domingo, 7 de abril de 2013

Dionisio de Alejandría, Santo

Obispo, 8 de abril
Dionisio de Alejandría, Santo
Dionisio de Alejandría, Santo

Obispo

Martirologio Romano: En Alejandría, en Egipto, san Dionisio, obispo, varón de gran erudición, preclaro por su confesión de la fe y por la diversidad de sufrimientos y tormentos, descansando como confesor de la fe, ya anciano, en tiempo de los emperadores Valeriano y Galieno ( c. 265).

También es conocido comno: San Dionisio Magno o El Grande
Entre los muchos santos que han llevado el nombre de Dionisio, el santo de hoy fue llamado "El Grande", o Dionisio Magno. San Atanasio lo llamó "Maestro de la Iglesia Católica", por su gran sabiduría y el notable ascendiente que tuvo entre los católicos de su tiempo.

Nació y vivió en Alejandría, Egipto. Al principio era pagano, pero después de haber tenido una visión, y al dedicarse a estudiar la S. Biblia se dio cuenta de que la verdadera religión es la católica y se convirtió.

En aquellos tiempos la escuela de teología más famosa que tenía nuestra Santa Iglesia era la de Alejandría. Allá iban a enseñar o a aprender los más destacados intelectuales del clero y Dionisio brilló allí como un alumno especialmente dotado de gran inteligencia y de prodigiosa memoria, y poco después de graduarse fue nombrado como director de tan famosa escuela, cargo que ejerció durante 15 años con aplauso de todos.

En el año 247 Dionisio fue elegido obispo de Alejandría, pero luego empezaron las persecuciones. Al principio eran los sacerdotes paganos que incitaban al populacho contra los seguidores de Cristo. Luego estalló la terrible persecución de Decio, y lo primero que hizo el gobernador de Alejandría fue mandar llevar preso a Dionisio. Los perseguidores lo buscaron por todas partes, menos en su casa, pues se imaginaban que había salido huyendo. Pero él no se había movido de su habitación.

A los cuatro días Dionisio dispuso huir con todos sus ayudantes pero la policía los atrapó y se los llevó presos a todos, menos a uno de los empleados que logró huir a contar la noticia. El fugitivo se encontró con un enorme grupo de personas que se dirigían a celebrar unas bodas y les narró lo sucedido. Aquellas gentes se llenaron de indignación y con palos y piedras atacaron a la policía y les quitaron a los prisioneros. Dionisio se oponía a esto, y se entristecía de que ya no podía ser mártir. Pero aquellos hombres no le hicieron caso a sus ruegos sino que lo subieron sobre una mula y lo mandaron al desierto, para que allá quedara libre de los perseguidores. En el desierto estuvo varios años hasta que terminó la persecución.

Al volver a Alejandría se encontró con que algunos teólogos se oponían al Pontífice de Roma y le pedían a él que los apoyara en esta oposición. Dionisio escribió a Novaciano, que era jefe de los rebeldes: "Es necesario estar resuelto a sufrir cualquier otro daño, antes que destruir la unidad de la Iglesia. Hay que estar tan dispuesto a morir a favor de la unidad de la Iglesia, como estaría uno dispuesto a morir por defender la fe". Y siguió siendo fiel al Papa de Roma.

El hereje Novaciano decía que a los que cometen faltas muy graves no se les debe perdonar nunca. San Dionisio, apoyando lo que enseñaba el Papa San Cornelio, escribió varias cartas recomendando tener una gran misericordia con los pecadores, y narraba cómo cuando un pobre que había sido muy pecador en la vida, estando moribundo pedía el perdón y la comunión, no teniendo más con quién enviarle la eucaristía, le mandaron la comunión con un niñito, y el pobre pecador al comulgar exclamó: "Ya he quedado libre de mis pecados. Puedo partir tranquilo para la eternidad". Y cuenta el santo que aquel hombre pecador Dios le conservó milagrosamente la vida hasta que llegó el que llevaba la Sagrada Eucaristía.
Dionisio que había estudiado y enseñado por 15 años lo referente a la S. Biblia, empleó con gran maestría una serie de frases muy especiales de la Sagrada Escritura para combatir a los herejes. Estas respuestas de tan notable sabio sirvieron mucho en los siglos siguientes para enfrentarse a los que negaban verdades de nuestra santa religión.

En el año 257 estalló la persecución de Valeriano. El gobernador de Egipto llamó a Dionisio y a sus sacerdotes y les exigió que adoraran a los ídolos del imperio. El santo obispo respondió: "Nosotros los seguidores de Cristo no adoramos sino al único Dios que existe, que es el Creador de cielos y tierra. Rezamos por Valeriano y los demás gobernantes, pero en cuanto a la religión sólo obedecemos a nuestra Santa Iglesia. Ofrecemos oraciones y sacrificios por la paz, el bienestar y la prosperidad de la patria, pero en cuestiones religiosas dependemos solamente de Nuestro Señor Jesucristo". Por más que el gobernador trató de convencerlos para que adoraran a sus ídolos, ellos no aceptaron, y fueron desterrados al terrible desierto de Libia.

Pero a los dos años el emperador perseguidor fue hecho prisionero y esclavo por sus enemigos, y Dionisio y sus sacerdotes pudieron volver a Alejandría. Mas allá se encontraron que por falta de enseñanzas religiosas las gentes se habían vuelto violentísimas y peleaban y se mataban por cualquier cosa (la mayor parte de esas gentes eran paganas). No se podía ya ni salir a la calle sinpeligro de ser asesinados. El santo obispo escribía: "Es más peligroso andar tres cuadras por esta ciudad, que viajar 300 kilómetros por el resto de la nación". Les faltaba el espíritu cristiano, que es caridad, perdón y paz con todos.

Y para colmo de penas llegaron la peste de tifo negro y la disentería. Las gentes morían por centenares, pero entonces brilló la caridad cristiana. Mientras los paganos echaban los cadáveres a las calles y desterraban de sus casas a los enfermos, los cristianos dirigidos por su obispo, sepultaban caritativamente a los muertos y asistían con gran caridad a los infectados. Esto les atrajo muchas simpatías en la gran ciudad.

Después de haber sido obispo de Alejandría por 17 años dando muestra de gran prudencia y santidad y ganándose la simpatía y la admiración de creyentes e incrédulos, San Dionisio murió en el año 265.

San Epifanio cuenta que por muchos años las gentes lo recordaban como un verdadero padre y maestro, y dedicaron un templo en su honor. Sus virtudes y sus sabios escritos le dieron fama universal.
San Dionisio de Alejandría, obispo y confesor
fecha: 8 de abril
fecha en el calendario anterior: 17 de noviembre
n.: c. 180 - †: c. 265 - país: Egipto
otras formas del nombre: Dionisio el Grande
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Alejandría de Egipto, san Dionisio, obispo, varón de gran erudición, que, insigne por haber confesado su fe muchas veces y admirable por la diversidad de sufrimientos y tormentos padecidos, descansó ya anciano, manteniendo siempre la fe, en tiempo de los emperadores Valeriano y Galieno.

San Basilio y otros escritores griegos honran a este prelado con el epíteto de «el Grande», y san Atanasio le llama el «Maestro de la Iglesia Católica». Alejandría, donde Dionisio hizo sus estudios, era entonces el centro del saber. El joven, que era aún pagano, se entregó ardientemente a los estudios. El mismo cuenta que se convirtió a la fe tanto por una visión que tuvo y una voz que escuchó, cuanto por el examen imparcial de los documentos:
«Yo también he leído los escritos y las tradiciones de los herejes, manchando mi alma durante algún tiempo con sus abominables pensamientos; pero de su lectura he sacado este provecho: el de refutarlos dentro de mí y odiarlos más que antes. Por cierto que un hermano, uno de los presbíteros, trató de disuadirme, temiendo que me revolcara en el fango de su malicia y mi alma quedara manchada; como sentía que decía la verdad, el Señor me mandó una visión, que me fortaleció, y me llegó una voz, que dijo expresamente: "Lee todo lo que te venga a las manos, porque tú eres capaz de enderezar y probar todas las cosas; éste ha sido para ti desde el principio el motivo de tu fe"» (Eusebio, Hist. eccl. 7,7,1-3).

Con el tiempo, llegó a ser profesor en la escuela catequética de Orígenes y supo desempeñar su cargo con tal tino que, cuando Heraclas -que era el director de la escuela en ese momento- fue elegido obispo, le confió durante quince años la dirección de la escuela. El año 247, Dionisio fue elevado al episcopado. Poco después, el populacho, azuzado por un profeta pagano de Alejandría, se dedicó a perseguir violentamente a los cristianos. Dionisio describió esa persecución en una carta a Fabio, obispo de Antioquía. Poco después, el edicto de Decio dio alas a los perseguidores, de suerte que el gobernador de Alejandría mandó a un pelotón de soldados a arrestar al obispo en cuanto se promulgó el edicto. Los soldados buscaron a Dionisio en todas partes, excepto en su casa, de la que no había salido para nada. Cuatro días después, el santo trató de escapar con sus criados y familiares, pero el grupo fue descubierto y todos fueron arrestados, excepto uno de los criados, quien contó lo sucedido a un campesino que se dirigía a una boda. Aunque el campesino no era cristiano, consideró que aquello constituía una ocasión excelente para reñir con la policía y corrió a dar aviso a los otros invitados a la boda. Inmediatamente, todos acudieron a rescatar a los prisioneros, como «movidos por un solo impulso» y dispersaron a los guardias. San Dionisio, creyendo que se trataba de un grupo de bandoleros, se ofreció a entregarles sus prendas de vestir, pero una vez aclaradas las cosas, cuando los invitados a la boda le dijeron que estaba en libertad, el santo se afligió mucho por haber perdido la corona del martirio y se negó a partir. Pero aquellos egipcios, que no entendían de mística martirial, le montaron por la fuerza en un borrico y le condujeron a refugiarse en el desierto de Libia. Allí permaneció Dionisio con dos compañeros, gobernando la sede de Alejandría desde su retiro, hasta que cesó la persecución.

Más tarde, el cisma de Novaciano contra el papa san Cornelio desgarró la unidad de la Iglesia. El antipapa envió a Dionisio una embajada para ganarle a su causa, pero el santo respondió: «Deberías haber sufrido cualquier cosa antes de desgarrar la unidad de la Iglesia con un cisma. Morir en defensa de la unidad hubiera sido tan glorioso como morir en defensa de la fe y aun más glorioso, según mi opinión, porque de la unidad depende la seguridad de toda la Iglesia. Si vuelves con tus hermanos a la unidad, tu pecado será perdonado y si no puedes lograr que tus hermanos vuelvan, salva por lo menos tu propia alma». Para oponerse a la herejía de Novaciano, que negaba que la Iglesia tuviese el poder de perdonar ciertos pecados, san Dionisio ordenó que no se rehusase la comunión a la hora de la muerte a ninguno que la pidiere en las debidas disposiciones. Como Fabio de Antioquía se inclinaba a favorecer el rigorismo de Novaciano para con los pecadores, Dionisio le escribió varias cartas en las que combatía ese principio. En una de ellas refiere que un hombre llamado Serapión, quien llevaba hasta entonces una vida irreprochable, había tomado parte en un sacrificio pagano, por lo cual se le negó la comunión. Durante su última enfermedad, nadie quería darle la absolución y el enfermo desesperado, comenzó a gritar: «¿Por qué me retenéis aquí? ¡Dadme la libertad que necesito!» En seguida, envió a su nietecito en busca de un sacerdote y como éste no podía acudir, le envió la Sagrada Eucaristía por medio del niño, como se acostumbraba hacer en los períodos de persecución. En esa forma, Serapión murió en paz. San Dionisio afirma que Dios le prolongó milagrosamente la vida para que pudiese recibir la comunión.

Por aquella época, empezó a hacer estragos una epidemia de peste que duró varios años. San Dionisio escribió un relato de la catástrofe, donde compara la caridad de los cristianos, muchos de los cuales murieron mártires, con el egoísmo de los paganos, quienes a pesar de ello, murieron en mayor número. Combatiendo el error que sostenía que Cristo había de reinar en la tierra con sus elegidos mil años antes del día del juicio, Dionisio dio muestras de ser un exégeta agudo; en efecto, el entusiasmo con que combatió ese error dogmático, le permitió descubrir en el Apocalipsis ciertos argumentos que algunos «críticos avanzados» habían de emplear siete siglos más tarde. El santo tomó también parte en la controversia sobre el bautismo conferido por los herejes; según parece, él personalmente se inclinaba a considerarlo como inválido, pero se atuvo a las normas del papa San Esteban I. También tuvo que combatir el sabelianismo, que se había difundido entre los cristianos de Pentápolis. Escribiendo contra ellos, san Dionisio expresó ciertas opiniones por las que fue denunciado ante el papa que llevaba su mismo nombre, y el pontífice san Dionisio escribió contra los errores del obispo, de suerte que éste publicó después una explicación de su doctrina.

El año 257, Valeriano renovó la persecución. El prefecto de Egipto, Emiliano, convocó a juicio a san Dionisio con algunos miembros de su clero y los exhortó a ofrecer sacrificios a los dioses protectores del imperio. San Dionisio replicó: «No todos los hombres adoran las mismas divinidades. Nosotros honramos a un solo Dios, creador de todas las cosas, quien ha conferido el poder imperial a Valeriano y a Galieno. A Él elevamos nuestras oraciones por la paz y prosperidad de su reinado». El prefecto trató de convencerlos para que adorasen a las divinidades romanas junto con su Dios y, como no consiguió ningún resultado, los desterró a Kefro, en Libia. El destierro duró dos años. Cuando san Dionisio regresó a su diócesis en 260, la ciudad de Alejandría estaba en pleno desorden. En efecto, una cuestión política había provocado la guerra civil, y la violencia reinaba en toda la ciudad. Los incidentes más insignificantes eran ocasión de cruentas reyertas. Todos los hombres portaban armas, por las calles se encontraban tirados los cadáveres y la sangre corría por todas partes. La actitud pacífica de los cristianos no los salvaba de la violencia, y san Dionisio se quejaba de que no se podía permanecer en casa ni salir a la calle sin peligro de la vida. El santo se vio obligado a comunicarse por carta con sus fieles, pues decía que era menos aventurado hacer un viaje del Oriente al Occidente que ir de un sitio a otro en Alejandría. A estas desgracias vino a añadirse la peste. En tanto que los cristianos se dedicaban a asistir caritativamente a los enfermos, los paganos arrojaban a las calles los cadáveres putrefactos y aun echaban fuera de sus casas a los agonizantes.

San Dionisio murió en Alejandría a fines del año 265, después de haber gobernado su diócesis con gran prudencia y santidad durante diecisiete años. San Epifanio cuenta que su recuerdo se conservó en la ciudad gracias a una iglesia que se le dedicó, pero sobre todo, gracias a sus virtudes y sus escritos, de los que sólo se conservan algunos fragmentos. El nombre de san Dionisio figura en el canon de las misas maronita y siria.

Casi todo lo que sabemos sobre San Dionisio procede de Eusebio y de las cartas del santo conservadas por Eusebio. En los escritos de san Atanasio y otros Padres antiguos hay algunas alusiones de poca importancia. La mejor edición de lo que queda de los escritos de san Dionisio, es la de C. L. Feltoe (1904), quien publicó además, en 1918, ciertas traducciones y comentarios. Chapman dedicó al santo un artículo muy completo en la Catholic Encyclopedia. Véase también Bardenhewer, Geschichte der altkirchlichen Literatur, vol. II, pp. 206-237; también las monografías de F. Dittrich (1867) y J. Burel (1910); y Delehaye, Les passions des martyrs ... (1921), pp. 429-435. Ver la Patrología de Quasten, tomo I, BAC.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
 

Dionisio de Alejandría

 
San Dionisio de Alejandría
Dionisii alek.jpg
Obispo de Alejandría
NacimientoAlejandría
Fallecimiento264 d.C.
Alejandría
Venerado enIglesia Copta, Iglesia ortodoxa, Iglesia católica
Principal Santuariotemplo de Bucalis
San Dionisio fue Patriarca de Alejandría (líder de la Iglesia que se derivó en la Iglesia Copta) del 248 al 264.

 Vida

Maestro y director de la escuela catequética de Alejandría y más tarde obispo de la misma sede, conocido con el sobrenombre de Grande desde el siglo IV. Los libros VI y VII de la Historia Ecclesiastica de Eusebio constituyen la fuente principal para el conocimiento de su vida y obra. Nacido antes del año 200 de padres paganos. Convertido al cristianismo tras serios estudios, sigue las lecciones de Orígenes a quien guardará gratitud y cuya amistad conservará, aunque no le llame de nuevo a Alejandría cuando ocupe dicha sede. Nombrado Heraclas obispo de Alejandría, Dionisio le sucede en el cargo de director de la escuela catequética hacia 231-232 (Eusebio, Historia Ecclesiastica VI, 29, 4), siendo por entonces ya sacerdote (Jerónimo, De viris illustribus, 69: PL 23,713). No es seguro que estuviese casado, pues la expresión que él mismo utiliza, paides (Eusebio, o. c. VI,40,3), puede ser traducida por hijos, discípulos o servidores. En 247 sucede a Heraclas en la sede de Alejandría (ib. VI,35). El año siguiente, por intrigas, estalla en su diócesis una persecución contra los cristianos, que Dionisio describe con detalle en su Carta a Fabio. En 249 sobreviene la persecución de Decio con sus secuelas de confesores, fugitivos y mártires (ib VI,42 y 60). Habiendo huido Dionisio con sus paides, es hecho prisionero y libertado por unos campesinos. Vuelve a Alejandría hacia el 251. En 257 estalla de nuevo la persecución bajo el emperador Valeriano. Dionisio es desterrado a Libia, donde le acompañan numerosos fieles de Alejandría y Egipto (ib. VII,11,5-12). Galieno, hijo de Valeriano, le levanta el destierro en 262. A continuación, una revolución que estalla en Alejandría le impide comunicarse con sus fieles más que por carta (ib. VII,21,1). En 264 es invitado a tomar parte en el sínodo de Antioquía, que debía juzgar a Pablo de Samosata. Dionisio se excusa de asistir a causa de su salud (ib. VII,27,2). Muere durante la celebración de dicho sínodo, tras haber ocupado durante 17 años la sede de Alejandría (ib. VII,28,3).

Obras

Tratados

  • 1) Sobre la naturaleza, dedicada a su «hijo» Timoteo. Refuta el materialismo epicúreo y explica la doctrina de la creación.
  • 2) Dos libros sobre las promesas, escrito ca. 253-257 para contrarrestar el influjo del libro Refutación de los alegoristas, de Nepote, obispo de Arsinoe, quien utilizaba el Apocalipsis para apoyar su milenarismo. Dionisio llegará a negar que el Apocalipsis se deba a Juan.
  • 3) Refutación y apología. Con motivo de la herejía de Sabelio, Dionisio dirigió una carta a Amonio y Eufranor (Atanasio, De sententia Dionysii, 9,10: PG 25,487) ca. 260, en la que, intentando huir del modalismo parece caer en una especie de subordinacionismo, ya que, al recalcar la distinción personal entre el Padre y el Hijo, emplea comparaciones que parecen expresar una distinción sustancial. Acusado, ante el Papa Dionisio, de que separaba al Hijo del Padre, negaba la eternidad del Hijo, no mencionaba al Hijo como consustancial del Padre y consideraba al Hijo como criatura (Atanasio, ib.: PG 25,485), parece ser que el Papa convoca el a. 262 un sínodo en Roma (Atanasio, De synodis, 43: PG 26,769) y dirige una carta a Alejandría sobre el sabelianismo en la que reprocha a Dionisio, aunque sin nombrarlo, el admitir tres divinidades al confesar tres hipóstasis en Dios. En una segunda carta, esta vez dirigida personalmente a Dionisio, le pide que se justifique. Éste responde rápidamente con una carta, que parece causó tranquilidad en Roma, e inmediatamente con esta obra dividida en 4 libros (Atanasio, De sent. D. 13: PG 25,500), donde manifiesta su fe trinitaria. Él, dice, no separa las tres divinas Personas, ya que quien nombra al Padre, nombra también al Hijo. Éste es eterno como el Padre, de igual forma que el rayo de sol es tan eterno como el sol mismo. Si bien es verdad que no ha utilizado el término consustancial, también es cierto que no es escriturístico, y que su doctrina no se opone a él. Basilio de Cesarea, que conoce estos sucesos y los juzga como teólogo, señala las imprecisiones de Dionisio, y participa de la postura comprensiva del Papa Dionisio y Atanasio (cfr. De Spiritu Sancto, 72: PG 32,201; Epist. 9: PG 32,269).
  • 4) Sobre las tentaciones, dedicado a Eufránor, de la que sólo conocemos el título por referencia de Eusebio (Hist. Eccles. VI1,26,2).
  • 5) Un Comentario sobre el Eclesiastés, citado por Eusebio (ib. V11,26,3) del que quedan pequeños fragmentos.

Cartas

En el cisma de Novaciano, Dionisio interviene activa y decididamente en favor de la paz. Eusebio (ib. VI,45-46) nos transmite íntegra la carta que Dionisio envía a Novaciano instándole a volver al seno de la Iglesia. Nos da noticias, además, de una carta de Dionisio al Papa Cornelio, en contestación a una suya contra Novaciano. Cita como cartas dirigidas a los presbíteros romanos partidarios de Novaciano una Carta diaconal a Hipólito (cfr. G. Bardy, Eusébe de Césarée, Hist. eccl. París 1955, 163, nota 8), una sobre la paz y otra sobre la penitencia.
Sobre la cuestión de rebautizar los bautizados por herejes, Eusebio (ib. VII,4-9) menciona una al Papa Esteban, dos al Papa Sixto, a Filemón, presbítero romano, a Dionisio, entonces presbítero romano y más tarde Papa, y, finalmente, una carta «dirigida por él y su comunidad a Sixto y a la Iglesia de Roma».
Sobre la cuestión de readmitir en el seno de la Iglesia a los lapsi, las siguientes: A Fabio de Antioquía, escrita con posterioridad a la persecución de Decio, en la que aconseja reconciliar a los lapsi, sobre todo si se encuentran en peligro de muerte y lo piden con insistencia; a Colón, obispo de Hermópolis, y de quien Jerónimo (De viris illustribus, 69: PL 23,718) da la grafía de Conón; a los egipcios, a los laodicenses, a los armenios y a sus fieles, totalmente perdidas (cfr. Eusebio, ib. VI,41-46).
Escribe también algunas Cartas Festales anunciando la Pascua, costumbre que después se hará frecuente entre los obispos orientales (Eusebio, ib. VII,20). Eusebio menciona además una carta-tratado sobre el Sábado y otra sobre el ejercicio; parece ser que hablando de la lucha ascética y la superación de las dificultades del momento como deporte (cfr. G. Bardy, o. c. 199, nota 13).
También se conserva íntegra una carta dirigida a Basílides contestando cuestiones de tipo canónico (Eusebio, ib. V11,26,3). El mismo Eusebio enumera diversas cartas escritas por Dionisio con motivo del sabelianismo (VI,40; VII,11 y 21).
Finalmente, Jerónimo de Estridón (1. c.), señala una carta a Orígenes sobre el martirio.

Doctrina

Los escasos fragmentos conservados no permiten elaborar una visión de conjunto del pensamiento de Dionisio. Eminentemente pastoral, tomó parte activa en las controversias de su época. Claro y rotundo en la doctrina y comprensivo con los hombres. Basilio (Epist. 118: PG 32,664) le llama canónico, atestiguando así su autoridad y ortodoxia. Atanasio (De sententia Dionysii, 6: PG 25,487) lo califica «maestro de la Iglesia católica». Nos es conocida ya su posición en torno a los problemas cristológicos así como su posición enérgica y comprensiva en la cuestión de los lapsi y ante el cisma de Novaciano. No desaprueba la costumbre de rebautizar, pero recuerda que no es necesario hacerlo en todos los casos. Da especial relieve a la misericordia divina, y recuerda a los cristianos que deben imitarla sobre todo a la hora de tratar con los lapsi y los perseguidores. Afirma en la carta a Novaciano que es necesario soportarlo todo antes que abandonar la Iglesia. Los trozos que nos han llegado de los Comentarios al Eclesiastés, nos muestran a un Dionisio que, recomendando tener ante Cristo una actitud de espera, mantiene una posición muy equilibrada sobre el uso de los bienes de la tierra.

Bibliografía

Ediciones:
  • Patrologia Graeca 10,1572-1602;
  • C. L. FELTOE, The Letters and other Remains of D. of Alexandria, Cambridge 1904;
  • Id, St. D. of A., Letters and Treatises, Londres 1918.

Véase también

Enlaces externos


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