domingo, 11 de marzo de 2012

SAN JUAN NEPOMUCENO NEUMANN

1860 d.C.
5 de enero



Sacerdote, U.S.A., 1860. El obispo de Filadelfia, nació en Prachatitz, Bohemia, el 28 de Marzo de 1811, hijo de Philip Neumann y Agnes Lebis. Asistió a la escuela en Budweis y allí entró en el seminario el año 1831. Dos de años después, pasó a la universidad de Charles Ferdinand en Praga donde estudió teología. Cuando su preparación para el sacerdocio se completó en 1835, deseaba ordenarse pero el obispo decidió que no habría allí más ordenaciones. Nos resulta difícil imaginar hoy que Bohemia tuviera entonces demasiados sacerdotes. Juan escribió a los obispos del mundo, pero en todas partes la misma historia: ninguno quería ahora sacerdotes. Juan estaba seguro de su vocación al sacerdocio, pero todas las puertas parecían cerrársele. Finalmente llego a serlo.

El 5 de enero de 1860 (con 48 años de edad) se desplomó en la calle, en su ciudad episcopal. y murió antes e que pudieran administrársele los últimos Sacramentos. El 11 de Noviembre de 1921, Benedicto XV declara solemnemente la heroicidad de sus virtudes. Fue Beatificado por el Papa Pablo VI el 13 de Octubre de 1963 y Canonizado por el mismo Papa. Fruto de su celo apostólico fueron las innumerables escuelas parroquiales que fundó, la Congregación de las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco, el florecimiento de la devoción de las cuarenta horas, la atención a los indígenas e inmigrantes y los continuos viajes apostólicos. Fue beatificado durante el Concilio Vaticano II en 1963. Pablo VI lo canonizó en 1977. Es el segundo santo elevado a los altares en los Estados Unidos.

San Juan Nepomuceno Neumann, Obispo


El obispo de Filadelfia, nació en Prachatitz, Bohemia, el 28 de Marzo de 1811, hijo de Philip Neumann y Agnes Lebis. Asistió a la escuela en Budweis y allí entró en el seminario el año 1831.

Dos de años después, pasó a la universidad de Charles Ferdinand en Praga donde estudió teología. Cuando su preparación para el sacerdocio se completó en 1835, deseaba ordenarse pero el obispo decidió que no habría allí más ordenaciones. Nos resulta difícil imaginar hoy que Bohemia tuviera entonces demasiados sacerdotes. Juan escribió a los obispos del mundo, pero en todas partes la misma historia: ninguno quería ahora sacerdotes. Juan estaba seguro de su vocación al sacerdocio, pero todas las puertas parecían cerrársele.

Pero Juan no se arredró. Aprendió el inglés trabajando en una fábrica con obreros de lengua inglesa. De esta forma, pudo escribir a los obispos de Estados Unidos.


Finalmente, el obispo de Nueva York aceptó ordenarlo. Para responder a la llamada de Dios de ser sacerdote, Juan debió abandonar su familia para siempre y atravesar el océano para adentrarse en una tierra lejana y difícil.

En Nueva York, Juan fue uno de los 36 sacerdotes para 200.000 católicos. Su parroquia, al oeste de Nueva York, se extendía desde Ontario hasta Pensilvania. Su iglesia no tenía ni campanario ni estaba pavimentada, pero esto no importaba en absoluto ya que Juan pasaba la mayor parte de su tiempo visitando poblado tras poblado, escalando montañas, para visitar a los enfermos, para detenerse en las cabañas y en las tabernas a fin de enseñar y celebrar la misa en la mesa de la cocina.

Debido a su trabajo y a lo lejano de la parroquia, Juan soñaba con una comunidad: entró con los redentoristas, una Congregación de sacerdotes y hermanos que se dedicaban a ayudar a los pobres y a los más abandonados. Fue el primer sacerdote que entraba en la Congregación en América, profesó en Baltimore el 16 de enero de 1842.

Desde el principio destacó por ser una persona altamente piadosa, por su evidente santidad, por su celo y por su amabilidad. Su conocimiento de seis idiomas modernos lo hizo particularmente apto para el trabajo en la sociedad Estadounidense de múltiples idiomas en el siglo diecinueve.


Después de trabajar en Baltimore y Pittsburgh, en 1847 fue nombrado Visitador o Superior Mayor de los redentoristas en los Estados Unidos. El Padre Frederick von Held, superior de la Provincia Belga, a la que pertenecían las casas Estadounidenses, dijo de él: "Es un gran hombre que combina la piedad con una personalidad fuerte y prudente". Necesitó estas que calidades durante los dos de años en que desempeñó el cargo, cuando la fundación estadounidense pasaba por un difícil período de ajuste.

Cuando dejó el cargo al Padre Bernard Hafkenscheid, los redentoristas de Estados Unidos estaban mejor preparados para llegar a ser una provincia autónoma, cosa que sucedió en 1850.

El Padre Neumann fue nombrado Obispo de Filadelfia y consagrado en Baltimore el 2 de marzo de 1852. Su diócesis era muy grande y pasaba por un período de considerable desarrollo.

Como obispo, fue el primero en organizar un sistema diocesano de escuelas católicas.
Fundador de la educación católica en el país, las escuelas de su diócesis aumentaron de 2 un 100. Fundó las Hermanas de la Tercera Orden de San Francisco para enseñar en las escuelas.



Entre las más de ochenta iglesias que construyó durante su episcopado, debe
mencionarse la catedral de los Santos Pedro y Pablo que él comenzó. San Juan Neumann era de estatura pequeña, nunca tuvo una salud robusta, pero en su corta vida tuvo una gran actividad. Encontró tiempo para una considerable actividad literaria además de sus obligaciones pastorales. Escribió asimismo numerosos artículos en revistas y periódicos católicos; publicó dos catecismos y, en 1849, una historia de la Biblia para escuelas. Continuó esta actividad justamente hasta el final de su vida.

El 5 de enero de 1860 (con 48 años de edad) se desplomó en la calle, en su ciudad episcopal. y murió antes e que pudieran administrársele los últimos Sacramentos. Fue beatificado por el Papa Pablo VI el 13 de octubre de 1963 y canonizado por el mismo Papa sobre el 17 de junio de 1977.


San Juan Nepomuceno Neumann, Redentorista.
Cuarto Obispo de Philadelphia, USA.
Entrevista figurada al Redentorista
san Juan Nepomuceno Neumann,
cuarto Obispo de Philadelphia, USA.
SJ.- San Juan N. Neumann
JM.- Juan Manuel del Río
JM.- Para mucha gente, Estados Unidos ha sido, y sigue siendo, el país de promisión en los cuatro últimos siglos. Son muchas las personas que ahí llegan en busca de un porvenir mejor, o por otras diversas causas. Una de estas personas ha sido San Juan Nepomuceno Neumann. Pero dejemos que sea él mismo quien nos lo cuente.
Querido Juan, tú fuiste uno de los más ilustres emigrantes que ha tenido Estados Unidos. Sentiste la llamada de Dios al sacerdocio. Pero para ser sacerdote tuviste que abandonar tu tierra para siempre. ¿Por qué?
SJ.- Efectivamente. Para poder seguir la llamada de Dios al sacerdocio me vi obligado a abandonar mi patria y cruzar el Atlántico. Me preguntas por el motivo. Casi no lo vas a creer, sobre todo pensando en la escasez de sacerdotes que hay hoy en día. Pero en aquel entonces, en mi tierra, según el obispo, había demasiados. Y dijo que no iba a ordenar más sacerdotes.
JM.- ¡Vaya! Estamos en 1835. Tú habías ingresado en el seminario en 1831, con la intención de ser sacerdote.
SJ.- Así es.
JM.- Bien, pero para que los lectores te puedan situar geográficamente y como persona. ¿Dónde naciste?
SJ.- Nací en Práchatitz, Bohemia, el 28 de marzo de 1811; mis padres fueron Felipe Neumann e Inés Lebis.
JM.- Dos años después de ingresar en el seminario, marchas a Praga.
SJ.- Sí, se fui a la universidad Charles Ferdinand, Praga, para estudiar teología.
JM.- Al encontrarte con esta impensada adversidad de que el obispo no quisiera ordenar más sacerdotes, ¿cuál fue tu actitud?
SJ.- Escribí cartas a varios los obispos de Europa explicándoles mi deseo de ser sacerdote, pero, increíblemente, la historia se repetía en todas partes.
JM.- No querían más sacerdotes. Ver para creer.
SJ.- Pero ya sabes que la fe mueve montañas, que si una puerta se cierra, otra se abrirá.
JM.- La primera puerta, si me permites expresarlo así, fue la de la lengua. Comenzaste por aprender inglés.
SJ.- Terminé de aprenderlo, estando ya en Estados Unidos, trabajando en una fábrica donde casi todos los trabajadores hablaban inglés.
JM.- Bien, estás ya en América. ¿Seguías empeñado en ser sacerdote?
SJ.- Por supuesto. Y como he dicho, puesto que las puertas de Europa se me habían cerrado, llamé a las puertas de América.
JM.- ¿Concretamente?
SJ.- Escribí a varios obispos americanos. Ya estaba yo más que preparado para poder ser ordenado sacerdote. Puedes imaginarte mi alegría cuando el obispo de Nueva York me contesta aceptando ordenarme sacerdote.
JM.- ¿Cuándo te ordenaste de sacerdote?
SJ.- El 25 de junio de 1836.
JM.- ¿Cuántos sacerdotes erais en la diócesis?
SJ.- Exactamente, 36, para atender a los aproximadamente doscientos mil católicos que había en la diócesis de Nueva York.
JM.- Tu parroquia estaba situada en la parte occidental de Nueva York, ¿no es así?
SJ.- Sí, y abarcaba desde el lago Ontario a Pennsylvania.
JM.- Y para colmo, a la iglesia le faltaba pavimento en el suelo, tampoco tenía campanario. Vaya, que no estaba en muy óptimas condiciones.
SJ.- Eso no resultaba ser un problema. Ya sabes que un misionero tiene que pasarse muchas horas en la calle, en contacto directo con los feligreses. Como hacía Cristo.
JM.- El pastor en medio del rebaño, según la hermosa imagen del evangelio.
SJ.- Sí. Por lo demás, procuraba desplazarme de aldea en aldea, visitar enfermos, en una palabra, estar con la gente.
JM.- ¿Y dónde te alojabas?
SJ.- Ah, eso tampoco era problema. Muchas veces en los desvanes de las casas. Incluso en la tabernas, a donde solía ir para catequizar a los parroquianos.
JM.- ¿Catequizar en una taberna?
SJ.- Por supuesto. Catequizar en una taberna no significa entrar como un pistolero del Oeste, paralizar a la gente y ponerlos manos arriba hasta que empezara la gresca. Es, sobre todo, hacerte presente, hablar con unos con otros. A la vera de una copa de vino se puede hacer mucho bien. La gente, de entonces, y de siempre, tiene hambre de Dios.
JM.- ¿Y la misa?
SJ.- Si hay algo que tiene que ser profundamente familiar es la Eucaristía. Normalmente la celebraba en la cocina de las casas. Alrededor de la mesa familiar, nunca mejor dicho. La cocina, donde se reúne habitualmente la familia, es sin duda la más preciosa iglesia doméstica.
JM.- Tu afán y carisma misionero te llevan a ponerte en contacto con los Redentoristas.
SJ.- Me gustaban los Redentoristas por tratarse de una congregación donde hay sacerdotes y hermanos dedicados a ayudar a los pobres y a los más abandonados.
JM.- Fuiste el primero de los sacerdotes que entraron en la Congregación Redentorista en América. ¿Cuándo hiciste los votos religiosos?
SJ.- Los hice en Baltimore el 16 de enero de 1842.
JM.- Desde el comienzo, tus compañeros redentoristas te apreciaron muchísimo por tu notable celo apostólico, por tu amabilidad, y por tu santidad de vida.
JM.- Pero de pronto un día el Papa te nombra obispo.
SJ.- Efectivamente, me nombraron Obispo de Philadelphia, Pennsylvania.
JM.- Tenías mucha facilidad para las lenguas. De hecho, hablabas seis.
SJ.- Lo cual me facilitó mucho el trabajo con la gente en la políglota sociedad de los Estados Unidos del siglo XIX.
JM.- Antes de nombraste obispo de Philadelphia fuiste Superior Mayor de los Redentoristas en Estados Unidos.
SJ.- O como se decía entonces, Visitador. Así es, el año 1847 fui nombrado Visitador.
JM.- Habías trabajado pastoralmente en Baltimore y en Pittsburg. Ahora tu responsabilidad, con este cargo, adquiere mayor dimensión.
SJ.- ¡Hombre!, si acaso, en el área organizativa, digamos. En la parte pastoral no había problemas. Mis hermanos redentoristas se dedicaban de lleno y con entusiasmo a la labor pastoral.
JM.- El Padre Frederick von Held, Superior de la provincia belga a la que en aquel entonces pertenecían las casas norteamericanas, dijo de ti: "Es un gran hombre en el que la piedad se une a una personalidad fuerte y prudente".
SJ.- Gracias al querido Padre Frederick por esas palabras. Ciertamente, para desenvolverse en las distintas esferas de la vida es necesaria una personalidad fuerte y prudente. Y añadiría: y madura. En los dos años que me tocó ejercer el puesto de superior ciertamente se necesitaban estas prerrogativas ya que la fundación norteamericana atravesaba por un período muy duro de adaptación.
JM.- ¿Quién te sucedió en el cargo de Visitador?
SJ.- El Padre Bernard Hafkenscheid.
JM.- Habías dejado a punto de caramelo, como coloquialmente suele decirse, y suficientemente preparados
a los Redentoristas de los Estados Unidos para pasar a ser Provincia autónoma. ¿Qué año tuvo lugar ese paso?
SJ.- El año 1850.
JM.- Bien, como dijimos, te nombran obispo. ¿Cuándo tuvo lugar la consagración?
SJ.- Fue en Baltimore, el 28 de marzo de 1852.
JM.- La diócesis es enorme y atraviesa por un período de notable desarrollo. ¿Cómo te desenvolviste como Obispo?
SJ.- Como obispo, lo primero que hice fue organizar una red diocesana de escuelas católicas. Para tener cristianos de verdad, católicos comprometidos y responsables de su vida de fe, primero hay que formarlos.
JM.- Para esta formación fuiste incrementando las escuelas parroquiales.
SJ.- Así es. Llegaron ser cien las escuelas católicas en la diócesis.
JM.- Hablando de fundaciones, ¿qué más fundaste?
SJ.- Es claro que las escuelas no funcionan solas, como es obvio, hay que dotarlas de maestros y maestras capacitados. Fue así como vi la necesidad de fundar una Congregación que atendiera las escuelas, y los asilos para niños abandonados: la Congregación de las Hermanas de Philadelphia de la Tercera Orden de San Francisco.
JM.- También construiste muchas iglesias. Entre las más de ochenta iglesias erigidas en la diócesis durante tu episcopado, cabe mencionar la catedral de los Santos Pedro y Pablo.
SJ.- De verdad que sí.
JM.- Juan, fuiste de una talla, como misionero y obispo, colosal. Pero ¿y tu talla física?
SJ.- No me hagas reír. Pues te diré. Fui de estatura más bien baja, y de salud bastante endeble.
JM.- Tu vida fue breve. Sin embargo, lograste realizar muchas cosas. Por ejemplo, encontraste tiempo para dedicarse incluso a la actividad literaria a pesar de los grandes compromisos pastorales que atendías. ¿Qué escribiste?
SJ.- Por lo pronto, numerosos artículos que publiqué en los periódicos católicos y en distintas revistas.
JM.- Y también, varios catecismos y, en 1849, que yo sepa, una historia de la Biblia para uso escolar.
SJ.- Ya sabes que el apostolado de la pluma es muy importante, y siempre de acuciante actualidad.
JM.- Incansable, seguiste en la brecha hasta al final. ¿Cómo fue tu final?
SJ.- El 5 de enero de 1860.
JM.- Tenías por consiguiente 48 años.
SJ.- Efectivamente, caí totalmente desfallecido en una de las calles de mi ciudad episcopal, Philadelphia.
JM.- Y ahí quedaste.
SJ.- Pues sí, porque no dio tiempo ni a que me administraran los últimos Sacramentos.
JM.- El diagnóstico fue: apoplejía. Para ti, un susto, mortal de necesidad, aunque casi ni cuenta te diste de que te morías. Para la Iglesia y la Congregación Redentorista, una fecha indeleble para siempre.
5 de enero de 1860: Moría un hombre para el mundo, nacía un santo para el cielo; el mismo que, en vida, fue el gran misionero y apóstol de los inmigrantes europeos de América del Norte, en general, y de los de habla alemana en particular.
Beatificado por el Papa Pablo VI el 13 de octubre de 1963, fue canonizado por el mismo Papa el 19 de junio de 1977.
Felicidades, querido Juan N. Neumann.

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San Juan Nepomuceno Neuman cuerpo incorrupto

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