida de Madre Carmen al frente de la Congregación pasa por grandes pruebas y dificultades, calumnias, oposición dentro y fuera del Instituto. También ahora el amor, la humildad, la fortaleza, la caridad y el perdón marcan su sentir y su actuar. Los misterios de Belén, el Calvario y la Eucaristía son la fuente viva donde su espíritu recibe aliento y claridad.

Abre once Casas, no sólo para enseñanza sino también para atención a enfermos, guardería, escuela nocturna de jóvenes obreras. En todas es posible enseñar a las almas el amor que Dios les tiene. A los 65 años de edad, el día 9 de noviembre de 1899, fallece Madre Carmen del Niño Jesús en Antequera, la ciudad que la vio nacer y la contempló en los diversos estados de su vida. Es beatficada el 6 de mayo de 2007.

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