¡PUEBLO DE DIOS, YA TODO ESTÁ CONSUMADO!
Gloria a Dios, Gloria a Dios, Gloria a Dios, que la paz del Altísimo, este con todos vosotros, heredad de mi Padre.
LLAMADO DE SAN MIGUEL AL PUEBLO DE DIOS
Hermanos, soy vuestro hermano Miguel, y hoy quiero deciros, que todo está por cumplirse conforme a la voluntad de mi Padre. Estáis en el no tiempo, la justicia divina está a punto de desencadenarse sobre todas las criaturas y la creación; ¿quién podrá resistirla?. ¡Ay de vosotros mortales, porque la justicia de Dios es recta e inexorable y viene a restablecer el orden y el derecho en todos los confines de la tierra!.
Ya se acercan los jinetes de la justicia divina, vienen a derramar sus copas con toda clase de pruebas; alistaos pueblo de Dios, porque la hora ha llegado; estad listos para el combate espiritual, estad listos para que os unáis en oración a los ejércitos de mi Padre.
Hermanos, ya estoy en medio de vosotros con todo el ejército de mi Padre, bajo la dirección de nuestra Señora y Reina; pedid nuestra protección y gustosos os la daremos. Los años que están por llegar serán de purificación, por eso preparaos para los acontecimientos que están por desatarse; os digo, que toda la creación y las criaturas serán purificadas, puestas a prueba y pasadas por el horno de la tribulación. El que se aparte de Dios perecerá, porque sin Dios no sois nada. Acordaos de lo que os viene diciendo nuestra Señora: Estáis en los tiempos en que la prioridad debe ser la oración y el recogimiento.
Os anuncio que los días de paz están por terminar, disfrutad de estos últimos días que mi Padre os regala, para que compartáis en familia; alabad la gloria de Dios y su misericordia, dad gracias al Dios de la vida, porque es eterno su amor. Todo está a punto de ser transformado, grandes cambios sufrirá vuestro mundo, que jamás mortal alguno había llegado a ver. Pueblo de Dios, ya todo está consumado. Muy pronto las aves os darán una señal, el universo entero comenzará un nuevo ciclo y todo cuanto conocéis cambiará.
Esta creación pasará, junto con esta generación pecadora, el fuego de la justicia divina todo lo transformará y unos nuevos cielos, una nueva tierra y una nueva generación, serán el deleite de mi Padre. La paz, el amor y la vida en el Espíritu, anunciarán el tiempo de Dios. No perdáis pues hermanos el poco tiempo que os queda, por ir en busca de vanidades; aprovechad estos últimos días, para que os preparéis para la gran batalla espiritual; ¡despertad de vuestro letargo espiritual, pueblo de Dios!; permaneced unidos en oración y en obediencia a la voluntad e mi Padre; acatad las instrucciones que os daremos, para que caminéis tomados de la mano de nuestra Señora y Reina María y podáis llegar seguros a las puertas de la Jerusalén Celestial.
Reconciliaos lo más pronto posible con la Trinidad Santa, porque cuando las trompetas de la justicia divina terminen de sonar ya no habrá marcha atrás. Aprovechad la última oportunidad de misericordia que mi Padre os dará, para que salvéis vuestras almas; que no os coja el llamado de mi Padre, sin estar preparados, para que no os lamentéis; por eso apresuraos a poner en orden vuestras cuentas, para que cuando llegue el Justo Juez, podáis ser justificados y no tengáis de qué lamentaros. La hora se acerca, el despertar de conciencias está tocando a la puerta de vuestras almas; velad y orad, porque todo está por comenzar.
Invocad mi protección a todo instante y decid: Oh San Miguel Arcángel, Príncipe de la Milicia Celestial, sé mi custodio de noche y de día y junto con mi Madre María y mi Ángel de la Guarda, intercede por mí, para que pueda sobrellevar estos días de purificación; aceptándolo y ofreciéndolo todo por la salvación de mi alma, la de mi familia y el mundo entero. Gloria al Padre, Gloria al Hijo, Gloria al Espíritu Santo, que se haga la santa voluntad de Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Soy vuestro hermano, Miguel Arcángel. Gloria a Dios, aleluya, aleluya, Aleluya, y paz a los hombres de buena voluntad.
Oración a San Miguel Arcángel para pedir protección contra todo mal
Oración original a San Miguel para ser realizada sosteniendo un crucifijo en alto
(“Levanta el Crucifijo y reza esta oración con la señal de la cruz. Has esto en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Tú vencerás… Reza esta oración todos lo días, ya que la batalla es enorme…”)
Oh Glorioso príncipe de la Hueste Celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla y en el terrible combate que estamos librando contra los principados y Potestades del aire, contra los Dominadores de este mundo tenebroso, en contra de todos los Espíritus del Mal. Ven en ayuda del hombre, a quien Dios Todopoderoso creó inmortal, hecho en ayuda del hombre, a quien Dios Todopoderoso creó inmortal, hecho a su imagen y semejanza, y redimido por un gran precio, de la tiranía de Satanás.
Pelea en este día la batalla del Señor, junto con los santos ángeles, igual que combatiste al líder de los orgullosos ángeles, Lucifer, y a su hueste apóstata, quienes no tuvieron poder para resistirte y tampoco hubo ya lugar para ellos en el cielo. Esa cruel serpiente antigua, llamada el diablo o Satanás, que seduce al mundo entero, fue arrojada al abismo junto con sus ángeles. Mira, este enemigo primitivo y asesino del hombre ha tomado fuerza. Transformado en un ángel de luz, anda alrededor del mundo con una multitud de espíritus perversos, invadiendo la tierra para borrar el nombre de Dios y de Jesucristo, apoderarse, asesinar y arrojar a la eterna perdición de las almas destinadas a la corona de la gloria eterna. Este malvado dragón vierte, como la inundación más impura, el veneno de su malicia en los hombres de mente depravada y corrupto corazón; el espíritu de mentira de impiedad, de blasfemia, y de aire pestilente de impureza, y de todo vicio e iniquidad.
Estos astutos enemigos han llenado y embriagado con hiel y amargura esta Iglesia, la esposa del Inmaculado Cordero, y han puesto sus manos impías en sus más sagradas posesiones. En el Santo Lugar, en donde la sede de San Pedro y el asiento de la verdad han sido colocados como la luz del mundo, ellos han levantado el trono de su abominable impiedad, con el designio inicuo de que cuando el Pastor sea herido, también las ovejas pueden ser heridas.
Entonces levántate, oh Príncipe invencible, dale ayuda al pueblo de Dios en contra de los ataques de los espíritus perdidos. Dale la victoria al pueblo de Dios: Ellos te veneran como su protector y patrón; en ti la gloriosa Iglesia se regocija con tu defensa contra el maligno poder del infierno; a ti te ha confiado Dios las almas de los hombres para ser establecida en bienaventuranzas celestiales. Ora al Dios de la paz, para que ponga a Satanás bajo nuestros píes, derrotado para que no pueda más mantener al hombre en cautiverio y lastimar a la Iglesia. Ofrece nuestras oraciones a la vista del Altísimo, para que pronto pueda encontrar misericordia a los ojos del señor; y venciendo al dragón la antigua serpiente que es el diablo y Satanás, tú nuevamente lo pongas cautivo en al abismo, para que no pueda ya más seducir a las naciones.
Amén.
L: Miren la Cruz del Señor; y sean dispersos los poderes enemigos.
R: El León de la tribu de Judá ha conquistado la raíz de David.
L: Qué tu misericordia esté sobre nosotros, oh Señor.
R: Así como hemos tenido esperanza en Ti.
L: Oh Señor, escucha nuestra oración.
R: Y deja que mi llanto llegue a Ti.
L: Oremos
Oh Dios, Padre nuestro, señor Jesucristo, invocamos a tu Santo Nombre, y suplicantes imploramos tu clemencia, para que por la intercesión de la siempre Virgen María, Inmaculada Madre nuestra, y por el glorioso San Miguel Arcángel, Tú te dignes ayudarnos contra Satanás y todos los demás espíritus inmundos, que andan por el mundo para hacer daño a la raza humana y para arruinar a las almas.
Amén.
Oración:
"San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo
contra la perversidad y asechanzas
del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes,
y tú Príncipe de la Milicia Celestial,
arroja al infierno con el divino poder
a Satanás y a los otros espíritus malignos
que andan dispersos por el mundo
para la perdición de las almas.
Amén."
(Aunque no es obligación, se puede continuar con gran provecho la práctica de rezar esta oración después de la Santa Misa como se hacía antes del Conc. Vat. II.)
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