lunes, 20 de octubre de 2014

ECUMENISMO



SEPARACIÓN, BÚSQUEDA DE LA UNIDAD Y DEFENSA DE LA FE.



El escándalo de la división 
Pasados los momentos de las pasiones, todos los cristianos, católicos, ortodoxos y protestantes, empezaron a tomar conciencia del grave escándalo representado por la división.
Donde este escándalo se hizo más patente, fue en las misiones. Muchos contestaban a quienes les predicaban la Palabra de Dios: «Antes de hablarnos a nosotros de Cristo, pónganse de acuerdo entre ustedes». Así las palabras de Cristo: «Que todos sean una sola cosa... para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21), adquirían una palpitante actualidad.

Conversiones de Anglicanos 
Es un hecho que las sectas que surgieron en los primeros siglos de la Iglesia, pronto desaparecieron, como ramas cortadas del árbol, que se secan y mueren.
Fue precisamente esta constatación que llevó, entre el 1841 y en 1846, a sesenta ministros anglicanos a regresar a la Iglesia Católica. Estaban estudiando los documentos de la Iglesia de los primeros siglos, cuando se dieron cuenta de la identidad entre ella y la Iglesia Católica y de la grande similitud entre las sectas de aquel tiempo y las sectas surgidas del protestantismo. La conclusión fue lógica: regresar a la Iglesia Católica.
Poco después (1847) le tocó el turno al investigador y pastor anglicano John Henry Newman (1801-1890), que se convirtió al catolicismo con 22 ministros y 11 profesores de las universidades de Oxford y Cambridge. Entre éstos, destacan las figuras del Padre S.W. Faber, grande escritor inglés, y de Henry Edward Manning (1808-1892), que era arzobispo anglicano de Westminster y a la muerte de su esposa pasó al catolicismo, se hizo sacerdote y llegó a ser cardenal como el mismo Newman.
Este flujo de ministros anglicanos hacia la Iglesia Católica nunca se interrumpió. Se calcula que desde la muerte del cardenal John Henry Newman hasta el 1935 pasaron al catolicismo unos 900 eclesiásticos anglicanos. Últimamente cada año ha habido un promedio de 12 mil anglicanos que han pasado a la Iglesia Católica. Por lo general se trata de personas cultas, que llegan a tomar esta decisión después de largos estudios y un verdadero proceso de maduración cristiana. Recordamos solamente los nombres de dos grandes escritores: Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) y Sigrid Undset (1882-1949), premio Nóbel de literatura (1928).

Movimiento Ecuménico 
El Congreso Misionero de Edimburgo (Escocia) de 1910 fue la base del movimiento ecuménico, que precisamente surgió en ambiente protestante y en un contexto misionero, por la necesidad de presentar un frente unido en los países paganos.
Las tres grandes figuras que pusieron las bases del ecumenismo protestante, fueron:
1.- Carlos Brent.
Era episcopaliano canadiense, con experiencia misionera en Filipinas. En 1927 reunió en Lausana (Suiza) una conferencia, que dio origen al movimiento FE y CONSTITUCION. Su objetivo era unificar la doctrina.
2.- Natan Söiderblom.
Era obispo luterano de Upsala (Suecia). Trató de enfocar la unidad de los cristianos bajo el aspecto práctico y no doctrinal, puesto que «la teología divide, pero la acción unifica». Buscaba la colaboración en actividades prácticas como camino para llegar a la unidad. En el Congreso de Estocolmo de 1925 fundó el Movimiento VIDA Y ACCION.
3.- Juan Mott.
Era metodista, enamorado del ecumenismo. Su lema fue:      «Mediante la acción unida de todos, demos muestra de que el ecumenismo es una realidad, dejando a la Providencia manifestarnos el camino a seguir». En 1946 recibió el Premio Nóbel de la Paz y fue presidente vitalicio del Consejo Ecuménico.
Consejo Ecuménico de las Iglesias
Nació el 23 de agosto de 1948 en la Asamblea de Ámsterdam (Holanda), con la participación de 147 Iglesias Protestantes y algunas Ortodoxas. Su sede permanente está en Ginebra (Suiza). Tiene reuniones cada seis años y está encabezado por un presidente vitalicio y seis presidentes efectivos.
No es una Súper-Iglesia ni representa a la Iglesia Universal. Quiere ser un «órgano de la unidad». Para que una Iglesia sea admitida, se le exige la aceptación de Cristo Jesús como Dios y como Salvador. Ni se le exige la fe en la Trinidad. Es un instrumento para favorecer los contactos entre las distintas denominaciones y con la misma Iglesia Católica.
Se divide en dos sectores que, al mismo tiempo representan dos corrientes con enfoques distintos:
1. - Fe y Constitución.
Se dedica a los estudios teológicos y representa el ala conservadora.
2. -Vida y Acción. 
Se dedica a las misiones, a la propaganda, a las iniciativas en favor de la juventud, los derechos humanos, etc. y representa el ala liberal. Para los que trabajan en este sector, cualquier teología es buena, si acerca a Cristo. Consideran que la acción es el camino para la unidad.

Ecumenismo católico 
Siempre en el corazón de los católicos la separación de los ortodoxos, los anglicanos y los protestantes fue vista como una herida profunda infligida a la Iglesia de Cristo.
Las iniciativas concretas en favor de la unidad de los cristianos, empezaron contemporáneamente a las de los protestantes y los anglicanos.
1.- Diálogos de Malinas.
En 1925 se organizaron encuentros entre el cardenal Mercier, arzobispo de Malinas y primado de Bélgica, y los anglicanos. Fue el primer diálogo oficial y sirvió para despertar entre los católicos el interés práctico por la unidad de los cristianos.
2.- Una Sancta.
En 1930 el Padre José Metzger fundó la asociación «Una Sancta», con el objetivo de fomentar el ecumenismo.
3.- Octavario por la Unión de los Cristianos.
Fue fundada por el P. Watson, un protestante convertido al catolicismo. Consiste en dedicar cada año ocho días de oraciones y estudio en favor de la unión de los cristianos, del 18 de enero al 25. Actualmente este octavario ha adquirido dimensiones mundiales.
4.- Secretariado para la Unión de los Cristianos.
Fue fundado por el papa Juan XXIII y puesto bajo la presidencia del cardenal Agustín Bea, el año 1960. Es el organismo católico por excelencia para promover la unión de los Cristianos.
5.- Decreto conciliar sobre el Ecumenismo
Presenta las bases doctrinales y las líneas de acción práctica del ecumenismo católico. El título oficial es: «Unitatis Redintegratio» (restauración de la unidad) y fue promulgado por el papa Paulo VI el 21 de Noviembre de 1964, durante la celebración del Concilio Ecuménico Vaticano II, del cual representa uno de los frutos más hermosos.
He aquí algunos de los puntos más sobresalientes:
«Promover la restauración de la unidad entre todo los cristianos es uno de los principales propósitos del Concilio Ecuménico Vaticano II. Porque una sola es la Iglesia fundada por Cristo Señor; muchas son, sin embargo, las Comuniones cristianas que a sí mismas se presentan ante los hombres como la verdadera herencia de Jesucristo; todo se confiesan discípulos del Señor, pero sienten de modo distinto y siguen caminos diferentes, como si Cristo mismo estuviera dividido (1Cor 1,13). Esta división contradice abiertamente a la voluntad de Cristo, es un escándalo para el mundo y daña a la causa santísima de la predicación del Evangelio a todos los hombres» (UR, No. 1).
«Ya desde los comienzos surgieron escisiones en esta una y única Iglesia de Dios (1Cor 11,18-19; Gál 1, 6-9; 1Jn 2,18-19), las cuales reprueba gravemente el Apóstol como condenable 1Cor1,11ss.22); y en siglos posteriores nacieron disensiones más amplias, y comunidades no pequeñas se separaron de la plena comunión de la Iglesia Católica, a veces no sin culpa de los hombres de una y otra parte. Sin embargo, quienes ahora nacen en estas Comunidades y se nutren con la fe de Cristo no pueden ser acusados de pecado de separación, y la Iglesia los abraza con fraterno respeto y amor. Porque éstos, que creen en Cristo y recibieron debidamente el bautismo, están en una cierta comunión con la Iglesia Católica, aunque no perfecta. (...)
Justificados en el bautismo por la fe, están incorporados a Cristo, y por tanto, con todo derecho se honran con el nombre de cristianos, y los hijos de la Iglesia Católica los reconocen, con razón, como hermanos en el Señor?»(U.R., No.3).
«Por ‘Movimiento Ecuménico’ entendemos las actividades e iniciativas que, según las varias necesidades de la Iglesia y las características de la época, se suscitan y se ordenan a favor de la unidad de los cristianos» (U.R., No.4).
En un plan concreto, el Concilio invita a «eliminar palabras, juicios y acciones que no respondan, según la justicia y la verdad, a la condición de los hermanos separados, y que, por lo mismo, hacen más difíciles las relaciones mutuas con ellos» (U.R., No. 4); exhorta al «diálogo entablado entre peritos bien preparados»(U.R., No.7) y «la oración unánime» (U. R., No. 8), como medios para lograr la unidad, y alentar hacia un esfuerzo común para buscar «los remedios contra las desgracias de nuestra época, como son el hambre y las calamidades, el analfabetismo y la miseria, la escasez de viviendas y la injusta distribución de los bienes»(U. R., No. 12).
6.- Asociación «Ut unum sint».
Son palabras tomadas de Jn 17,21 y significan: «Que sean una sola cosa». Es una asociación fundada por la Sagrada Congregación del Concilio y tiene como finalidad promover la unidad de todos los cristianos en la única Iglesia de Cristo, según el espíritu de la oración sacerdotal de Cristo en la vigilia de su pasión.
7.- Encuentros ecuménicos de los papas.
Aparte del hecho que al Concilio asistieron observadores de las Iglesias ortodoxa, anglicana, luterana, reformada, metodista, cuáquera, etc. los papas no han desperdiciado ninguna oportunidad para estrechar más los contactos entre la Iglesia Católica y las demás confesiones.
En 1960 el doctor Fisher, arzobispo anglicano de Canterbury, visitó a Juan XXIII; en 1962 lo hizo el doctor Craig, presbiteriano. En 1963 Paulo VI se encontró con el patriarca ortodoxo Atenágoras. En 1965 Roma y Constantinopla se levantaron mutuamente las excomuniones lanzadas en 1054. En 1966 Paulo VI dialogó con el doctor Ramsey, sucesor de Fisher.
Es costumbre del papa Juan Pablo II, en todos sus viajes, orar en común con los representantes de los hermanos separados. En Ghana recibió al arzobispo anglicano de Canterbury (Inglaterra), el doctor Robert Runcie, y en el Vaticano recibió a Elías II, patriarca ortodoxo de Georgia. En 1980 se reunieron en Patmos (Grecia) representantes de católicos y ortodoxos, etc.
8.- Encuentros ecuménicos de oración.
En Taizé (Francia), el hermano protestante Rogier Schutz dirige una comunidad de oración interdenominacional. De vez en cuando organiza encuentros internacionales de reflexión y oración, con la participación de anglicanos, protestantes, ortodoxos y católicos. Su luz está inundando la cristiandad entera y representa un buen auspicio para la unidad de los cristianos.
9.- Encíclica «Un unum sint».
Representa la culminación del Magisterio del Papa Juan Pablo II con relación al tema del ecumenismo. Fue publicada el 25 de mayo de 1995. He aquí un breve resumen.
Superando las «incomprensiones ancestrales... los malentendidos y prejuicios de los unos contra los otros... la inercia, la indiferencia y el insuficiente conocimiento recíproco», el Papa invita a todos los cristianos a luchar para hacer realidad el sueño de Jesús: «Que todos sean uno» (Jn 17,21), haciendo visible aquella unidad profunda que ya existe entre todos y que a lo largo de los siglos se ha manifestado esencialmente mediante el testimonio del martirio, presente en muchas confesiones cristianas (n. 1 y 2).
«Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra... Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde toda la eternidad» (n. 9).
Sin desconocer el hecho que también en otras confesiones cristianas existen «muchos elementos de salvación y de verdad», el Papa recalca lo que ya fue solemnemente declarado en el Concilio Ecuménico Vaticano II, es decir que «la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia Católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él» (Lumen Gentium, 8; n. 10). En ella existe la «plenitud» de la verdad y de los medios de salvación, presentes en las otras comunidades «sin esta plenitud» (n. 14).
Por lo tanto, se hace urgente una sincera «conversión interior» a nivel personal o comunitario (n. 15). «No hay verdadero ecumenismo sin conversión interior» (Unitatis Redintegratio = Restablecimiento de la unidad, n. 4).
Otra actitud importante: «adhesión común al contenido íntegro de la fe revelada. En materia de fe, una solución de compromiso está en contradicción con Dios que es la verdad. En el Cuerpo de Cristo que es «Camino, Verdad y Vida» (Jn 14,6) ¿quién consideraría legítima una reconciliación lograda a costa de la verdad?» (n. 18).
Para hacer más cerca el día de la reconciliación, no hay que olvidar la oración, pues «cuando los cristianos rezan juntos, la meta de la unidad aparece cercana» (n. 22). Y con la oración, el diálogo ecuménico, a nivel de Santa Sede, Conferencias Episcopales y diócesis, entre «expertos» de ambas partes y la colaboración práctica en los diversos ámbitos: Pastoral, cultural, social, e incluso en el testimonio del mensaje del Evangelio (n. 40).

Conclusión 
Con el Concilio Ecuménico Vaticano II y el Magisterio de Juan Pablo II, el  ecumenismo ha entrado definitivamente en la historia de la Iglesia Católica, haciendo de la lucha por la unidad entre los discípulos de Cristo un ideal, que sin duda acompañará el futuro de la Iglesia durante muchas generaciones.
A paso lento, pero seguro, la Iglesia Católica a nivel oficial está tratando de sanar las heridas del pasado para regresar a la situación del primer milenio, cuando todos los cristianos estábamos unidos bajo la guía del sucesor de Pedro, el obispo de Roma.
Católicos, ortodoxos, valdenses, luteranos, anglicanos, reformados, metodistas... mediante el diálogo estamos aprendiendo a conocernos mutuamente, apreciar los valores los unos de los otros, a perdonarnos mutuamente y pedir perdón como verdaderos hermanos, discípulos del mismo Señor, concientes de la propia y ajena debilidad.
¿Cuándo este sueño se hará realidad? Sólo Dios lo sabe. Será un don de Dios para su Iglesia. Un signo mesiánico para la glorificación de Cristo el Señor y el despegue de la Misión:
Así el mundo creerá
que tú me has enviado (Jn 17,21).


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