Lo que Dios unió, no lo separe el hombre
Tiempo Ordinario
Marcos 10, 1-12. Tiempo Ordinario. El amor mutuo entre los esposos, es imagen del amor con que Dios ama al hombre.
Por: P Mariano de Blas LC | Fuente: Catholic.net
Del santo Evangelio según san Marcos 10, 1-12
En aquel tiempo Jesús se marchó a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?» Él les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio»
Oración introductoria
Gracias, Señor, por el don de mi fe, por ella creo, espero y te amo. Pero hoy necesito dar un segundo paso, ya no sólo creer, confiar y quererte, sino que esta oración me ayude a transformar este querer en una auténtica pasión, de modo que derrita mi dureza de corazón y así pueda dejarte salir para que otros experimenten tu cercanía a través de mi testimonio.
Petición
Dios mío, dame tu gracia para saber trasmitir y defender la verdadera doctrina sobre el matrimonio y la familia.
Meditación del Papa Francisco
Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo. (S.S. Francisco, La alegría de amor, exhortación apostólica post sinodal, n. 5).
En aquel tiempo Jesús se marchó a la región de Judea, y al otro lado del Jordán, y de nuevo vino la gente donde él y, como acostumbraba, les enseñaba. Se acercaron unos fariseos que, para ponerle a prueba, preguntaban: «¿Puede el marido repudiar a la mujer?» Él les respondió: ¿Qué os prescribió Moisés?» Ellos le dijeron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla» Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre» Y ya en casa, los discípulos le volvían a preguntar sobre esto. Él les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio»
Oración introductoria
Gracias, Señor, por el don de mi fe, por ella creo, espero y te amo. Pero hoy necesito dar un segundo paso, ya no sólo creer, confiar y quererte, sino que esta oración me ayude a transformar este querer en una auténtica pasión, de modo que derrita mi dureza de corazón y así pueda dejarte salir para que otros experimenten tu cercanía a través de mi testimonio.
Petición
Dios mío, dame tu gracia para saber trasmitir y defender la verdadera doctrina sobre el matrimonio y la familia.
Meditación del Papa Francisco
Esta Exhortación adquiere un sentido especial en el contexto de este Año Jubilar de la Misericordia. En primer lugar, porque la entiendo como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo. (S.S. Francisco, La alegría de amor, exhortación apostólica post sinodal, n. 5).
Reflexión
Dios hizo el matrimonio para que los hombres encontraran la felicidad en este mundo, pero la triste realidad es que muchos, por no decir demasiados matrimonios no sólo no encuentran la felicidad en él, sino la desesperación, la amargura y el fracaso. ¡Cuántos divorcios, infidelidades, quiebras por ahí, cuánta infelicidad!
En el matrimonio, si de algún modo se descubren las causas de los problemas, se podría poner la solución y, ciertamente, hay causas pequeñas que ayudan al fracaso, pero la causa grave, el verdadero verdugo del matrimonio, se llama “egoísmo”.
Una gran parte de los hombres y mujeres se casan por amor, pero luego viven el matrimonio con egoísmo. A las órdenes de ese monstruo que devora tanta felicidad en el hombre.
Salta a la vista el contraste entre el noviazgo y lo que sigue después: los novios se quieren, se buscan, se adoran, son capaces de grandes sacrificios por el ser querido, no se aburren, no se cansan y si alguna vez se pelean, con un perdón sincero y lágrimas, restauran el cariño y siguen adelante. Es decir, el amor supera todos los obstáculos.
Hay amor y por eso hay soluciones. Pero luego en el matrimonio dan la impresión de que ya no son capaces de perdonar, aceptarse y de seguir adelante a pesar de todas las dificultades del mundo.
Se aburren, se cansan, se hartan y se creen muy justificados echándose la culpa el uno y el otro.
Se casaron por amor, pero ahora viven de egoísmo. El vino bueno del primer amor se ha ido convirtiendo en vinagre.
El amor que no se cultiva, que no se estrena cada día, tiende a desaparecer. Alguien dijo: “No me da coraje el haber perdido el amor, sino que se haya ido poco a poco”.
Hay que pagar un precio. Se paga el teléfono y si no te lo cortan, pagas el gas o un día no enciende la estufa, cargas el tanque de gasolina, si no quieres quedarte tirado. Pero, ¿cuánto pagas por recargar tu matrimonio?
Impresiona ver los esfuerzos y sacrificios que realizan algunos por llevar un trabajo floreciente, y qué poco o casi nada de empeño ponen por llevar un matrimonio, no digo floreciente, sino un matrimonio con vida.
Me atrevo a suponer que su matrimonio y su familia les interesa mucho más que su trabajo.
¿Qué inversión haces cada día para aumentar el capital de felicidad dentro de tu hogar? ¿Estrenas cada día el matrimonio? ¿Desde cuándo no tienes un detalle con tu esposo o esposa? ¿El matrimonio es una fecha relevante para los dos? ¿Te preocupas por dar a tu pareja una agradable sorpresa? Por ejemplo: en la comida. Cuando están juntos, ¿disfrutan como viejos enamorados o procuran estar lo menos posible en compañía?
La pregunta clave para saber si quieres a tu pareja es: ¿Lo que más te importa es hacerlo feliz?
En cuestiones de amor sucede lo que con el dinero: “Cuánto más dinero pongas a producir en el banco, más intereses obtienes. Cuánto más inviertes en detalles, delicadezas, comprensión y en todo lo que se llama amor verdadero, más intereses de felicidad para los dos. Pero si de tu cuenta de ahorros sacas más de lo que inviertes, un día te quedarás en ceros”.
Honradamente, ¿cuánto invertiste ayer en la cuenta el amor?
El matrimonio se estrena cada día. El amor de hoy debe tener la frescura, la fuerza, la delicadeza del primer día. El matrimonio debe tener la fuerza del primer amor.
Diálogo con Cristo
Jesús, dame la coherencia de vida para manifestar mi fe con las obras, porque como católico, miembro de la Iglesia, mi testimonio de vida personal, familiar, social y profesional influye, para bien o para mal, en otras personas. Debo reflejar mi fe las veinticuatro horas del día, en todas partes y en cualquier situación. Te pido la gracia de una vida auténtica.
Propósito
El amor que se estrena es maravilloso, es el primer amor. Si tu quieres puedes estrenar cada día tu amor y convertirlo en un día de maravilla.
Dios hizo el matrimonio para que los hombres encontraran la felicidad en este mundo, pero la triste realidad es que muchos, por no decir demasiados matrimonios no sólo no encuentran la felicidad en él, sino la desesperación, la amargura y el fracaso. ¡Cuántos divorcios, infidelidades, quiebras por ahí, cuánta infelicidad!
En el matrimonio, si de algún modo se descubren las causas de los problemas, se podría poner la solución y, ciertamente, hay causas pequeñas que ayudan al fracaso, pero la causa grave, el verdadero verdugo del matrimonio, se llama “egoísmo”.
Una gran parte de los hombres y mujeres se casan por amor, pero luego viven el matrimonio con egoísmo. A las órdenes de ese monstruo que devora tanta felicidad en el hombre.
Salta a la vista el contraste entre el noviazgo y lo que sigue después: los novios se quieren, se buscan, se adoran, son capaces de grandes sacrificios por el ser querido, no se aburren, no se cansan y si alguna vez se pelean, con un perdón sincero y lágrimas, restauran el cariño y siguen adelante. Es decir, el amor supera todos los obstáculos.
Hay amor y por eso hay soluciones. Pero luego en el matrimonio dan la impresión de que ya no son capaces de perdonar, aceptarse y de seguir adelante a pesar de todas las dificultades del mundo.
Se aburren, se cansan, se hartan y se creen muy justificados echándose la culpa el uno y el otro.
Se casaron por amor, pero ahora viven de egoísmo. El vino bueno del primer amor se ha ido convirtiendo en vinagre.
El amor que no se cultiva, que no se estrena cada día, tiende a desaparecer. Alguien dijo: “No me da coraje el haber perdido el amor, sino que se haya ido poco a poco”.
Hay que pagar un precio. Se paga el teléfono y si no te lo cortan, pagas el gas o un día no enciende la estufa, cargas el tanque de gasolina, si no quieres quedarte tirado. Pero, ¿cuánto pagas por recargar tu matrimonio?
Impresiona ver los esfuerzos y sacrificios que realizan algunos por llevar un trabajo floreciente, y qué poco o casi nada de empeño ponen por llevar un matrimonio, no digo floreciente, sino un matrimonio con vida.
Me atrevo a suponer que su matrimonio y su familia les interesa mucho más que su trabajo.
¿Qué inversión haces cada día para aumentar el capital de felicidad dentro de tu hogar? ¿Estrenas cada día el matrimonio? ¿Desde cuándo no tienes un detalle con tu esposo o esposa? ¿El matrimonio es una fecha relevante para los dos? ¿Te preocupas por dar a tu pareja una agradable sorpresa? Por ejemplo: en la comida. Cuando están juntos, ¿disfrutan como viejos enamorados o procuran estar lo menos posible en compañía?
La pregunta clave para saber si quieres a tu pareja es: ¿Lo que más te importa es hacerlo feliz?
En cuestiones de amor sucede lo que con el dinero: “Cuánto más dinero pongas a producir en el banco, más intereses obtienes. Cuánto más inviertes en detalles, delicadezas, comprensión y en todo lo que se llama amor verdadero, más intereses de felicidad para los dos. Pero si de tu cuenta de ahorros sacas más de lo que inviertes, un día te quedarás en ceros”.
Honradamente, ¿cuánto invertiste ayer en la cuenta el amor?
El matrimonio se estrena cada día. El amor de hoy debe tener la frescura, la fuerza, la delicadeza del primer día. El matrimonio debe tener la fuerza del primer amor.
Diálogo con Cristo
Jesús, dame la coherencia de vida para manifestar mi fe con las obras, porque como católico, miembro de la Iglesia, mi testimonio de vida personal, familiar, social y profesional influye, para bien o para mal, en otras personas. Debo reflejar mi fe las veinticuatro horas del día, en todas partes y en cualquier situación. Te pido la gracia de una vida auténtica.
Propósito
El amor que se estrena es maravilloso, es el primer amor. Si tu quieres puedes estrenar cada día tu amor y convertirlo en un día de maravilla.
Viernes de la séptima semana del tiempo ordinario
San Arcángel Tadini, Beata María Crescencia Pérez, Beato Anton Durcovici
Leer el comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II: «Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia» (Ef 5,25)
Santiago 5,9-12.
Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta.
Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
Porque nosotros llamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Ustedes oyeron hablar de la paciencia de Job, y saben lo que hizo el Señor con él, porque el Señor es compasivo y misericordioso.
Pero ante todo, hermanos, no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni de ninguna manera: que cuando digan "sí", sea sí; y cuando digan "no", sea no, para no ser condenados.
Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor.
Porque nosotros llamamos felices a los que sufrieron con paciencia. Ustedes oyeron hablar de la paciencia de Job, y saben lo que hizo el Señor con él, porque el Señor es compasivo y misericordioso.
Pero ante todo, hermanos, no juren ni por el cielo, ni por la tierra, ni de ninguna manera: que cuando digan "sí", sea sí; y cuando digan "no", sea no, para no ser condenados.
Salmo 103(102),1-2.3-4.8-9.11-12.
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
No acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por los que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Marcos 10,1-12.
Jesús fue a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Se reunió nuevamente la multitud alrededor de él y, como de costumbre, les estuvo enseñando una vez más.
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre,
y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Se acercaron algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le plantearon esta cuestión: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer?".
El les respondió: "¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?".
Ellos dijeron: "Moisés permitió redactar una declaración de divorcio y separarse de ella".
Entonces Jesús les respondió: "Si Moisés les dio esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre,
y los dos no serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne.
Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Cuando regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre esto.
El les dijo: "El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra aquella;
y si una mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, también comete adulterio".
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
Leer el comentario del Evangelio por :
Concilio Vaticano II
Constitución dogmática sobre la Iglesia en el mundo actual «Gaudium et spes», § 48
El marido y la mujer, que por el pacto conyugal «ya no son dos, sino una sola carne», con la unión íntima de sus personas y actividades se ayudan y se sostienen mutuamente, adquieren conciencia de su unidad y lo logran cada vez más plenamente. Esta íntima unión, como mutua entrega de dos personas, lo mismo que el bien de los hijos, exigen plena fidelidad conyugal y urgen su indisoluble unidad.
Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme, nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejanza de su unión con la Iglesia (Ef 5,32). Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella (Ef 5,25).
El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios.
Cristo nuestro Señor bendijo abundantemente este amor multiforme, nacido de la fuente divina de la caridad y que está formado a semejanza de su unión con la Iglesia (Ef 5,32). Porque así como Dios antiguamente se adelantó a unirse a su pueblo por una alianza de amor y de fidelidad, así ahora el Salvador de los hombres y Esposo de la Iglesia sale al encuentro de los esposos cristianos por medio del sacramento del matrimonio. Además, permanece con ellos para que los esposos, con su mutua entrega, se amen con perpetua fidelidad, como Él mismo amó a la Iglesia y se entregó por ella (Ef 5,25).
El genuino amor conyugal es asumido en el amor divino y se rige y enriquece por la virtud redentora de Cristo y la acción salvífica de la Iglesia para conducir eficazmente a los cónyuges a Dios y ayudarlos y fortalecerlos en la sublime misión de la paternidad y la maternidad. Por ello los esposos cristianos, para cumplir dignamente sus deberes de estado, están fortificados y como consagrados por un sacramento especial, con cuya virtud, al cumplir su misión conyugal y familiar, imbuidos del espíritu de Cristo, que satura toda su vida de fe, esperanza y caridad, llegan cada vez más a su propia perfección y a su mutua santificación, y, por tanto, conjuntamente, a la glorificación de Dios.
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