jueves, 15 de diciembre de 2011

¿Qué salieron a ver en el desierto?


Lucas 7, 24 - 30. Adviento. Buscar un momento de desierto: de silencio, de desapego de lo material; un momento en el que podamos hablar con Dios.
¿Qué salieron a ver en el desierto?

Lectura del santo Evangelio según san Lucas 7, 24 - 30

Cuando se fueron los mensajeros de Juan, Jesús comenzó a hablar de él a la gente, diciendo: «¿Qué salieron a ver en el desierto? ¿Una caña sacudida pro el viento? ¿O qué salieron a ver? ¿Un hombre vestido con telas preciosas? Los que visten fastuosamente y viven entre placeres, están en los palacios. Entonces, ¿qué salieron a ver? ¿Un profeta? Sí, y yo les aseguro que es más que profeta. Es aquel de quien está escrito: Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Yo les digo que no hay nadie más grande que Juan entre todos los que han nacido de una mujer. Y con todo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él». Todo el pueblo que lo escuchó, incluso los publicanos aceptaron el designio de justicia de Dios, haciéndose bautizar por el bautismo de Juan. Pero los fariseos y los escribas no aceptaron ese bautismo y frustraron, en su propio daño, el plan de Dios.

Oración introductoria

Señor mío, se acerca el nacimiento de tu Hijo. Permítele que nazca en mí, y haz que yo pueda prepararle una morada digna en mi corazón. Llena de alegría mi alma, para hacerla digna de poder acogerlo, y una vez que le reciba, no permitas que me separe de su amor.

Petición

Señor, llena de alegría nuestros corazones y prepara nuestros hogares para recibir al Niño Jesús.

Meditación del Papa

[...] El precursor de Jesús, situado entre la Antigua y la Nueva Alianza, es como una estrella que precede la salida del Sol, de Cristo, es decir, de Aquel sobre el cual —según otra profecía de Isaías— «reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor» (Is 11, 2).

En el tiempo de Adviento, también nosotros estamos llamados a escuchar la voz de Dios, que resuena en el desierto del mundo a través de las Sagradas Escrituras, especialmente cuando se predican con la fuerza del Espíritu Santo. De hecho, la fe se fortalece cuanto más se deja iluminar por la Palabra divina, por «todo cuanto —como nos recuerda el apóstol san Pablo— fue escrito en el pasado... para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (Rm 15, 4). El modelo de la escucha es la Virgen María: «Contemplando en la Madre de Dios una existencia totalmente modelada por la Palabra, también nosotros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene a habitar en nuestra vida. San Ambrosio nos recuerda que todo cristiano que cree, concibe en cierto sentido y engendra al Verbo de Dios en sí mismo» (Verbum Domini, 28). (Benedicto XVI, Ángelus, 5 de diciembre de 2010)

Reflexión

Ahora que se acerca el tiempo glorioso en que recibimos al Niño Jesús, también nosotros podemos reflexionar sobre cómo nos preparamos para acogerle.
En medio de todos los preparativos para estas próximas fiestas, podríamos olvidar el sentido esencial de esta fiesta, que no son los adornos ni los obsequios, sino el evento que divide la historia del hombre: el nacimiento del Hijo de Dios.
Juan el Bautista invitó a los hombres de su tiempo a retirarse al desierto. Este mensaje es válido también para nosotros, no en el sentido literal, sino en un sentido espiritual. Nosotros debemos buscar un momento de desierto: de silencio, de desapego de lo material; un momento en el que podamos hablar con Dios Padre y decirle que queremos estar listos para recibir a su Hijo, en la intimidad de nuestro corazón, en el amor de nuestra familia.

Propósito

Buscaré un momento de este día, para hacer una oración en silencio, en la íntima relación de Dios con mi corazón.

Diálogo con Cristo

Jesús mío, estoy preparándote un lugar en mi corazón y en mi familia para recibirte. Mi alma está llena de alegría porque pronto vas a venir. Concédeme que esta llama de mi espera no se apague, sino que se acreciente hasta tal punto que pueda compartirla a los demás. Quiero salir a tu encuentro, Señor. Dame la gracia de guardar más el silencio y la oración.


"[...] para salir al encuentro del Señor es preciso crear dentro de nosotros y a nuestro alrededor espacios de desierto: ocasiones de renuncia a lo superfluo, búsqueda de lo esencial, y un clima de silencio y oración. San Juan Bautista invita, sobre todo, a volver a Dios, huyendo con decisión del pecado enfermedad del corazón del hombre, que le impide la alegría del encuentro con el Señor. El tiempo de Adviento es especialmente apto para hacer experiencia del amor divino que salva. Y es sobre todo en el sacramento de la reconciliación donde el cristiano puede hacer esa experiencia, redescubriendo a la luz de la palabra de Dios la verdad de su propio ser y gustando la alegría de recuperar la paz consigo mismo y con Dios" (Juan Pablo II, Ángelus, 4 de Diciembre de 1994)

No hay comentarios: