domingo, 10 de noviembre de 2013

Leonardo de Porto Maurizio, Santo


Predicador, 26 Noviembre
 
Leonardo de Porto Maurizio, Santo
Leonardo de Porto Maurizio, Santo

Predicador
Noviembre 26



EI santo de la devoción al Via Crucis y a la Inmaculada. El fraile que salvó al Coliseo de la ruina total. El predicador ardiente de la Pasión de Cristo. Estas son las características de san Leonardo de Puerto Mauricio.

Había nacido en Liguria en 1676, y su padre era un capitán de marina, Domingo Casanova, que murió cuando Leonardo era muy niño. Fue llevado a Roma, y estudió en el Colegio Romano. Después entró al Retiro de san Buenaventura y vistió el hábito franciscano.

Desarrolló su actividad sacerdotal principalmente en Florencia. Las cruces
Leonardo de Porto Maurizio, Santo
Leonardo de Porto Maurizio, Santo
que sus hermanos habían colocado fuera de la puerta de S. Miniato se convirtieron para él en púlpitos campales. Algunos episodios de la vida del santo demuestran la eficacia de su palabra. Al final de un sermón sobre la Pasión, en Córcega, dos hombres, endurecidos por odios seculares, dispararon al aire sus fusiles y se abrazaron en señal de paz.

En Florencia, sus sermones constituían un llamamiento a todos los ciudadanos, incluso a las mujeres de mala vida. Fue famoso el Via Crucis que fray Leonardo predicó el 27 de diciembre de 1750 en el Coliseo durante el año jubilar proclamado por Benedicto XIV. Era la primera vez que se celebraba un rito religioso en el anfiteatro Flavio. Desde ese año se conserva la piadosa tradición hasta nuestros días y todos los viernes santos el Papa preside personalmente el rito penitencial.

Antes del primer Via Crucis, el Coliseo era prácticamente una cantera, pero cuando se introdujo esta piadosa devoción, la demolición se detuvo y fue considerado como meta de numerosas peregrinaciones.

Fray Leonardo era un gran devoto de la Virgen y un apasionado defensor de la Inmaculada Concepción. Convenció al Papa para que convocase un Concilio. Benedicto XIV preparó una Bula para el efecto, aunque por diferentes causas el documento nunca fue publicado.

En 1751 fray Leonardo moría en su amado Retiro de san Buenaventura sobre el Palatino. El Papa mismo fue a arrodillarse ante su féretro. Sobre la tumba del santo fue expuesta la carta profética escrita por fray Leonardo poco antes de su muerte. En ella vislumbraba la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción.
 
Velas
26 de Noviembre
 
San Leonardo de Puerto Mauricio
Predicador
Año 1751
 
San Leonardo de Puerto MauricioEste santo ha sido uno de los mejores predicadores que ha tenido Italia, y logró popularizar por todo el país el rezo del santo Víacrucis. Nació en Puerto Mauricio (Italia) en 1676.
Estudió con los jesuitas en Roma. Y a los 21 años logró entrar en la Comunidad de los franciscanos. Una vez ordenado sacerdote se dedicó con gran éxito a la predicación pero uniendo este apostolado al más estricto cumplimiento de los Reglamentos de su comunidad, y dedicando largos tiempos al silencio y a la contemplación. Decía que hay que hacer penitencia para que el cuerpo no esclavice el alma y que es necesario dedicar buenos tiempos al silencio para tener oportunidad de que Dios nos hable y de que logremos escuchar sus mensajes.
Fue nombrado superior del convento franciscano de Florencia y allí exigía la más rigurosa obediencia a los severos reglamentos de la comunidad, y no recibía ayuda en dinero de nadie ni cobraba por la celebración de las misas. Como penitencia, él y sus frailes vivían únicamente de lo que recogían por las calles pidiendo limosna de casa en casa. Su convento se llenó de religiosos muy fervorosos y con ellos empezó a predicar grandes misiones por pueblos, campos y ciudades.
Un párroco escribía: "Bendita sea la hora en que se me ocurrió llamar al Padre Leonardo a predicar en mi parroquia. Sólo Dios sabe el gran bien que ha hecho aquí. Su predicación llega al fondo de los corazones. Desde que él está predicando no dan abasto todos los confesores de la región para confesar los pecadores arrepentidos".
El Padre Leonardo fundó una casa en medio de las más solitarias montañas, para que allá fueran a pasar unas semanas los religiosos que desearan hacer una época de desierto en su vida. En esta casa había que guardar el más absoluto silencio y no comer carne, sino solamente frutas y verduras. Había que dedicar bastante tiempo al rezo de los salmos, y hubo varios religiosos que rezaron allí hasta nueve horas diaria. Volvían a sus casas totalmente enfervorizados. El mismo santo se iba de vez en cuando a esa soledad a meditar, en absoluto silencio, y decía: "Hasta ahora he estado predicando a otros. En estos días tengo que predicarle a Leonardo".
Se fue a Roma a predicar unos días y allá lo tuvo el santo Padre predicando por seis años en la ciudad y sus alrededores. Al fin el Duque de Médicis, envió un navío con la orden expresa de volverlo a llevar a Florencia porque allá necesitaban mucho de su predicación. Las gentes acudían en tal cantidad a escuchar sus sermones, que con frecuencia tenía que predicar en las plazas porque los oyentes no cabían en los templos. Las conversiones eran numerosas y admirables.
San Leonardo estimaba muchísimo el rezo del Santo Viacrucis (las 14 estaciones del viaje de Jesús hacia la cruz). A él se debe que esta devoción se volviera tan popular y tan estimada entre la gentes devota. Como penitencia en la confesión ponía casi siempre rezar un Viacrucis, y en sus sermones no se cansaba de recomendar esta práctica piadosa. En todas las parroquias donde predicaba dejaba instaladas solemnemente las 14 estaciones del Viacrucis.
Jesús es bajado de la CruzLogró erigir el Viacrucis en 571 parroquias de Italia.
Otras tres devociones que propagaba por todas partes eran la del Santísimo Sacramento, la del Sagrado Corazón de Jesús y la del Inmaculado Corazón de María. En este tiempo esas devociones estaban muchísimo menos popularizadas que ahora. A San Leonardo se le ocurrió una idea que después obtuvo mucho éxito: recoger firmas en todo el mundo para pedirle al Sumo Pontífice que declarara el dogma de la Inmaculada Concepción. Esto se hizo después en el siglo XIX y el resultado fue maravilloso: millones y millones de firmas llegaron a Roma, y así los católicos de todo el mundo declararon que estaban convencidos de que María sí fue concebida sin pecado original.
Daba dirección espiritual a muchas personas por medio de cartas. Se conservan 86 cartas que dirigió a una misma persona tratando de llevarla hacia la santidad.
Se le encomendó ir a predicar a la Isla de Córcega que estaba en un estado lamentable de abandono espiritual. Fue la más difícil de todas las misiones que tuvo que predicar. Él escribía: "En cada parroquia encontramos divisiones, odios, riñas, pleitos y peleas. Pero al final de la misión hacen las paces. Como llevan tres años en guerra, en estos años el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a la iglesia, y lo grave es que los papás no se atreven a corregirlos. Pero a pesar de todo, los frutos que estamos consiguiendo son muy abundantes.
El Sumo Pontífice lo mandó volver a Roma para que se dedicara a predicar Retiros y Ejercicios a religiosos y monjas. Y el éxito de sus predicaciones era impresionante.
San Leonardo logró entonces cumplir algo que había deseado durante muchos años: poder erigir un Viacrucis en el Coliseo de Roma (que era un estadio inmenso para los espectáculos de los antiguos romanos, en el cual cabían 80,000 espectadores. Fue construido en tiempos de Vespasiano y Tito, año 70, y siempre había estado destinado a fines no religiosos. Sus impresionantes ruinas se conservan todavía). Desde San Leonardo se ha venido rezando el Viernes Santo el Viacrucis en el Coliseo, y casi siempre lo preside el Sumo Pontífice. El santo escribió entonces: "Me queda la satisfacción de que el Coliseo haya dejado de ser simplemente un sitio de distracción, para convertirse en un lugar donde se reza".
Ya muy anciano y muy desgastado de tanto trabajar y hacer penitencia, y después de haber pasado 43 años recorriendo todo el país predicando misiones, tuvo que hacer un largo viaje en pleno invierno. El Sumo Pontífice le mandó que ya no viajara a pie, sino en carroza, pero por el camino se destrozó el carruaje en el que viajaba y tuvo que seguir a pie, lo cual lo fatigó inmensamente.
El 26 de noviembre llegó a Roma y cayó en cama. En seguida envió un mensaje al Papa contándole que había obedecido su orden de volver a esa ciudad. A las nueve de la noche llegó un Monseñor con un mensaje muy afectuoso del Sumo Pontífice y una hora después murió nuestro santo. Era el año 1751.

 

San Leonardo de Porto Maurizio, religioso presbítero
fecha: 26 de noviembre
n.: 1676 - †: 1751 - país: Italia
canonización: B: Pío VI 19 jun 1796 - C: Pío XI 29 jun 1867
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Roma, en el convento de San Buenaventura, san Leonardo de Porto Maurizio, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores, que, desbordante de celo por las personas, empleó casi toda su vida en la predicación, en la publicación de libros de piedad y en dar más de trescientas misiones en la Urbe, en la isla de Córcega y por toda Italia septentrional.
patronazgo: patrono de las misiones populares.

Leonardo nació en Porto Maurizio, en la Riviera italiana, en 1676. En el bautismo recibió el nombre de Pablo Jerónimo. Su padre, Domingo Casanova, era un excelente cristiano que trabajaba en la marina. Cuando su hijo mayor cumplió trece años, Domingo le confió al cuidado de su acaudalado tío Agustín, que vivía en Roma. Este envió al joven al Colegio Romano de los jesuitas. Pablo se sintió pronto llamado a la vida religiosa y decidió ingresar en la orden de San Francisco. Pero su tío, que quería que fuese médico, se opuso a ello y acabó por echarle de su casa. Pablo se refugió con otro pariente suyo, Leonardo Ponzetti, y allí permaneció hasta que su padre le otorgó el permiso de hacerse fraile. A los veintiún años, tomó el hábito de San Francisco en el noviciado de Ponticelli y adoptó el nombre de Leonardo como muestra de agradecimiento a Ponzetti. Después de terminar sus estudios en el Colegio de San Buenaventura del Palatino, recibió allí mismo la ordenación sacerdotal en 1703. Dicho convento era la principal casa de Ia «Riformella» (retoño de la rama de los «Riformati» franciscanos). San Leonardo supo combinar durante toda su vida el trabajo misional con la más estricta observancia monástica, y largos períodos de soledad. Según decía él mismo, «la predicación hacía que viviese para Dios y la soledad hacía que viviese en Dios».

En 1709, san Leonardo y otros frailes, encabezados por el P. Pío, fuero en enviados a tomar posesión del monasterio de San Francisco Monte, en Florencia, que el gran duque Cosme I de Médicis había regalado a la «Riformella». La comunidad se sujetó a las normas de San Francisco en toda su austeridad; por ejemplo, no aceptaba renta ninguna del gran duque, ni recibían estipendio alguno por la misa y predicación, contentándose con las limosnas que los frailes pedían de puerta en puerta. El convento se pobló rápidamente y se convirtió en un gran centro religioso del que Leonardo y sus hermanos salían a predicar por toda Toscana, con gran fruto. Un párroco de Pistoia escribió al guardián del convento: «Bendita sea la hora en que se me ocurrió pedir al P. Leonardo. Sólo Dios sabe el bien que ha hecho aquí. Su predicación llega al fondo de todos los corazones ... Todos los confesores de la región han tenido mucho trabajo». San Leonardo fue nombrado guardián de San Francisco del Monte, y estableció en las montañas cercanas la ermita de Santa María del Encuentro para que cada uno de los religiosos pudiese retirarse a ella dos veces al año. A propósito de eso decía: «Vamos a hacer el noviciado para el paraíso. He predicado muchas misiones a otros y ahora voy a predicar una al hermano Leonardo». En la ermita impuso el santo la estricta clausura. Los monjes que se retiraban a ella debían guardar silencio casi constantemente; sólo podían comer pan, verduras y frutos; estaban obligados a tomar diariamente una disciplina; debían consagrar nueve horas al oficio divino y otros ejercicios espirituales y el resto del tiempo al trabajo manual.

San Leonardo trabajó muchos años en Toscana, aunque con frecuencia se le invitaba a predicar en otras partes. La primera vez que fue a predicar en Roma, se entretuvo tanto tiempo en la Ciudad Eterna, que el duque de Médicis le envió un navío por el Tíber para que volviese a Toscana. Al cabo de seis años de misionar en los alrededores de Roma, el santo fue nombrado guardián de San Buenaventura en 1736, a los sesenta años de edad. En una ocasión, dio una misión de tres semanas en Civita Vecchia. En ella predicó especialmente a los soldados, a los marineros, a los presos y a los esclavos de las galeras. Hizo también «una visita a un capitán que se empeñó en que fuese a su navío. Allí encontramos a tres o cuatro de los que habían asistido a los sermones, y parecían dispuestos a abandonar sus errores. Los pobrecillos habían quedado más conmovidos por lo que habían visto y oído, pues apenas entendían el idioma. Lo que demuestra que la gracia es realmente la que mueve los corazones». Un año más tarde, san Leonardo dejó de ser superior. Fue entonces a predicar en Umbría, Génova y las Marcas. Las gentes acudían en tal cantidad que, con frecuencia, tenía que predicar fuera de las iglesias. A fin de llamar la atención de los pecadores empedernidos y de los que no se interesaban por la misión, el santo se disciplinaba en público algunas veces. Pero subre todo recurría al Viacrucis, y a él se debe en grao parte la popularidad de esa devoción. Con frecuencia la imponía como penitencia, y la predicaba continuamente. En todas sus misiones ponía las estaciones del Viacrucis. Según se dice, las erigió en 571 poblaciones de Italia. Solía también difundir la exposición del Santísimo Sacramento y la devoción al Sagrado Corazón y a la Inmaculada Concepción de María. Como se sabe, esas devociones estaban entonces mucho menos popularizadas que en la actualidad. San Leonardo se esforzó particularmente por conseguir la definición del dogma de la Inmaculada Concepción. Él fue el primero que sugirió la idea de sondear la opinión de los cristianos sobre ese punto, sin reunir un concilio ecuménico, como se hizo un siglo más tarde.

Benedicto XIV profesaba gran respeto al santo. En 1744, de concierto con la República de Génova, a la que pertenecía la isla de Córcega, el Pontífice envió allá a san Leonardo a restablecer la paz y el orden. El pueblo no le recibió bien, pues le tomó por un agente del «dogo», disfrazado de misionero. Evidentemente, la misión de san Leonardo tenía algo de político, ya que los desórdenes de Córcega habían sido provocados en gran parte por el descontento contra el dominio genovés. La situación política, el temperamento turbulento de los corsos (que acudían a los sermones de san Leonardo con las armas en la mano), y la configuración montañosa del país, hicieron de esa misión la más difícil de cuantas tuvo que predicar san Leonardo. Éste escribió muchas cartas desde Córcega. En una de ellas decía: «En cada parroquia encontramos pleitos de lo más terribles; pero generalmente acabamos por restablecer la paz y la calma. Sin embargo, en tanto que la justicia no sea suficientemente fuerte para desarraigar las 'vendettas', el bien que hagamos será sólo transitorio ... Durante estos tres años de guerra, el pueblo no ha recibido instrucción alguna. Los jóvenes son disolutos, alocados y no se acercan a los sacramentos. Muchos de ellos ni siquiera cumplen con la Pascua y, lo que es aún peor, nadie les llama la atención por ello. En la primera oportunidad que tenga de ver a los obispos, les diré lo que pienso ... Pero, aunque el trabajo es muy duro, la cosecha es abundante ...»

La fatiga, las intrigas y la constante vigilancia sobre sí mismo, acabaron con la salud del santo, que tenía ya sesenta y seis años. Al cabo de seis meses estaba ya tan enfermo, que hubo que enviar un barco de Génova para que volviese al continente. Su diagnóstico sobre el estado de Córcega había sido correcto, pues el Papa le escribió poco después: «La situación en Córcega está peor que nunca, de suerte que no conviene que volváis». Al mismo tiempo que predicaba en las iglesias, san Leonardo solía dar retiros a religiosas y laicos. Así lo hizo sobre todo en Roma durante los meses de preparación para el año jubilar de 1750. En ese año, san Leonardo vio realizarse una de sus más caras ambiciones, ya que Benedicto XIV le permitió erigir las estaciones del Viacrucis en el Coliseo. Con tal ocasión, predicó a una numerosa y ferviente multitud un sermón que se conserva todavía. Por entonces escribió: «Me estoy haciendo viejo. Mi voz tenía la misma potencia que hace dos años, pero me cansé mucho. De todas maneras consuela ver que el Coliseo ha dejado de ser un sitio de atracción para convertirse en un verdadero santuario ...» En la primavera del año siguiente, san Leonardo partió de Roma para predicar en Lucca y otros sitios. El Papa le ordenó que no hiciese el viaje a pie, sino en coche. El santo había sido un enérgico misionero durante cuarenta y tres años, y sus fuerzas empezaban a decaer. Por eso, y debido a la hostilidad e indiferencia que encontraba en ciertas ciudades, sus últimas misiones fueron relativamente poco fructuosas. A principios de noviembre, san Leonardo se dirigió al sur y entonces comprendió que su carrera había terminado. El coche en que iba se descompuso, de suerte que tuvo que hacer a pie una parte del viaje. Los franciscanos de Espoleto trataron de detenerle cuando pasó por allí, pero no lo consiguieron. El 26 de noviembre llegó a Roma y tuvo que meterse en cama en el convento de San Buenaventura. Poco antes de recibir los últimos sacramentos, escribió al Papa que había cumplido su promesa de ir a morir a Roma. A las 9, llegó Mons. Belmonte del Vaticano con un mensaje muy afectuoso del Pontífice. El santo murió antes de media noche.

A pesar de su increíble actividad, san Leonardo encontró tiempo, en los intervalos de soledad y contemplación que él apreciaba tanto, para escribir numerosas cartas, sermones y tratados devotos. La obra titulada «Resoluciones», que trata de los medios de alcanzar la perfección, no sólo vale por sí misma, sino también por lo que nos revela sobre el santo. El cardenal Enrique de York, hijo de la reina Clementina, de la que san Leonardo había sido director espiritual, promovió su causa de beatificación, que tuvo lugar en 1796. Fue canonizado en 1867.

Los materiales biográficos sobre San Leonardo son muy abundantes. Nada tiene eso de extraño, ya que el santo vivió en una época reciente, alcanzó gran fama y llevó una vida muy activa. En 1796 el P. Giuseppe da Masserano, postulador de la causa de batificación, publicó una biografía, que ha sido traducida a muchos idiomas. Otra biografía muy conocida, la de Salvatore di Ormea, vio la luz en 1851. Pero probablemente la más popular de todas es la biografía francesa del P. Léopold de Chérancé (1903). Los escritos y cartas de san Leonardo son básicos para comprender su espíritu y actividades. La colección publicada en Roma, en 1853-1854, estaba muy lejos de ser completa. En 1872 fueron publicadas ochenta y seis de las cartas del santo a su penitente Elena Colonna, con el título de Soavitá di spirito di S. Leonardo. Los PP. Inocenti (1925 y 1929) y Ciro Ortolani da Pesaro (1927) publicaron otras cartas. Muchos artículos del Archivum Franciscanum Historicum han enriquecido nuestros conocimientos sobre san Leonardo. Hay un buen artículo del P. M. Bihl en Catholic Encyclopedia.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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