jueves, 4 de abril de 2013

Ricardo de Chichester, Santo


Obispo, 3 de abril
 
Ricardo de Chichester, Santo
Ricardo de Chichester, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Chichester, en Inglaterra, san Ricardo, obispo, que, desterrado por el rey Enrique III y restituido después en la sede, se mostró generoso en ayudar a los pobres (1235).

Etimológicamente: Ricardo = Aquel que es un líder, es de origen germánico.

Fecha de canonización: 22 de enero de 1262 por el Papa Urbano IV.
A finales del siglo XII nace Ricardo, en Wyche, en una familia de trabajadores del campo. Choca la austeridad y dureza permanente de su vida con el estilo de los grandes de su tiempo. Los obispos son "lores" y amantes de los cuidados humanos; los monjes abundan en la prosperidad y el lujo; los nobles son ambiciosos y en el trono se aprecia una corriente fuertemente regalista. La clase baja del pueblo es pobre y está sumida en la ignorancia y en la superstición. Ricardo es enérgico e intransigente cuando se tratan asuntos en los que está presente la injusticia, la inmoralidad o la avaricia.

Posiblemente esta condición natural en él sea lo que le lleva a un distanciamiento, cuando no rechazo de los poderosos. El caso es que la austeridad vivida en casa de sus padres -cuando fue niño- debió prepararle para la misión que había de desempeñar de adulto.

Marcha a estudiar a Oxford donde tiene buenos maestros franciscanos y dominicos; y como los recursos no estiran más, pasó hambre y frío. Una corta estancia en París y vuelta a Oxford, graduándose en Artes. En Bolonia aprende durante siete años los cánones, haciendo lo que hoy llamaríamos la carrera de Derecho. Cuando vuelve a Oxford es nombrado Canciller de la Universidad, Canciller del arzobispado de Canterbury y también de Lincoln, donde estaba de obispo su antiguo amigo y profesor Grosseteste. Ejerce la docencia en Orleáns por dos años y allí se ordena sacerdote.

El Arzobispo de Canterbury lo nombra obispo de Chichester, a la muerte del obispo Ralph Neville. Y aquí comienza una etapa de dificultades mayores y de vigoroso testimonio.

El rey Enrique III, que se apodera por sistema de los beneficios eclesiásticos vacantes, se opone rotundamente a esta elección. Además, prefiere para la sede libre a Roberto Passelewe por razones de "erario real". Interviene el papa Inocencio IV que está presidiendo en este tiempo el concilio de Lyon, confirmando el nombramiento de Ricardo y consagrándolo personalmente, el 5 de marzo de 1245. Pero esto pone peor las cosas. Y es que el alto prestigio adquirido por el papado desde el siglo IX ha venido a menos desde que se hundió la Casa de Hohenstaufen y los papas se han inclinado hacia Francia; la rivalidad existente entre Inglaterra y Francia provoca de rebote reacciones contra Roma que se manifiestan en un fuerte nacionalismo inglés, en la resistencia del trono a aceptar las decisiones del papa y en intransigencias e intromisiones en las materias mixtas. Hasta los Legados pontificios son mal recibidos, si no ignorados, en la corte inglesa.

En estas circunstancias, el nombramiento de Ricardo ha caído, humanamente, en mal momento. El rey ha mandado cerrarle físicamente las puertas del palacio episcopal y ha prohibido darle cobijo y dinero. El temor de la gente a la venganza real lleva a que se vea a Ricardo-obispo vagabundo por su legítima diócesis, haciendo de obispo misionero, viajando a pie y desprovisto de servicio. Debía ser una estampa curiosa en la época en que los obispos eran "lores" y jamás trabajaban sin séquito. Visita las casas de los pescadores y catequiza a los humildes con quienes comparte alimento. ¡Todo un escándalo para altos eclesiásticos que gustan de fastuosidades y de monjes que disfrutan de buena mesa! Condena los abusos de poder y los vicios de la época con extraordinaria energía; de modo especial presenta una defensa a ultranza del derecho frente a la arbitrariedad y al abuso de poder; predica la doctrina evangélica frente al nepotismo reinante.

Fueron ocho años de obispo en que supo mantenerse, con fortaleza, libre de presiones. De hecho, nadie se explica cómo fue posible reunir una y otra vez a su Cabildo para sacar adelante las Constituciones que son de esa época y sientan los modos de hacer en adelante, señalando una praxis pastoral distinta y más adecuada a los principios evangélicos.

Murió en la casa-asilo -"Mas-Dieu"- para sacerdotes pobres y peregrinos, a los 55 años.

Navegar contra corriente tiene sabor de Evangelio, pero precisa rectitud, austeridad y disposición a aceptar el sufrimiento.

 
    
San Ricardo de Chichester, obispo
fecha: 3 de abril
n.: 1197 - †: 1253 - país: Reino Unido (UK)
otras formas del nombre: Ricardo (Richard) de Wych, Ricardo Backedine
canonización: C: Urbano IV 25 ene 1262
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Chichester, ciudad de Inglaterra, san Ricardo, obispo, que fue desterrado por el rey Enrique III, y restituido después a esta sede, se mostró siempre generoso en ayudar a los pobres.
patronazgo: patrono de los conductores (de coches, etc).
refieren a este santo: San Edmundo Rich

Ricardo de Wyche, o Ricardo de Burford, como se le llama algunas veces, nació hacia 1197, en Wyche (actualmente Droitwich), ciudad famosa entonces por sus fuentes de agua salada. Su padre era un modesto caballero que poseía algunas tierras; pero tanto el padre como la madre de san Ricardo murieron cuando sus hijos eran todavía pequeños, y las posesiones perdieron todo su valor por el descuido del hombre a quien se confiaron. Ricardo era el menor de los hijos. Aunque era muy dado al estudio desde niño, tenía un temperamento más vivo que su hermano; cuando se dio cuenta del estado en que se hallaban sus tierras, tomó el arado y se puso a trabajar como simple campesino hasta que, con su industriosidad y buena administración, logró rehacer la fortuna de la familia. En un arranque de gratitud, Roberto, su hermano, le cedió los títulos de las posesiones; pero cuando Ricardo descubrió que quería casarlo con una rica heredera, le devolvió los títulos, le cedió a la joven y partió, casi sin un centavo, a la Universidad de Oxford. La pobreza no era una vergüenza ni un obstáculo en las universidades medievales; más tarde, Ricardo consideraba sus años de Oxford como los más felices de su vida. Poco le importaba haber pasado hambres y haber sido tan pobre, que no podía permitirse el lujo de comprar leña y tenía que correr, durante el invierno, para calentarse. Y no se avergonzaba del hecho de que él y los compañeros que compartían su habitación no tuviesen más que una túnica, que vestían por turno para asistir a las clases. Lo importante era aprender y en aquella época, la Universidad de Oxford tenía maestros muy famosos; Grossatesta era profesor en la casa de estudios de los franciscanos. Por otra parte, los dominicos llegaron a Oxford en 1221 e inmediatamente atrajeron a los más brillantes talentos. No sabemos cómo se las arregló Ricardo, que era un simple estudiante, para entrar en contacto con el gran canciller de la Universidad, Edmundo Rich; pero no hay razones para dudar de que entonces empezó la amistad que habría de unirles toda la vida.

Ricardo pasó de Oxford a París, pero volvió a su «alma mater» para recibir el título de Maestro. Algunos años más tarde, fue a Bolonia a estudiar derecho canónico en la que pasaba entonces por ser la principal escuela de derecho de Europa. Allí permaneció siete años, obtuvo el grado de doctor y se ganó la estima de todos; pero cuando uno de sus profesores trató de hacerle su heredero, casándole con su hija, Ricardo, que se sentía llamado al celibato, renunció cortésmente y volvió a Oxford. La Universidad había seguido su carrera con interés. Casi inmediatamente fue nombrado canciller de la Universidad, y poco después, san Edmundo Rich, que era ya arzobispo de Canterbury, junto con Grossatesta, que era obispo de Lincoln, le convidaron a trabajar con ellos. Ricardo aceptó la invitación de san Edmundo y se convirtió en confidente y brazo derecho suyo, ayudándole cuanto podía en su difícil cargo. El dominico Ralph Bocking, más tarde confesor y biógrafo de san Ricardo, escribe: «El uno descansaba en el otro: el santo en el santo, el maestro en el discípulo y el discípulo en el maestro, el padre en el hijo y el hijo en el padre».

San Edmundo necesitaba mucho la ayuda y el cariño de su canciller para hacer frente a las dificultades. La principal de ellas era la reprensible e inveterada costumbre de Enrique III de mantener vacantes los beneficios eclesiásticos para gozar de las rentas, o nombrar para ellos a sus favoritos. El arzobispo hizo cuanto pudo para corregir ese estado de cosas, sin lograr nada; al fin se retiró, ya viejo y enfermo, al monasterio cisterciense de Pontigny, a donde le acompañó Ricardo y le asistió hasta su muerte. Después, como no se sintiese llamado a permanecer en el monasterio, pasó a la casa de estudios de los dominicos de Orléans, donde ejerció el cargo de maestro durante dos años y recibió la ordenación sacerdotal, en 1243. Aunque tenía intenciones de entrar en la Orden de Santo Domingo, volvió a Inglaterra, no sabemos por qué, a trabajar en una parroquia de Deal. Muy probablemente, san Edmundo, siendo arzobispo, le había concedido las rentas de ese beneficio. Pero un hombre de los méritos y cualidades de san Ricardo, no podía pasar inadvertido mucho tiempo y el nuevo arzobispo de Canterbury le llamó a seguir ejerciendo su antiguo cargo de canciller de la arquidiócesis.

En 1244, murió el obispo de Chichester, Ralph Neville. Haciendo presión sobre los canónigos, Enrique III consiguió que eligiesen a Roberto Passelewe, hombre sin cualidades, quien, según Mateo Paris, «había obtenido el favor regio mediante una transacción injusta que había añadido algunos miles de marcos al tesoro real». El arzobispo de Canterbury, Bonifacio de Saboya, se negó a confirmar la elección y reunió a sus sufragáneos en capítulo, el cual declaró inválida la elección y escogió a Ricardo, que era el candidato del primado, para ocupar la sede. El rey montó en cólera al oír la noticia; retuvo todos los beneficios de la diócesis y prohibió que se admitiese a san Ricardo en cualquier baronato o posesión secular de su diócesis. En vano intentó el obispo entrevistarse con el monarca en dos ocasiones: no logró obtener ni la confirmación de su elección, ni la devolución de los beneficios a los que tenía derecho. Finalmente, el obispo y el rey presentaron el caso al papa Inocencio IV, que estaba entonces en Lyon, presidiendo el Concilio. El Papa resolvió en favor de san Ricardo y le consagró el 5 de marzo de 1245. Al llegar a Inglaterra, san Ricardo se encontró con la noticia de que el rey, lejos de renunciar a las rentas de los beneficios, había dado la orden de que nadie le prestase dinero ni le ofreciese albergue. El obispo encontró las puertas del palacio de Chichester cerradas. Los que hubiesen podido ayudarle temían la ira del rey. El santo habría tenido que errar por su diócesis como un vagabundo, a no ser por un buen sacerdote, llamado Simón de Tarring, que le ofreció su casa. San Ricardo, según la expresión de Bocking, «se albergó en aquella hospitalaria casa, compartiendo la comida con un extraño y calentando sus pies al calor de un hogar ajeno».

Teniendo esa modesta casa por residencia, san Ricardo trabajó dos años como obispo misionero. Visitaba a los pescadores y campesinos, viajaba casi siempre a pie y aun así logró reunir varios sínodos a pesar de las dificultades, según consta por las «Constituciones de San Ricardo», colección de las leyes eclesiásticas que el santo dictó para acabar con los abusos de la época. Finalmente, amenazado por el papa con la excomunión, Enrique III reconoció al obispo y le devolvió los beneficios, aunque nunca le pagó las rentas atrasadas. Con ello cambió totalmente la posición de san Ricardo, quien, una vez entronizado, pudo ofrecer la generosa hospitalidad y dar las espléndidas limosnas acostumbradas por los prelados medievales. Pero lo que no cambió fue la austeridad personal del santo; en tanto que sus huéspedes comían ricamente, el obispo observaba su modesta dieta, de la que estaban excluidos el pescado y la carne. Cuando veía que sus criados llevaban a la cocina los pollos y los corderos, decía con cierta tristeza no exenta de humor: «¡Pobres criaturas. Si pudiérais razonar y hablar, cómo nos maldeciríais porque os condenamos a muerte, sin que lo hayáis merecido!» Los vestidos del santo obispo eran lo más sencillo posible, en vez de pieles finas usaba lana y en el interior, llevaba una camisa de pelo y una especie de coraza de acero.

Durante los ocho años que duró su gobierno, se ganó el afecto de su pueblo; pero, aunque era muy paternal, se mostraba muy severo con la avaricia, la herejía y la inmoralidad del clero. Ni siquiera la intercesión del arzobispo y del rey lograron que suavizara el castigo que había impuesto a un sacerdote que había cometido un pecado contra la castidad. Tenía tal horror al nepotismo, que jamás dio la preferencia a sus conocidos, alegando el ejemplo del Divino Pastor que no dio las llaves del cielo a su primo san Juan, sino a san Pedro. Cuando el mayordomo de su casa anunció al obispo que sus limosnas eran más grandes que sus rentas, éste le dio la orden de vender las vajillas de oro y de plata. «También puedes vender mi caballo, agregó; como es robusto, te darán un buen precio; tráeme el dinero para darlo a los pobres». San Ricardo tenía la más baja opinión de sí mismo y de sus propias fuerzas; alguien ha hecho notar que casi todos los numerosos milagros que obró, los hizo a petición de otros. A las abrumadoras cargas de su oficio, el papa añadió la de que predicara una Cruzada contra los sarracenos. Precisamente cuando san Ricardo volvió a Dover, después de una intensa campaña de predicación en la costa, le sobrecogió su última enfermedad. Murió en una casa para sacerdotes pobres y peregrinos, llamada la «Maison Dieu», acompañado por Ralph Bocking, Símón de Tarring y otros fieles amigos. Tenía entonces cincuenta y cinco años de edad. Fue canonizado nueve años después. No se conserva en Chichester ningún vestigio de sus reliquias ni de su tumba. Las diócesis de Westminster, Birmingham y Southwark celebran la fiesta de San Ricardo.

En Acta Sanctorum se hallan dos vidas de san Ricardo: la de Ralph Bocking y otra, tomada de la Nova Legenda Angliae de Capgrave. Según parece, esta última es la copia de una biografía escrita antes de la canonización. Hay un excelente artículo sobre san Ricardo en Lives of the English Saints de J. H. Newman; unos atribuyen ese artículo al P. Dalgairns y otros a R. Ornsby.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

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