lunes, 11 de noviembre de 2013

Catalina Labouré, Santa

Religiosa, 28 Noviembre
 
Catalina Labouré, Santa
Catalina Labouré, Santa

Religiosa


Esta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma. Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.

Sus padres tuvieron diecisiete hijos de los que vivieron nueve. Catalina era la séptima. Nació en Fain-les-Moutiers (Francia), el 2 de Enero del 1806. Huérfana de madre desde los nueve años, pasó la niñez entre las aves y los animales de la granja porque tuvo que hacerse cargo de las faenas de la casa junto con su hermana pequeña Tonina. Dos amas de casa, en una familia numerosa, que tenían doce y nueve años.

Ella nota el tirón de la vocación a la vida religiosa. Pero —los santos casi siempre lo tuvieron difícil— tiene que vencer engorrosas y complicadas dificultades familiares para poder realizarla. Incluso tuvo que trabajar como criada y camarera en los negocios de dos hermanos mayores suyos durante algunas temporadas. Lo
Catalina Labouré, Santa
Catalina Labouré, Santa
que pasa es que, cuando Dios llama y uno persevera, las dificultades se superan.

Ingresó en las Hijas de la Caridad que fundó San Vicente de Paul. El amor a Dios le lleva a cumplir fielmente las ocupaciones habituales. Se desenvuelve en la vida sencilla y escondida de una religiosa que tiene por vocación atender a los que están limitados: asilos, hospitales, manicomios, hospicios etc., en donde hay enfermos, sufrimiento, camas, cocina, ropas ... rezos y ¡mucho amor a Dios! Hubiera empleado su vida, como tantas religiosas santas, sin que su nombre hubiera pasado a las líneas de la historia, de no habérsele aparecido la Virgen Santísima en el mes de Julio del 1830 y luego varias veces más. Aún se puede ver, en la rue du Bac, de París, el sillón de respaldo y brazos muy bajos, tapizado de velludillo rojo en donde estuvo sentada Nuestra Señora en la primera aparición. Aparte de otras cosas personales, le pide la Virgen que se grabe una medalla con su imagen en la que aparezcan unos haces de gracia que se derraman desde sus manos para bien de los hombres. Luego, esa medalla ha de difundirse por el mundo. Es el comienzo de la Medalla Milagrosa.

Después pasó su vida desempeñando trabajos escondidos y sin brillo propios de cualquier religiosa. Nadie supo hasta la muerte de esta monjita bretona — no muy letrada— el hecho de las apariciones que ella quiso guardar con el pudor propio de quien conoce la grandeza, las finuras y la personal delicadeza del amor. Sólo tuvo conocimiento puntual el P. Aladel, su confesor.

Muere el 31 de Diciembre del 1876. La canonizó el papa Pío XII.
 
 

Catalina Labouré

 
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Catalina Labouré
Bac.Catherine.Cercueil.jpg
Ataúd de vidrio de santa Catalina Labouré
Vidente y Promotora de la Medalla Milagrosa
Nacimiento2 de mayo de 1806
Fain-lès-Moutiers, departamento de Côte d'Or, Francia
Fallecimiento31 de diciembre de 1876 (70 años)
París, Francia
Venerada enIglesia Católica
Beatificación28 de mayo de 1933
por Pío XI
Canonización27 de julio de 1947
por Pio XII
Festividad27 de noviembre
AtributosMedalla milagrosa
Hábito de las Hijas de la Caridad
Santa Catalina Labouré (en francés: Catherine Labouré; Fain-lès-Moutiers, 2 de mayo de 1806París, 31 de diciembre de 1876) fue una religiosa de las Hijas de la Caridad y una vidente, que sostuvo transmitir el pedido de la Virgen María de crear la Medalla Milagrosa, que hoy en día llevan millones de católicos y aun no católicos.

 

Vida

Fue la octava de los diez hijos del granjero Pierre Labouré. Perdió a su madre, Louise Gontard, en el año 1815 y fue criada por su tía.
Entró en la congregación de las Hijas de la Caridad, fundada por San Vicente de Paul, que escogió debido a un sueño que tuvo de san Vicente que la invitaba a unirse a su obra. Fue admitida el 21 de abril de 1830 en el Seminario de las Hijas de la Caridad, situada en el número 140 de la calle del Bac en París. Días después asistió al traslado de las reliquias de san Vicente (25 de abril de 1830).
Desarrolló particular afecto por la Virgen María. Señaló que la Virgen se le manifestó el 18 de julio y el 27 de noviembre de 1830. Se dedicó a cumplir la misión que según ella le encomendó la Virgen: acuñar una medalla, alusiva a su Inmaculada Concepción. Los favores celestes que acompañarán la difusión de esta medalla harian que muy pronto se la llame Medalla Milagrosa.
Fue destinada al hospicio de Enghien, en la calle de Reuilly de París. Durante cuarenta y cinco años se dedicó a oficios humildes: cocina, atención a ancianos, portería. Falleció el 31 de diciembre de 1876, sin haber revelado sus visiones a nadie salvo su director espiritual.
Exhumado su cuerpo en 1933, fue encontrado en perfecta conservación y se encuentra actualmente en un féretro de cristal en la Capilla de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, París. El papa Pío XI la beatificó el 28 de mayo de 1933 y Pío XII el 27 de julio de 1947 la canonizó. Su fiesta se celebra el 27 de noviembre.

Visiones

 
Altar.
 
San Vicente de Paul.
 
Los dos lados de una Medalla Milagrosa.
Según Catalina, durante la noche del 18 de julio de 1830 se despertó al oír la voz de un niño que la llamaba "Hermana, todo el mundo duerme, venga a la capilla, la Santísima Virgen la espera". Catalina se levantó, siguiendo al niño. Al llegar a la capilla, escuchó el roce de un vestido de seda. Dice que allí se le apareció la Virgen y le dijo: "Dios desea encomendarte una misión. Tú serás contradecida, pero no tengas miedo; la gracia te acompañará para que puedas realizar aquello que es necesario. Cuéntale a tu director espiritual todo lo que sientas en tu interior. Son tiempos en los que prevalece la maldad en Francia y en el mundo."
Meses después, el 27 de noviembre, Catalina contó que la Virgen se le volvió a aparecer, durante sus meditaciones vespertinas. La vio dentro de un marco oval, que se alzaba sobre un globo pisando una serpiente; llevaba muchos anillos de diferentes colores, la mayoría de los cuales despedían rayos de luz sobre el globo. Alrededor del margen del marco estaban inscritas las palabras "Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que acudimos a ti". La Virgen dijo: "Es la imagen de las gracias que reparto sobre las personas que me las piden", y para explicar los anillos que no proyectan rayos, agrega: "Es la imagen de las gracias de aquellos que se han olvidado de pedírmelas". Mientras Catalina contemplaba, la imagen pareció rotar, y se podía observar un círculo con doce estrellas, una gran letra M superpuesta por una cruz, y debajo las siluetas estilizadas del Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María. Catalina dijo que después la Virgen le pidió que tomara esas imágenes y se las llevara a su padre confesor, y le pidiera que las mismas debían ser impresas en medallas, añadiendo: "Todos aquellos que porten la medalla recibirán grandes gracias."
Después de dos años de entrevistas y de observación de la conducta de Catalina, el sacerdote informó al arzobispo de París de lo sucedido sin revelar la identidad de Catalina. La propuesta fue aceptada, se fabricaron las medallas y llegaron a ser muy populares. La doctrina de la Inmaculada Concepción aún no era oficial, pero la medalla con las palabras Concebida sin pecado influyó en el papa Pío IX al proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854.

Bibliografía

  • Saint Catherine Labouré of the Miraculous Medal, por Joseph I Dirvin, CM, TAN Books and Publishers, Inc, 1958/84. ISBN 0-89555-242-6

Véase también

Referencias

Enlaces externos

 
Velas
27 de Noviembre
 
 
Santa Catalina Labouré
Religiosa
 Año 1876
 
 
 
Oh María sin pecado concebida:
Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.
 
Santa Catalina LabouréEsta fue la santa que tuvo el honor de que la Sma. Virgen se le apareciera para recomendarle que hiciera la Medalla Milagrosa.
Nació en Francia, de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 8 años le encomendó a la Sma. Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición.
Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.
A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.
Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dió cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.
Siendo Catalina una joven monjita, tuvo unas apariciones que la han hecho célebre en toda la Iglesia. En la primera, una noche estando en el dormitorio sintió que un hermoso niño la invitaba a ir a la capilla. Lo siguió hasta allá y él la llevó ante la imagen de la Virgen Santísima. Nuestra Señora le comunicó esa noche varias cosas futuras que iban a suceder en la Iglesia Católica y le recomendó que el mes de Mayo fuera celebrado con mayor fervor en honor de la Madre de Dios. Catalina creyó siempre que el niño que la había guiado era su ángel de la guarda.
Santa Catalina y la Santísima VirgenPero la aparición más famosa fue la del 27 de noviembre de 1830. Estando por la noche en la capilla, de pronto vio que la Sma. Virgen se le aparecía totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Y le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen MA, y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.
Catalina le contó a su confesor esta aparición, pero él no le creyó. Sin embargo el sacerdote empezó a darse cuenta de que esta monjita era sumamente santa, y se fue donde el Sr. Arzobispo a consultarle el caso. El Sr. Arzobispo le dio permiso para que hicieran las medallas, y entonces empezaron los milagros.
Las gentes empezaron a darse cuenta de que los que llevaban la medalla con devoción y rezaban la oración "Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti", conseguían favores formidables, y todo el mundo comenzó a pedir la medalla y a llevarla. Hasta el emperador de Francia la llevaba y sus altos empleados también.
En París había un masón muy alejado de la religión. La hija de este hombre obtuvo que él aceptara colocarse al cuello la Medalla de la Virgen Milagrosa, y al poco tiempo el masón pidió que lo visitara un sacerdote, renunció a sus errores masónicos y terminó sus días como creyente católico.
La Medalla MilagrosaCatalina le preguntó a la Sma. Virgen por qué de los rayos luminosos que salen de sus manos, algunos quedan como cortados y no caen en la tierra. Ella le respondió: "Esos rayos que no caen a la tierra representan los muchos favores y gracias que yo quisiera conceder a las personas, pero se quedan sin ser concedidos porque las gentes no los piden". Y añadió: "Muchas gracias y ayudas celestiales no se obtienen porque no se piden".
Después de las apariciones de la Sma. Virgen, la joven Catalina vivió el resto de sus años como una cenicienta escondida y desconocida de todos. Muchísimas personas fueron informadas de las apariciones y mensajes que la Virgen Milagrosa hizo en 1830. Ya en 1836 se habían repartido más de 130,000 medallas. El Padre Aladel, confesor de la santa, publicó un librito narrando lo que la Virgen Santísima había venido a decir y prometer, pero sin revelar el nombre de la monjita que había recibido estos mensajes, porque ella le había hecho prometer que no diría a quién se le había aparecido. Y así mientras esta devoción se propagaba por todas partes, Catalina seguía en el convento barriendo, lavando, cuidando las gallinas y haciendo de enfermera, como la más humilde e ignorada de todas las hermanitas, y recibiendo frecuentemente maltratos y humillaciones.
En 1842 sucedió un caso que hizo mucho más popular la Medalla Milagrosa y sucedió de la siguiente manera: el rico judío Ratisbona, fue hospedado muy amablemente por una familia católica en Roma, la cual como único pago de sus muchas atenciones, le pidió que llevara por un tiempo al cuello la medalla de la Virgen Milagrosa. Él aceptó esto como un detalle de cariño hacia sus amigos, y se fue a visitar como turista el templo, y allí de pronto frente a un altar de Nuestra Señora vio que se le aparecía la Virgen Santísima y le sonreía. Con esto le bastó para convertirse al catolicismo y dedicar todo el resto de su vida a propagar la religión católica y la devoción a la Madre de Dios. Esta admirable conversión fue conocida y admirada en todo el mundo y contribuyó a que miles y miles de personas empezaran a llevar también la Medalla de Nuestra Señora (lo que consigue favores de Dios no es la medalla, que es un metal muerto, sino nuestra fe y la demostración de cariño que le hacemos a la Virgen Santa, llevando su sagrada imagen).
Desde 1830, fecha de las apariciones, hasta 1876, fecha de su muerte, Catalina estuvo en el convento sin que nadie se le ocurriera que ella era a la que se le había aparecido la Virgen María para recomendarle la Medalla Milagrosa. En los últimos años obtuvo que se pusiera una imagen de la Virgen Milagrosa en el sitio donde se le había aparecido (y al verla, aunque es una imagen hermosa, ella exclamó: "Oh, la Virgencita es muchísimo más hermosa que esta imagen").
Al fin, ocho meses antes de su muerte, fallecido ya su antiguo confesor, Catalina le contó a su nueva superiora todas las apariciones con todo detalle y se supo quién era la afortunada que había visto y oído a la Virgen. Por eso cuando ella murió, todo el pueblo se volcó a sus funerales (quien se humilla será enaltecido).
Santa Catalina Labouré en su tumbaPoco tiempo después de la muerte de Catalina, fue llevado un niño de 11 años, inválido de nacimiento, y al acercarlo al sepulcro de la santa, quedó instantáneamente curado.
En 1947 el santo Padre Pío XII declaró santa a Catalina Labouré, y con esa declaración quedó también confirmado que lo que ella contó acerca de las apariciones de la Virgen sí era Verdad.




Vidente de la Medalla Milagrosa


Fiesta: 28 de Noviembre
Ver también:
Medalla Milagrosa>>>





 
 
 
 
Sta. Catalina Labouré
Catalina nació el 2 de mayo de 1806, en Fain-les-Moutiers, Borgoña ( Francia ) de una familia campesina, en 1806. Al quedar huérfana de madre a los 9 años le encomendó a la Sma. Virgen que le sirviera de madre, y la Madre de Dios le aceptó su petición. "A Ti he elegido por mi Madre", dijo Catalina a María.
Como su hermana mayor se fue de monja vicentina, Catalina tuvo que quedarse al frente de los trabajos de la cocina y del lavadero en la casa de su padre, y por esto no pudo aprender a leer ni a escribir.
A los 14 años pidió a su papá que le permitiera irse de religiosa a un convento pero él, que la necesitaba para atender los muchos oficios de la casa, no se lo permitió. Ella le pedía a Nuestro Señor que le concediera lo que tanto deseaba: ser religiosa. Y una noche vio en sueños a un anciano sacerdote que le decía: "Un día me ayudarás a cuidar a los enfermos". La imagen de ese sacerdote se le quedó grabada para siempre en la memoria.
Al fin, a los 24 años, logró que su padre la dejara ir a visitar a la hermana religiosa, y al llegar a la sala del convento vio allí el retrato de San Vicente de Paúl y se dió cuenta de que ese era el sacerdote que había visto en sueños y que la había invitado a ayudarle a cuidar enfermos. Desde ese día se propuso ser hermana vicentina, y tanto insistió que al fin fue aceptada en la comunidad.
Entró a la vida religiosa con la Hijas de la Caridad el 22 de enero de 1830 y después de tres meses de postulantado, 21 de abril, fue trasladada al noviciado de París, en la Rue du Bac, 140.
Fue destinada al hospicio de Enghien, en la calle de Reuilly de París. Durante cuarenta y cinco años se dedicó a oficios humildes: de la cocina a la ropería, al cuidado del gallinero, lo que le recuerda sus pichones de la granja de la infancia: a la asistencia a los ancianos de la enfermería, al cargo, ya para hermanas inútiles y sin fuerzas, de la portería.
El 27 de noviembre de 1830 estando Santa Catalina rezando en la capilla del convento, la Virgen María se le apareció totalmente resplandeciente, derramando de sus manos hermosos rayos de luz hacia la tierra. Ella le encomendó que hiciera una imagen de Nuestra Señora así como se le había aparecido y que mandara hacer una medalla que tuviera por un lado las iniciales de la Virgen María "M", y una cruz, con esta frase "Oh María, sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Ti". Y le prometió ayudas muy especiales para quienes lleven esta medalla y recen esa oración.

En 1865 muere el padre Aladel, su confesor y quien cnoce todo de las aparciones y cualquiera puede pensar en la gran pena de la Santa. Sin embargo, durante las exequias alguien pudo observar el rostro radiante de sor Catalina, que presentía el premio que la Virgen otorgaba a su fiel servidor.

Otro sacerdote le sustituye en su cometido de confesor: la religiosa le informe sobre las apariciones, pero no consigue ser comprendida.

Sor Catalina habla de tales hechos extraordinarios exclusivamente con su confesor: ni siquiera en los apuntes íntimos de la semana de ejercicios hay referencias a sus visiones.

Ella vive en el silencio, y hasta tal punto es dueña de sí, que en los cuarenta y seis años de religiosa jamás hizo traición a su secreto, aun después que las novicias de 1830 iban desapareciendo, y se sabe que la testigo de las apariciones aún vive. La someten a preguntas imprevistas para cogerla de sorpresa, y todo en vano. Sor Catalina sigue impasible, desempeñando los vulgares oficios de comunidad con el aire más natural del mundo.

La virtud del silencio consiste no tanto en sustraerse a la atención de los demás cuanto en insistir ante su confesor con paciencia y sin desmayos, sin que estalle su dolor ante las dilaciones. Ha muerto el padre Aladel y el altar de la capilla sigue sin levantarse, y la religiosa teme que la muerte la impida cumplir toda la misión que se le confiara.

El confesor que sustituyó al padre Aladel es sustituido por otro. Estamos a principios de junio de 1876, año en que "sabe" la Santa que habrá de morir. Tiene delante pocos meses de vida. Ora con insistencia, y, después de haber pedido consejo a la Virgen, confía su secreto a la superiora de Enghien, la cual con voluntad y decisión consigue que se erija en el altar la estatua que perpetúe el recuerdo de las apariciones.

La misión ha sido cumplida del todo. Y sor Catalina muere ya rápidamente a los setenta años, el 31 de diciembre de 1876.

En noviembre de aquel año tuvo el consuelo de hacer los últimos ejercicios en la capilla de la rue de Bac, donde había sentido las confidencias de la Virgen.

Su muerte fue dulce, después de recibir los santos sacramentos, mientras le rezaban las letanías de la Inmaculada.

Cuando cincuenta y seis años más tarde el cardenal Verdier abría su sepultura para hacer la recognición oficial de sus reliquias, se halló su cuerpo incorrupto, intactos los bellos ojos azules que habían visto a la Virgen.

Hoy sus reliquias reposan en la propia capilla de la rue du Bac, en el altar de la Virgen del Globo, por cuya erección tuvo

El papa Pío XI la beatificó el 28 de mayo de 1933 y Pío XII el 27 de julio de 1947 la canonizó. Su fiesta se celebra el 27 de noviembre. 
 
Santa Catalina Labouré, virgen
fecha: 31 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 28 de noviembre
n.: 1806 - †: 1876 - país: Francia
canonización: B: Pío XI 28 may 1933 - C: Pío XII 27 jul 1947
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En París, también en Francia, santa Catalina Labouré, virgen de las Hijas de la Caridad, que de manera singular honró a la Inmaculada y brilló por su sencillez, caridad y paciencia.

Zoe Labouré, hija de un campesino de Fain-les-Moutiers, nació en 1806. Fue la única de una numerosa familia que no asistió a la escuela y no aprendió a leer ni a escribir. Cuando su madre murió, Zoe tenía ocho años. Algún tiempo después, su hermana mayor, Luisa, ingresó en el instituto de las Hermanas de la Caridad, de suerte que Zoe quedó encargada de hacer casa a su padre. A eso de los catorce años, la joven se sintió también llamada a la vida religiosa. Su padre se opuso un tanto; pero finalmente, en 1830, Zoe consiguió ingresar en la casa que tenían las hermanas de la caridad de San Vicente de Paúl en Chatillon-sur-Seine. En religión tomó el nombre de Catalina. Al terminar el postulantado, fue enviada al convento de París (rue du Bac), a donde llegó cuatro días antes de que las reliquias de san Vicente fuesen trasladadas de Notre-Dame a la iglesia de los lazaristas en la calle de Sevres. Al atardecer del día de esa fiesta, tuvo lugar la primera de las extraordinarias visiones que tuvo Catalina Labouré, pero no fue aquélla la más importantes, y transcurrieron tres meses desde entonces para que se iniciara la serie de tres apariciones trascendentales que habrían de dar fama mundial al nombre de la hermana. A eso de las 11.30 de la noche del 18 de julio de 1830, la hermana Catalina despertó sobresaltada y se encontró ante «un niño resplandeciente» que la invitaba a seguirle con un gesto de su mano. El niño la condujo a la capilla de las monjas donde la aguardaba la Santísima Virgen. La entrevista se prolongó durante dos horas y, según se supo más tarde, en el curso de la misma, la Madre de Dios le advirtió que la tenía destinada a una tarea muy difícil y le reveló ciertos sucesos futuros, como la muerte violenta de un arzobispo de París que habría de ocurrir, como ocurrió en efecto, cuarenta años más tarde (Mons. Darboy, en 1871).

La segunda aparición tuvo lugar el 27 de noviembre, cuando Nuestra Señora se manifestó a Catalina en la misma capilla. En aquella ocasión, la Madre de Dios no habló, pero en cambio se apareció inmóvil y resplandeciente, como la figura de una estampa. Parecía estar dentro de un gran círculo luminoso, de pie sobre una esfera; tenía las manos extendidas hacia abajo, y de sus palmas irradiaban rayos de luz. En torno a la figura de la Virgen aparecía la siguiente inscripción: «¡Oh, María, concebida sin pecado, rogad por nosotros que recurrimos a vos¡», En un momento dado, la imagen pareció darse la vuelta y, en el reverso apareció una «M» coronada por una cruz y con dos corazones debajo, uno ceñido por una corona de espinas y el otro traspasado por una espada. En el mismo momento, Catalina creyó oír una voz que le mandaba acuñar una medalla con aquella imagen y aquellos símbolos. La misma voz prometía que, cuantos portasen la medalla con devoción, recibirían grandes gracias por la intercesión de la Madre de Dios. La visión se repitió al mes siguiente y en varias ocasiones más, hasta el mes de septiembre de 1831. La hermana Catalina refirió todo a su confesor, el P. Aladel, quien investigó cuidadosamente el asunto y, convencido de su autenticidad, obtuvo del arzobispo de París, Mons. de Quélen, el permiso de acuñar la medalla. En junio de 1832, quedaron listos los primeros 1500 ejemplares de la que se conoció desde entonces como la medalla «milagrosa». Según parece, ese nombre se le dio a causa de las circunstancias maravillosas de su origen, más que a milagros relacionados con ella. En seis años, se vendieron 130.000 ejemplares de la «Noticia histórica de los orígenes y efectos de la Medalla Milagrosa», obra del P. Aladel, publicada en 1834 y que fue traducida a varios idiomas, incluso al chino. En 1836, el arzobispo de París instituyó una investigación canónica sobre las visiones. Pero la hermana Catalina no compareció ante los miembros de la comisión. Las precauciones que la santa había tomado para permanecer ignorada, la promesa que había arrancado al P. Aladel de no revelar su nombre a nadie, el secreto absoluto que había guardado sobre las visiones, excepto ante su confesor y su repugnancia a comparecer ante las autorirdades eclesiásticas, explican por qué los miembros de la comisión no hablaron con ella. El tribunal tomó en consideración las circunstancias, el carácter de la visionaria, la prudencia y buen juicio del P. Aladel y falló en favor de la autenticidad de las visiones. La popularidad de la medalla creció rápidamente, sobre todo a partir de la conversión de Alfonso Ratisbonne en 1842. Era éste un judio alsaciano que había aceptado, sin entusiasmo alguno, llevar la medalla y más tarde, tuvo una aparición de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa en la iglesia de Sant'Andrea delle Trate, de Roma. En seguida, recibió el bautismo y posteriormente se ordenó sacerdote y fundó la congregación religiosa de los Padres y las Hermanas de Sión. También se hizo una investigación canónica sobre la visión de Alfonso Ratisbonne.

El informe de la comisión y el del arzobispo de París, se usaron a fondo en el proceso de beatificación de Catalina Labouré, sobre cuya vida personal se sabe muy poco. Sus superiores la calificaron de «más o menos insignificante, realista y poco imaginativa, fría y casi apática». Desde 1831 hasta su muerte, ocurrida el 3I de diciembre de 1876, la santa vivió sin hacerse notar en el convento de Enghien-Reuilly, donde ejerció los cargos de portera, encargada del gallinero y encargada del cuidado de los ancianos del hospicio. Ocho meses antes de su muerte, Catalina reveló a su superiora, la Madre Dufes, las gracias extraordinarias que había recibido. Todo el pueblo se volcó en sus funerales. Poco después, un niño de once años, inválido de nacimiento, fue curado instantáneamente en el sepulcro de la santa. Catalina Labouré fue canonizada en 1947.

Se ha escrito mucho sobre Catalina y la Medalla Milagrosa. Probablemente la biografía más conocida es la del P. E. Crapez. Mencionemos también la biografía del P. E. Cassinari. Anterior a éstas es la obra de Lady Georgiana Fullerton, Life and Visions of a Sister of Charity (1880).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 
 
 
 
 
 

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