martes, 16 de agosto de 2011

La Homilía





La nueva exhortación apostólica de Benedicto XVI recién salida a la luz, Verbum Domini, entre otras cosas nos indica que se deben “evitar homilías genéricas y abstractas, que oculten la sencillez de la Palabra de Dios, así como inútiles divagaciones que corren el riesgo de atraer la atención más sobre el predicador que sobre el corazón del mensaje evangélico” (VD nº 59).

Y por otra parte invita a “que los predicadores tengan familiaridad y trato asiduo con el texto sagrado; que se preparen para la homilía con la meditación y la oración, para que prediquen con convicción y pasión (Ibidem).

Soy consciente de que la homilía “ideal” siempre la inspira el Señor a través de su gracia. A los que tenemos la responsabilidad de ejercer este ministerio, el Papa nos dice que hemos de tomarnos muy en serio esta tarea, y esto lo conseguiremos con esfuerzo, trabajo intenso, un poco de ilusión y sobre todo, mucha oración. La homilía ha de surgir del diálogo del Señor. Ya que para hablar de Dios, es necesario primero hablar con Dios.

Sin más dilación, quisiera aportar y proponer un decálogo homilético que pueda servir a aquellos pastores que se dedican a proclamar y anunciar la Palabra de Dios.

1. Preparación: Tanto remota como próxima. Y eso se hará consultando textos, profundizando en la exégesis y tomando nota de todo lo que nos sirva para adentrarnos en el espíritu del texto y para poder explicarlo desde una fe vivida.

2. Selección. Hay que elegir, primero el tema con el mensaje principal que queremos abordar, y después las ideas secundarias (no han de ser más de dos o tres) que ayuden a entender mejor el primero. Al escoger un tema determinado éste nos indica de que tenemos que hablar y de que no; es decir, queda limitado a algo concreto y así no caemos en divagaciones que no tengan relación con el pasaje/s escriturístico/s.

3. Buscar anécdotas o parábolas que sean apropiadas y estén relacionadas con las lecturas dominicales. Se puede también evocar algún testimonio que conozcamos o que hayamos leído. Esto atraerá la atención de la gente.

4. Escribir el texto. Esto es algo muy útil, y aunque sea verdad que no es preciso escribir la homilía entera (aunque es recomendable), al menos es aconsejable anotar las ideas principales, es decir, los puntos clave a recordar y tener en cuenta. Algo imprescindible si uno va a predicar sin papeles será escribir el principio y el final de la homilía, para tener claro como “despegar” y como “aterrizar”.

5. Brevedad. Como ya dijimos antes, no es bueno ofrecer muchas ideas a los oyentes, ya que está comprobado que al final de la prédica los fieles no se quedarán con casi nada de lo escuchado. Y además algo fundamental es no repetirse constantemente en lo mismo, usando las mismas expresiones en el lenguaje, ya que se cae en el riesgo de cansar y alargar la “agonía”. Esto es, se trata de exponer una misma idea temática desde enfoques diferentes pero unitarios, acudiendo a diversas fuentes: Padres de la Iglesia, a los santos, al Catecismo… En resumen, unidad (temática) en la diversidad (de ideas) para poder acabar en unos alrededor de diez minutos.

6. Ser “claros”. Esto se consigue usando un lenguaje sencillo adaptado a todo tipo de oyentes, intercalando a ser posible algún ejemplo práctico que ayude a comprender lo expuesto teóricamente. De lo contrario, el homileta podrá predicar con una retórica excelente, pero corre el peligro de estar “hablando” a las paredes del templo.

7. Mirar a la gente. Este es otro punto importante, ya que es el mejor modo de poder comunicar con los fieles a los que nos dirigimos. Esta es la llave maestra para entrar en contacto personal con los feligreses. Por eso, si usamos un guión, será bueno tener las ideas principales “memorizadas” para levantar la mirada al auditorio. En caso de leer la homilía habrá que tener en cuenta que no podemos estar todo el tiempo con los ojos “pegados” al papel y tendremos que darle una entonación natural como los locutores de radio.

8. Cuidar los detalles accesorios: Así por ejemplo, la megafonía, los ruidos exteriores, el frío, el calor, u otras circunstancias que pueden ayudar o en su defecto empobrecer la atención de los oyentes.

9. Resumir bien los mensajes principales. Es decir, hay que saber sintetizar, ya que toda palabra usada no ha de ser ociosa, ya que la homilía es el momento oportuno y tal vez el único de instruir y formar en las verdades de la fe a los oyentes.

10. Terminar con alguna frase que sirva de “titular”. Puede servir alguna sentencia de un santo, alguna frase que resuma todo el contenido del mensaje. Lo importante es que ésta impacte de tal forma que se quede grabada en el “corazón” de las personas.


EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
POSTSINODAL
VERBUM DOMINI


Diapo

Manual de Homiletica

Homilias

http://www.darfruto.com/59_ENLACES.htm

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