Obispo, 1 Noviembre | |||
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San Marcelo de París, obispo
fecha: 1 de noviembre
†: c. 410 - país: Francia canonización: pre-congregación hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En París, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, obispo.
Se cuenta que san Marcelo nació en París. Sus padres no se distinguían por su alto nivel social, pero la santidad de Marcelo fue su mejor presea. El joven se entregó enteramente a la práctica de la virtud y a la oración, de suerte que, según su biógrafo, parecía completamente desprendido del mundo y aun del cuerpo. Prudencio, el arzobispo de París, viendo el carácter serio de Marcelo y los rápidos progresos que había hecho en las ciencias sagradas, le ordeno de lector y mas tarde le hizo archidiacono suyo. A partir de entonces, el santo realizó, según se dice, muchos milagros. Cuando murió Prudencio, Marcelo fue elegido unániniementc para sucederle. Se dice que, con su autoridad y sus oraciones, defendio a su grey contra las invasiones de los bárbaros. Su biógrafo refiere milagros extravagantes, entre otros una señalada victoria sobre un dragón. Pero, como comenta Alban Butler, «la veracidad de estos hechos depende de la del autor, quien escribió cien anos después y, siendo extranjero, debió fiarse de hablillas y leyendas populares». San Marcelo murió a principios del siglo V. Su cuerpo fue sepultado en la catacumba de su nombre, en la ribera izquierda del Sena; actualmente ese distrito es un suburbio de Paris y se llama Saint-Marceau. Los criticos modernos atribuyen sin vacilar la biografia de san Marcelo a san Venancio Fortunato, quien -con perdón de Butler- no era un extranjero en las Galias, excepto en el sentido tecnico. B. Krush editó dicha biografía en Monumenta Germaniae Historica, Auctores antiquissimi, vol. IV, pte. 2, pp. 49-54; puede verse también en Acta Sanctorum, nov., vol. I. Vease Duchesne, Fastes Épiscopaux, vol. II, p. 470.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
viernes, 1 de noviembre de 2013
Marcelo de París, Santo
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