lunes, 20 de octubre de 2014

APOLOGÉTICA (Defensa de la Fe)


Proselitismo religioso 
Es un hecho que no todos buscamos la unidad. Aun más: la nota dominante en América Latina no es el ecumenismo, sino el proselitismo religioso más descarado. Proselitismo de parte de las sectas, los nuevos movimientos religiosos, los nuevaerianos (New Age), las religiones no cristianas y las mismas iglesias históricas, cuya membresía muchas veces está constituida por ex católicos.
¿Qué hacer, entonces, frente a esta realidad? ¿Quedarnos con los brazos cruzados, soñando con el ecumenismo y dejando que se lleven a nuestros hermanos sin siquiera mover un dedo? En esta situación, ¿es suficiente la receta ecuménica? ¿O hay que buscar otro camino para enfrentar con sano realismo el problema del pluralismo religioso?

Defensa de la Fe 
No tenemos que ser ingenuos. No podemos hablar de paz, cuando nos están atacando. Tenemos que defendernos. ¿Cómo? Fortaleciendo de tal manera la fe de nuestros hermanos más débiles que no se dejen confundir y arrastrar por los grupos proselitistas. ¿Y cómo lograr esto? Aclarando nuestra identidad como católicos (somos en plenitud la Iglesia fundada por Cristo); haciendo notar nuestra estrecha relación con la misma Biblia (fue la misma Iglesia Católica que estableció el canon bíblico) y dando una respuesta a los que tratan de confundirnos con sus ataques.
Estén dispuestos a dar una respuesta a todo el que les pida razón de su esperanza. Pero háganlo con dulzura y respeto. Mantengan una buena conciencia, para que aquello mismo que les echan en cara, sirva de confusión a quienes critiquen su buena conducta en Cristo (1Pe 3, 15-16).
Haciendo esto, estamos ayudando a nuestros hermanos más débiles a permanecer firmes en la fe católica, sin dejarse perturbar por la presencia de los grupos proselitistas. Ahora bien, ¿hay algo de malo en todo esto?¿Acaso el buen pastor no tiene que defender a sus ovejas ante la amenaza de los lobos?
Yo soy el buen pastor.
El buen pastor da la vida por las ovejas.
Pero el asalariado, que no es pastor,
a quien no pertenecen las ovejas,
ve venir al lobo,
abandona las ovejas y huye,
y el lobo hace presa en ellas y las dispersa,
porque es asalariado
y no le importan las ovejas (Jn 10, 11-13).

Apologética y Ecumenismo:
dos caras de la misma medalla
 
Por otro lado, no hay oposición entre el ecumenismo y la apologética; más bien, hay complementariedad. Con los que están dispuestos a dialogar, hay que dialogar, y con los que atacan, hay que estar preparados para defenderse.
En efecto, lo que nos importa es el problema de la unidad: unidad que hay que preservar (apologética) y unidad que hay que recuperar (ecumenismo). A problemas diferentes, soluciones diferentes. Mejor prevenir el incendio, que apagarlo; mejor prevenir la enfermedad, que curarla.
De todos modos, sea para defender la propia fe con relación a los que la ponen en peligro, sea para dialogar con los que buscan la unidad, es siempre necesario conocer la propia identidad  y la propia doctrina como católicos. En realidad, la ignorancia nunca ha sido  una buena consejera.
¿Qué pasa cuando alguien se siente atacado en la fe y no sabe qué contestar? Se vuelve nervioso y agresivo, o empieza a dudar. Lo mismo pasa cuando alguien se pone a dialogar, sin conocer la propia fe: en lugar de expresar con fidelidad lo que es y enseña la Iglesia  Católica, presenta una visión distorsionada de la realidad, perjudicando, más que favoreciendo la causa de la unidad.
Solución: conocer, amar, vivir, compartir y defender la propia fe. Con respeto, seguridad y firmeza. Si los demás aceptan, qué bueno; si no les gusta, es su problema. Por otro lado, la experiencia enseña que, cuando alguien está preparado, vive tranquilo. Los demás lo dejan en paz. Al contrario, cuando alguien no está preparado, todos lo buscan y tratan de conquistarlo. Y muchas veces lo logran. Ojo, mucho ojo, entonces.

Declaración «Dominus Iesús»:
piedra de toque de la autenticidad católica
 
Se trata de una Declaración de la Congregación para la doctrina de la fe sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, publicada el día 6 de agosto de 2000. Representa la quintaesencia de la doctrina tradicional de la Iglesia Católica acerca del papel único, necesario y universal de Cristo y su Iglesia en orden a la salvación de todos los hombres.
¿Su finalidad? Aclarar las enormes confusiones, surgidas a raíz del diálogo ecuménico e interreligioso. Al ver la meta de la unidad y la comprensión muy lejana y difícil de alcanzarse, muchos optaron por eliminar lo que consideraron como el obstáculo principal para lograr un objetivo tan noble: el papel único y definitivo de la Revelación cristiana, Jesucristo y la Iglesia. En su lugar, hablaron de Revelaciones paralelas presentes en las diferentes experiencias religiosas, distintos tipos de mediadores juntamente con Cristo y de la Iglesia de Cristo como el conjunto de todas las iglesias u organizaciones cristianas.
Algo realmente inaudito y totalmente ajeno al sentir de la Iglesia a lo largo de dos mil años de historia. Las reacciones que se suscitaron al darse a conocer la Declaración «Dominus Iesus», dan una idea de cuán lejos se ha ido en asuntos de tanta importancia para la vida de la Iglesia. Ojalá que con el tiempo y la buena voluntad de todos, las aguas regresen a su cauce normal. 
A continuación, presentamos un resumen del documento:
- Revelación
Según algunos, cada religión contiene parte de la  revelación, es decir de la manifestación de Dios con su plan de salvación. Pues bien, no es así. La Declaración «Dominus Jesús» aclara que «en Jesucristo se da la plena y completa revelación del plan salvífico de Dios» (6). 

- Fe y creencia
¿Cómo hay que responder a esta revelación de Dios? Mediante la «obediencia de la fe (Rom 1, 5: Cf. Rom 16,26; 2Cor 10,5-6), por la cual el hombre se confía libre y totalmente a Dios» (Dei Verbum, 5).
¿Cómo se consigue la fe? Es un don de Dios. «Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da  ‘a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad’» (Dei Verbum, 5). Mediante el don de la fe, el hombre acepta a Dios con todo lo que Él decide manifestar. 
Al contrario, el contenido de las demás religiones es fruto del esfuerzo del hombre por conocer a Dios. Se trata de experiencias del hombre, que busca a Dios. Por eso se habla de creencias, cuyo contenido no alcanza la plenitud de la verdad, estando siempre mezclado con el error.
- Sagrada Escritura 
Según la enseñanza católica, solamente los libros del Antiguo y el Nuevo Testamento están inspirados por el Espíritu Santo y por lo tanto «tienen a Dios como autor... enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras de nuestra salvación» (Dei Verbum, 11).
Los textos sagrados de las demás religiones no cuentan con este carisma de la inspiración, aunque contengan «elementos gracias a los cuales multitud de personas a través de los siglos han podido y todavía hoy pueden alimentar y conservar su relación religiosa con Dios» (8), elementos de bondad y gracia concedidos por el mismo Dios y que conducen hacia Cristo, donde encuentran su plenitud.
- Jesucristo
No es una de las tantas manifestaciones de Dios, ni la principal. No tiene nada que ver con Buda, Mahoma u otros fundadores de religiones. «Debe ser, en efecto, firmemente creída la doctrina de fe que proclama que Jesús de Nazaret, hijo de María, y solamente él, es el Hijo y Verbo del Padre» (10).
«El Magisterio de la Iglesia, fiel a la revelación divina, reitera que Jesucristo es el mediador y el redentor universal... Esta mediación salvífica también implica la unicidad del sacrificio redentor de Cristo, sumo y eterno sacerdote» (11).
«La acción salvífica de Jesucristo, con y por medio de su Espíritu, se extiende más allá de los confines visibles de la Iglesia y alcanza a toda la humanidad» (12).
«Jesucristo tiene, para el género humano y su historia, un significado y un valor singular y único, sólo de él propio, exclusivo, universal y absoluto. Jesús es, en efecto, el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos» (15).
-La Iglesia Católica
 es la Iglesia de Cristo
«En conexión con la unicidad y universalidad de la mediación salvífica de Jesucristo, debe ser firmemente creída como verdad de fe católica la unicidad de la Iglesia por él fundada. Existe una continuidad histórica - radicada en la sucesión apostólica - entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia Católica» (16).
«Fuera de su estructura visible pueden encontrarse muchos elementos de santificación y de verdad» (Juan Pablo II, Ut unum sint, 13), «ya sea en las Iglesias que en las Comunidades eclesiales separadas de la Iglesia Católica. Sin embargo, respecto a estas últimas, es necesario afirmar que su eficacia ‘deriva de la misma plenitud de gracia y verdad que fue confiada a la Iglesia Católica’ (Unitatis Redintegratio, 3)» (16).
— Iglesias separadas. 
Cuentan con la sucesión apostólica y la Eucaristía. No aceptan el Primado de Pedro. «También en estas Iglesias está presente y operante la Iglesia de Cristo» (17).
— Comunidades eclesiales separadas. 
No cuentan con la sucesión apostólica y por lo tanto no cuentan tampoco con la Eucaristía. «Los bautizados en estas comunidades por el bautismo han sido incorporados a Cristo y, por lo tanto, están en una cierta comunión, si bien imperfecta, con la Iglesia» (17).
- Reino de Dios
La misión de la Iglesia es «anunciar el Reino de Cristo y de Dios, establecerlo en medio de todas las gentes; (la Iglesia) constituye en la tierra el germen y el principio de este Reino» (Lumen Gentium, 5). «El Reino de Dios que conocemos por la Revelación, no puede ser separado ni de Cristo ni de la Iglesia» (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 18).
- Religiones 
«La Iglesia es ‘sacramento universal de salvación’ (Lumen Gentium, 48) porque siempre unida de modo misterioso y subordinado a Jesucristo el Salvador, su Cabeza, tiene una relación indispensable con la salvación de cada hombre» (20). 
¿Cómo en la práctica Dios, mediante la Iglesia, Cuerpo Místico de Cristo y su instrumento de salvación, interviene en la vida de los individuos no cristianos? «Por caminos que Él sabe» (Ad Gentes, 7).
«Queda claro que sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones... Ciertamente, las diferentes tradiciones religiosas contienen y ofrecen elementos de religiosidad, que proceden de Dios (Ad Gentes, 11)... De hecho algunas oraciones y ritos pueden asumir el papel de preparación evangélica (Catecismo de la Iglesia Católica, 843)...
A ellas, sin embargo no se les puede atribuir un origen divino... Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (Cf. 1Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 55) (21).
Con la venida de Jesucristo Salvador, Dios ha establecido la Iglesia para la salvación de todos los hombres (Cf. Hech 17,30-31; Lumen Gentium, 17)... Si bien es cierto que los no cristianos pueden recibir la gracia divina, también es cierto que objetivamente se hallan en una situación gravemente deficitaria si se compara con la de aquellos que, en la Iglesia, tienen la plenitud de los medios salvíficos (Pío XII, Mistici Corporis, DS 3821). 
Sin embargo, es necesario recordar ‘a los hijos de la Iglesia que su excelsa condición no deben atribuirla a sus propios méritos, sino a una gracia especial de Cristo; y si no responden a ella con el pensamiento, las palabras y las obras, lejos de salvarse, serán juzgados con mayor severidad’ (Lumen Gentium, 14)» (22).
- Misión
«Esta autorrevelación definitiva de Dios es el motivo fundamental por el que la Iglesia es misionera por naturaleza. Ella no puede dejar de proclamar el Evangelio, es decir, la plenitud de la verdad que Dios nos ha dado a conocer sobre sí mismo» (Juan Pablo II, Redemptoris Missio, 5).
«La misión ad gentes, también en el diálogo interreligioso, ‘conserva íntegra, hoy como siempre, su fuerza y su necesidad’ (Ad gentes, 7)...  La Iglesia, guiada por la caridad  y el respeto de la libertad (Dignitatis Humanae, 1), debe empeñarse primariamente en anunciar a todos los hombres la verdad definitivamente revelada por el Señor, y a proclamar la necesidad de la conversión a Jesucristo y la adhesión a la Iglesia a través del bautismo y los otros sacramentos, para participar plenamente de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por otra parte, la certeza de la voluntad salvífica de Dios no disminuye sino aumenta el deber y la urgencia del anuncio de la salvación y la conversión al Señor Jesucristo» (22).
Conclusión 
¿Quién dijo que la apologética ya pasó de moda? Hoy más que nunca la defensa de la fe se hace una tarea urgente, teniendo en cuenta los peligros a los que se tiene que enfrentar el creyente dentro y fuera de la Iglesia. La Declaración «Dominus Iesus» representa un ejemplo de valentía al respecto.
A trabajar todos, entonces, con valor, en la línea de los grandes apologistas del pasado, empezando desde los primeros siglos de la Iglesia

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