lunes, 8 de abril de 2013

Cuando el ángel vino a María

Lucas 1, 26-38. Solemnidad de la Anunciación. Dios Padre desde el cielo miraría la casita de Nazaret, esperando la respuesta de su elegida.
 
Cuando el ángel vino a María
Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin. María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? El ángel le respondió: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y este es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios. Dijo María: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y el ángel dejándola se fue.

Oración introductoria

Oh María, qué gran regalo nos ha hecho Jesús desde su cruz: en Ti tenemos una verdadera Madre que nos acompaña en este peregrinar por el mundo y guía nuestros pasos hasta el cielo. Por eso celebramos con júbilo la Pascua y, en este momento, pido tu intercesión para que esta oración aumente mi fe y sepa decir siempre «sí» al Señor.

Petición

Señor, dame tu gracia para que se haga tu voluntad en mi vida con la perfección, delicadeza y amor de María.

Meditación de SS Benedicto XVI

María dice algo muy parecido al ángel que le revela el plan de Dios sobre ella: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra". La voluntad de María coincide con la voluntad del Hijo en el único proyecto de amor del Padre y en ella se unen el cielo y la tierra, Dios creador y su criatura. Dios se hace hombre, María se hace "casa viviente" del Señor, templo donde habita el Altísimo. Hace cincuenta años, aquí en Loreto, el beato Juan XXIII invitaba a contemplar este misterio, "a reflexionar sobre aquella conjunción del cielo con la tierra que fue el objetivo de la Encarnación y de la Redención", y continuaba afirmando que el mismo Concilio tenía como objetivo concreto extender cada vez más el rayo bienhechor de la Encarnación y Redención de Cristo en todas las formas de la vida social. Ésta es una invitación que resuena hoy con particular fuerza. En la crisis actual, que afecta no sólo a la economía sino a varios sectores de la sociedad, la Encarnación del Hijo de Dios nos dice lo importante que es el hombre para Dios y Dios para el hombre. Sin Dios, el hombre termina por hacer prevalecer su propio egoísmo sobre la solidaridad y el amor, las cosas materiales sobre los valores, el tener sobre el ser. Es necesario volver a Dios para que el hombre vuelva a ser hombre. Con Dios no desaparece el horizonte de la esperanza incluso en los momentos difíciles, de crisis: la Encarnación nos dice que nunca estamos solos, Dios ha entrado en nuestra humanidad y nos acompaña. (Benedicto XVI, 4 de octubre de 2012).

Reflexión

Toda la creación estaba a la expectativa ante aquella entrevista del ángel a María. La tierra dejaría de girar en el momento en que san Gabriel transmitía el mensaje de Dios Padre. El mismo Dios Padre desde el cielo miraría la casita de Nazaret con enorme atención esperando la respuesta de su elegida. Toda la salvación de la humanidad se encontraba pendiente del sí de una "aldeana" a quien Dios Padre había elegido para ser madre de su Hijo.

¿Hemos pensado alguna vez qué habría pasado si María hubiese dicho que no a la invitación del ángel? Si en vez de responder con prontitud ¡He aquí la esclava del señor! Hubiese respondido "déjame pensarlo, nunca he tenido un hijo y además quería consagrarme a Dios. Pero ¿realmente eres un ángel enviado por Dios?, mira que soy muy joven" y tantas otras objeciones que tal vez hubiésemos respondido nosotros. Es una pregunta y respuesta utópica pero que nos ayuda a valorar y a agradecer el sí de María, su aceptación humilde y llena de fe al plan de Dios sobre su vida y sobre la vida de todos los que seríamos sus hijos.

Qué afortunados somos los cristianos que contamos con una madre así. Una madre que nos enseña prácticamente lo que es amar, lo que es aceptar el plan de Dios sin reticencias. En nuestra vida de cristianos deberíamos vivir lo mismo que vivió nuestra madre pues, en la medida en que cumplamos la voluntad de Dios, manifestada de muchas formas, en esa medida agradaremos a Dios. Una madre y un padre se sienten orgullosos de sus hijos cuando estos no sólo les dicen que les quieren sino cuando lo manifiestan con sus obras obedeciéndoles y realizando sus deberes. Nosotros también hagamos contenta a nuestra madre imitando sus virtudes.

Diálogo con Cristo

Señor, conocer lo que quieres y seguir tu voluntad es la alegría y el camino para dar plenitud a mi vida. Como María, no debo apegarme ciegamente a las propias ideas, sino que debo abrir el corazón para saber escucharte. Por el amor a tu santísima Madre, te suplico la gracia para serte fiel y perseverar en el cumplimiento de tu voluntad hasta el día de mi muerte.

Propósito

Rezar un rosario pidiendo a María su intercesión para crecer en mi fe y mi esperanza, a fin de aceptar con docilidad la voluntad de Dios.



La Anunciación del Ángel a la Virgen Máría. Fiesta de Jesús que se encarnó y fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra"
lunes 08 Abril 2013
Solemnidad de la Anunciación del Señor

Pedro Bienvenido Noailles



Leer el comentario del Evangelio por
Concilio Vaticano II : "Yo soy la servidora del Señor"

Lecturas

Isaías 7,10-14.8,10b.

Yavé se dirigió otra vez a Ajaz, por medio de Isaías, que le dijo:
«Pide a Yavé, tu Dios, una señal, aunque sea en las profundidades del lugar oscuro o en las alturas del cielo.»
Respondió Ajaz: «No la pediré, porque no quiero poner a prueba a Yavé.»
Entonces Isaías dijo: «¡Oigan, herederos de David! ¿No les basta molestar a todos, que también quieren cansar a mi Dios?
El Señor, pues, les dará esta señal: La joven está embarazada y da a luz un varón a quien le pone el nombre de Emmanuel, es decir: Dios-con-nosotros.
Tracen un plan: fracasará; digan una palabra: no se cumplirá; porque Dios está con nosotros.


Salmo 40(39),7-8.9.10.11.

No quisiste sacrificios ni ofrendas —lo dijiste y penetró en mis oídos— no pediste holocaustos ni víctimas.
Entonces dije: «Aquí estoy, de mi está escrito en el rollo del Libro.
He elegido, mi Dios, hacer tu voluntad, y tu Ley está en el fondo de mi ser».
Publiqué tu camino en la gran asamblea, no me callé, Señor, tú bien lo sabes.

No encerré tus decretos en el fondo de mi corazón: proclamé tu fidelidad y tu socorro. No oculté tu amor y tu verdad en la gran asamblea.


Hebreos 10,4-10.

Es que la sangre de los toros y de los chivos no tiene valor para quitar los pecados.
Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo.
No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado;
entonces dije: «Aquí estoy yo, oh Dios, como en un capítulo del libro está escrito de mí, para hacer tu voluntad».
Comienza por decir: No quisiste sacrificios ni ofrendas, ni te agradaron holocaustos o sacrificios por el pecado. Y sin embargo esto es lo que pedía la Ley.
Entonces sigue: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Con esto anula el primer orden de las cosas para establecer el segundo.
Esta voluntad de Dios, de que habla, es que seamos santificados por la ofrenda del cuerpo de Cristo Jesús hecha una sola vez.


Lucas 1,26-38.

Al sexto mes el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret,
a una joven virgen que estaba comprometida en matrimonio con un hombre llamado José, de la familia de David. La virgen se llamaba María.
Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»
María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo.
Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios.
Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.
Será grande y justamente será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su antepasado David;
gobernará por siempre al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.»
María entonces dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?»
Contestó el ángel: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios.
También tu parienta Isabel está esperando un hijo en su vejez, y aunque no podía tener familia, se encuentra ya en el sexto mes del embarazo.
Para Dios, nada es imposible.»
Dijo María: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.» Después la dejó el ángel.


Extraído de la Biblia Latinoamericana.



Leer el comentario del Evangelio por

Concilio Vaticano II
Lumen Gentium 56 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana

"Yo soy la servidora del Señor"

El Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la
aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la
mujer contribuyó a la muerte (Gn 3), también la mujer contribuyese a la
vida. Lo cual se cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber
dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido
adornada por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que
nada tiene de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre
de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de
pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo.
Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de
una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios,
es saludada por el ángel de la Anunciación como llena de gracia, a la vez
que ella responde al mensajero celestial: “Yo soy la servidora del Señor,
hágase en mí tal como has dicho.”

Así, María , hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió
en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de
pecado alguno, la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como
esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con
diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de
Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no
fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó
a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres.. Como dice San
Ireneo, “obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y
para todo el género humano.” (San Ireneo)
 
 

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