*"Deja el amor del mundo y sus dulcedumbres, como sueños de los que uno despierta; arroja tus cuidados, abandona todo pensamiento vano, renuncia a tu cuerpo. Porque vivir de la oración no significa sino enajenarse del mundo visible e invisible. Nada. A no ser el unirme a Ti en la oración de recogimiento. Unos desean la gloria; otros las riquezas. Yo anhelo sólo a Dios y pongo en Ti solamente la esperanza de mi alma devastada por la pasión"
sábado, 31 de marzo de 2012
¿Cómo y cuándo empieza a vivirse el Triduo Pascual?
Cada celebración del Triduo presenta su fisonomía particular. Es importante que los cristianos de hoy sepamos como recordaban los primeros cristianos los acontecimientos que recordamos durante estos días.
El Triduo Pascual es el punto culminante de todo el año litúrgico. Durante el Triduo la Iglesia conmemora los grandes acontecimientos que jalonaron los últimos días del Señor.
La expresión Triduo Pascual aplicada a las fiestas anuales de la Pasión y Resurrección es relativamente reciente, pues no se remonta más allá de los años treinta del siglo XX; pero ya a finales del siglo IV san Ambrosio hablaba de un Triduum Sacrum para referirse a las etapas del misterio pascual de Cristo que, durante tres días, et passus est, et quievit et resurrexit.
Deslumbrada por la realidad histórica de la muerte de Cristo, la primitiva Iglesia advirtió la necesidad de celebrar litúrgicamente este hecho salvífico, por medio de un rito memorial, donde, en obediencia al mandato expreso del Señor, se renovara sacramentalmente su sacrificio.
De este modo, durante los primeros compases de la vida de la Iglesia, la Pascua del Señor se conmemoraba cíclicamente, a partir de la asamblea eucarística convocada el primer día de la semana, día de la resurrección del Señor (dominicus dies) o domingo. Y, muy pronto, apenas en el siglo II, comenzó a reservarse un domingo particular del año para celebrar este misterio salvífico de Cristo. Llegados a este punto, el nacimiento del Triduo Pascual era sólo cuestión de tiempo, cuando la Iglesia comenzase a revivir los misterios de Cristo de modo histórico, hecho que acaeció por primera vez en Jerusalén, donde aún se conservaba la memoria del marco topográfico de los sucesos de la pasión y glorificación de Cristo.
De todos modos, en el origen de la celebración pascual tampoco puede subestimarse la benéfica influencia de la respuesta dogmática y litúrgica de la ortodoxia frente a la herejía arriana; reacción que supuso una atracción de la piedad de los fieles hacia la persona de Jesús (Hijo de Dios e Hijo de María), y hacia sus hechos históricos.
Cada celebración del Triduo presenta su fisonomía particular: la tarde del Jueves Santo conmemora la institución de la Eucaristía; el Viernes se dedica entero a la evocación de la pasión y muerte de Jesús en la cruz; durante el sábado la Iglesia medita el descanso de Jesús en el sepulcro. Por último, en la Vigilia Pascual, los fieles reviven la alegría de la Resurrección.
Jueves Santo
La Misa vespertina in Cena Domini abre el Triduo Pascual. La Iglesia en Jerusalén conocía ya, en el siglo IV, una celebración eucarística conmemorativa de la Última Cena, y la institución del sacramento del sacrificio de la Cruz:
Al principio esta celebración se desarrollaba sobre el Gólgota, en la basílica del Martyrion, al pie de la Cruz, y no en el Cenáculo; hecho que confirma la íntima relación entre la celebración eucarística y el sacrificio de la Cruz.
A finales del siglo IV esta tradición se vivía también en numerosas iglesias de occidente, pero habrá que esperar hasta el siglo VII para encontrar los primeros testimonios romanos.
Viernes Santo
El Viernes Santo conmemora la pasión y muerte del Señor. Dos documentos de venerable antigüedad (la Traditio Apostolica de San Hipólito y la Didaskalia Apostolorum, ambas del siglo III) testimonian como práctica común entre los cristianos el gran ayuno del viernes y sábado previos a la Vigilia Pascual.
Sin embargo, habrá que esperar hasta finales del siglo IV d.C. para encontrar, en Jerusalén, las primeras celebraciones litúrgicas de la Pasión del Señor: se trataba de una jornada dedicada íntegramente a la oración itinerante; los fieles acudían del Cenáculo (donde se veneraba la columna de la flagelación) al Gólgota, donde el obispo presentaba el madero de la Cruz. Durante las estaciones se leían profecías y evangelios de la Pasión, se cantaban salmos y se recitaban oraciones.
Los testimonios más antiguos de una liturgia de Viernes Santo en Roma proceden del siglo VII. Manifiestan dos tradiciones distintas, y nos han llegado a través del Sacramentario Gelasiano (oficio presbiteral con veneración de la cruz, liturgia de la palabra y comunión con los presantificados) y el Sacramentario Gregoriano (liturgia papal, limitada a lecturas bíblicas y plegaria universal).
Sábado Santo
En los primeros siglos de historia de la Iglesia, el Sábado Santo se caracterizaba por ser un día de ayuno absoluto, previo a la celebración de las fiestas pascuales. Pero a partir del siglo XVI, con la anticipación de la Vigilia a la mañana del sábado, el significado litúrgico del día quedó completamente oscurecido hasta que las sucesivas reformas de nuestro siglo le han devuelto su originaria significación. El Sábado Santo debe ser para los fieles un día de intensa oración, acompañando a Jesús en el silencio del sepulcro.
Vigilia Pascual
La celebración litúrgica de la Pascua del Señor se encuentra en los orígenes mismos del culto cristiano. Desde la generación apostólica, los cristianos conmemoraron semanalmente la Resurrección de Cristo por medio de la asamblea eucarística dominical.
Además, ya en el siglo II la Iglesia celebra una fiesta específica como memoria actual de la Pascua de Cristo, aunque las distintas tradiciones subrayen uno u otro contenido pascual: Pascua-Pasión (se celebraba el 14 de Nisán, según el calendario lunar judío, y acentuaba el hecho histórico de la Cruz) y Pascua-Glorificación, que, privilegiando la Resurrección del Señor, se celebraba el domingo posterior al 14 de Nisán, día de la Resurrección de Cristo. Esta última práctica se impuso en la Iglesia desde comienzos del siglo III.
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