miércoles, 10 de abril de 2013

Sabas Godo, Santo


Mártir, 12 de abril
 
Sabas Godo, Santo
Sabas Godo, Santo

Mártir

Martirologio Romano: En Capadocia, hoy en Turquía, san Sabas Godo, mártir, que durante la persecución contra los cristianos bajo Atanarico, rey de los godos, por haber rechazado tres días después de la celebración de la Pascua los alimentos inmolados a los ídolos, fue arrojado a un río tras crueles tormentos. ( 372)
Una carta sobre su martirio escrita muy poco después de su muerte fecha con notable exactitud los sucesos, que debieron de tener por escenario las tierras del norte del Danubio, posiblemente Tirgoviste, en la actual Rumania.

Sabas, al parecer lector en la iglesia, no debía de ser considerado como una lumbrera, y es significativo que de él se nos diga que «no era elocuente en las palabras»; cantaba y decía los oficios del culto divino, pero su elocuencia para incitar a todos a vivir bien residía mucho más en el ejemplo que en la voz.

En el curso de una persecución fue prendido y soltado al poco tiempo por juzgársele persona insignificante; no valía la pena ensañarse con un infeliz como él, quizá de cortas luces o de muy escasa instrucción, en cualquier caso un don nadie en la comunidad cristiana de aquella turbulenta Gotlandia.

Prendido por segunda vez, «le llevaron desnudo por lugares ásperos y espinosos, dándole muchos palos y azotes», y al ver que su actitud era de mansedumbre y de alegría, una fe tan elocuente exasperó a sus verdugos, que le torturaron hasta dejarle por muerto. Una piadosa mujer le desató de noche y le llevó a su casa, pero volvió a caer en manos de sus perseguidores.

Entonces se le exigió que comiese manjares sacrificados a los ídolos, dando así un testimonio público de apostasía. Es improbable, como sugiere algún hagiógrafo, que en esta ocasión se le desatara la lengua, no era hombre de grandes discursos. Tal vez sólo dijo no o hizo un gesto negativo con la cabeza, aceptando el martirio. Se le ató a un tronco y murió ahogado en el río Buzau.

Nota: No se nos ha escapado, al leer el texto antes de publicarlo, que existe una incompatibilidad entre lo expuesto en el elogio del Martirologio Romano, que habla de Capadocia como lugar del martirio, y lo escrito en la breve biografía, que habla de Tirgoviste, en la actual Rumania.

No hemos encontrado el porqué de esta diferencia, pero hemos preferido presentarlos tal como las encontramos, antes de alterar los textos poniéndonos a favor de una u otra versión.


San Sabas Godo, mártir
fecha: 12 de abril
†: 372 - país: Turquía
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Capadocia, san Sabas Godo, mártir, que durante la persecución contra los cristianos bajo Atanarico, rey de los godos, por haber rechazado tres días después de la celebración de la Pascua los alimentos inmolados a los ídolos, fue arrojado a un río tras crueles tormentos.
refieren a este santo: San Bretanión de Tomis, San Nicetas Godo

En el siglo III, los godos cruzaron el Danubio y se establecieron en las provincias romanas de Dacia y Moesia. De ahí partían a sus expediciones al Asia Menor, especialmente a Galacia y Capadocia, de las que traían muchos esclavos cristianos, tanto sacerdotes como laicos. Los prisioneros empezaron pronto a convertir a sus amos y construyeron varias iglesias. El año 370, uno de los jefes godos emprendió una persecución contra los cristianos para vengarse, según se cree, de la declaración de guerra del emperador romano. Los martirologios griegos conmemoran a cincuenta y un mártires de esa persecución; los dos más famosos son san Sabas y san Nicetas. Sabas, que se había convertido al cristianismo cuando era muy joven, trabajaba como cantor o lector en la iglesia. Al principio de la persecución, los magistrados dieron la orden de que los cristianos comiesen la carne ofrecida a Ios ídolos; pero algunos paganos, que querían salvar a sus parientes cristianos, persuadieron a los guardias de que los hiciesen comer carne que no había sido ofrecida a los ídolos. Sabas denunció valientemente este método ambiguo; no sólo se negó a comer la carne, sino que declaró que quien la comía era reo de traición. Algunos cristianos aplaudieron su manera de proceder, pero otros se rebelaron y le obligaron a salir de la ciudad. Sin embargo, el santo pudo volver pronto.

Al año siguiente, la persecución volvió a desencadenarse y algunos de los principales personajes de la ciudad se ofrecieron a jurar que no quedaba ya ningún cristiano. Cuando estaban a punto de prestar el juramento, se presentó Sabas y dijo: «No juréis por mí, pues yo soy cristiano». El juez preguntó a los presentes si Sabas era rico; al saber que lo único que poseía eran los vestidos que llevaba puestos, le dejó en libertad, diciendo despectivamente: «Este pobre diablo no puede hacernos bien ni mal».

Dos o tres años más tarde, se recrudeció nuevamente la persecución. Tres días después de la Pascua, llegó a la ciudad un pelotón de soldados, al mando de un tal Ataridio. Inmediatamente se precipitaron a la casa del sacerdote Sansala, donde Sabas se hallaba descansando, después de las fiestas. Los soldados maniataron a Sansala en el lecho y le arrojaron en un carro; a Sabas le sacaron también de la cama, le arrastraron desnudo sobre unos arbustos espinosos y le molieron a palos. A la mañana siguiente, Sabas dijo a los perseguidores: «¿No es cierto que me arrastrasteis anoche sobre las espinas? Pues, como veis, no hay en mi cuerpo ninguna herida ni cicatriz». Los perseguidores, en efecto, no pudieron descubrir el más leve rasguño en su piel. Decididos a hacerle sufrir, le ataron de brazos y pies a las rejas de un carro y le torturaron gran parte de la noche. Cuando se cansaron de ello, la mujer en cuya casa se alojaban, movida a compasión, desató a san Sabas, pero éste se negó a huir. A la mañana siguiente, los verdugos le ataron de las manos a una de las vigas de la casa. Después pusieron delante de Sabas y Sansala la carne ofrecida a los ídolos. Ambos se rehusaron a comerla y Sabas exclamó: «Esta carne es tan sucia e impura como Ataridio, quien nos la ha enviado». Entonces uno de los soldados le golpeó con su jabalina, con tal violencia, que todos creyeron que le había matado. Pero el siervo de Dios no sintió el golpe, y dijo: «¿Creías haberme matado? Pues te confieso que si tu jabalina fuera de lana, no me habría hecho más daño».

En cuanto Ataridio se enteró de lo ocurrido, mandó que ahogasen a san Sabas en el río. Al llegar a la orilla, uno de los soldados dijo a sus compañeros: «Dejemos escapar a este inocente, pues su muerte no hará ningún bien a Ataridio». Pero Sabas increpó al soldado que no quería cumplir las órdenes que había recibido, diciéndole: «Yo veo lo que tú no ves. Del otro lado del río hay una multitud que está esperando a mi alma para conducirla a la gloria; lo único que hace falta es que mi alma se separe del cuerpo». Entonces los verdugos le sumergieron en el río y le mantuvieron debajo del agua con una losa atada al cuello. Según parece, el martirio de san Sabas tuvo lugar en Targovisto, al noroeste de la actual ciudad de Bucarest.

El relato del martirio de san Sabas, en forma de carta, recuerda ciertas frases de la carta en que los habitantes de Esmirna describieron el martirio de san Policarpo; sin embargo, Delehaye considera que el documento es sustancialmente auténtico y fidedigno. Dicho autor publicó una revisión crítica del texto griego en Analecta Bollandiana, vol. XXXI (1912), pp. 216-221; en las pp. 288-291 hay algunos comentarios importantes. El P. Delehaye demostró, entre otras cosas (cf. Analecta Bollandiana, XXIII (1904), pp. 96-98, que la hipótesis de H. Boehmer-Romundt de que el autor de las actas de san Sabas es Ulfilas, Neue Jahrbücher, etc., vol. XI, p. 275, es inadmisible. El texto puede verse también en la edición que hizo G. Krüger de las Ausgewühlte Martyrerakten de R. Knopf, en 1929.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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