El camino hacia la contemplación descrito por Juan de la Cruz, consiste en la ATENCIÓN AMOROSA, o como dice en otro lugar, en la advertencia amorosa pasiva.
Esta advertencia amorosa es un escuchar hacia dentro ‒sin tener ningún concepto de Dios y sin esperar nada‒, donde «Dios es el centro del alma»…Esta atención ha de ser ejercitada.
En este proceso hay que pasar una etapa de purificación pasiva, que puede resultar tremendamente dolorosa (Noche Oscura)… Es importante que el practicante no vea en ese proceso simplemente un mal que le ha atacado, sino un camino de purificación espiritual.
Según Juan de la Cruz, Jesús salvó al mundo en la Kénosis, en la última desposesión de sí mismo en la cruz, y lo mismo le aguarda a cada persona orante que vaya por el camino de la contemplación. En el 2º libro de “La subida del Monte Carmelo” (Subida II 7, 11-12), leemos que Jesús concluyó la obra de salvación en su más profunda humillación (Kénosis).
Para San Juan de la Cruz, la contemplación no es un camino de «aniquilación», sino un camino de liberación. Por ello los místicos en este caso hablan de la purificación pasiva: Dios mismo tiene que intervenir y quitar los obstáculos.
Igualarse a Jesucristo en este aniquilamiento, es el estado más elevado que el alma puede alcanzar. Este estado consiste en la muerte vivida en la cruz, tanto de los sentidos como del espíritu, interior y exteriormente…
La salvación se consuma siguiendo los pasos de Jesús, no solo imitándole. Hay que haber llegado a una plena identificación con Él. Cada uno ha de permitir que lo divino se manifieste libremente en él… El proceso de salvación en nosotros está enfocado hacia un proceso de llegar a ser Cristo.
Hay que señalar aquí la absoluta necesidad de guía espiritual para aquellos que se adentran en la contemplación.
Entresacado de “La oración contemplativa” de Willigis Jäger
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