jueves, 11 de abril de 2013

Lectio Divina. 3o. Domingo de Pascua


Pascua. Oración con el Evangelio. Ciclo C.



Juan 21, 1-19

Capítulo 21
1 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de Tiberíades. Sucedió así:
2 estaban junto Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le respondieron: «Vamos también nosotros». Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
4 Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
5 Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo para comer?». Ellos respondieron: «No».
6 el les dijo: «Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán». Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
7 El discípulo al que Jesús amaba dio a Pedro: «¡Es el Señor!». Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua.
8 Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
9 Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y pan.
10 Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar».
11 Simón Pedro subió a al barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
12 Jesús les dijo: «Vengan a comer». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres», porque sabían que era el Señor.
13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
14 Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
15 Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». El le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
16 Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». El le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
17 Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
18 Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».
19 De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme».

1. INVOCA
  • Disponte a entrar en oración. Esto quiere decir que Dios está dispuesto a decirte su mensaje por medio de la Palabra. Momento importante éste de comunicarte con el Señor. Después de escuchar al Señor en su Palabra, también tú tienes tu oportunidad de responder a su Palabra, con tus propias palabras, pero, sobre todo, con tu actitud ante el mensaje que el Señor te brinda.
  • Deja a un lado tus preocupaciones. Haz silencio interior y exterior. Prepara tu Biblia o misal en el texto que vamos a escuchar y meditar.
  • Ruega al Espíritu que abra tu mente y corazón a la Palabra.
  • Recitemos la oración: Ven Espíritu Santo

    Ven, Espíritu Santo,
    te abro la puerta,
    entra en la celda pequeña
    de mi propio corazón,
    llena de luz y de fuego mis entrañas,
    como un rayo láser opérame
    de cataratas,
    quema la escoria de mis ojos
    que no me deja ver tu luz.

    Ven. Jesús prometió
    que no nos dejaría huérfanos.
    No me dejes solo en esta aventura,
    por este sendero.
    Quiero que tú seas mi guía y mi aliento,
    mi fuego y mi viento, mi fuerza y mi luz.
    Te necesito en mi noche
    como una gran tea luminosa y ardiente
    que me ayude a escudriñar las Escrituras.

    Tú que eres viento,
    sopla el rescoldo y enciende el fuego.
    Que arda la lumbre sin llamas ni calor.
    Tengo la vida acostumbrada y aburrida.
    Tengo las respuestas rutinarias,
    mecánicas, aprendidas.
    Tú que eres viento,
    enciende la llama que engendra la luz.
    Tú que eres viento, empuja mi barquilla
    en esta aventura apasionante
    de leer tu Palabra,
    de encontrar a Dios en la Palabra,
    de encontrarme a mí mismo
    en la lectura.

    Oxigena mi sangre
    al ritmo de la Palabra
    para que no me muera de aburrimiento.
    Sopla fuerte, limpia el polvo,
    llévate lejos todas las hojas secas
    y todas las flores marchitas
    de mi propio corazón.

    Ven, Espíritu Santo,
    acompáñame en esta aventura
    y que se renueve la cara de mi vida
    ante el espejo de tu Palabra.
    Agua, fuego, viento, luz.
    Ven, Espíritu Santo. Amén.


    2. LEE LA PALABRA DE DIOS Jn 21, 1-19 (Qué dice la Palabra)

    Contexto

  • Este capítulo parece ser que es un añadido al Evangelio de Juan. Pues, el capítulo 20 tiene una conclusión total sobre la finalidad del mismo Evangelio de Juan. Con todo, agradecemos a quien escribió este capítulo 21. Como el prólogo del Evangelio, este capítulo forma una unidad aparte. No nos relata noticias de la vida y muerte de Jesús. El protagonista es el grupo de discípulos, que van transrformando su vida con la experiencia de fe en el Resucitado. Algo parecido a como el libro de los Hechos de los Apóstoles continúa el relato evangélico de Lucas.
  • El cuarto evangelio, después de haber narrado la obra de Jesús, inicia a los apóstoles y discípulos a la misión que les confía el Señor. Señala cómo tiene que ser la misión de los discípulos del Evangelio (pesca milagrosa, descubrir al Resucitado en la rutina diaria...) y señala, sobre todo, cómo ha de ser la pastoral de la Iglesia, a base de amor y de servicio.

    Texto

    La misión evangelizadora de la Iglesia ha de tener estas actitudes y signos:
  • Salida: los discípulos no están encerrados en una casa, salen a la faena sin miedo; el relato de la pesca milagrosa es un acción simbólica.
  • voy a pescar: siguen la iniciativa de Pedro;
  • de noche: la pesca es infructuosa; la noche es el reino de las tinieblas y del mal; el ambiente hostil que rechazará el Evangelio;
  • lago de Tiberíades: conecta con el capítulo 6 de Juan, donde se multiplicaron el pan y los peces para alimentar a la multitud y anunciar el verdadero Pan de Vida;
  • otros discípulos, no sólo los apóstoles: inicio de la Iglesia;
  • son siete en total (apóstoles y discípulos): número simbólico de totalidad: la tarea de la evangelización corresponde a toda la comunidad;
  • echen la red: es el mandato para la misión;
  • la red no se rompe: la Iglesia es la comunidad que recibe a todos los hombres sin distinción;
  • es el Señor: quien descubre al Resucitado es el discípulo del amor; sólo desde el amor se entiende al Resucitado y la misión;
  • Pedro sin túnica: símbolo de miseria y debilidad;
  • se anuda la túnica a la cintura: signo de servicio y dsiponibilidad;
  • se tiró al agua: confianza y entrega total;
  • vengan a comer: invitación al banquete de Jesús, para fortalecer su nueva tarea, la evangelización; el Resucitado invita a la comunión con Él, antes de comenzar la misión.

    Conclusiones:
  • sin Jesús, la tarea no da frutos;
  • con Jesús, la cosecha es abundantísima; 153 peces: otro signo de totalidad y universalidad;
  • la comunidad está entre dentro y fuera: vida en común y evangelización;
  • el fruto de la evangelización depende de la escucha y práctica de la Palabra (echen la red);
  • la misión y la comida (Eucaristía) se comparten en comunidad; Palabra y Eucaristía, punto de encuentro con el Resucitado, necesario para la misión.
  • todo ello conduce a la entrega y al servicio por amor, como aparece en la triple pregunta de Jesús a Pedro y promesa de éste;
  • la autoridad (Pedro) en la Iglesia se convierte en: fraternidad y servicio por amor.


    3. MEDITA (Qué me dice la Palabra)
  • Qué me pide esta Palabra reflexionada en este texto evangélico.
  • Cómo entiendo mi ser en la Iglesia y en la comunidad.
  • Qué me pide el Señor en cuanto a entrega, disponibilidad, servicio, comunidad, amor.
  • Qué parte de mi vida estoy dispuesto a entregar al Señor y a la Iglesia.
  • Qué me pide el Señor en el compromiso de la evangelización.
  • ¿Confío al Señor mis tareas, sobre todo, las de la misión?


    4. ORA (¿Qué le respondo al Señor?)
  • Ante la Palabra que Dios te ha manifestado, respóndele con tu oración. Siente que el Señor está en ti mismo, te indica como a los discípulos: Echa la red... ¿Me amas?
  • Tu respuesta en diálogo íntimo ha de expresar al Señor tu situación actual: limitaciones, perezas, indecisiones, dudas... Pero, el Señor está contigo para ayudarte en tu crecimiento como discípulo de Jesús y evangelizador.

    Manifiéstate, Señor, hoy a nosotros. También nosotros, como tus discípulos queremos estar contigo, junto a ti, para emprender con sentido, con todo tu Espíritu, la tarea evangelizadora. Sin Ti nada podemos realizar. Con frecuencia estamos en la noche oscura, no contamos contigo, no te sentimos con nosotros. Por eso, nuestro esfuerzo es estéril. Pero, en tu Palabra, echaremos las redes. Porque confiamos en Ti, seguiremos en nuestro empeño. Sabemos que Tú obras en nosotros, venciendo nuestras desganas y desalientos. Tú, Resucitado, no te canses de llamarnos e invitarnos. Que, aunque nos olvidemos de tu presencia, sin embargo sabes que te amamos. Sí, Señor Resucitado, Tú sabes que te amo, por encima de todos y más que a nadie.


    5. CONTEMPLA
  • a Jesús Resucitado que está a tu lado; reconócele por la fe, que te conduce al amor;
  • experimenta que Él te ama a pesar de tu olvido y "traición", como a Pedro;
  • dale gracias porque Él nunca se retira de tu lado;
  • repite muchas veces: ¡Señor, Tú sabes que te amo!


    6. ACTÚA
  • Concreta tus compromisos ante el Señor que espera todo de ti.
  • Pon la confianza en el Resucitado: Sin Ti, nada puedo. Contigo, sí.

    Concluimos nuestro rato de oración con: La Plegaria:

    El mejor lenguaje sobre Dios


    Dije al almendro: iHáblame de Dios!
    Y el almendro floreció.

    Dije al pobre: iHáblame de Dios!
    Y el pobre me ofreció una capa.

    Dije al sueño: iHáblame de Dios!
    Y el sueño se hizo realidad.

    Dije a la casa: iHáblame de Dios!
    Y se abrió la puerta.

    Dije aun niño. iHáblame de Dios! .
    Y el niño me lo pidió a mí.

    Dije aun campesino: iHáblame de Dios!
    Y el campesino me enseñó a labrar.

    Dije a la naturaleza: ¡Háblame de Dios!
    Y la naturaleza se cubrió de hermosura.

    Dije al amigo: iHáblame de Dios!
    Y el amigo me enseñó a amar.

    Dije a un pequeño: iHáblame de Dios!
    Y el pequeño sonrió.

    Dije al ruiseñor: ¡Háblame de Dios!
    Y el ruiseñor se puso a cantar.

    Dije a un guerrero: iHáblame de Dios!
    Y el guerrero dejó sus armas.

    Dije al dolor: iHáblame de Dios!
    Y el dolor se transformó en agradecimiento.
    Dije a la fuente: ¡Háblame de Dios!
    y el agua brotó.

    Dije a mi madre: iHáblame de Dios!
    y mi madre me dio un beso en la frente.

    Dije a la mano: iHáblame de Dios!
    y la mano se convirtió en servicio.

    Dije al enemigo: iHáblame de Dios!
    y el enemigo me tendió la mano.

    Dije nuevamente a un pobre: iHáblame de Dios!
    Y el pobre me acogió.

    Dije a la gente: iHáblame de Dios!
    Y la gente se amaba.

    Dije a la Biblia: iHáblame de Dios!
    Y la Biblia se ahogó de tanto hablar

    Dije a la voz: iHáblame de Dios!
    Y la voz no encontró palabras.

    Dije a Jesús: iHáblame de Dios!
    Y Jesús rezó el Padrenuestro.

    Dije, temeroso, al sol poniente: iHáblame de Dios!
    Y se ocultó sin decirme nada.

    Pero, al día siguiente, al amanecer,
    cuando abrí la ventana,
    ya me volvió a sonreír.


  • No hay comentarios: