martes, 6 de diciembre de 2011

¡DA PENA LA IDEA QUE ALGUNOS TIENEN DE DIOS, DE SU PADRE DIOS!…



Da pena ver a tantos cristianos que tienen miedo a Dios…

Para muchos, Dios está Inseparable y exclusivamente unido a la Ley que hay que

cumplir, “no sea que nos castigue”. O a la moral que dictamina a su antojo sobre nuestra vida, esto está bien o mal,”porque lo dice Dios”. O a nuestros méritos o deméritos, que él revisará, minuciosamente, para “dar a cada uno su merecido”. O al sacramento de la penitencia, en que el ministro, como juez, dicta una sentencia, que es sellada por el mismo cielo. O con el terrible juicio final, en el que pronunciará sentencia de salvación o de condenación.

Ante todo y sobre todo, para muchos creyentes, Dios es Juez. Un juez riguroso, como Juez. Un juez riguroso, como ninguno, recto, temible, que nos vigila en cada momento, que no nos deja pasar ni huna que…, irremediablemente, un día. dictará sentencia matemática, irrevocable, inapelable.

¡Que pena! Porque, ese dios no existe, es fruto de tu imaginación o la de otros. No es nuestro Dios, porque NUESTRO DIOS, ES AMOR…Y, el amor no juzga, ni rechaza, ni separa. El amor ama, y pierde la cabeza por el ser querido, y entrega lo mejor de sí, y se entrega, sin reservas, y busca lo mejor para el otro, nunca condenar sino salvar, y le comprende, y le perdona, y confía en el, y le ayuda a crecer y ser feliz…

Dios no vino a nosotros para atemorizarnos, sino para proclamar un evangelio de confianza. Para que la confianza en su amor sea como sangre de nuestras venas.

En tu relación con cualquier persona: pierdes mucho si no te tomas el tiempo

necesario para comprendedla. Respetando nuestra libertad, Dios no puede hacer otra cosa que amarnos desesperadamente, como una llamada incesante a vivir en el amor, a cambiar, tal vez, la dirección equivocada de nuestra vida. Porque sólo el hombre que se cierra al amor se destruye, él se juzga a sí mismo con su vida, sólo él decide su suerte. Dios continuará amándole, infinitamente, hasta el fin…

SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD.

NÚMERO: 26.

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