Milagros eucarísticos
Milagro eucarístico que se expone a los fieles los días 29 de septiembre y 28 de octubre de cada año
La leyenda de la Sagrada Forma
En la sacristía del Convento del Real Monasterio de El Escorial se guarda una singular reliquia: La Sagrada Forma, que tiene cuatro siglos de antigüedad y que se expone a los fieles dos días al año, el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 28 de octubre (día de San Simón y San Judas). Esta reliquia entró en el Monasterio el 7 de noviembre de 1597 procedente de la ciudad alemana de Gorcum.
La Iglesia de Gorcum había sido profanada por un grupo armado de protestantes, llamados "zeeguezen" o "mendigos del mar", que habían pisoteado las Sagradas Formas. Ante el asombro de los soldados, una de las obleas sagradas comenzó a sangrar tras haber sido aplastada con la suela claveteada de una bota militar. La noticia de este milagroso suceso pronto se extendió por toda Alemania. Tras pasar por diversos dueños, la Sagrada Forma fue trasladada a Viena por Fernando Weidmer, capitán del ejército del emperador Rodolfo II, a través de cuyos descdendientes llegó a España. Hoy en día todavía pueden verse en esta reliquia las marcas de la bota del soldado bordeadas por unas difusas manchas de color rojizo.
Otra versión de los hechos es la siguiente: en el siglo XVII la Basílica fue profanada por las tropas del Duque de Medina Sidonia y cuenta la leyenda que uno de sus soldados pisó la Sagrada Forma que comenzó a manar sangre. El soldado, muy impresionado por el milagro que acababa de presenciar, ingresó en un convento de franciscanos. Se dice que incluso el Rey Carlos II se vio obligado a crear el Altar de la Sagrada Forma por exigencia del papa Inocencio XI como condición para levantar la excomunión que sufrían parte de los nobles que formaban la Junta de Gobierno por la profanación que del Duque de Medina Sidonia y sus partidarios de este Templo.
Imagen
Titulo: La Sagrada Forma, 1685-90
Caracteristicas: Oleo sobre lienzo
En 1683 Carlos II nombra a Claudio Coello pintor del rey. En un principio no le hizo numerosos encargos hasta que, en 1685, el artista inicie este enorme lienzo para la sacristía de la Basílica de El Escorial. En tan magno encargo empleó cinco años, al estar firmado en 1690, siendo ese año expuesto por primera vez. La obra fue realizada para conmemorar el acto de arrepentimiento de Carlos II y su junta de gobierno ante la Sagrada Forma de Gorkum, en el altar de la sacristía de El Escorial en 1684. Fue Ricci quien realizó los primeros bocetos del encargo, sustituido por Coello al fallecer aquél. Dentro del artificio barroco, el artista ha prolongado la perspectiva de la sacristía en un espacio imaginario al emplear una serie de arcos en profundidad, siguiendo la misma decoración de la sala en la que se coloca el lienzo. Es decir, casi reproduce la sacristía a la que sirve de fondo, empleando como plano final una serie de cuadros. Pero la gran preocupación de Coello es representar la escena con el mayor realismo posible, realizando un magnífico conjunto de retratos, totalmente enérgicos, de la sociedad nobiliaria de la época. Así vemos a Carlos II arrodillado; el padre F. de los Santos, historiador del Monasterio, con la reliquia en las manos; el Duque de Medinaceli; el Duque de Pastrana; el Conde de Baños; el Marqués de Puebla o el propio pintor; el joven representado en primer término es el hijo de los Duques de Alba. Sólo se introducen algunos ángeles y figuras alegóricas para mitigar la veracidad de la composición. Al realismo de los rostros debemos añadir la veraz reproducción de los accesorios: los candelabros, las telas, los bordados, las alfombras, etc. La luz que se introduce por los lunetos ilumina perfectamente la escena, pero no produce la sensación atmosférica que había conseguido Velázquez con Las Meninas. Más bien, se aprecian ecos de Rubens y Van Dyck en las tonalidades brillantes empleadas. Quizá lo más curioso del cuadro sea que se trata de una pantalla o velo con el que se protege el camarín de la Sagrada Forma, que sólo será descubierto en ocasiones extraordinarias. Cuando esto ocurre, el cuadro desciende deslizándose por unos rieles y desaparece en su totalidad.
En la sacristía del Convento del Real Monasterio de El Escorial se guarda una singular reliquia: La Sagrada Forma, que tiene cuatro siglos de antigüedad y que se expone a los fieles dos días al año, el 29 de septiembre (día de San Miguel) y el 28 de octubre (día de San Simón y San Judas). Esta reliquia entró en el Monasterio el 7 de noviembre de 1597 procedente de la ciudad alemana de Gorcum.
La Iglesia de Gorcum había sido profanada por un grupo armado de protestantes, llamados "zeeguezen" o "mendigos del mar", que habían pisoteado las Sagradas Formas. Ante el asombro de los soldados, una de las obleas sagradas comenzó a sangrar tras haber sido aplastada con la suela claveteada de una bota militar. La noticia de este milagroso suceso pronto se extendió por toda Alemania. Tras pasar por diversos dueños, la Sagrada Forma fue trasladada a Viena por Fernando Weidmer, capitán del ejército del emperador Rodolfo II, a través de cuyos descdendientes llegó a España. Hoy en día todavía pueden verse en esta reliquia las marcas de la bota del soldado bordeadas por unas difusas manchas de color rojizo.
Otra versión de los hechos es la siguiente: en el siglo XVII la Basílica fue profanada por las tropas del Duque de Medina Sidonia y cuenta la leyenda que uno de sus soldados pisó la Sagrada Forma que comenzó a manar sangre. El soldado, muy impresionado por el milagro que acababa de presenciar, ingresó en un convento de franciscanos. Se dice que incluso el Rey Carlos II se vio obligado a crear el Altar de la Sagrada Forma por exigencia del papa Inocencio XI como condición para levantar la excomunión que sufrían parte de los nobles que formaban la Junta de Gobierno por la profanación que del Duque de Medina Sidonia y sus partidarios de este Templo.
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Titulo: La Sagrada Forma, 1685-90
Caracteristicas: Oleo sobre lienzo
En 1683 Carlos II nombra a Claudio Coello pintor del rey. En un principio no le hizo numerosos encargos hasta que, en 1685, el artista inicie este enorme lienzo para la sacristía de la Basílica de El Escorial. En tan magno encargo empleó cinco años, al estar firmado en 1690, siendo ese año expuesto por primera vez. La obra fue realizada para conmemorar el acto de arrepentimiento de Carlos II y su junta de gobierno ante la Sagrada Forma de Gorkum, en el altar de la sacristía de El Escorial en 1684. Fue Ricci quien realizó los primeros bocetos del encargo, sustituido por Coello al fallecer aquél. Dentro del artificio barroco, el artista ha prolongado la perspectiva de la sacristía en un espacio imaginario al emplear una serie de arcos en profundidad, siguiendo la misma decoración de la sala en la que se coloca el lienzo. Es decir, casi reproduce la sacristía a la que sirve de fondo, empleando como plano final una serie de cuadros. Pero la gran preocupación de Coello es representar la escena con el mayor realismo posible, realizando un magnífico conjunto de retratos, totalmente enérgicos, de la sociedad nobiliaria de la época. Así vemos a Carlos II arrodillado; el padre F. de los Santos, historiador del Monasterio, con la reliquia en las manos; el Duque de Medinaceli; el Duque de Pastrana; el Conde de Baños; el Marqués de Puebla o el propio pintor; el joven representado en primer término es el hijo de los Duques de Alba. Sólo se introducen algunos ángeles y figuras alegóricas para mitigar la veracidad de la composición. Al realismo de los rostros debemos añadir la veraz reproducción de los accesorios: los candelabros, las telas, los bordados, las alfombras, etc. La luz que se introduce por los lunetos ilumina perfectamente la escena, pero no produce la sensación atmosférica que había conseguido Velázquez con Las Meninas. Más bien, se aprecian ecos de Rubens y Van Dyck en las tonalidades brillantes empleadas. Quizá lo más curioso del cuadro sea que se trata de una pantalla o velo con el que se protege el camarín de la Sagrada Forma, que sólo será descubierto en ocasiones extraordinarias. Cuando esto ocurre, el cuadro desciende deslizándose por unos rieles y desaparece en su totalidad.
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