Para nosotros los números tienen un significado muy distinto a los números que leemos en la Biblia.
En la Biblia los números tienen tres significados distintos: cantidad, simbolismo y mensaje.
Primer sentido: LA CANTIDAD
Es un significado parecido al nuestro. Por ejemplo veamos: 1Rey 18, 1 2Rey 22,1 1 Rey 4, 7 Jn 11,18 .Estos números no son simbólicos ni encierran ningún mensaje oculto. Simple y llanamente se refieren a la cantidad de años, personas o distancia mencionadas en el texto.
En este significado no hay lugar para la confusión: lo que el número dice es lo que quería decir el autor.
Segundo sentido: EL SIMBOLISMO
Un número simbólico es aquel que no indica una cantidad, sino que expresa una idea, un mensaje distinto de él, que lo supera y lo desborda.
No siempre es posible saber por qué tal número significa "tal" cosa. La asociación entre ambas realidades a veces es desconocida. Para nosotros los occidentales esto es difícil de entender, pero los semitas los usaban con toda naturalidad para transmitir ideas, mensajes o claves.
La Biblia no explica nunca qué simboliza cada número, pero los estudiosos han llegado a averiguar algunos de sus simbolismos y han podido aclarar muchos episodios bíblicos.
El número 1 simboliza a Dios, que es único. Por ello indica exclusividad, primado, excelencia: Mt 19,17 Mt 19,17 Mt 19,6 Jn 10,30 Gál 3,28 Ef 4,5 En todos estos casos, el uno simboliza el ámbito divino.
El número 2 representa al hombre, pues en él hay siempre dualidad, división interior por culpa del pecado. Mt 20,30 Mt 26,60
El número 3 representa "totalidad", quizá porque 3 son las dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. Decir 3 equivale a decir "la totalidad" o "siempre". Gn 6,10 Mt 26,34 Is 6,3
El número 4 en la Biblia simboliza el cosmos, el mundo, ya que son 4 los puntos cardinales. Cuando se dice que en el Paraíso había 4 ríos (Gn 4,10) significa que todo el cosmos era un Paraíso antes del pecado de Adán y Eva. O sea, no se trata de un sitio determinado, aunque algunos continúen buscando dónde estaba. Ez 37,9 Apoc 4,6
El número 5 significa "algunos", "unos cuantos", una cantidad indefinida. Así, se dice que en la multiplicación de los panes Jesús tomó 5 panes (=algunos panes). Que en el mercado se venden 5 pajarillos por dos monedas (=algunos pajaritos)... 1 Cor 14,19
El número 7 tiene el simbolismo más conocido de todos. Representa la perfección. Por eso Jesús dirá a Pedro que debe perdonar a su hermano hasta 70 veces 7. También puede expresar la perfección del mal, o el sumo mal, como cuando Jesús enseña que si un espíritu inmundo sale de un hombre puede regresar con otros 7 espíritus peores, o cuando el evangelio cuenta que el Señor expulsó 7 demonios de la Magdalena.
El Apocalipsis es el que más lo emplea: 54 veces para describir simbólicamente las realidades divinas: las 7 Iglesia del Asia, los 7 espíritus del trono de Dios, las 7 trompetas, los 7 candeleros, los 7 cuernos, etc.
La tradición cristiana continuó este simbolismo del 7, y por eso fijó en 7 los sacramentos, los dones del Espíritu Santo, las virtudes.
El número 10 tiene un valor que sirve para recordar. Al ser 10 los dedos de las manos, resulta fácil recordar esta cifra. Por eso figuran como 10 los mandamientos que Yahvé dio a Moisés (podrían haber sido más), y 10 las plagas que azotaron a Egipto. También por esta razón se ponen sólo 10 antepasados entre Adán y Noé, y 10 entre Noé y Abraham, aun cuando sabemos que existieron muchos más.
El número 12 es también simbólico. Significa "elección". Por eso se hablará de las 12 tribus de Israel, cuando en realidad el Antiguo Testamento menciona más de 12; pero con esto se quiere decir que eran tribus "elegidas". Igualmente se agruparán en 12 a los profetas menores del Antiguo Testamento. También el Evangelio mencionará 12 apóstoles de Jesús, que resultan ser más de 12 si comparamos sus nombres; pero se los llama "Los Doce" porque son los elegidos del Señor. Asimismo Jesús asegura tener 12 legiones de ángeles a su disposición (Mt 26,53). El Apocalipsis hablará de 12 estrellas que coronan a la Mujer, 12 puertas de Jerusalén, 12 ángeles, 12 frutos del árbol de la vida.
El número 40 tiene también valor simbólico. Representa el "cambio", de un período a otro, los años de una generación. Por eso el diluvio dura 40 días y 40 noches (pues es el cambio hacia una nueva humanidad). Los israelitas están 40 años en el desierto (hasta que cambia la generación infiel por otra nueva). Moisés permanece 40 días en el monte Sinaí, y Elías peregrina otros 40 días hasta allí (a partir de lo cual sus vidas cambiarán). Jesús ayunará 40 días (porque es el cambio de su vida privada a su vida pública).
El número 1.000 significa multitud, gran cantidad: Dan 5,1 Salm 90 1 Rey 3,4 1 Rey 11,3. A veces este número puede entrar en combinación con otros. Así, en el Apocalipsis dice simbólicamente que al final del mundo se salvarán 144.000 elegidos, porque es la combinación de 12x12x1.000, y significan los elegidos del Antiguo Testamento (12), y los elegidos del Nuevo Testamento (12), en una gran cantidad (x1.000).
Quedan otros números simbólicos como el 70. San Lucas dice que Jesús eligió a 70 discípulos para enviarlos a todos los lugares y sitios por donde él tenía que pasar (Lc 10,1). No está dando una cifra real, sino simbólica, ya que según Gén 10, el total de los pueblos y naciones que existían en el mundo era 70. Cuando Lucas dice esto, lo que quiso decir es que los mandó para que el evangelio llegara a todas las naciones del mundo.
También vemos otra cifra en Jn 21,11 ¿Por qué tanto interés en dejar registrado el número de 153 peces? Es que en la antigüedad se creía, entre los pescadores, que 153 era el número de peces que existía en los mares. El mensaje es claro: Jesús vino a salvar a gente de todas las naciones, razas y pueblos del mundo.
No todos los números en la Biblia son simbólicos, ante cada cifra tenemos que preguntarnos ¿esta cifra indica cantidad o encierra un mensaje?
Tercer sentido: EL MENSAJE (sentido gemátrico).
En las lenguas hebrea y griega las letras tienen un valor numérico. Así el 1 sería la A, el 2 la B, etc.
El número obtenido con la combinación de letras se llama gemátrico. En cada cifra podía haber escondida una palabra. La Biblia trae varios ejemplos de estos números gemátricos.
Por ejemplo: Cuando salieron los israelitas de Egipto dicen que salieron 603.550 hombres, sin contar mujeres y niños, pero si sustituimos las letras de la frase "todos los hijos de Israel" (en hebreo: rs kl bny ysr´l) por sus correspondientes valores numéricos da precisamente 603.550, con lo cual lo que están diciendo es que salieron "todos los hijos de Israel".
Mt 1,17 divide a los antepasados de Jesús en tres series de 14 generaciones cada una. Pero esto es imposible. Mateo sólo pone tres nombres para cubrir los 430 años de esclavitud en Egipto. Lo que ocurrió fue que cogieron el nombre de David (D=4+V=6+D=4=14) Y como se esperaba que el Mesías fuera descendiente de David, el evangelista quiso decir que Jesús es el "triple David", el Mesías total, verdadero descendiente de David.
El más conocido de estos números gemátricos es el famoso 666 en Apocalipsis 13,18. El mismo libro aclara que se trata de la cifra de un hombre. Ese hombre es el emperador Nerón. Si transcribimos "Nerón César" en hebreo obtenemos: N=50+R=200+W=6+N=50+Q=100+S=60+R=200= 666.
El número 2
El número 2 aparece 808 veces en la Biblia. El número 2 es usado en las Escrituras tanto para combinación como para división; comparación o contraste; confirmación u oposición –como luz y tinieblas, bien y mal, amor y odio–, dos cosas en contraste. Por ejemplo, el pensamiento de ayuda, confirmación, comunión se puede apreciar en un texto fundamental como Ecl.4:9-12: “Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo. Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero; pero ¡ay del solo! Que cuando cayere, no habrá segundo que lo levante. También si dos durmieren juntos, se calentarán mutuamente; mas ¿cómo se calentará uno solo? Y si alguno prevaleciere contra uno, dos le resistirán; y cordón de tres dobleces no se rompe pronto”.
Ese es un pensamiento que se halla claramente implícito en el número; nosotros hablamos de “secundar” en el sentido de “ayudar”, lo cual contiene la idea de tomar un lugar inferior. ¡Cuán maravillosamente todo esto se reúne en Él, la segunda Persona de la Divinidad, quien, a fin de favorecer nuestras almas, tomó el lugar de profunda humillación! Dios nos ha colocado ayuda sobre Aquel que es poderoso, y el Hijo de Dios se ha hecho Cristo, el Salvador. Salvador y salvación en algún sentido están por lo tanto, ligados comúnmente con este número dos.
Otro significado de este número se asocia con la idea de ayuda, confirmación y testimonio válido. Dos concordancias, dos combinaciones, confirmando una a otra – como dos testimonios. “… Por la boca de dos … testigos conste toda palabra.” (Mt.18:16). Moisés trajo en su mano “las dos tablas del testimonio” (Ex.32:15). En la purificación de la lepra había dos aves: una debería ser degollada sobre el agua corriente; la otra sería soltada en el campo – evidentemente tipificando y testificando la muerte y resurrección de Cristo (Lv.14:4-7).
En el día de la expiación había dos machos cabríos: uno era muerto, siendo llevada su sangre hasta dentro del velo; y el otro, era el macho cabrío expiatorio que llevaba la iniquidad de Israel a un lugar desierto – el primero hablando y testificando para nosotros de las exigencias de Dios, y el segundo de la necesidad del hombre (Lcv.16:5-22).
Jesús envió sus setenta discípulos “de dos en dos” delante de él, a todas las ciudades y lugares para testificar (Lc.10:1-7). Nuestra Biblia tiene dos partes: el Antiguo Testamento (o Pacto) y el Nuevo Testamento; estos son el doble testimonio válido de Dios para los hombres. Y nótese que la segunda Persona de la Divinidad es, nuevamente, el verdadero testimonio, la Palabra de Dios encarnada.
Además de eso, nosotros tenemos:
Dos testigos antes del diluvio – Enoc y Noé.
Dos testigos en el desierto – Moisés y Aarón.
Dos testigos que sustentaron el verdadero testimonio entre los espías — Caleb y Josué.
Dos ángeles testificaron la resurrección y ascensión de nuestro Señor (Lc.24:4, Hch.1:10-11).
Dos testigos darán testimonio durante el período de la Tribulación (Ap.11:3).
Tal como fue mencionado, el número 2 lleva el pensamiento de división, contraste y oposición. Por ejemplo, división es la característica del segundo día de la creación: “Haya expansión en medio de las aguas, y separe las aguas de las aguas” (Gén.1:6). Aquí tenemos la división ligada al segundo día y confirmando su significado. Ella es encontrada en un vasto número de cosas que son presentadas en pares, de modo que una puede enseñar a la otra a través del contraste o diferencia.
Por ejemplo, hay dos naturalezas en el hombre. Cuando la vieja naturaleza es dominada por la nueva naturaleza, poseemos poder y fuerza del Señor. Hay dos hijos (Mt.7:21-28; Lc.15:11; Gl.4:22). Dos puertas: la estrecha y la ancha. Dos caminos: el camino angosto y el espacioso (Mt.7:13-14). Dos árboles – el árbol bueno y el árbol malo (Mt.7:17). Dos hombres – el prudente y el insensato (Mt.7:24-27). Dos fundamentos (Mt.7:24-27). Hay una división entre los dos primeros hijos que nacieron en el mundo, Caín y Abel (Gn.4:1-10). Lo mismo sucedió con los dos hijos de Abraham, Ismael e Isaac (Gn.21:8-13). Y con los dos hijos de Isaac, Esaú y Jacob (Gn.25:27-34). Isaac, engendrado “según el espíritu”; Ismael, engendrado “según la carne” (Gál.4:29-30). “Amé a Jacob y a Esaú aborrecí …” (Ml.1:2-3; Rom.9:13).
En verdad, estrictamente hablando, hay solamente dos hombres en el mundo delante de Dios: Adán y Cristo. El primer hombre y el segundo hombre. “Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante” (1ª Co.15:45). En todos estos ejemplos, el “segundo” siempre es aceptado por Dios. Los primeros nacimientos fueron el fruto de los padres en su juventud y en la plenitud de su fuerza. La noche de pascua, todos los primogénitos deberían morir con excepción de aquellos que habían sido sustituidos por el Cordero Pascual. Esto significa simplemente que toda la fuerza natural en Adán, precisaba salir, dejando al segundo Hombre vivir en nosotros y por nosotros. Este es el glorioso principio del “segundo” en la Biblia.
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El número 7
El siete se menciona 737 veces en la Biblia. «Siete veces» es mencionado 6 veces, el séptimo se encuentra 119 veces. Cierto día, Pedro vino a Jesús y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete?». Para Pedro, perdonar hasta siete veces ya era alcanzar el máximo de su espiritualidad. Él quedó sin duda impresionado por el mandamiento del Señor en el monte: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt. 5:48). Probablemente, en la mente de Pedro perdonar siete veces significaba alcanzar la perfección. Nuestro Señor lo sorprendió con la respuesta: «No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete» (Mt. 18:22). Es la perfección sobre la perfección.
«Siete» es el número de la perfección, generalmente con un énfasis espiritual. En Hebreos, la palabra «siete» es «chevah». Viene de la raíz «Sabah», lleno o satisfecho, tener suficiente. Por lo tanto, el significado de la palabra «siete» es denominado por esta raíz, pues, en el séptimo día, Dios descansó del trabajo de la Creación. Estaba pleno y completo, bueno y perfecto. Nada podía agregarse o quitarse de él sin perjudicarlo. Siete veces Dios hizo el comentario sobre sus obras: «Es bueno». Él estaba satisfecho y entonces descansó. El siete, por lo tanto, sella con perfección y cabalidad aquello en relación a lo cual es usado.
El primer patrón de una vida completa después de la caída del hombre fue dado en Génesis 5:24: «Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó con Dios». Enoc era el séptimo desde Adán y el primer hombre que no experimentó la muerte.
El segundo hombre después de Adán que caminó con Dios fue Noé (Gn. 6:9). Noé llevó los animales limpios para el arca de siete en siete (Gn. 7:2). Siete días después que Noé entrara en el arca, vino el diluvio (Gn. 7:9-10). El arca descansó el séptimo mes sobre las montañas del monte Ararat (Gn. 8:4).
El esclavo hebreo debería servir durante seis años, que era el límite legal (Ex. 21:2). El amor hizo que Jacob deseara servir a su tío Labán durante siete años por Raquel. Solamente el amor puede ir más allá del límite legal y puede abarcar la extensión total de tiempo para servir. (Gn. 29:20).
Después de la Pascua, el pueblo de Israel debería comer panes sin levadura durante siete días. Deberían quitar la levadura de sus casas. No deberían tocar levadura «desde el primer día hasta el séptimo» (Ex. 12:15). Aquí, es claro, es destacada para nosotros la santidad implícita en todo esto. La levadura significa corrupción y real separación de Dios. Después de haber sido salvados, nosotros debemos vivir apartados de la levadura nuestros «siete días», que representan nuestra vida entera.
El candelero de oro del Tabernáculo tenía seis brazos que salían de un soporte central, sumando un total de siete, dando énfasis y en armonía con el hecho de que la luz era la luz del pueblo de Dios en el mundo, pero que su fuente era divina. En correspondencia con los siete brazos fueron hechas también siete lámparas. (Ex. 25-32, 37).
Antes que Aarón y sus hijos dieran inicio a su servicio sacerdotal, ellos fueron consagrados durante siete días (Lv. 8:31-36). El hijo de Aarón que tomara su lugar como sacerdote debería colocarse las vestiduras sagradas de Aarón por siete días. (Ex. 29:2, 30). Estas son descripciones de una vida completamente consagrada al servicio del Señor.
En el día de la expiación, el sumo sacerdote esparcía la sangre del becerro sobre el propiciatorio, y siete veces delante del propiciatorio (Lv. 16:14). Esto retrata la perfección de la obra redentora de Cristo. «…por su propia sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención» (Heb. 9:12).
Había 7 días de fiesta de nuestro Señor: Pascua, Panes sin levadura, Primicias, Pentecostés, Expiación, Trompetas y Tabernáculos (Lv. 23:1-44). Aquí hay un tipo perfecto de Cristo como nuestro deleite, nuestra alegría y nuestro descanso.
Cuando Israel tomó la ciudad de Jericó, Dios les ordenó que marchasen alrededor de la ciudad siete veces. Entonces, en el séptimo día, cuando ya habían marchado siete veces alrededor de ella, completaron su marcha de fe. Esta marcha fue completada con los siete sacerdotes llevando las siete bocinas de cuero de carnero delante del arca (Jos. 6:1-12).
A Salomón le tomó siete años construir el templo de Dios (1 R. 6:38). Salomón y todo el pueblo dedicaron la casa de Dios. «Entonces hizo Salomón fiesta siete días…» (2 Cr. 7:8) y «habían hecho la dedicación del altar en siete días» (2 Cr. 7:9).
Dos milagros de Eliseo fueron sellados con el número 7: el niño que él resucitó de la muerte estornudó siete veces antes de abrir los ojos (2 R. 4:35). Naamán, jefe del ejército del rey de Siria «se zambulló siete veces en el Jordán» antes de ser sanado de la lepra (2 R. 5:14).
La sabiduría del libro de Proverbios es personificada y siempre habla de Cristo. «La sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas» (9:1). No son solamente las siete columnas que son configuradas en la Roca eterna, en ella se encuentran también siete ojos, según Zacarías 3:9. «Porque los que menospreciaron el día de las pequeñeces se alegrarán, y verán la plomada en la mano de Zorobabel. Estos siete son los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra» (Zac. 4:10) Los siete ojos en la piedra que está en Sion hablan de la perfecta inteligencia de Dios. Ellos deben alegrarse cuando ven la plomada en la mano de Zorobabel, o sea, la casa de la habitación del Señor enteramente terminada.
Tener siete hijos tipifica una bendición en toda su medida, aunque, como nos recuerda Jeremías, el costo sea el más alto de todos para la madre: «Languideció la que dio a luz siete; se llenó de dolor su alma, su sol se puso siendo aún de día…» (Jer. 15:9). ¿No es un cuadro de nuestro Señor en la cruz? A fin de ‘llevar muchos hijos a la gloria’ (Heb. 2:10), él expiró en la cruz y el sol se oscureció al mediodía. Bebió también la copa amarga para que la copa de la bendición se derramase sobre nosotros. Fue maldecido y muerto sobre el madero para que fuésemos bendecidos con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo (Ef. 1:3).
En Daniel 9 leemos que están determinadas setenta semanas sobre el pueblo y la ciudad de Dios. El enfoque de este programa determinado está en el fin de (70-1) x 7 cuando «se quitará la vida al Mesías» (Dn. 9:26). En relación al pueblo y al testimonio de Dios, Cristo y él, crucificado, debe estar al frente.
El candelero en la visión de Zacarías tenía 7 brazos para 7 lámparas o 7 brazos para cada una de las 7 lámparas en medio de dos olivos. Qué abundante suministro del Espíritu Santo en esta figura para sustentar el testimonio del Señor. Esta es una de las mejores ilustraciones para el famoso verso: «No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos» (Zac. 4:6).
Siete fueron los nombres mencionados en los títulos como autores de los Salmos: David, los hijos de Coré, Asaf, Hemán ezraíta, Etán ezraíta, Moisés y Salomón.
Hay siete «hombres de Dios», así llamados en el Antiguo Testamento: Moisés (Dt. 12:22), David (2 Cr. 8:14), Samuel (1 Sam. 9:6), Semaías (1 R. 12:22), Eliseo (2 R. 4:7), Elías, Igdalías (Jer. 35:4). Y uno en el Nuevo Testamento, Timoteo, completando ocho.
Hay siete cosas débiles en Jueces, utilizadas por Dios como instrumentos de liberación, que marcan y sellan la perfección espiritual de Su obra: 1. Un hombre zurdo (3:21), Aod, libertando de la opresión de Moab. 2. Una aguijada de bueyes (3:31) en la mano de Samgar, libertando a Israel de los filisteos. 3. Una mujer (4:4) y 4. Una estaca de tienda en la mano de Jael, libertando de Jabín, rey de Canaán. (4:21). 5. Un pedazo de una rueda de molino (9:53), libertando al pueblo de la usurpación de Abimelec. 6. Los cántaros y las trompetas de los 300 hombres de Gedeón (7:20) libertando de los ejércitos de Madián. 7. Una quijada de asno (15:16), con la cual Sansón libertó a Israel de los filisteos.
Dios de hecho escogió «lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte» (1 Co. 1:27), «a fin de que nadie se jacte en su presencia» (1 Co. 1:29).
Siete peticiones constan en la Oración del Señor; tres referentes al cielo, con la palabra «tu»; cuatro referentes a la tierra con la palabra «nuestro» (nuestros, as). En Mateo 13, hay siete parábolas del Reino.
Siete fueron las palabras de Jesús en la Cruz – Oro del Gólgota. Gólgota es el foco de la revelación, de la historia y de la experiencia. Dios hizo allí lo mejor y el hombre lo peor. Todo en el Calvario es significativo, pero de manera especial las siete palabras del Salvador, habladas de lo más profundo de Su sufrimiento vicario, lo interpretaron para la humanidad. Él habló siete veces – una completa interpretación. Ninguna palabra de más, ni una de menos.
Siete son los dones en Romanos 12:6-8; siete las unidades en Efesios 4:4-6; siete las características de la sabiduría, Santiago 3:17; siete las «mejores» cosas en hebreos: Pacto (7:22), Promesas (8:6), Bienes (10:34), Esperanza (7:19), Sacrificios (9:23), Patria (11:14) y Ciudad (11:16); siete gracias en 2 Pedro 1:5-7, siete pasos en la humillación de Jesús y siete en su exaltación en Filipenses 2.
Siete hombres de buena reputación fueron escogidos para administrar la benevolencia de la iglesia en Hechos 6:1-7.
El Libro de la Vida se menciona siete veces en la Biblia.
El libro de Apocalipsis es un libro de sietes. El «7» es usado 54 veces en este libro. Tenemos 7 iglesias, 7 candeleros, 7 estrellas, 7 espíritus de Dios, 7 sellos, 7 ojos, 7 ángeles, 7 trompetas, 7 truenos, 7 cabezas, 7 últimas plagas, 7 bandejas de oro, 7 montañas, 7 reyes, etc.
El número 11
No hay muchas cosas relativas a este número en la Palabra de Dios. Éste aparece apenas 24 veces. Si el 12 es el número que marca la perfección del gobierno divino, entonces el 11 no la alcanza. Es el número que denota el desorden, la desintegración y la desolación.
Génesis 32:22 indica su significado. Jacob vuelve de Padán-Aram con 11 hijos; Benjamín nace después y es un tipo de Cristo, porque su madre, al morir, lo llama Benoni: «Hijo de mi dolor», señalando al sufrimiento del Salvador. Jacob lo llama Benjamín: «Hijo de mi diestra», señalando al Cristo triunfante. Benjamín cambia el número de 11 hijos en 12, así como Cristo cambiará el desorden y la desorganización del presente mundo en un reino de perfecta paz. Después que nació Benjamín, José fue vendido, dejando 11 hijos en casa y trayendo desorden de nuevo por un tiempo.
El 11 señala la hora undécima, el tiempo confuso y desordenado antes de las 12, cuando Cristo volverá como Rey de reyes. En Génesis 37:9, las 11 estrellas del sueño de José prefiguran el día cuando los judíos aclamen a su Rey, a quien han desechado.
Dos de los últimos reyes de Judá reinaron 11 años. Joacim, el que quemó el rollo de Jeremías, reinaba cuando Nabucodonosor subió contra él e inició su obra de destrucción de Jerusalén (2 R. 23:36; 24:1; 2 Cr. 36:5-6). Sedequías, el rey que no quería oír palabra de Dios por boca de Jeremías, fue en quien Nabuco-donosor completó su tarea de dominio sobre Jerusalén (2 Cr. 36:11; Jer. 52:1) pues «en el undécimo año... se abrió brecha en el muro de la ciudad» (Jer. 39:2). Aquí comenzaron «los tiempos de los gentiles». Vemos así como el número 11 se asocia con la destrucción y desolación de Jerusalén.
En tipo, Jerusalén representa el testimonio de Dios. El número 11, figurada-mente está entonces ligado a la desolación o desintegración del testimonio de Dios.
El libro de Deuteronomio contiene «...las palabras que habló Moisés a todo Israel, a este lado del Jordán, en el desierto...». Es sorprendente entonces que leamos a modo de introducción: «Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-Barnea» (Deut. 1:2). Dios quiere destacar, en el inicio de este libro, que no había necesidad, de su parte, para los cuarenta años de intervalo entre Horeb y la tierra prometida. No eran más que once días de viaje. El número 11 es aquí un memorial vivo de la locura de los cuarenta años de peregrinación en el desierto por parte de los hijos de Israel.
Esaú o Edom siempre representa, en figura, la carne. Es interesante e instructivo para nosotros ver la descendencia de Esaú, registrada en Génesis 36 por muchas generaciones, floreciendo prematuramente en príncipes y reyes. La carne tiene siempre la probabilidad de asentarse en tronos. ¿Cuántos príncipes descendieron de Esaú? Once (Gén. 36:40-43).
La segunda cortina del tabernáculo consistía en 11 cortinas, un número incompleto (Ex. 26:7). En Mateo 20:6-9, los obreros de la hora undécima causaron confusión. En Hechos 1 vemos un número incompleto –11 discípulos– hasta que fue escogido Matías para tomar el lugar de Judas, el discípulo falso y suicida.
En griego, la palabra pseudoprophetes, que significa falso profeta, aparece once veces en el Nuevo Testamento.
El 3 y el 7 en Génesis 1
Es interesante apreciar en Waldsassen, Bavaria, la extraña arquitectura de una capilla en que el número “3” es representado casi en todas partes. Este edificio posee 3 torres grandes y 3 pequeñas – cada una de las cuales tiene 3 mansardas y 3 ventanas de buhardilla. Ella tiene 3 cruces pequeñas y 3 grandes, 3 tejados, 3 tomas de aire en cada tejado, 3 ventanas y 3 puertas en cada sección del edificio, 3 secciones en cada torre grande y en cada una de las pequeñas.
En el interior se encuentran 3 altares con 3 remates, 3 escaleras y 3 vanos de puerta, 3 luces, 3 arcos transversales, 3 columnas, 3 nichos, 3 ventanas en los 3 vanos y 3 estatuas. El constructor fue Georg Dientzhofer, tercer arquitecto de su familia. La finalización de la estructura exigió 33 meses, 33 semanas y 33 días, costando 33.3333 florines y 33 kreutzer.
Si este esquema numérico parece algo impresionante, cuánto más sería observar las dos grandes galerías de arte de Dios, el Universo y la Biblia. Quedaríamos perdidos de admiración al descubrir la simplicidad, la belleza y la simetría de una especie de esquema matemático en casi todas sus partes.
La Biblia, la Palabra de Dios, es un espécimen magnífico de la Arquitectura Divina y contiene, incluso en su puerta de enfrente – Génesis 1, un interesante esquema de los números 3 y 7. Por ejemplo, en este primer capítulo de la Biblia, leemos 3 veces que “Dios creó”. Él creó los cielos y la tierra (v.1), creó los “animales marinos” (v.21) y creó al hombre (v.27). Leemos tres veces que “Dios hizo”. Él hizo la expansión (v.7), hizo las dos grandes lumbreras (v.16) e hizo los animales (v.25). En tres ocasiones el propio Dios dio nombre a las cosas: día y noche (v.5), cielos (v.8), tierra y mares (v.10). Tres veces Dios separó o dividió: luz y tinieblas (v.4), nubes y océanos (v.7), día y noche (v.18). Dios bendijo 3 veces: a las criaturas marinas (v.22), al hombre (v.28), el séptimo día (cap.2:3). Las obras de los seis días llevan indiscutiblemente el sello del número 3, que en la revelación divina es frecuentemente el símbolo de la Divinidad. Los seis días se dividen claramente en dos veces 3 días, cuyos miembros corresponden con exactitud el uno al otro. Los tres primeros días contienen las obras de división y los segundos de creación y adorno. Después de haber alcanzado una cierta altura y punto de descanso, mediante 3 impulsos creativos de auto-ascensión, hay una pausa, y al seguir, volviendo al punto de partida, recomienza, como si fuese un nuevo inicio, y otra vez por una triple ascensión llega al auge.
En cuanto al esquema de 7, tenemos los conocidos siete días. Siete veces nos es dicho que Dios “vio”: (1) luz, (2) tierra y mar (3) vida vegetal (4) sol y luna (5) vida marina y aves (6) vida animal (7) todo lo que había hecho. Siete veces viene la respuesta: “Y vio Dios que era bueno”. Siete veces Dios da órdenes a las fuerzas del universo, diciendo: “Haya”.
Haciendo uso del 3 y del 7 para construir dos números primos, tales como 37 y 73, podemos descubrir que el producto de ellos, 37 x 73, es exactamente igual al valor numérico de Génesis 1:1, el versículo más importante sobre el origen del universo. ¿Esto es obra del azar o sucede por un plan elaborado?
en la víspera de Navidad del año 1968, cuando la aeronave Apolo entró en órbita, girando alrededor de la luna, el astronauta Coronel Frank Borman leyó los diez primeros versículos de la Biblia: “en el principio creó Dios los cielos y la tierra…”. Mientras las ondas sonoras de esa voz memorable están todavía probablemente dispersas y viajando por el universo, recordemos que exactamente de la misma forma en que por detrás de este viaje a la luna hubo un Cerebro Electrónico, también por detrás de los versículos de la Biblia así transmitidos había una Mente Matemática.
El número 9
Este número es usado 49 veces en la Biblia. Nueve es el cuadrado de tres, y tres es el número de la perfección divina, así como el número peculiar del Espíritu Santo. No es sorpresa, por lo tanto, descubrir que este número indica: «finalidad» en los asuntos divinos. Existen nueve elementos en el «fruto del Espíritu»: (1) amor, (2) gozo, (3) paz, (4) paciencia, (5) benignidad, (6) bondad, (7) fe, (8) mansedumbre, (9) templanza. (Gl. 5:22-23). El 9 viene después del 8, que representa el nuevo nacimiento. Cuando se tiene un árbol bueno, lo que se espera en seguida de él es un buen fruto. De la misma manera que el 9 sigue al 8, así también el buen fruto, el fruto del Espíritu se presenta como resultado del nuevo nacimiento. En 1 Co. 12:8-10 vemos 9 dones del Espíritu. El Señor dio inicio al sermón del monte con nueve «bienaventuranzas», en relación al carácter de los discípulos en el reino celestial.
El número 9 se encuentra ligado al 6, 7 y 8 en Levítico 25, donde fue dada una ley relativa al año sabático: «Seis años sembrarás tu tierra… pero el séptimo año la tierra tendrá descanso, reposo para Jehová» (Lv. 24:3-4). ¿Qué comería el pueblo el séptimo año? «...os enviaré mi bendición el sexto año, y ella hará que haya fruto por tres años… hasta el año noveno, hasta que venga su fruto, comeréis del añejo» (Lv. 25:20-22). He aquí un bellísimo principio espiritual: Entrar en el descanso de Dios es descansar de nuestras obras y esperar vivir por la bendición del Señor. Como resultado, entramos así en la superabundancia de Dios que nos permite comer de lo que tenemos en el depósito hasta el año noveno.
El «7» significa que fuimos llevados al fin de nuestro antiguo «yo» y nos deshacemos de nuestras propias obras. Permitimos entonces que la vida resurrecta penetre en nosotros, la cual es representada por el 8, y nos domine. El resultado es que la bendición sobre nuestra completa debilidad, tipificada por el sexto día, trae consigo suministro abundante hasta el «año noveno». El 9 aquí representa lo que Dios puede hacer mediante el poder de la resurrección cuando nosotros no conseguimos nada. Este principio de «9» es equivalente a los «doce cestos llenos» o los «siete cestos llenos» en los milagros de la alimentación de los 5.000 y los 4.000. Debe ser el fruto de los cielos.
Es también importante recordar que fue en la hora novena que el Señor murió en la cruz. «Jehová quiso … (poner) su vida en expiación por el pecado … Verá el fruto de la aflicción de su alma, y quedará satisfecho» (Is. 53:10-11).
Muchos de los primeros escritos cristianos o cartas terminaban con el número 99, porque la gematría de la palabra «amén» o el «verdaderamente» de nuestro Señor es el 99. Esto nos recuerda nuevamente que el número 9, siendo 3 x 3, es un símbolo reforzado de la perfección divina.
El número 6
El seis es mencionado 199 veces en la Biblia. «Seis» es el número del hombre, porque el hombre fue creado en el sexto día de la creación. El «seis» está más acá del «7», que es el número de la perfección. Es el número del hombre en su estado de independencia sin el cumplimiento del eterno propósito de Dios. En Ezequiel, la caña es usada como una unidad de medida. Una caña es equivalente a tres metros. La Biblia utiliza la caña para representar al hombre. La caña es alta en apariencia, aunque está vacía en el interior. Por esta razón, se quiebra fácilmente. «La caña cascada no quebrará …» (Is. 42:3; Mt. 12:20). El sujeto aquí es el Señor Jesús.
Cierto día nuestro Señor fue a una fiesta de matrimonio en Caná. Caná significa lugar de cañas. Allí el Señor Jesús realizó su primer milagro. Allí había seis tinajas de agua; y el agua fue transformada en «buen vino» por nuestro Señor. Esto muestra con gran belleza, cómo el hombre, representado por aquellas seis tinajas en su estado vacío, débil e, incluso, muerto, es transformado por el milagro del evangelio para ser henchido con la vida de Cristo, la vida surgida de la muerte.
El número del trabajo
«Seis» es también el número del trabajo. Marca la conclusión de la Creación como el trabajo de Dios. Dios trabajó 6 días, y después descansó el séptimo día. Este séptimo día era el primer día del hombre, que fue creado en el sexto día. Según el propósito de Dios, el hombre debería entrar primero en el descanso de Dios y después trabajar o «labrar y … guardar» (Gn. 2:15). Este es el principio del evangelio. La energía y la fuerza para el trabajo son, invariablemente, derivadas del descanso, el cual habla de Cristo. Después de la caída, el hombre fue separado de Dios, el antitipo del «descanso». Por más que el hombre trabaje nunca alcanza la perfección o la plenitud. Por eso cantamos: «El trabajo jamás podrá salvarme».
Todas las religiones alientan a las personas a trabajar para conseguir su propia salvación. El primer trabajo del hombre, después de la caída, fue coser hojas de higuera para hacerse delantales (Gn. 3:7). Esas hojas luego se acaban. Nuestras propias obras jamás pueden cubrir nuestra vergüenza. «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y los vistió» (Gn. 3:21). Alguien más tuvo que morir, derramar su sangre para traer la salvación. En Números 35:1-6, Dios pidió a Moisés proveer seis ciudades de refugio. En respuesta al trabajo del hombre, Dios hizo de Cristo nuestro refugio. Si nosotros lo aceptamos como nuestro refugio, y habitamos en él, cesaremos nuestro trabajo y encontraremos nuestro descanso y paz verdadera. «Seis ciudades» es muy bueno para hacernos recordar la debilidad que existe en nuestro ser y en nuestras obras.
Otros ejemplos del número seis en relación a la idea de ‘trabajo’ son los siguientes: Jacob sirvió a su tío Labán durante seis años por su ganado (Gn. 31). Los esclavos hebreos debían servir durante seis años (Éx. 21). Durante seis años la tierra debía ser sembrada (Lv. 25:3). Los hijos de Israel deberían rodear la ciudad de Jericó una vez al día, durante seis días (Js. 6). Había seis gradas en el trono de Salomón (2 Cr. 9:18). El trabajo del hombre puede llevarlo hasta el mejor trono debajo del sol. Sin embargo, eran necesarios 15 ó 7+8 pasos para subir al templo, el lugar de la habitación de Dios (Ez. 40:22-37). La puerta del patio interior del templo de Ezequiel, que miraba en dirección al oriente, debería estar cerrada durante «los seis días de trabajo» (Ez. 46:1).
El número de la imperfección
El número seis ha sido bastante considerado por los griegos, e incluso por los mismos griegos antiguos, como el número perfecto. Ellos aducían que seis es la suma de sus divisiones: 1, 2, 3 (no incluyéndolo a él mismo): 6 = 1+2+3. El próximo número perfecto es 28, puesto que 28 = 1+2+4+7+14. Actualmente, según la Biblia, este es un perfecto número de imperfección. El hombre ocupa el lugar más elevado entre las vidas creadas. Dios creó varias vidas en orden ascendente en los seis días. La creación alcanzó el auge en el sexto día, porque en este día Dios creó al hombre conforme a su imagen y semejanza. La más elevada de las vidas creadas sería perfecta si hubiese permanecido sola en el universo sin ser comparada con otras. La luz de una vela sería perfecta si la luz del sol nunca brillase. Cuando el hombre fue colocado delante del árbol de la vida, que tipifica la vida de Cristo, él mostró su verdadero color: la imperfección.
Solamente cuando el hombre acepta a Cristo como su Salvador personal, y Su vida, entonces se completa en él. En Job 5:19 leemos: «En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal». «Seis tribulaciones» ya es demasiado para nosotros, representa «tribulaciones en exceso». Sin embargo, el poder de la liberación de Dios nunca se manifiesta tan grandemente como cuando las tribulaciones alcanzan su medida perfecta: siete. El regalo de Booz a Rut: «Seis medidas de cebada» (Rt. 3:15) fue, de hecho, maravilloso. Pero Booz iba a hacer aún otra cosa: iba a convertirse en el redentor de Rut. La unión de Booz y Rut hizo surgir al rey David, y también, según la carne, a alguien mayor que David, a nuestro Señor Jesús. Antes que eso sucediera, Rut habría de maravillarse con aquellas «seis medidas de cebada», probablemente el mayor regalo de Booz.
El número 10
Este número es usado 242 veces en la Biblia, y la palabra décimo es mencionada 79 veces. «Diez» es el número de la perfección del hombre. El hombre posee diez dedos en las manos y en los pies. El viejo siervo de Abraham llevó consigo diez camellos, camino a la tierra de Rebeca a fin de tomar esposa para Isaac. Después de llegar allá, Rebeca «sacó (agua) para todos sus camellos». El siervo le dio entonces dos brazaletes que pesaban diez ciclos de oro. La madre y el hermano de Rebeca querían que ella se quedase con ellos por lo menos diez días (Gn. 24:55), antes de partir para casarse con Isaac. Rebeca, sin embargo, decidió irse inmediatamente.
En esta hermosa historia vemos cómo las marcas del número diez se hallan como el número de la perfección ordinal.
En la parábola de las diez vírgenes (Mt.25), el número diez representa el número legal necesario para un casamiento judío. Ana era estéril antes del nacimiento de Samuel; su marido la consolaba diciendo: «¿No te soy yo mejor que diez hijos?» (1 S.1:8). La provisión de Salomón para un día estaba compuesta de treinta ó tres veces diez coros de flor de harina, y sesenta o seis veces diez coros de harina; diez bueyes gordos, veinte o dos veces diez bueyes de pasto, y cien o diez veces diez ovejas, y otros (1 R. 4:22).
En el templo y en el palacio de Salomón encontramos el diez en todas partes en las medidas de las varias piezas de los edificios (1 R. 6-7 y 2 Cr. 3-4).
Los diez hijos de Amán fueron colgados en la horca (Est. 9:14). Esto sirve como una excelente interpretación del versículo: «Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos» (Gál. 5:24). Si Amán es un tipo de la carne, entonces sus diez hijos representan la perfecta manifestación de la carne en sus pasiones y concupiscencias. «La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en una ciudad» (Ecl. 7:19). No deseando ser contaminado por la comida del rey, Daniel pidió al jefe de los eunucos: «Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber» (Dn. 1:12). Diez días más tarde, su apariencia era mejor, y estaban más robustos que todos los otros jóvenes. Y el rey los halló diez veces mejores que «todos los magos y astrólogos que había en todo su reino» (Dn. 1:20).
Diez leprosos fueron limpiados por Jesús, pero sólo uno de ellos regresó para agradecerle. Entonces Jesús le preguntó: «¿No son diez los que fueron limpiados? ¿Y los nueve dónde están?» (Lc. 17:17). Un número perfecto de pecadores fue salvo; ¿cuántas alabanzas y acciones de gracias son ofrecidos al Señor?
«Diez» es también el número de la responsabilidad doble en dirección a Dios y al hombre. El hombre era responsable ante la ley de guardar los diez mandamientos y ser un testigo de Dios. Diez plagas cayeron sobre Egipto y Faraón en los días de Moisés (Éx. 7:12). Booz pidió a diez hombres entre los ancianos de la ciudad que sirviesen de testigos de que él era el redentor de Rut (Rt. 4:2). En Lucas 19, diez siervos recibieron diez minas de las manos de su señor para negociar con ellas. Uno de ellos hizo rendir diez veces más la mina que le fuera confiada y fue recompensado recibiendo autoridad sobre diez ciudades.
Diez Salmos comienzan con la palabra «Aleluya» (Sal. 106, 111, 112, 113, 135, 146, 147, 148, 149, 150). Hablando de manera figurada, los mismos podrían ser cantados por los diez leprosos a quienes el Señor sanó (Lc. 17).
El rescate de los hijos de Israel era equivalente a diez geras, siendo así reconocido tanto lo que Dios reivindicaba como lo que el hombre tenía la responsabilidad de dar (Ex. 30:12-16; Nm. 3:47).
Las diez rebeliones de Israel contra Dios en el desierto (Nm. 14:22) marcan el completo fracaso de la antigua generación israelita.
El tabernáculo es mencionado diez veces como el «tabernáculo del testimonio». Las bases del santuario quedaron en cien talentos de plata (10x10) (Ex. 38:27). Las tablas del tabernáculo tenían diez codos de longitud. Había diez cortinas de lino en el atrio, y diez columnas en el lado occidental del atrio (Ex. 26:1; 26:16; 27:12).
Diez personas en la Biblia hicieron la confesión «He pecado» – y reconocieron merecer el juicio divino:
Faraón (Ex. 9:27; 10:16), Balaam (Nm. 22:34), Acán (Jos.7:20), Saúl (1 S. 15:24, 30; 26:21), David (2 S. 12:13; 24:10, 17;1 Cr. 21:8, 17; Sal. 41:4; 51:4), Simei (2 S. 19:20), Ezequías (2 R. 18:14), Job (7:20), Miqueas (7:9), Nehemías (1:6).
En diez ocasiones la Biblia repite los siguientes nombres: 1. Abraham, Abraham (Gn. 22:11); 2. Jacob, Jacob (Gn. 46:2); 3. Moisés, Moisés (Exodo 3:4); 4. Samuel, Samuel (1 S. 3:10); 5. Marta, Marta (Lc. 10:41); 6. Simón, Simón (Lc. 22:31); 7. Saulo, Saulo (Hechos 9:4); 8. Señor, Señor (Mt.7:21, 22; 25:11; Lucas 6:46; 13:25); 9. Eloi, Eloi (Marcos 15:34; Mt. 27:46; Sal. 22:1); 10. Jerusalén, Jerusalén (Mt. 23:37; Lc. 13:34).
El número 4
El número cuatro se encuentra 305 veces en la Escritura. Hemos visto que el número tres significa la perfección divina con especial referencia a la Trinidad. El número cuatro debería marcar entonces aquello que se sigue de la revelación de Dios en la Trinidad, esto es, sus obras creadoras. Esa es la razón por la cual la revelación escrita comienza con las palabras: «En el principio creó Dios». La creación es, por tanto, el ítem siguiente, y el número cuatro siempre hace referencia a todo lo que fue creado. El cuatro es, claramente, el número de la creación. Es el número de las cosas que tienen un comienzo, de las cosas que son hechas, de las cosas materiales y de la propia materia. Es el número del mundo.
Es interesante recordar a ese respecto que nuestro universo es un universo de Espacio-Tiempo. Todos los fenómenos, incluyendo todas las formas de materia y todos los tipos de procesos físicos y biológicos, tienen lugar en el espacio a través del tiempo. La moderna unión relativista del espacio y tiempo en un continuum de Tiempo-Espacio, verifica y cristaliza de manera interesante este hecho de la experiencia universal. Según este moderno lenguaje científico, nosotros estamos viviendo en un mundo de cuatro dimensiones.
Incluso en el lenguaje del día a día, tenemos en la Biblia expresiones tales como «los cuatro confines de la tierra» (Isaías 11:12). En hebreo eso significa literalmente los «cuatro cuadrantes de la tierra». Es un hecho comúnmente aceptado que cualquier objeto redondo puede ser dividido en cuadrantes. Nuestro mundo es redondo. Cuando Abraham se separó de Lot, Dios le dijo: «Alza ahora tus ojos, y mira ... hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente» (Génesis 13:14). Ese fue el mundo que Dios prometió dar a Abraham. En Ezequiel 37:9, nosotros tenemos la afirmación: «Ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos...» Esto es, los cuatro puntos de la brújula. La ciudad de Dios (Apocalipsis 21), en el norte, sur, este y oeste, tiene un frente para cada una de las cuatro direcciones.
Ezequiel tuvo una visión de los querubines. Eran cuatro en número. Cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. En Apocalipsis los mismos cuatro querubines son llamados «seres vivientes» (Apocalipsis 4). El primer ser viviente era como un león; el segundo, como un becerro; el tercero, como un hombre; y el cuarto, como un águila volando.
Justamente como el río que salía de Edén para regar el Huerto de Dios, y que fue dividido en cuatro (Génesis 2:10-14), el Evangelio, o las buenas nuevas de Cristo, proceden del corazón de Dios para alcanzar al mundo y decir a los hombres: «De tal manera amó Dios al mundo». Tenemos las cuatro presentaciones de eso, un Evangelio en Cuatro Evangelios. ¿Por qué cuatro? Porque debe ser enviado a los cuatro extremos o a las cuatro partes del mundo. Él «quiere que todos los hombres sean salvos...» (1ª Timoteo 2:4). El evangelio de Mateo es principalmente para los judíos; el de Marcos es para los romanos; el de Lucas para los griegos; y el de Juan para la Iglesia cristiana. Cristo es presentado a todos los hombres como el Rey en Mateo; en Marcos como el siervo de Dios; en Lucas como el Hijo del hombre; en Juan como el Hijo de Dios. La naturaleza del Evangelio puede, por tanto, compararse al querubín de la visión de Ezequiel y a la de Apocalipsis 4; en Mateo al león; en Marcos al becerro; en Lucas al hombre, en Juan al águila volando.
El número 3
El número 3 aparece 467 veces en la Biblia. El 3 demuestra combinación en el sentido de unidad, como en la Trinidad: Padre Hijo y Espíritu Santo. Este es un número especial asociado con la Divinidad. Tres veces los serafines claman «Santo, santo, santo», por cada una de las tres personas de la Trinidad (Is. 6:3); también los cuatro seres en Apocalipsis 4:8. Tres veces es dada la bendición en Números 6:23-26. En estas bendiciones, el nombre del Señor aparece tres veces. Jesucristo es mencionado como aquel «que es, y que era y que ha de venir» (o ser) y como «el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra» (Ap. 1:4-5). Aquí el Señor es presentado como el divino Profeta, Sacerdote y Rey, que muestra la perfección de Sus cargos, levantado de entre Sus hermanos (Deut. 17:15; 18:3-5 y 18:15).
El evangelio de Cristo es visto de forma triple: la muerte, la sepultación y la resurrección de Cristo. Él salva del pasado, santifica para el presente y glorifica en el futuro a través de la regeneración, transformación y transfiguración. Más aún, Su gran cuidado pastoral lo identifica como: el «Buen Pastor» en la muerte (Jn. 10:14), el «Gran Pastor» en la resurrección (Heb. 13:20), y el «Príncipe de los pastores» (1ª Pedro 5:4).
Son tres los predicados de Dios: «Dios es amor» (1ª Jn. 4:8, 16). Nosotros debemos, por tanto, «andar en amor» (Ef. 5:2). «Dios es espíritu» (Jn. 4:24). Somos exhortados a «andar en el espíritu» (Gál. 5:16). «Dios es luz» 1 Jn. 1:5). Nosotros debemos «andar en la luz».
El tres es llamado «número divino» por ser mencionado con frecuencia en relación con las cosas santas: «El Espíritu, el agua y la sangre» son los testigos divinamente perfectos de la gracia de Dios en la tierra (1 Jn. 5:18). La forma bautismal tiene carácter triple (Mt. 28:19). Tanto el templo como el tabernáculo estaban constituidos por tres partes: el atrio, el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Asimismo, el hombre tiene tres partes: cuerpo, alma y espíritu. (1 Ts. 5:23). Los dones de la gracia son tres: Fe, esperanza y amor, repetidos cinco veces.
Puede percibirse la naturaleza triple de la tentación, en Juan 2:16: «los deseos de la carne», «los deseos de los ojos», y «la vanagloria de la vida». Esto se manifestó en nuestros primeros padres, cuando Eva vio (Gn. 3:6) que el árbol del conocimiento del bien y del mal era «bueno para comer», «agradable a los ojos», «codiciable para alcanzar la sabiduría». Contra esta triple naturaleza de la tentación, «el último Adán», cuando era tentado por el mismo tentador, repitió tres veces las palabras «está escrito». Los tres enemigos del hombre son: el mundo, la carne y el diablo. El mundo se opone al Padre (1ª Jn. 2:15,16). La carne se oponen al Espíritu (Gál. 5:17). El diablo se opone al Hijo (la Palabra viva, Mt. 4:1 y Jn. 3:8; y la palabra escrita, Jn. 8:44).
El tres es también el número de la plenitud y perfección divinas. Si en Cristo habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad (Col. 2:9), ¿Cuál es, entonces, la medida de Jesucristo? Es interesante observar que la palabra «plenitud» es notable, apareciendo sólo tres veces y siempre en relación con la Deidad: «la plenitud de Dios» (Ef. 3:19), «la plenitud de Cristo» (Ef. 4:13), «la plenitud de la Deidad» (Col. 2:9).
En relación a la plenitud divina, el número tres sugiere llenura, perfección divina. Por ejemplo, los tres hijos de Noé (Gn. 6:10); los tres amigos de Job (Jb. 2:11); los tres invitados de Abraham (Gn. 18:2); los tres amigos de Daniel (Dn. 3:23). En la Biblia podemos ver, también el triple llamado de Samuel (1 S. 3:8); las tres oraciones de Jesús en el Jardín de Getsemaní; las tres oraciones de Pablo por causa del aguijón en la carne (2 Co. 12:8), las tres negaciones de Pedro y la pregunta triple del Señor a Pedro.
En un gran número de pasajes, el número tres es usado para expresar períodos de fe. Tres noches de vigilia, tres días; tres semanas; tres meses y tres años (verifique Jc. 7:19; Gn. 40:12, 13, 18; Éx. 2:2; Is. 20:3; Jn. 1:17; Mt. 15:32; Hch. 9:9; 2 Co. 12:8). Jesús fue crucificado en la hora tercera y hubo tres horas de tinieblas cuando él estaba en la cruz. Su gran tentación en el desierto vino de manera triple (Lc. 4:3-10). El testimonio divino relativo a nuestro Señor fue completado en la voz triple que vino del cielo (Mt. 3:17; 17:5; Jn. 12:28). Las inscripciones en la cruz en tres idiomas, muestran su completo rechazo por el mundo. El mundo es aquí representado de tres maneras: por la religión hebrea, por la cultura griega y por el poder militar romano, simbolizando el contexto religioso, el cultural y el político.
El número tres también representa la resurrección. Jesús dijo: «Como estuvo Jonás en el vientre del gran pez tres días y tres noches así estará el Hijo del Hombre en el corazón de la tierra tres días y tres noches» (Mt. 12:40). En Juan 2:19, él dijo a los judíos: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». En el verso 21 Jesús dice que él está hablando del templo de su cuerpo. Como fue predicho, Jesús resucitó de la muerte en el tercer día. Jesús resucitó a tres personas cuando estuvo en la tierra. En el Antiguo Testamento, hay registrados también tres casos de personas resucitadas (1 R. 17:9-24; 2 R. 4:18-35; 2 R. 13:21). Es interesante observar que hubo un total de seis personas resucitadas. Estas seis resucitaron, sin embargo murieron nuevamente. El séptimo resucitado fue el propio Señor Jesús, y a través de su resurrección toda la humanidad puede resucitar otra vez. Él jamás murió de nuevo, como en el caso de los seis, sino que vive triunfante para siempre.
Otro tipo de la resurrección es visto en «la jornada de tres días por el desierto» del pueblo de Israel antes de atravesar el Mar Rojo. Estos tres días transcurrieron inmediatamente después de la muerte del Cordero Pascual en aquella noche memorable e histórica. Leemos en Éxodo 14:27: «Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza ...» Esto es, cuando el día nació. Israel había salido de la sepultura del agua y estaba irguiéndose, típicamente, en la resurrección. Ahora comparemos este incidente con aquel que está registrado en Mateo 28:1: «Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María, a ver el sepulcro». El registro continúa diciendo que ellas encontraron el sepulcro vacío y que les fue dicho por los ángeles que él había resucitado de los muertos. Tenemos, entonces, el tipo y el antitipo: tres días después de haber sido muerto el Cordero Pascual, los israelitas atravesaron el Mar Rojo, y tres días después que Cristo, nuestra pascua (1ª Co. 5:7), fue crucificado, resucitó de los muertos.
Tres veces las aguas del Jordán fueron partidas (Jos. 3; 2 R. 2:6-8; 2 R.2:13-14). En la jornada de Egipto a Canaán, los hijos de Israel tuvieron que pasar por el Mar Rojo y el Jordán. En la tipología, el Mar Rojo y el Jordán hablan de la muerte y de la resurrección de Cristo y con Cristo; sin embargo, el primer día hace énfasis en la liberación de Egipto, y el segundo en la entrada a la tierra.
Jesús habló tres veces respecto de aquellos que creen en él: «Yo lo resucitaré en el día postrero» (Jn. 6:40, 44, 54). Tres veces la resurrección del pueblo del Señor está ligada con el regreso de Cristo (1ª Co. 15:22-23; Fil. 3:20-21; 1ª Tes. 4:16).
Es fácil ver la ligazón entre el número tres y el número de la Trinidad, y ese mismo número tres como el número de la resurrección. Padre, Hijo y Espíritu hablan plenamente de Dios. El tres es, por lo tanto, el número de la manifestación. Por otro lado, la resurrección es claramente aquella obra de él donde el poder humano llega a su fin; Cristo resucitó de los muertos al tercer día, «que fue declarado (manifestado) Hijo de Dios con poder ... por la resurrección de entre los muertos».
Números Bíblicos
Los números también se utilizan con significado teológico o simbólico.
Dos
Tres.
Cuatro
La historia del mundo desde la época del imperio babilónico está dividida en cuatro reinos (Dn. 2; 7). Cuatro es un número prominente en el simbolismo profético y la literatura apocalíptica, como lo demuestran las siguientes referencias: cuatro carpinteros y cuatro cuernos (Zac. 1.18–21), cuatro carros (Zac. 6.1–8), cuatro cuernos del altar (Ap. 9.13), cuatro ángeles de destrucción (Ap. 9.14). Además, existen cuatro evangelios, y en la época en que el evangelio se extendió a los gentiles, Pedro vio en visión un lienzo bajado por sus cuatro puntas.
Cinco y diez, y sus múltiplos
Seis.
Siete
Otras referencias dignas de mención son: la madre de siete hijos (Jer. 15.9; 2 Mac. 7.1ss); siete mujeres para un hombre (Is. 4.1); una nuera amante es preferible a siete hijos varones (Rt. 4.15). Los saduceos propusieron un caso de matrimonio por levirato con siete hermanos (Mt. 22.25). Los sacerdotes dieron siete vueltas a Jericó (Jos. 6.4). El sirviente de Elías miró al mar siete veces en busca de lluvia (1 R. 18.43). El salmista alababa a Dios siete veces al día (Sal. 119.164), y Gn. 29.18; 41.29, 54 y Dn. 4.23 mencionan siete años (tiempos). La iglesia primitiva tenía siete diáconos (Hch. 6.3), y Juan se dirige a siete iglesias en el libro de Apocalipsis, en donde se mencionan siete candeleros de oro (1.12) y siete estrellas (1.16). En la alimentación milagrosa de los 4.000 con siete panes y unos pocos panecillos (Mr. 8.1–9), las siete canastas que se recolectaron posteriormente pueden indicar que Jesús es capaz de satisfacer completamente. Siete demonios efectuaron la completa posesión de María Magdalena (Lc. 8.2); el dragón de Ap. 12.3 y la bestia de Ap. 13.1; 17.7 tienen siete cabezas.
Ocho
Diez. Véase Cinco.
Doce.
Cuarenta
Con respecto al período de cuarenta años, la cifra general para una generación, podemos mencionar lo siguiente: las divisiones principales de la vida de Moisés (Hch. 7.23, 30, 36; Dt. 31.2); la peregrinación del pueblo de Israel en el desierto (Ex. 16.35; Nm. 14.33; Jos. 5.6; Sal. 95.10); el modelo de servidumbre y liberación que se repite en la era de los jueces (por ejemplo Jue. 3.11; 13.1); los reinados de Saúl, David, y Salomón (Hch. 13.21; 2 S. 5.4; 1 R. 11.42); la desolación de Egipto (Ez. 29.11).
Setenta
666
Ap. 7.4; 14.1 registra el número 144.000, "que fueron sellados". Es el número doce, el número de elección, elevado al cuadrado y multiplicado por mil, número indefinidamente grande, y que simboliza el número total de santos de ambos pactos que son preservados por Dios.
El número 8
Este número se menciona 80 veces en la Biblia. En hebreo es ‘Sh’moneh’ de la raíz ‘Shah’meyn’ engordar, cubrir de gordura, sobreabundar. Como participio significa «aquel que es rico en vigor». Como sustantivo indica «fertilidad sobreabundante», «aceite», etc. Y como numeral es el número sobreabundante.
Como el siete fue llamado así por el hecho de que el séptimo día es el de la conclusión o descanso; el ocho, como el octavo día, estaba por encima de este número perfecto, y fue el primero de un nuevo período. Representa así dos números en uno, el primero y el octavo. En lo que se refiere al primer período, representa la «resurrección», porque el antiguo orden de las cosas terminó, un nuevo número surge entonces para tipificar la vida salida de la muerte.
Además de eso, en lo que concierne a la cualidad de esa vida resucitada, 8 = 7+1, habla de algo más que lo perfecto. Si observamos el segundo período después del siete, entonces el número ocho expresa lo que es nuevo, en contraste con lo antiguo que fue ahora eliminado, indicando así que la serie anterior se completó. Se trata del sello del nuevo pacto, de la nueva creación, caracterizándolas de esa forma. En resumen, el número ocho es el número especialmente asociado con la «resurrección» y la «regeneración», y con el comienzo de una nueva era u orden.
Cristo resucitó de los muertos «el primer día de la semana», que necesariamente fue el octavo día. Es notable que la Biblia contenga el registro de otras ocho resurrecciones individuales además de las del Señor y de los santos. Cuando la tierra estaba cubierta por el diluvio, Noé fue la ‘octava persona’ (2 Pd.2:5) que pisó la tierra a fin de dar inicio a un nuevo orden de cosas. «Ocho personas» (1 Pd.3:20), incluido él, pasaron al nuevo mundo regenerado. Esas ocho almas fueron salvas y resucitadas en el arca que es un tipo de Cristo.
La circuncisión de los niños de sexo masculino en Israel es una sombra de la verdadera circuncisión del corazón, que debería ser «no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo» (Cl.2:11). El hijo varón era circuncidado al octavo día. El ocho está ligado así a la nueva creación.
El primogénito debía ser dado al Señor el octavo día (Ex.22:29-30). En este tipo, significa que nuestra consagración es realizada en base a la resurrección. De acuerdo a esto, vemos que Aarón y sus hijos fueron consagrados durante siete días y comenzaron su ministerio el octavo (Lv.8:31-36).
Por causa de que Cristo es «el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia» (Cl.1:18), el número ocho también está ligado al Señorío y Soberanía de Jesucristo. Por la gematría,1 los siguientes nombres de Jesús están marcados con el número ocho como un factor:
Jesús ............... 888 (8x111)
Cristo ............... 1480 (8x185)
Señor ................ 800 (8x100)
Nuestro Señor ... 1768 (8x221)
Salvador ........... 1408 (8x8x22)
Emmanuel ........ 25600 (8x8x8x50)
Mesías ............. 656 (8x82)
Hijo .................. 880 (8x110)
Hay ocho referencias al Antiguo Testamento en Apocalipsis 1, sobre las cuales se basan las reivindicaciones del Señorío de Jesús. Ellas se encuentran ordenadas en forma de una epanástrofe,2 la primera extraída del mismo libro de la octava, la segunda correspondiendo de la misma manera a la séptima, la tercera a la sexta, y la cuarta a la quinta. Siendo así, el sello divino de la perfección sobreabundante se halla aquí establecido en las Escrituras que declaran el Señorío de Jesús:
A ....... Ap.1:5 ........ Is.55:4
B ...... Ap.1:7 ........ Dn.7:13
C ..... Ap.1:8 ........ Zc.12:10
D .... Ap.1:8 ....... Is.41:4;44:6;48:12
D .... Ap.1:11 ...... Is.41:4;44:6;48:12
C ...... Ap.1:12 ...... Zc.4:2
B ....... Ap.1:13-15 ... Dn.7:9;13:22;10:5-6
A ........ Ap.1:16 ....... Is.49:2
La fiesta de los Tabernáculos duraba ocho días (Lv.23:36). La fiesta propiamente dicha duraba siete días, pero a los siete fue agregado un octavo; y por la ley levítica ese día era siempre observado como un día de descanso (Lv.23:39). Esta fiesta es tipo del júbilo y descanso del milenio, cuando Cristo reine sobre toda la tierra. Fue en el último día de la fiesta de los Tabernáculos que Jesús se levantó exclamando: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba» (Jn.7:37). Este último día –el octavo– era, como tipo, el gran día, pues en él dejaban las tiendas y regresaban a sus casas. De la misma forma, después del milenio, la gloria temporal será sustituida por la entrada en los nuevos cielos y la nueva tierra; y tendrá inicio el día eterno –el gran día– en que el tabernáculo de Dios estará con los hombres, y Dios, en Cristo, será todo en todos.
Fue probablemente con la idea de la fiesta de los Tabernáculos en mente que Pedro sugirió al Señor en el Monte de la Transfiguración hacer tres tiendas, para Jesús, Moisés y Elías. Moisés y Elías no fueron mostrados en el mismo plano de Jesús. Cristo, el Rey, es incomparable y se halla sin duda por encima de todos. Esta visión del reino de Dios a Pedro y sus compañeros tuvo lugar el octavo día (inclusive) después del primer anuncio de los sufrimientos de Cristo (Lc.9:28). «Pasados ocho días» (Jn.20:26) otro discípulo, Tomás, que todavía tenía dudas, fue llevado a reconocer la soberanía de Jesús.
Existen ocho cánticos en el Antiguo Testamento además de los contenidos en los Salmos (Ex.15; Nm.21:17; Dt.32; Jue.5;2; S.22; el Cantar de los cantares; Is.5; Is.26). Estos ocho cánticos aguardan para ser cantados después de la resurrección, pues eso sólo sucederá cuando «destruya la muerte para siempre» (Is.25:8).
1 Gematría es el cálculo de la equivalencia numérica de letras, palabras, o frases, para, sobre esa base, hacerse una idea de la correlación de conceptos diferentes y explorar la relación mutua entre palabras e ideas. (Nota del Editor).2 Epanástrofe o concatenación es una figura de dicción que supone la repetición a distancia de partes iguales de un verso o período. (Nota del Editor).
El número 12
Este número es usado 187 veces en la Biblia, 22 de ellas en el libro de Apocalipsis. Doce indica la perfección de gobierno. El servicio, la potestad y la protección: una característica de un sistema perfecto de gobierno.
Cristo escogió doce apóstoles –dirigentes y gobernantes de la Iglesia primitiva. Y prometió que se sentarían en 12 tronos, y juzgarían a las 12 tribus de Israel. Jesús dice a sus discípulos: «cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel» (Mat. 19:28).
Un hecho que aparece extraño es que durante el período de los cielos nuevos y la tierra nueva, el número «siete», excepto el séptimo, no se encuentra más. En la Nueva Jerusalén existen 12 puertas, 12 fundamentos, el nombre de los 12 apóstoles, 12 piedras preciosas, y 12 perlas: el muro de la ciudad tiene 144 codos que son 12 multiplicado por 12. Todo eso existirá eternamente, por lo tanto, el número 12 representa la perfección eterna. El último número que aparece en la Biblia es el «12», doce frutos en el árbol de la vida (Ap.22:2). El último número cardinal registrado en la Biblia es el «duodécimo», la duodécima piedra preciosa. Todo eso está ligado a la escena final del universo.
Los sellos de los «12» están sobre toda la ciudad eterna de Dios; siendo él allí manifiestamente supremo. Esto es la perfección en su análisis más profundo; y por esta razón se menciona el número doce como siendo la perfección gubernamental.
Doce tribus formaban la nación de Israel. Había doce piedras en el pectoral del sumo sacerdote, representando a Israel (Ex. 28:17-21). Doce panes de la proposición debían ser colocados en el Lugar Santo. (Ex. 25:23-30). Doce piedras fueron tomadas del río Jordán (Js. 4:8). Doce espías fueron enviados por Moisés a la tierra de Canaán (Nm. 13:1-33). Los hijos de Israel encontraron doce fuentes de agua en Elim. (Ex. 15:27). Elías construyó un altar con doce piedras y cayó fuego del cielo sobre el altar y consumió la ofrenda que estaba sobre él (1 R. 17:30-40).
Jesús escogió doce discípulos para seguirlo. Jesús dice que, a su pedido, el Padre enviaría doce legiones de ángeles. Jesús tenía doce años cuando se presentó por primera vez en público y profirió sus primeras palabras registradas (Lc. 2:42). Sobraron doce cestas llenas en el milagro de la alimentación de los cinco mil.
El templo de Salomón tiene el número doce como uno de sus grandes factores en contraste con el tabernáculo, que tenía el número cinco. Es también significativo el hecho de que sólo doce de los jueces que juzgaron a Israel hayan sido registrados en el libro de los Jueces.
Las siguientes palabras se hallan 12 veces: oikodespotes, mayordomo o administrador de los asuntos de una casa; y aule, corte o palacio de gobierno.
El número 40
Cuarenta es el número de la prueba, examen y ensayo. Su significado se ilustra claramente en la vida de Moisés, el libertador y caudillo de Israel. Pasó 40 años en Egipto, 40 años con las ovejas de Jetro en el desierto y 40 años en el servicio de Dios. Ocupó 40 años en desarrollar sus capacidades naturales, 40 años en aprender su incapacidad y 40 años para aprender que Dios es Todopoderoso.
Dios le concedió al rey Saúl 40 años para probar que era digno de ser el escogido de Israel, y en estos años pecó contra todos: contra Samuel, David, Jonatán y contra Dios y su Palabra. Probablemente su vida infructuosa era la consecuencia de su gran deficiencia y escasez espiritual. Ignoraba completa-mente el trabajo de Samuel. Esto de por sí indica que Saúl vivía fuera de los contactos religiosos y se preocupaba de los asuntos materiales. Una cualidad esencial para un rey de Israel era la lealtad al Rey celestial, cosa que era el corazón de la vida de Samuel. Pero Saúl carecía de todas las cualidades que Samuel poseía.
En Génesis 7 vemos que Dios le dijo a Noé: «Entra tú y toda tu casa en el arca». Al estudiar el número ocho, ya notamos el tipo de la Resurrección en las ocho personas que salieron del arca. Ahora notamos el número de prueba: llovió 40 días y 40 noches sobre la tierra. Dios juzgó la tierra y probó a Noé.
Moisés estuvo en el monte Sinaí 40 días para recibir la ley. Él era fiel, pero su hermano Aarón y los israelitas eran infieles (Ex. 24:18).
Los 12 espías estuvieron en la tierra de Canaán 40 días. Diez de ellos fallaron en esta prueba, pero Josué y Caleb salieron aprobados. Israel duró en total 40 años en el desierto (38 entre Cades y Canaán, Núm.14:33, 34; Sal. 95:10; Dt. 2:14).
Jonás desobedeció y trató de huir de Jehová. Después de ser castigado, entró en Nínive pregonando: «De aquí a cuarenta días Nínive será destruida».
Cristo fue llevado por el Espíritu al desierto por 40 días y fue tentado por el diablo. Estuvo 40 días con sus discípulos en la tierra después de su resurrección. Y 40 años después de su crucifixión sucedió la destrucción de Jerusalén.
Como 40 siglos después de Adán, vino «el cumplimiento del tiempo». El mundo había pasado su prueba: el hombre había fracasado. Y para que nosotros fuéramos adoptados hijos, «Dios envió a su Hijo» (Gál. 4:4). Él era el Hijo desde la eternidad. Nosotros somos hijos en el tiempo. Él era el Delegado oficial del consejo de la eternidad. El Omnipotente descendió a los incapaces.
El número 1
El número 1 es empleado 1898 veces en la Biblia. ¿Qué significa? Cuando leemos la expresión: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deut. 4:4); o “Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre” (Zac. 14:9), tenemos, inmediatamente, un número asociado con la Divinidad. El “1” habla de Dios en su independencia, unidad y supremacía. Como un número cardinal, denota independencia y unidad; como ordinal, denota supremacía.
En las dos citas que acabamos de hacer, la diferencia es notoria: no hay otro Señor, no habrá otro. Es una afirmación de independencia, como no admitiendo a ningún otro; e implica, claramente, una suficiencia que no necesita de otro. Ser de esta manera independiente, suficiente en Sí mismo, pertenece a Dios solamente.
Sin embargo, hay otra forma de ver el número “1”: puede excluir la diferencia externa, puede hablar de armonía interna de partes o atributos, de acuerdo propio, de perfección en aquel sentido. Que no es el número “1” un número internamente divido, está claro, “el sueño … es uno mismo”, dice José en Génesis 41:25. Hay un total acuerdo de significado en él. Y esto, nuevamente, de manera más completa y sublime, se aplica a Dios solamente. En su perfección, no hay preponderancia de ningún atributo, y ningún defecto. Su sabiduría necesita ser igual a su poder; su amor igual a su poder y sabiduría. Por lo tanto, nuevamente este número nos habla de él.
Jesús dice en Juan 10:30: “Yo y el Padre uno somos”. Aquí tenemos la unidad encontrada en Dios. Esta verdad es descrita de nuevo en 1 Juan 5:7: “Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre el verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno”.
Ahora, si pasamos del número cardinal al ordinal, el “Primero” es nuevamente un título divino. “Yo Soy el primero” (Is. 44:6; 48:12), dice el Señor. Habla enteramente de prioridad, sea en tiempo u orden, de supremacía, como el Principio Soberano de todas las cosas; del Creador, de la fuente de vida. Precisamos, por tanto, comenzar con Dios.
Todos nuestros trabajos y palabras precisan ser caracterizados por las primeras palabras de la Biblia “En el principio Dios”, “Dios primero” es la voz de la Escritura. “Mas buscad primeramente el reino de Dios …” (Mat.6:33), y la exhortación de Pablo: “… una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás .. prosigo a la meta …” (Fil.3:13-14), una cosa y sólo una es para nosotros: “… afanada y turbada estás con muchas cosas, pero sólo una cosa es necesaria, y María ha escogido la buena parte …” (Lc.10:41-42). Una sola cosa es necesaria, en contraste con muchas cosas.
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