sábado, 24 de diciembre de 2011

«¡SI TAN SÓLO PUDIERA CONVERTIRME EN GANSO!»



Era Nochebuena y estaba nevando. Pero eso no iba a impedir que su esposa llevara a los niños a la celebración de la Navidad en su iglesia. Ella era una devota creyente en Cristo y se esmeraba en inculcar en sus hijos esa fe. En cambio, él dudaba de la existencia de Dios, la criticaba por su fe, y se burlaba de ella por la manera piadosa en que celebraba la Navidad. Sin embargo, ella le rogó que los acompañara; pero él se negó a hacerlo, ridiculizando la idea de la encarnación de Cristo y calificándola de tontería. «¿Por qué habría Dios de rebajarse y hacerse hombre como nosotros? ¡Esa es una historia ridícula!», dijo. Así que ella y sus hijos fueron a la iglesia y él se quedó en casa.

Después que se fueron, comenzó a soplar más fuerte el viento y la nevada se tornó en tormenta. Por la ventana no podía ver más que la nieve enceguecedora que caía. Cuando se sentó frente a la chimenea, oyó el sonido de algo que golpeaba con fuerza en la ventana. Y luego oyó otro golpe más fuerte. Miró por la ventana, pero no podía ver nada. Así que salió a ver lo que era. En el campo cerca de su casa vio algo de lo más extraño: ¡una bandada de gansos! Al parecer volaban en busca de un sitio cálido en dirección al sur, pero los había atrapado la tormenta. La nieve arreciaba a tal grado que los gansos ya no podían volar para seguir su rumbo. Estaban perdidos y varados en el terreno de él, sin alimento ni refugio alguno. No podían hacer más que batir las alas y volar en círculos a ciegas y sin rumbo.

Les tuvo compasión y quiso ayudarlos. Pensó: El establo sería un buen lugar para albergarlos. Es cálido y seguro. Si pasan allí la noche, pueden estar seguros en medio de la tormenta. Así que se acercó al establo y les abrió las puertas. Al observarlos, esperó que se dieran cuenta del establo y de lo que representaba para ellos. Se acercó aún más para llamarles la atención, pero con eso no hizo más que ahuyentarlos por el temor que les infundía. Así que él entró en la casa y volvió con pan, lo partió y, con los pedazos, hizo una senda que conducía al establo. Pero los gansos seguían despistados.

Ya comenzaba a sentirse frustrado. Se acercó a ellos y trató de espantarlos y perseguirlos en dirección al establo. Pero se asustaron aún más y se dispersaron en todas direcciones excepto hacia el establo. Nada de lo que hizo logró que entraran al calor, la protección y el refugio que les ofrecía. Totalmente frustrado, exclamó: «¿Por qué no me siguen? ¿Acaso no pueden ver que este es el único lugar donde pueden salir con vida de la tormenta?»

Pensándolo bien, se le ocurrió que era que no iban a seguir a un ser humano. Así que se preguntó: ¿Cómo hago para salvarlos? La única forma sería que yo me hiciera como uno de ellos. ¡Si tan sólo pudiera convertirme en ganso! ¡Entonces sí podría mostrarles el camino y salvarlos!

Se quedó callado un momento al escuchar el eco de sus propios pensamientos, y recordó lo que le había dicho a su esposa: «¿Por qué habría Dios de querer hacerse hombre como nosotros?» Y comenzó a comprender el misterio de la encarnación: Nosotros somos como esos gansos, ciegos y perdidos, pensó. Dios se hizo hombre como nosotros para poder mostrarnos el camino que conduciría a nuestra salvación. Ese es el significado de la Navidad.

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