Parece ser que Ghandi (pensador y político de la India) dijo la siguiente frase: «Me haré cristiano el día que me muestren uno». Este comentario nos invita a estar atentos a nuestra conducta ante Dios y ante los hombres. Pero este severo juicio emitido sobre los creyentes, quizá bien merecido, no sirve de excusa para permanecer indiferente respecto a Dios y a su Hijo Jesucristo.
En Antioquía los discípulos fueron llamados cristianos por primera vez (Hechos 11:26). Querían seguir las enseñanzas de Cristo y, en efecto, al principio del libro de los Hechos vemos cómo seguían de cerca a su Maestro. Incluso los jefes religiosos que los amenazaban “les reconocían que habían estado con Jesús” (4:13). Deseaban obedecer la última orden dada por Jesús en el momento de ascender al cielo: “Me seréis testigos… hasta lo último de la tierra” (1:8).
Como cristianos, no pretendemos ser infalibles, cristianos perfectos. “Todos ofendemos muchas veces”, dice Santiago (3:2), pero nos recomienda mostrar por nuestra conducta la realidad de nuestra fe (2:18-20). Sólo hay uno que no conoció el pecado ni lo cometió: Cristo (1ª Pedro 2:22). Sin embargo, “por nosotros” Dios “lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2ª Corintios 5:21). Sólo entonces podemos conocerlo como modelo, y seguir sus pisadas.
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