Anacoreta
(1472)
A pesar de su evidente vocación a la vida religiosa, el Beato Dodo fue obliga do por sus padres a contraer matrimonio. Sin embargo, a la muerte de su padre, pudo llevar al cabo sus aspiraciones, ya que su esposa y su madre se retiraron a un convento y él quedó libre para unirse a los monjes premonstra tenses. Con el permiso del abad, se retiró después a un lugar solitario, donde vivió durante cuatro años, teniendo como únicos visitantes a los malos espíritus que se esforzaban en tentarlo. Se trasladó a otro lugar en Frieslandia, llamado Asch o Hasch, donde redobló sus austeridades. Estaba un día postrado ante el crucifijo, cuando la imagen le habló, diciéndole que él debía permanecer largo tiempo sobre la cruz. Poseyó el don de curaciones y muchos enfermos recobraron la salud por sus manos. Siendo de muy avanzada edad, murió aplastado por una pared y se dice que después de su muerte, se le encontraron las llagas de Nuestro Señor sobre su cuerpo. Este primer caso de estigmatización es interesante, porque posiblemente es anterior al de San Francisco; pero es muy probable que las heridas hayan sido causadas por las piedras que le cayeron encima. El relato que dice que Dodo indujo a los frisios a abandonar un gran número de salvajes costumbres paganas, puede referirse a algún otro del mismo nombre. Como anacoreta, él habría tenido apenas ocasión de intervenir, como dice la leyenda que lo hizo, para evitar la práctica de conservar insepultas a las víctimas de asesinato, hasta haberse tomado venganza en los asesinos o en algunos miembros de sus familias.
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