martes, 16 de abril de 2013

Piden a Jesús una señal

Juan 6, 30-35. Pascua. La Eucaristía nos está esperando a todos los que sentimos hambre y sed en nuestras almas.
 
Piden a Jesús una señal
Del santo Evangelio según san Juan 6, 30-35

Ellos entonces le dijeron: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, según está escrito: Pan del cielo les dio a comer. Jesús les respondió: En verdad, en verdad os digo: No fue Moisés quien os dio el pan del cielo; es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da la vida al mundo. Entonces le dijeron: Señor, danos siempre de ese pan. Les dijo Jesús: Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre, y el que crea en mí, no tendrá nunca sed.

Oración introductoria

Señor Jesús, hoy me preguntas, -como a Pedro-, si realmente te amo. Junto con el apóstol te repito que ¡te quiero y te amo más que nada en el mundo! Tú lo sabes porque me conoces y siempre me estás buscando para mostrarme el camino que me puede llevar a la santidad.

Petición

Señor, acrecienta mi amor por medio de este momento de oración.

Meditación del Papa

Simón comprende que a Jesús le basta su amor pobre, el único del que es capaz, y sin embargo se entristece porque el Señor se lo ha tenido que decir de ese modo. Por eso le responde: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero [...] Desde aquel día, Pedro siguió al Maestro con la conciencia clara de su propia fragilidad; pero esta conciencia no lo desalentó, pues sabía que podía contar con la presencia del Resucitado a su lado. Del ingenuo entusiasmo de la adhesión inicial, pasando por la experiencia dolorosa de la negación y el llanto de la conversión, Pedro llegó a fiarse de ese Jesús que se adaptó a su pobre capacidad de amor. Y así también a nosotros nos muestra el camino, a pesar de toda nuestra debilidad. Sabemos que Jesús se adapta a nuestra debilidad. Nosotros lo seguimos con nuestra pobre capacidad de amor y sabemos que Jesús es bueno y nos acepta. Pedro tuvo que recorrer un largo camino hasta convertirse en testigo fiable, en piedra de la Iglesia, por estar constantemente abierto a la acción del Espíritu de Jesús. (Benedicto XVI, 24 de mayo de 2006).

Reflexión

Jesús quiso dejarnos como señal para creer en él (y sobretodo para amarle) la Eucaristía. Es lo más precioso que tenemos en la Iglesia: es Cristo mismo. No es sólo un símbolo, un adorno, un rito: es la presencia real del Señor entre nosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Jesucristo quiso quedarse bajo forma de pan, pero dejó claro que ése es el verdadero pan del cielo. La Eucaristía es el alimento que elimina eficazmente el hambre más profunda del hombre, le comunica con Dios y le hace partícipe de su felicidad. Si deja en el alma algo de hambre, ésta sólo es de repetirlo de nuevo.

En la vida de los santos encontramos como denominador común un gran amor hacia la Eucaristía. Ellos encontraron allí, por la fe, a Jesús, el Señor de sus vidas. Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí... Jesucristo habló con suma claridad, no hay espacio para interpretaciones ambiguas. Él está en el pan eucarístico y nos está esperando a todos los que sentimos hambre y sed en nuestras almas.

Propósito

Hacer una visita a Cristo Eucaristía para agradecerle su comprensión, misericordia y amor.

Diálogo con Cristo

Señor, no permitas nunca que te llegue a negar. Que ante todos y ante cualquier circunstancia sepa ser fiel a mi fe. Para lograrlo no me canso de pedirte que me llenes con tu amor, para que siempre pueda responderte con generosidad y firmeza, especialmente en los momentos de más dificultad.



lunes 15 Abril 2013
Lunes de la tercera semana de Pascua
Santa Basilisa Anastasia





Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo : “El alimento que permanece para la vida eterna, es el que os dará el Hijo del hombre”
Lecturas
Hechos 6,8-15.

Esteban, hombre lleno de gracia y de poder, realizaba grandes prodigios y señales milagrosas en medio del pueblo.
Se le echaron encima algunos de la sinagoga llamada de los libertos y otros llegados de Cirene, Alejandría, Cilicia y Asia. Se pusieron a discutir con Esteban,
pero no lograban hacer frente a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba.
Al no poder resistir a la verdad, sobornaron a unos hombres para que afirmaran: «Hemos oído hablar a este hombre contra Moisés y contra Dios.»
Con esto alborotaron al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la Ley, llegaron de improviso, lo arrestaron y lo llevaron ante el Sanedrín.
Allí se presentaron testigos falsos que declararon: «Este hombre no cesa de hablar contra nuestro Lugar Santo y contra la Ley.
Le hemos oído decir que Jesús el Nazareno destruirá este Lugar Santo y cambiará las costumbres que nos dejó Moisés.»
En ese momento todos los que estaban sentados en el Sanedrín fijaron los ojos en Esteban, y su rostro les pareció como el de un ángel.

Salmo 119(118),23-24.26-27.29-30.

Aunque príncipes sesionen en mi contra, tu servidor meditará en tus maravillas.
Tus testimonios son también mis delicias, tus preceptos son mis consejeros.
Te expuse mis proyectos y me respondiste: enséñame tus preceptos.
Haz que tome el camino de tus ordenanzas para que medite tus maravillas.
Aleja de mí el camino engañador, y dame la gracia de tu Ley.
He elegido el camino de la verdad, y tus juicios he deseado.

Juan 6,22-29.

Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago se dio cuenta que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había subido con sus discípulos en la barca, sino que éstos se habían ido solos.
Mientras tanto algunas lanchas de Tiberíades habían atracado muy cerca del lugar donde todos habían comido el pan.
Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: «Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí?»
Jesús les contestó: «En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre.»
Entonces le preguntaron: «¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?»
Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado.»

Extraído de la Biblia Latinoamericana.

Leer el comentario del Evangelio por
San Juan Crisóstomo (345-407), sacerdote en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio de Mateo, n° 82, 5; PG 58, 743
“El alimento que permanece para la vida eterna, es el que os dará el Hijo del hombre”
    Los judíos en Pascua, comían de pie, con las sandalias puestas y los
bastones en las manos, con prisa (Éxodo 12,11). ¡Qué razón más fuerte puede
mantenerte despierto! Ellos estaban alistándose para partir hacia la Tierra
Prometida y se comportaban como viajeros; y tú, tú vas camino al cielo. Es
por eso que siempre debemos permanecer en guardia... Los enemigos de Cristo
han golpeado su santísimo cuerpo sin saber lo que hacían (Lucas 23,34); y
tú, ¡tú lo recibirás en tu alma impura después de tanta generosidad! Porque
Él no se conformó con hacerse hombre, ser flagelado y condenado a muerte:
en su amor, quiso unirse aún más a nosotros, identificarse con nosotros no
solamente por medio de la fe, sino realmente por la participación de su
propio cuerpo...
    Considera el gran honor que recibes, y a qué mesa estás siendo
invitado. Aquel al que los ángeles miran y a la vez tiemblan, aquel al que
no se atreven a mirar sin miedo, a causa del resplandor de la gloria que
irradia su rostro, nosotros lo convertimos en nuestro alimento y nos unimos
en comunión a Él, un solo cuerpo, una sola carne. “¿Quién hablará de las
proezas del Señor, quién proclamará todas sus alabanzas?” (Salmo 105,2).
¿Qué pastor nunca ha alimentado a sus ovejas con su propia carne?... A
menudo sucede que las madres les confían a nodrizas sus hijos. Cristo no es
así: Él nos alimenta con su propia sangre, nos convierte con Él en un solo
cuerpo.

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