martes, 27 de marzo de 2012

SAN JOSE ORIOL


Marzo

Nació en Barcelona, en 1650. Fue beatificado por Pío VII en 1806 y canonizado por San Pío X en 1909.

POBREZA
Nace en un hogar modesto en el barrio de San Pedro de las Puellas, de Barcelona. Al año y medio de nacer falleció su padre; su madre queda en suma pobreza, y contrae segundo matrimonio con un hombre de profesión zapatero y se establecen en la parroquia de Santa María del Mar.

FUE AMADO POR SU PADASTRO
El cristiano zapatero amó al niño como hijo propio, a pesar de tenerlos suyos, y cuando tuvo la edad suficiente le colocó de monaguillo en Santa María, donde aprendió a leer y escribir, y algo de solfeo. Se distinguió entre los demás monaguillos por su piedad. Pasaba muchos ratos arrodillado ante el altar del Santísimo y amaba a la Virgen.

A LA UNIVERSIDAD

A los doce o trece años, los beneficiados de Santa María del María, viendo en él cualidades para los estudios, le enviaron a la Universidad, para que aprendiera la lengua latina y las principales asignaturas humanas que allí se enseñaban.
Falleció su padrastro, dejando a su madre pobre y con la carga de varios hijos. Los mismos sacerdotes de la Parroquia les ayudaron mucho, junto con la antigua nodriza de José y su marido, que hospedaron en su casa a José. Le arreglaron un pequeño aposento en el desván, para que pidiera estudiar y seguir su vida de oración. De allí apenas salía sino para ir a la iglesia o a las clases.

ESTUDIOS ECLESIASTICOS.
Deseaban que llegara al sacerdocio. La parálisis de una pierna, le retuvo en cama largo tiempo, prueba que soportó con gran dulzura y ejemplar resignación. En la Universidad estudió Humanidades, Filosofía y Teología. Al terminar Teología, obtuvo el título de Doctor. Recibió el Presbiterado el 30 de mayo de 1676, y celebró su primera Misa el 29 de junio siguiente.

PRECEPTOR DE NIÑOS
Una vez ordenado le ofrecieron el cargo de preceptor de los niños en una casa noble de Barcelona. Afligido por la estrechez en que tenían que vivir su madre y sus hermanastros, pensó que podía aceptar la plaza, para poder socorrerlos.

LA GRACIA LE FACILITA SU PROPOSITO PENITENTE
Para su austeridad significaba un verdadero sacrificio convivir con una familia rica y llena de comodidades. Como la intención de su aceptación era poder cumplir mejor sus obligaciones filiales, Dios le premió de un modo inesperado, llamándole milagrosamente a una vida de penitencia heroica, en aquellas circunstancias poco favorables para practicar la penitencia.
Un día, en la mesa de los señores, alargó el brazo para servirse un plato exquisito, pero una fuerza irresistible le impidió hacerlo por tres veces y comprendió que el Señor le llamaba a un ejercicio perpetuo del ayuno.

PENITENCIA HEROICA
Comenzó a practicar una abstinencia tan rígida como la de los eremitas, y así perseveró hasta la muerte.
Renunció a la mesa señorial e hizo el propósito de ayunar toda la vida a pan y agua. Salía a comprarse el pan para poder escoger el peor y más seco. Bebía agua de una fuentes pública. Los días festivos añadía al pan algunas hierbas, que buscaba en la montaña de Montjuich.
Con el la ejemplo de aquellas abstinencias inauguró el Doctor Oriol su gran apostolado en Barcelona, más eficaces que elocuentes sermones. Las conocía toda la ciudad. Su penitencia resultaba una continua exhortación a la mortificación cristiana.

A ROMA
Quiso peregrinar a Roma para venerar los sepulcros de los Apóstoles y ofrendar su homenaje al Padre Santo, que era el Beato Inocencio XI.
Con el permiso de todos sus superiores y provisto de letras de recomendación, emprendió el viaje a pie y vestido de peregrino, en 1686. Estuvo en Roma ocho o nueve meses. Y el Papa le nombró Beneficiado de la Parroquia de Nuestra Señora del Pino de Barcelona, donde permaneció hasta la muerte. Vivió siempre en los alrededores de la iglesia, pero en una buhardilla realquilada.
Sus muebles y enseres eran pocos: una mesa de estudio, un banco y una estera para dormir; una silla de brazos, una caja de madera para la ropa, un Crucifijo para la oración, algunos libros, un cántaro y una palangana. Era extremadamente limpio. Se lavaba y cosía la ropa... No puede concebirse más sobriedad y modestia.

CARIDAD
Repartía a los pobres todo el dinero que no le era absolutamente necesario.
Estando un día en el coro, manifestó cierta desazón que extrañó al beneficiado que se sentaba a su lado. Le preguntó el vecino qué le ocurría, y contestó: «Es que me he encontrado un diablillo en el bolsillo». Era una moneda de plata que no sabía que llevaba y, saliendo inmediatamente, fue a entregar a un mendigo, continuando después su rezo coral con la devoción acostumbrada.
Frecuentaba los hospitales y las cárceles; predicaba a los soldados; reunía a los niños en algún patio y les enseñaba el Catecismo; conversaba con los pobres; su trato con todos era siempre dulcísimo. Con esta suavidad conquistaba innumerables corazones. Su apostolado caritativo fue para Barcelona una bendición inmensa.

SU ORACION
Se le veía rezar en diversas iglesias y por las calles. En su aposento, eran frecuentes los raptos durante su contemplación, y muchas veces lo espiaron por las rendijas varios sacerdotes y fieles. El Señor le sublimaba, levantándolo del suelo.
Cuatro años antes de su muerte, encendido en grandes deseos de martirio y en una inmensa caridad por los pecadores, resolvió volver a Roma para que la Santa Sede le destinara a las Misiones de Oriente.
Salió de Barcelona el 2 de abril de 1698. Un buen obrero, que le apreciaba mucho, quiso acompañarle un trecho. A pocas horas, entraron en una posada, donde el obrero comió con vivo apetito, creyendo que el Santo pagaría el gasto.
Al tener que pagar se dio cuenta el acompañante de que el sacerdote peregrino no llevaba ni una sola moneda. Entonces, el Doctor Oriol, compadecido de su confusión, cogió un rábano de la mesa y lo fue cortando en rodajas, que se convirtieron en las monedas necesarias.

EN MARSELLA CAYO ENFERMO
Con muchas incomodidades, comiendo de caridad y caminando, siempre a pie, llegó a Marsella, donde enfermó gravemente. Durante su enfermedad se le apareció la Santísima Virgen y le mandó que regresara a Barcelona. Así lo hizo, por mar, embarcándose en una pequeña nave de un patrón de Blanes, que le profesó en adelante grande afecto, porque fue testigo de sus virtudes y también de un rapto maravilloso, a bordo, que le levantó en el aire, con estupefacción de todos los tripulantes.
Barcelona se alborozó de alegría al recuperar al Santo. Y desde entonces empezó un nuevo período de su vida, durante el cual se manifiesta a sus conciudadanos con un nuevo poder celestial: el de «curar de gracia», es decir, el de sanar a los enfermos por don gratuito de Dios, mediante su bendición.

LAS ORACION POR LOS ENFERMOS Y CURACIONES
Los prodigios fueron innumerables. La curación de los enfermos se realizaba al final de las Vísperas en la iglesia del Pino, hacia las tres de la tarde, en la capilla del Santísimo.
Hacía un cuarto de hora de oración ante una imagen de San Pedro mientras los enfermos estaban alineados en la barandilla del comulgatorio. Les hacía rezar tres Credos o tres Salves, les exhortaba al arrepentimiento y a la confianza en Dios. Le acompañaba un monaguillo con el acetre del agua bendita y el aspersorio.
Como tenía también el don de penetrar los corazones, a algunos les aplazaba la curación hasta que se reconciliasen con Dios, a otros no los curaba porque así convenía a su bien espiritual.
Acudían muchos enfermos, de Barcelona y de diversas poblaciones de Cataluña. Conseguía curaciones y grandes milagros. Alcanzaron singular resonancia la súbita curación de un muchacho apodado el Trempat, a quien le evitó la amputación de una pierna ya gangrenada; y, otorgó instantáneamente la curación de un paralítico deforme, llamado el Bergant, que pedía limosna a las puertas de la Parroquia.

SU MUERTE
José Oriol profetizó su próxima muerte. Cayó enfermo a principios de marzo de 1702, de pleuresía. Pidió a un cuchillero de la calle de la Daguería una habitación donde pasar sus últimos días. Desahuciado de los médicos, recibidos los Sacramentos con gran consuelo espiritual, rodeado de buena gente del barrio y de amigos sacerdotes y seglares, asistido por su confesor, dulcificada su agonía por la escolanía de la capilla del Palau, que le cantó el Stabat Mater en memoria de los Dolores de la Virgen, como él había pedido para recordar a Jesús agonizante en la Cruz, se fue al Cielo a los cincuenta y dos años, en las primeras horas del día 23 de marzo.

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