martes, 7 de octubre de 2014

Con respecto al Sínodo sobre la Familia

Enhorabuena se celebrará el Sínodo de Obispos en torno al tema de la familia en el mes de octubre
 
Con respecto al Sínodo sobre la Familia
Con respecto al Sínodo sobre la Familia
Enhorabuena se celebrará el Sínodo de Obispos en torno al tema de la familia en el mes de octubre. Creo que nuestra Iglesia debe fortalecer su papel en torno a este tema. Con mucha humildad, como creyente me permito exponer algunos criterios relacionados con tan importante tema.

Generalmente la opinión pública se concentra en temas como el matrimonio en segundas nupcias de una manera un poco superficial y creo que la Iglesia está llamada a dar consejos doctrinales y evangélicos en torno a este espinoso tema, al igual que hacer muchas revisiones en torno a la anulación matrimonial.

Hace poco celebrábamos la muerte de Juan el Bautista. El mayor entre los profetas nominado así por el propio Jesucristo. El porqué de su muerte tiene que calar en la conciencia de la Iglesia con toda su profundidad: Por denunciar un adulterio.

Cuando un católico conforma una familia e incluso cuando cualquier ser humano de cualquier religión lo hace, tiene que comprender la trascendencia de su decisión ante su propia vida, ante su cónyuge y ante la vida de sus frutos, sus hijos, porque sus actos van a repercutir profundamente a ellos, incluso a la vida de la sociedad. Nuestro proceso de evangelización debe hacer mucho más énfasis en el tema.

Cuando una pareja tiene problemas matrimoniales muy generalmente se debe a que, de una u otra forma, no está cerca de Dios, no está viviendo según sus leyes y mandamientos, a veces ambos, a veces alguno de los dos. Si uno de los dos, si es fiel a Dios en todo sentido, su tarea más importante como cónyuge es orar y ofrecer todo por la conversión de su cónyuge porque es su mayor esperanza de llegar algún día a Dios.

Yo soy Orientadora Familiar y he prestado alguna asesoría o acompañamiento a algunas parejas de una parroquia. Muy generalmente las parejas con problemas incumplen las leyes de Dios o las han incumplido, adulterio, mentiras, fornicación, envidias, etc. Cuando esas parejas se abren al amor de Dios en sus vidas, buscan su perdón, encuentran un bálsamo y muchas posibilidades de mejorar la convivencia. Algunas de las parejas que atendí, venían de visitas al psicólogo que no les daba esperanzas de sobrevivencia a la pareja y vi cómo apenas le abren el corazón a Dios, dispuestos a obedecerlo, todas las heridas se curan y la familia se fortalece.

Estoy muy preocupada con el tema de la nulidad matrimonial, considero que en muchos casos está siendo usada como vía de escape para no tener una verdadera conversión y a mi manera de ver, muchas veces es un divorcio disfrazado, incluso con peores consecuencias para la pareja y los hijos que el divorcio. Los hijos de matrimonios declarados nulos, generalmente tienen un resentimiento con nuestra Iglesia por no haber sido garantes de su familia. Los cónyuges que han acudido a la nulidad muchas veces acomodan su verdadera realidad para conseguirla y descalifican a su pareja lo que también causa heridas en sus almas. Los laicos que están participando y a veces los sacerdotes, no le ven la trascendencia a lo que están haciendo y a veces son muy superficiales en los procedimientos.

A veces incluso, el mismo que hace de abogado defensor de alguno de los cónyuges colabora con el sacerdote como voluntario en los procesos, viciando la imparcialidad.

Fui citada como testigo en una nulidad, yo estaba siendo testigo de la esposa quien defendía su vínculo, pude evidenciar lo que estoy afirmando además de los múltiples casos que me ha tocado ver de cerca.

Sé que no podemos juzgar a las personas, solo Dios conoce nuestras almas, nuestros motivos, nuestras posibilidades de santidad. Pero eso no nos puede llevar a la ligereza con que, cada vez más, se trata este tema. Nuestra Iglesia siempre tiene que velar porque las enseñanzas de Jesús se pongan en práctica para bien de las almas, bien de las familias, bien de la sociedad y bien de la Iglesia. He visto promover por sacerdotes las nulidades desde noticieros, desde púlpitos, eso me parece que hiere profundamente a nuestra Iglesia, a la sociedad, a las familias y a las almas.

Creo que debemos hacer un buen acto de contrición en este tema. Fortalecer la educación para la vida de familia ordenada según la ley de Dios. Ya en los colegios, ni siquiera en los católicos, se atreven a educar en este sentido a los jóvenes, para no herir susceptibilidades por tantas situaciones irregulares en las familias. Fortalecer la educación de las virtudes cristianas. Fortalecer la preparación al matrimonio. Hacer un acompañamiento más cercano a las parejas de casados. Dejar los procesos de nulidad solo a casos muy, pero muy extremos, en los que con uso de la fuerza o el engaño, se realiza el matrimonio. El proceso no debía ser iniciado por abogados sino por sacerdotes que hagan un verdadero examen de conciencia antes de recibir la declaración tanto de los cónyuges como de los testigos.

Creo que nos llegó la hora de levantar la voz y llamar a las jóvenes o a terceros, a no meterse en medio de los matrimonios, casos muy frecuentes hoy en día, llamándole al adulterio por su nombre como lo hiciera San Juan Bautista y haciendo una cruzada con mucho amor por la reconciliación de las parejas unidas en matrimonio. La gran mayoría de matrimonios rotos que nos toca ver a nuestro lado tienen su origen en la concupiscencia, en la falta de compromiso y en la falta de entrega. Estamos en la cultura del enamoramiento, en la que lo equiparamos con el amor y es necesario por nuestra parte hacer todos los esfuerzos necesarios para llamar al pan, pan y al vino, vino, porque podemos estar contribuyendo con la confusión.

Incluso quienes tienen conformada una familia de hecho, que no han bendecido ante Dios, que sepan que van en contra de las leyes morales cuando comienzan una nueva, desconociendo a su familia. A veces comienzan una nueva incluso frente a la Iglesia, hiriendo a los hijos, a la compañera o compañero permanente con los que habían constituido un hogar. El llamado de la Iglesia debe ser a santificar esa realidad acudiendo al sagrado vínculo del Sacramento Matrimonial.
Otro esfuerzo importante es el del fortalecimiento a la vida conyugal, fortaleciendo la fe, el acercamiento a Dios de las parejas ofreciéndoles muchos medios de crecimiento espiritual. Dios nos ilumine y nos de su Sabiduría para que abordemos estos temas con la profundidad que merecen.

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