lunes, 22 de abril de 2013

Yo soy la puerta de las ovejas

Juan 10, 1-10. Pascua. Entrar por la puerta de Cristo es encontrar la paz, la alegría, la serenidad, el gozo.
 
Yo soy la puerta de las ovejas
Del santo Evangelio según san Juan 10, 1-10

En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido delante de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon. Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Oración preparatoria

Dios mío, ayúdame a escucharte en este rato de oración, porque Tú me das vida, y en abundancia. Concédeme amarte más a Ti que a mí mismo, dame la gracia de saber entrar por la puerta que me señalas y que en definitiva seas Tú realmente el Señor de mi vida entera.

Petición

Jesús, que sepa reconocer tu voz. Y reconocerte en mis hermanos.

Meditación del Papa

El Evangelio de san Juan, en el capítulo décimo, nos describe los rasgos peculiares de la relación entre Cristo pastor y su rebaño, una relación tan íntima que nadie podrá jamás arrebatar las ovejas de su mano. De hecho, están unidas a él por un vínculo de amor y de conocimiento recíproco, que les garantiza el don inconmensurable de la vida eterna. Al mismo tiempo, el Evangelista presenta la actitud del rebaño hacia el buen Pastor, Cristo, con dos verbos específicos: escuchar y seguir. Estos términos designan las características fundamentales de quienes viven el seguimiento del Señor. Ante todo la escucha de su Palabra, de la que nace y se alimenta la fe. Sólo quien está atento a la voz del Señor es capaz de evaluar en su propia conciencia las decisiones correctas para obrar según Dios. De la escucha deriva, luego, el seguir a Jesús: se actúa como discípulos después de haber escuchado y acogido interiormente las enseñanzas del Maestro, para vivirlas cada día. (Benedicto XVI, 15 de mayo de 2011).

Reflexión

Pronunciar el nombre de Cristo, escucharle y reconocerle en nuestro interior, sólo nace de las almas que verdaderamente han hecho esa experiencia amorosa con Él. Una experiencia que no se reduce a un simple recitar de oraciones, o a un compromiso obligatorio dominical, sino que más bien se eleva a un contacto frecuente e íntimo con el Señor en la oración de todos los días, en el trabajo cotidiano, e incluso, en los sufrimientos que podamos padecer y ofrecer por amor a Él.

Las almas que buscan la verdadera fuente de la felicidad en Cristo, saben que solamente en su interior, donde Dios se hace paz, alegría, serenidad, gozo, se encuentra la verdadera e íntima amistad con Él. Son esas ovejas que entran por la puerta de la renuncia y del sacrificio, que escuchan el llamado personal del Buen Pastor, y que le siguen por los caminos por donde Él las lleva, siempre con la única finalidad y deseo de estar con Él delectándose con su dulce compañía.

Propósito

Renovar mi compromiso de meditar diariamente, para vivir de acuerdo a la Palabra de Dios.

Diálogo con Cristo

La parábola del Buen Pastor me permite recordar que Tú eres quien debe guiar mi vida. Buscas mi bien y por eso me invitas a entrar por la puerta de la fe, para que pueda realmente tener un encuentro personal contigo en la oración y mi vida sacramental. Ayúdame a nunca temer, que me atreva a abrir, entrar y recorrer el camino que me señalas, porque es el camino a la felicidad.
 
 
lunes 22 Abril 2013
Lunes de la cuarta semana de Pascua

San Sotero



Leer el comentario del Evangelio por
Beato John Henry Newman : “Él camina a la cabeza, y ellas lo siguen”

Lecturas

Hechos 11,1-18.

Los apóstoles y los hermanos de Judea tuvieron noticias de que también personas no judías habían acogido la Palabra de Dios. Por eso,
cuando Pedro subió a Jerusalén, los creyentes judíos comenzaron a criticar su actitud:
«¡Has entrado en la casa de gente no judía y has comido con ellos!»
Entonces Pedro se puso a explicarles los hechos punto por punto:
«Estaba yo haciendo oración en la ciudad de Jope cuando en un éxtasis tuve una visión. Algo bajaba del cielo, algo que se parecía a una gran tienda de campaña, y llegaba hasta mí, posándose en el suelo sobre sus cuatro puntas.
Miré atentamente y vi en ella cuadrúpedos, bestias del campo, reptiles y aves.
Oí también una voz que me decía: «Pedro, levántate, mata y come.»
Yo contesté: «¡De ninguna manera, Señor! Nunca ha entrado en mi boca nada profano o impuro.»
La voz me habló por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado, no lo llames tú impuro.»
Esto se repitió por tres veces y después fue retirado todo al cielo.
En aquel momento, tres hombres que habían sido enviados a mí desde Cesarea, llegaron a la casa donde nosotros estábamos.
El Espíritu me dijo que los siguiera sin vacilar. Me acompañaron estos seis hermanos y entramos en la casa de aquel hombre.
El nos contó cómo había visto a un ángel que se presentó en su casa y le dijo: “Envía a alguien a Jope, y que traiga a Simón, llamado Pedro.
El te dará un mensaje por el que te salvarás tú y toda tu familia”.
Apenas había comenzado yo a hablar, cuando el Espíritu Santo bajó sobre ellos, como había bajado al principio sobre nosotros.
Entonces me acordé de la palabra del Señor, que dijo: “Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo.”
Si ellos creían en el Señor Jesucristo y Dios les comunicaba el mismo don que a nosotros, ¿quién era yo para oponerme a Dios?»
Cuando oyeron esto se tranquilizaron y alabaron a Dios diciendo: «También a los que no son judíos les ha dado Dios la conversión que lleva a la vida.»


Salmo 42(41),2-3.43(42),3.4.

Como anhela la cierva estar junto al arroyo,
así mi alma desea, Señor, estar contigo.
Sediento estoy de Dios, del Dios de vida;
¿cuándo iré a contemplar el rostro del Señor?

Envíame tu luz y tu verdad:
que ellas sean mi guía
y a tu santa montaña me conduzcan,
al lugar donde habitas.

Al altar de Dios me acercaré,
al Dios de mi alegría;
jubiloso con arpa cantaré
al Señor, mi Dios.



Juan 10,1-10.


«En verdad les digo: el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por algún otro lado, ése es un ladrón y un salteador.
El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
El cuidador le abre y las ovejas escuchan su voz; llama por su nombre a cada una de sus ovejas y las saca fuera.
Cuando ha sacado todas sus ovejas, empieza a caminar delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz.
A otro no lo seguirían, sino que huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús usó esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Jesús, pues, tomó de nuevo la palabra: En verdad les digo que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido eran ladrones y malhechores, y las ovejas no les hicieron caso.
Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento.
El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud.


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra
Sermon “El Pastor de nuestras almas”, PPS, t. 8, n° 6

“Él camina a la cabeza, y ellas lo siguen”

    “Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban
vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9,36)... Las
ovejas estaban dispersas porque no tenían pastor... Así estaba el mundo
entero cuando Cristo, en su infinita misericordia, llegó a él “para reunir
en unidad a los hijos dispersos de Dios” (Juan 11,52). Y si, por un
momento, de nuevo quedaron sin guía, cuando en su lucha contra el enemigo
el Buen Pastor dio su vida por sus ovejas - según la profecía: “¡Hiere al
pastor, que se dispersen las ovejas (...)!” (Za 13,7) – sin embargo,
pronto, Éste resucitó de entre los muertos para vivir por siempre, según
esta otra profecía: “El que dispersó a Israel lo reunirá y lo guardará como
un pastor a su rebaño” (Jeremías 31,10). 

    Como él mismo dijo en la parábola que nos propuso, “Y una a una llama a
sus ovejas por su nombre, y camina delante de ellas. Cuando ha sacado todas
las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su
voz”. Así, el día de su resurrección, como María lloraba, Él la llamó por
su nombre (Juan 20,16), y ella se dio la vuelta y reconoció, al oírlo a
aquel que no había reconocido al verlo. De igual modo le dijo a Simón
Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”, y agregó: “Soy yo” (Juan
21,15.19). Del mismo modo, él y su ángel le dijeron a las mujeres: “Él les
espera en Galilea”; “Id, avisad a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me
verán”. (Mateo 28,7.10). Desde aquel momento, el Buen Pastor, que ocupó el
sitio de sus ovejas y murió para que ellas pudieran vivir por siempre, las
espera y ellas “siguen al Cordero a dondequiera que vaya” (Apocalipsis
14,4).


 
 
 

 

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