miércoles, 13 de noviembre de 2013

José Marchand, Santo


Mártir, 30 Noviembre
 
José Marchand, Santo
José Marchand, Santo

Presbítero de la Sociedad de las Misiones Extranjeras de París.

Fue sentenciado a recibir latigazos hasta morir por el emperador Minh M, en Vietnam

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San José Marchand, presbítero y mártir
fecha: 30 de noviembre
n.: 1803 - †: 1835 - país: Vietnam
canonización: B: León XIII 27 may 1900 - C: Juan Pablo II 19 jun 1988
hagiografía: Santi e Beati
En Hué, localidad de Annam, san José Marchand, presbítero de la Sociedad de Misiones Extranjeras de París y mártir, que bajo el imperio de Minh Mang fue condenado al suplicio de los cien azotes.

Nació en Passavant (dioc. de Besançon) el 17 de agosto de 1803, y completados sus estudios en el seminario diocesano, pasó en 1828 al de las Misiones Extranjeras de París. Ordenado sacerdote el 4 de abril el mismo año, el 12 de mayo siguiente partió para Annam.
Su primera actividad se llevó a cabo principalmente en la provincia de Binh-Tuan (Camboya), en medio de más de siete mil cristianos, distribuidos en veinticinco aldeas. El decreto de persecución de 1833 le obligó a refugiarse en el sur de Cochinchina, donde empezó una vida errante, huyendo hasta que fue obligado a esconderse en la espesura del bosque, donde se alimentaba de hierbas. Descubierto por los soldados de los rebeldes Koi, tuvo que seguirlos hasta la ciudad de Saigón, donde levantaron barricadas para defenderse de las tropas reales. El asedio duró dieciocho meses, durante el cual el líder rebelde trató -en vano- de que escribiera a los cristianos para levantarlos contra el rey. Caída la ciudad en las últimas semanas de 1835, Marchand fue encarcelado y acusado de haber participado en la rebelión. Vanas resultaron las protestas, por lo que, encerrado en una jaula con otros cristianos, fue llevado a Hué, ala cárcel de Yo-Loango.
En algunos interrogatorios que siguieron, la acusación fue renovada y refutada, pero querían inducirlo a la apostasía pisoteando la cruz, pero las respuestas del mártir fueron siempre firmes, incluso en medio de la terrible tortura de tenazas ardientes. El 30 de noviembre, a las 5 am, siete tiros al aire invitaron al pueblo a presenciar la tortura de «las cien heridas», a las que el misionero, persistente en su negativa a renunciar a la fe, había sido condenado. En medio de insultos y acusaciones de infamia y magia -que provocaron respuestas dignas-, comenzó el horrible tormento de una sucesión de terribles mutilaciones y heridas hasta que, incapaz de soportar el tormento, el mártir murió. Ni siquiera el cuerpo se salvó porque, descuartizado, fue arrojado al mar, incluyendo la cabeza, que fue exhibida primero en una pica.

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